Ciudadanías universales, agendas globales. La Era digital se expande

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Ciudadanías universales, horizontalidad cooperante, inclusión y creatividades digitales, migraciones y agendas transnacionales, horizonte global, prosumidores transmediáticos, redes identitarias fluctuantes, son algunos de las nociones que pueblan el presente.

Toda época, todo cambio de Era, asienta sus reales sobre los conceptos que es capaz de proponer e instalar. Ése es el horizonte sobre el que florecen las nuevas percepciones de lo real y lo importante.

Se trata, fundamentalmente, de la instauración de nuevos puntos de mira desde los cuales se erigen una renovada forma de entender la realidad.

Por ello, nadie que no sea capaz de comprender el mundo que habita, será capaz de actuar certeramente en él. Mucho menos de transformarlo.

La transformación genuina de la realidad implica, en primer término, ser capaz de desplazar las nociones del mundo anterior e instaurar los conceptos que atañen a lo que emerge.

La emergencia de los movimientos sociales de nueva época, da cuenta de la necesidad no sólo de comprender su magnitud, sino de asimilar su constitución, modos de proceder, agendas, lógicas discursivas como parte de un horizonte de amplia y radical transformación respecto a las nociones que poblaron el mundo anterior.

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Ilustración: BBVA.

Múltiples estudios académicos señalan, sin reparo, el uso del Internet como un elemento pivote clave en la construcción de uno de los conceptos centrales de las nuevas realidades: la ciudadanía universal.

Signada por lo digital, el reclamo de derechos y la capacidad para conformar bloques sociales heterogéneos y de muy rápida acción y expansión, ha tenido en el Internet algo más que un medio de comunicación como lo fueron los que marcaron el pasado.

En la organización, pero también en el reconocimiento intergeneracional, transestratificado y multiespacial, Internet ha servido como medio de comunicación y de organización, sí, pero también como eje articulador de identidades que más allá de los parámetros de reconocimiento tradicional e inmediato.

 Todo migra, se mueve, fluctúa con enorme rapidez y en oleadas que suelen tomar desprevenidos a quienes proviniendo del mundo anterior, presenta severas dificultades de adaptación a estas nuevas condiciones en las que el cambio y la inestabilidad es el signo dominante.

“Los flujos más frecuentes y multidireccionales de personas, ideas, imágenes y símbolos culturales, inherentes del desenvolvimiento de las tecnologías de la comunicación”, han tenido, en este contexto, una influencia determinante en la reconfiguración real y simbólica de nuevas comunidades transnacionales, señalan Denise Cogo y Lara Nasi, investigadoras de la sociedad global.

Comunidades que desde cada realidad local o nacional encuentran un reclamo común: la inclusión, el reconocimiento, su reconocimiento, y el de su agenda, como parte actuante de las sociedades complejas del presente.

 La noción de una ciudadanía universal-digital, que va más allá de países, lenguas, credos personales y referentes de discursos pasados, se abre paso en un mundo abierto e interconectado.

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Imagen: Reporte Digital.

Lo que une a estos grandes contingentes sociales, heterogéneos y abiertos, del presente, no es, sin embargo, el uso en común de los canales de comunicación a los que tienen acceso.

Unidos por causas, que son capaces de poner en la agenda de lo urgente, estos grandes contingentes transforman los escenarios políticos tradicionales, exhibiendo la falta capacidad para encarar sus demandas, pero sobre todo, para entender su conformación y modo de proceder.

Frente a este horizonte, no es de extrañar, pues, que las respuestas políticas tradicionales, encarnadas en actores políticos igualmente tradicionales, es decir, anclados en los conceptos del mundo anterior, no logran articular respuestas satisfactorias.

Para decirlo en otras palabras, los movimientos sociales, heterogéneos, fluctuantes, horizontales, transculturales y transgeneracionales, implican un reordenamiento radical en el orden de las percepciones.

¿Qué es más importante –sólo por poner un ejemplo–, un monumento histórico y su preservación impoluta, o la rabia vaciada de un grupo social especialmente violentado como las mujeres, y que en una manifestación deciden pintarlo?

Dos mundos, el anterior y el presente, entran en colisión de modo inevitable al tratar de resolver el dilema. Se trata de un reordenamiento de las percepciones; y con ello, de una verdadera reconstrucción de noción de realidad.

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Ilustración: Medium.

Las respuesta políticas tradicionales, en este contexto, resultan insuficientes, dada su incapacidad para considerar la manera en que el presente ha disparado inéditos procesos subjetivación e identificación.

Mal y de malas se mueven los representantes del mundo anterior en esta trama en la que aluden a conspiraciones, internas o desde el extranjero, apelando a conceptos por completo desplazados como el de la homogeneidad.

Lo que hoy presenciamos es, más bien, una muy compleja trama en la que las formas de pensamiento, es decir, de identificación de partes de la ciudadanía, rebasan los viejos marcos conceptuales y discursivos.

El mundo y las generaciones que son hoy protagonistas en él, no esperaron, como se ve, a que el pasado comprendiera la nueva realidad para cambiar. Lo diferente se nombra diferente porque lo es.

Se percibe, piensa, asume y actúa de modo diferente. Nombrarlo de modo diferente no es un capricho. Es un reconocimiento. Hay movilizaciones que se tornan emblemáticas de ello. Este 8 y 9 de marzo, estamos frente a una de ella. Enhorabuena.

El mundo cambió.


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