EU-China: entre treguas comerciales y la profundización de la desvinculación

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Apenas este 15 de enero Estados Unidos y China acordaron una “tregua comercial” al menos hasta 2021: después de múltiples fricciones durante 2018-2019 ambos países acordaron un aparente “cese al fuego” en un documento de 94 cuartillas y con 8 capítulos sobre propiedad intelectual, transferencia de tecnología, comercio de alimentos y productos agrícolas, servicios financieros, políticas macroeconómicas y temas sobre el tipo de cambio y transparencia, incremento del comercio, evaluación bilateral y resolución de disputas y disposiciones.

Los compromisos por parte de China en el corto plazo serán significativos y particularmente en materia de incremento de sus importaciones de Estados Unidos, de 77,000 de dólares y de 123,300 millones de dólares para 2020 y 2021, respectivamente, y con objetivos anuales en productos agrícolas, manufacturados y servicios. Más allá de lo inverosímil de estos objetivos, el documento parte de los incrementos comerciales del año 2017 –año de las mayores exportaciones estadounidenses a China, siendo que desde entonces se desplomaron en casi un 20%, con lo que las exportaciones en productos agrícolas de 2019, por ejemplo, debiera aumentar en casi 400% hasta 2021–, la “tregua” no incluye explícitamente un grupo de temas que seguirán siendo de enorme relevancia bilateral inmediatamente y hasta 2021.

estados unidos y china
Imagen: Sintesity.

El documento no incluye el contexto general de la “competencia entre grandes potencias”: el proyecto de “globalización con características chinas” propuesto por el presidente Xi Jinping desde 2013 y bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en contraposición al proyecto estadounidense y occidental desde mediados del siglo XX.

Más allá del tema anterior y de largo plazo, Estados Unidos se seguirá reservando el derecho de tomar medidas unilaterales en al menos dos ámbitos, incluso en el corto plazo, además de hacerlo en caso de que China no cumpla con lo pactado anualmente en el acuerdo.

Por un lado, medidas en contra de empresas chinas con liderazgo tecnológico –varias docenas de empresas en un listado de monitoreo permanente (entity list) y con las que las empresas estadounidenses tienen serias restricciones y/o prohibición de proveeduría, destacando el caso de Huawei– y en múltiples sectores bajo el argumento de la seguridad nacional. La Administración Trump no sólo ha incrementado la presión sobre socios –por ejemplo en Noruega y Alemania– en contra de Huawei, sino que también ha iniciado medidas muy específicas por parte del Departamento de Defensa en el ámbito de las tierras raras y pequeños drones.

Las tierras raras –las cuales integran más de 35 minerales requeridos para la producción de productos electrónicos tan variados como las telecomunicaciones y aviones– son fabricados actualmente en más de un 70% por empresas chinas, seguidas de Australia y Estados Unidos e incluyen a minerales como el litio que son fundamentales para la fabricación de baterías de autos eléctricos, tecnología controlada de nueva cuenta por empresas China. En el caso de los drones pequeños –en Estados Unidos el mercado es controlado en casi un 80% por la empresa china DJI–, el propio Departamento de Defensa ha iniciado con varios programas para promover a los fabricantes estadounidenses y reducir la dependencia china.

potencias mundiales
Imagen: Shutterstock.

En segunda instancia, la Administración Trump está seriamente considerando reducir el nivel del valor agregado de los productos sujetos a los controles de exportación según la legislación estadounidense: por el momento es de 25% y pudiera bajar al 10% o incluso menos, con el objeto de afectar directamente a los sectores que considera como sensibles a la apropiación tecnológica china y/o de seguridad nacional, puntualmente con el objetivo de afectar la cadena de proveeduría de Huawei vía terceros países (por ejemplo de empresas de Taiwán como TSMC).

Tanto Estados Unidos como China han iniciado con respectivos procesos de sustitución de importaciones de sus respectivas contrapartes: en el caso de China con la fabricación de productos sensibles importados desde Estados Unidos y otros países –por ejemplo de semiconductores que todavía no produce para la electrónica y telecomunicaciones, puntualmente para el caso de Huawei– y Estados Unidos de tierras raras y drones pequeños, entre otros.

Desde esta perspectiva no queda claro si la “tregua” es tal, o más bien se trata de la posibilidad de que ambos países tomen medidas para profundizar su respectiva independencia o desintegración (decoupling), aunque con certeza estamos viviendo una etapa del “comercio administrado” y muy lejano al libre comercio internacional de las últimas décadas.

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