Ciudadanos 1.0

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El reporte “Networks and Citizenship: Using Technology for Civic Innovation”, enumeró varias de las dimensiones que significa ser ciudadano en la era del internet.

Ciudad de México.- El Estado de Derecho es tema central hoy en nuestro país. Es casi imposible que no esté presente en gran cantidad de mesas de debate públicas y privadas, y es objeto de análisis de los principales editorialistas. Hablar de ello es imperativo por el momento que vivimos, pero más aún por el hecho de que durante años no lo fue.

Hace ya 20 años, cuando tuve la fortuna de trabajar en la coordinación de asesores del candidato a la presidencia, Dr. Ernesto Zedillo, recuerdo haber leído un estudio sobre el sistema de justicia de nuestro país, abordado desde una perspectiva económica y administrativa. El estudio planteaba que el sistema en su conjunto tiene una capacidad finita y que la demanda supera por mucho la oferta. Dicha capacidad, señalaba el estudio, es “ acaparada por un pequeño grupo de usuarios de mayor solvencia económica, que deja al resto sin el vital servicio.

La conclusión a la que se llegaba era contundente: En México, la probabilidad de que un ciudadano cuente con el servicio y la protección del sistema de justicia es muy baja, y de hecho nula para una gran mayoría de mexicanos. No hay plazo que no se venza. No hemos logrado construir una ciudadanía con plenos derechos y seguridades, sino que hemos hecho de la desigualdad moneda política de cambio. De otra manera no se entiende cómo hipotecamos nuestro sistema educativo y justicia a favor de una estabilidad que, por definición, no ofrecía un futuro de país y nos condenaba a un desenlace fatal en el que hoy tenemos un Estado “funcional” que simplemente observa cómo los mexicanos nos afectamos unos a otros, en el que es posible que haya más de 29 000 desaparecidos y no pase nada, que tantos mexicanos extorsionen diariamente a otros más, que ser “ladrón pero eficaz” sea ahora el parámetro para medir a un político o funcionario público calificado.

Sin embargo, sí hay una ruta que seguir: construir ciudadanía. ¿Cómo hacerlo? Hay muchas tareas por realizar, pero al abordar este reto desde la perspectiva de esta columna editorial, se sugiere cómo abonar a esta construcción aprovechando las posibilidades tecnológicas de nuestra era.

En 2011, el Instituto Aspen publicó el informe Networks and Citizenship: Using Technology for Civic Innovation, en el que señaló las dimensiones de lo que significa ser ciudadano en la era del internet y ofreció al mismo tiempo algunas recomendaciones de política pública, de las cuales vale la pena resaltar la siguiente: “Colocar un tablero en el que se visibilice qué tan bien actúa el gobierno” y “qué tan bien actúan los ciudadanos”. Con esta propuesta se busca monitorear y hace públicas una serie de métricas que den claridad al desempeño del gobierno y a su responsabilidad frente a la ciudadanía, pero también se mide el desenvolvimiento de los ciudadanos. El argumento de fondo es que publicar esta información serviría de modelo para el comportamiento tanto de los responsables de gobernar como los gobernados, para alinearnos en torno a una meta común.

Además de lo propuesto por el Instituto Aspen, es necesario poner en perspectiva el fenómeno de las redes sociales como factor de cambio. Si hoy es posible tener en una red social más de 1000 amigos, ser retwiteado 100 000 veces y recibir millones de likes, podemos asumir que es factible medir los servicios netos que recibimos por parte del gobierno en cada rubro de sus actividades y medir nuestra responsabilidad ciudadana y contribución general al bienestar de la nación. Es importante recalcar que el Estado somos todos, y que el gobierno es el que nos damos como sociedad. En la era de las redes sociales es posible sumar a cada ciudadano para llegar al resultado final de construir una sociedad más justa, más equitativa y más libre.

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