Cerebro y simultaneidad en la Babel digital: traducir es comprender

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Fue San Jerónimo quien tradujo la Biblia al latín. Prefigurando así, de alguna manera, la luminosa idea con que Steiner definiría, muchos siglos después, la trascendencia de llevar un texto de una lengua a otra: habitar lo extranjero.

En su sentido contrario, de no poder traducir estaríamos condenarnos al ensordecedor mutismo de sólo escucharnos a nosotros mismos. “Sin traducción, sentenció alguna vez Steiner, habitaríamos provincias lindantes con el silencio”.

La mítica imagen de la Babel consignada en la Biblia, la torre derruida por la multitud de lenguas incomprensibles entre sí, habría entonces caído no por el estruendo, sino por el silencio que implica el sólo poder comprender lo propio y con los propios.

En el mundo se hablan unas 7 mil lenguas. Algunas de ellas estrechamente emparentadas entre sí. Pero otras, por supuesto, con lejanías considerables y hasta hace poco casi insalvables para los sistemas de traducción automatizada.

La digitalización de contenidos, a la par de productores y consumidores, prosumidores, para decirlo mejor, que no están dispuestos a limitarse a la lengua propia, ha disparado las posibilidades y retos de la traducción asistida por computadoras.

simultaneidad traduccion
Imagen: Mark Long.

Los sistemas contemporáneos de traducción, conocidos como “neuronales”, reciben, por cierto, este apelativo pues funciona de manera análoga a como lo hacen las redes del cerebro, según explica Antoni Oliver, director del máster universitario de Traducción y Tecnologías Online de la Universitat Oberta de Catalunya.

Hasta hace poco, la calidad de los traductores automatizados era tan deficiente que era más sencillo, a todo nivel, hacer la traducción desde cero. Esto es lo que ha cambiado radicalmente, señala Oliver, los sistemas neuronales actuales consiguen suficiente calidad como para que sea factible post-editar los resultados.

Los sistemas están aprendiendo y sus fallas son cada menos perceptibles, desmenuza el catedrático, aunque siguen implicando la posibilidad de que un error de la máquina sea capaz de cambiar todo el sentido.

Así, lejos de desplazar a las personas, la demanda de una mayor atención y mayor dominio. El reto está ahí. No es que la traducción automatizada vaya a suplantar a la tarea humana.

Dicho de otro modo, la valía del traductor no se cifrará en el grueso del documento, sino en los pequeños detalles que hacen sentido.

En lo central, la traducción seguirá siendo lo que en su sentido más hondo ha sido siempre, un ejercicio de la cultura, consciente e intencional, donde la sutileza reina.

traduccion y cerebro
Imagen: Katie Edwards.

Quién diría, sin embargo, que parte del origen de lo que hoy observamos en el mundo de la traducción, tuviera en la necesidad de juzgar con celeridad crímenes aborrecibles, su punto de inflexión.

Entre el 20 de noviembre de 1945 y el 1º de octubre de 1946, durante los juicios de Núremberg, la traducción, la idea que se tenía de ella y sus alcances, nunca más volverían a ser lo habían sido.

Presente en todos los congresos y convenciones del mundo, parte de la vida cotidiana de los organismos multilaterales, no fue sino en Núremberg que el desarrollo del ingeniero León Dostert, la traducción simultánea, probó su alcance y efectividad.

Aliado con IBM, quien desarrolló la idea, Dostert debemos la imagen de las cabinas y de los que en un principio fueron los cascos en los que se escuchaba de manera prácticamente simultánea lo que el orador en turno decía.

No es necesario, aunque tampoco está de más, retraerse hasta El Aleph, de Borges, para resaltar la fascinación que en lo humano es capaz de suscitar la idea misma de lo simultáneo como algo posible y, aún más, aprehensible.

Hoy, el panorama es más complejo que las cuatro lenguas en las que se desarrolló Núremberg, e incluso de las “lenguas oficiales” de Naciones Unidas. El reconocimiento del valor de las lenguas, de cada una, es parte de la globalización del orbe.

Era de los procesos veloces al extremo, lo digital vive la extraña dualidad de tener una lengua dominante: el inglés, al tiempo de ofrecer con cada vez más precisión herramientas de traducción.

herramientas
Imagen: Pinterest.

Herramientas nacidas de las necesidades prácticas y cuya tarea habrá que dejarlo en claro de una vez, en nada se parece a la traslación cultural que significa el trabajo de traducción literaria. Labor de lo humano, ajena a lo programable y aun lo repetible.

La posibilidad de que se lea un diario editado digitalmente en Macedonia, en Indonesia o en Rotterdam, y cuya lengua no sea de origen el inglés, es un territorio de acercamiento a esas realidad, impensable antes de la evolución de los traductores digitales automatizados.

Fallidas aún en algunas de sus traslaciones, sin duda. Inoperantes para rescatar las sutilezas con las que está hecha cada lengua, desde luego. Experiencia inédita que lo digital ha traído consigo, lo destacable.

Nunca antes las máquinas habían podido traducir tanto y tan rápido. Nunca como ahora, en la sutileza de la comprensión la tarea y dimensión humana del traducir es tan indispensable.

Enriquecer el horizonte de lo propio con lo que no lo es. Ir al encuentro del otro. Habitar lo ajeno. No hay, quizá, acto cultural más radical.

Traducir, comprender.


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Sara Gerson

La maravilla de la traducción digital propicia un acercamiento impensable hace pocos años, sin embargo los traductores literarios son hoy más necesarios aún, todavía no es tiempo de dejar en manos de las computadoras las sutilezas culturales y anímicas que los escritores imprimen en su obra.

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