Pareciera ser obsesivo e inútil insistir –en plena pandemia global del COVID-19– en la profunda crisis y “competencia entre grandes potencias” como lo reconoce Estados Unidos desde 2017, entre Estados Unidos y China, tal y como lo hemos realizado insistentemente en esta columna desde 2019. El tema, sin embargo y desgraciadamente, nos acompañará en América Latina y el Caribe (ALC), y en México, en las próximas décadas.
En esta columna hemos insistido que tendremos que acostumbrarnos globalmente –y por ende en ALC y en México– a que la competencia arriba señalada nos acompañará en las siguientes décadas: los gobiernos de ALC y en México tendrán que tomar postura al respecto –les guste o no– en esta “nueva relación triangular” entre Estados Unidos y China y ALC-México; la preparación institucional –en los sectores públicos, privados y académicos– será fundamental. En plena crisis del COVID-19 se están dando “duro y a la cabeza”: cierre de Institutos Confucio en Estados Unidos, tensiones con respecto a Hong Kong y Taiwán, salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, retiro de visas a periodistas estadounidenses y chinos, respectivamente, retiro de investigadores en temas vinculados con la “seguridad nacional” respectiva, dadas de baja de estudiantes vinculados al sector público en China y de China en Estados Unidos, y ni hablar de la “guerra comercial” y su aparente tregua en enero de 2020.
En los últimos días, sin embargo, estas tensiones han incluido un sector que, hasta el momento, había sido “prohibido”: el sector financiero, sabiendo que se trata de las dos principales dos economías globales y de que, hasta antes de 2019, eran sus respectivos principales socios comerciales.
El contexto es relevante: la Administración Trump busca, desde hace un par de semanas, cuestionar y prohibir –todavía no como Ley– que fondos de inversión estadounidenses inviertan en activos de empresas chinas: el precedente legal es el caso del fondo de inversión público (Federal Retiment Thrift Investment) que fue explícitamente increpado por la Administración Trump en mayo de 2020. Como resultado, en mayo 20 de 2020 el Senado de Estados Unidos aprobó una Ley (Holding Foreign Companies Accountable Act) en la que se exige que todas las empresas serían dadas de baja de las bolsas de valor de Estados Unidos –incluyendo de países que no permiten hacer pública la auditoría de empresas locales de países como Bélgica, China y Francia– si las empresas que realizan la auditoría no cumplen con las exigencias de contaduría estadounidenses durante al menos tres años. Esta Ley exige inspecciones estadounidenses por parte de la PCAOB (por sus siglas en inglés), sabiendo que la legislación china, desde marzo de 2020, sólo permite el acceso a esta información si así lo permite el Consejo de Estado de la República Popular China.
Todo lo anterior pareciera ser un problema burocrático y secundario: alrededor de 200 empresas chinas, lideradas por Alibaba, han logrado a financiamiento por alrededor de $35,000 millones de dólares y representando un mercado cercano a un billón de dólares. Existen especulaciones de que estas empresas chinas bien pudieran trasladar sus actividades en mercados de valores en Hong Kong, aunque con importantes costos.
Lo anterior, sin embargo, refiere a un nuevo escalamiento en las relaciones Estados Unidos y China: “todo se vale”. La Administración Trump toca un muy sensible y nuevo sector en la relación Estados Unidos-China y a nivel global: el sector financiero. No sería espectacular esperar el siguiente escalamiento y respuesta por parte de China: la simple intención por parte de China de “indicar” comprar menos bonos del Tesoro de Estados Unidos –con importantes implicaciones por su devaluación ante los acreedores chinos– y así llegar a una de las “desintegraciones” (decoupling) más significactivas entre Estados Unidos y China. A marzo de 2020 China había comprado el 15% de los bonos del Tesoro y deuda de Estados Unidos, con importantes efectos en la tasa de interés en Estados Unidos y a nivel global.
Las implicaciones para América Latina y el Caribe, incluyendo a México, serán de la mayor relevancia en el mediano y largo plazo, seguir “nadando de muertito” no será opción ante estas tensiones.
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Maestro buendía. Mi pergunta sería si ¿no es mejor esperar, -nadar de muertito-que tomar decisiones apresuradas? Y¿ que tanto seguirán esas políticas -China USA- si ganan los democratas?