Un entorno de crisis es el mejor caldo de cultivo para el surgimiento de movimientos extremistas de cualquier signo. Ante todo, debemos cuidar el fortalecimiento de las instituciones y el Estado de Derecho, así como el balance entre las fuerzas políticas. Sólo de esta manera podremos aspirar a que el verdadero pueblo mantenga o recupere su legítimo derecho a autogobernarse.
Por ejemplo, en el pasado fue en Alemania durante la República de Waimar cuando se propagó la ideología del “nacionalsocialismo”, que desembocó en el régimen totalitario conocido como nazismo. Entre sus consignas más conocidas, emitidas por el Ministro de Propaganda de Adolf Hitler–Joseph Goebbels (1939), están: “Exigimos la destrucción del sistema de explotación”; “Arriba el Estado Alemán”; “Alemania para los alemanes”; “Nosotros somos el verdadero pueblo alemán”. ¿Le suenan familiares?
Las ideas populistas, de izquierda o de derecha van acompañadas de racismo, clasismo, y discursos incendiarios. En una frase: de “polarización social”. Con estas ideas se pretende crear un nuevo Estado y deshacerse del antiguo. Por definición, es una ideología revolucionaria y predomina la idea de derrocar el sistema imperante.
Por ello vale la pena plantearnos: ¿Qué similitudes tienen la realidad política contemporánea que se vive en México y en el mundo con el surgimiento de los regímenes totalitarios del pasado? ¿Qué paralelismo se pueden trazar con la época previa a que el nacismo militarizara a la sociedad alemana y arrasara con los derechos humanos y la paz, remplazándolo con su régimen de terror?
Si bien es cierto que la historia no se repite con absoluta precisión, sí se puede aprender de ella. Por ello es importante conocer el pasado, porque podemos aprender de él e identificar como éste se proyecta en nuestro presente.
Claramente la democracia es un sistema de gobierno imperfecto que ha dejado ver sus deficiencias incluso en los Estados Unidos de América, su principal promotor. Sin embargo, también es cierto que el mundo no ha encontrado en la práctica una mejor alternativa. En el caso de México, es justo decir que, si medimos nuestra democracia a partir de la alternancia partidista en el Ejecutivo Federal y/o la mayor autonomía del Congreso frente al Ejecutivo en el año 2000, el balance es bastante negativo en términos de disminución de la desigualdad, incremento del bienestar social, mejora en los niveles de seguridad pública y del ejercicio pleno del Estado de Derecho. Pero ¿quién es el responsable de esta situación?, ¿el gobierno?, ¿los partidos? O ¿los ciudadanos?
La realidad es que la democracia vive sus mejores momentos cuando existe una ciudadanía alerta, informada y consciente de su responsabilidad sobre el destino de su propia sociedad. La fortaleza de las instituciones; el balance y contrapeso entre ellas, así como la plena vigencia de un Estado de Derecho, son elementos fundamentales.
En contraste, cuando el hambre, el desempleo, la inseguridad pública, la desigualdad social y el acceso pleno a la justicia, conforman un entorno de efervescencia social, la mesa está puesta para que extremistas de izquierda o de derecha aprovechen la desesperación social.
EN PERSPECTIVA, en este año electoral 2021, recordemos que sea cual sea su afinidad ideológica, no debemos entregar el poder a una sola fuerza política. El fortalecimiento de las Instituciones Democráticas; el Estado de Derecho; y la existencia efectiva de pesos y contrapesos entre los partidos y/o sus coaliciones es la mejor apuesta para que el ciudadano, no los políticos, no los partidos, no los burócratas, gobiernen efectivamente a favor del bienestar general. Esto siempre y cuando mantengamos una vigilancia ciudadana estrecha de las acciones del gobierno, y para ello hay que exigir transparencia, mucha transparencia.
El proceso electoral de 2021 es un punto de quiebre en la historia de México. Sea cual sea nuestra posición, activa o pasiva, seremos responsables de este resultado.
¿Usted qué opina estimado lector?
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