Créditos para enfrentar la pandemia

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La cuarentena económica seguramente causará más daño social, en términos de pobreza, hambre, violencia y defunciones, que la pandemia. Los epidemiólogos están haciendo bien lo que les corresponde, pero ni el gobierno ni los empresarios tienen un plan de acción para atenuar el desastre económico.

Si la economía de Estados Unidos puede caer hasta un 30% de su PIB en el segundo trimestre, calcule usted lo que disminuirá la riqueza que se genera en México. Bajarán los ingresos familiares y todas las empresas, de todo tamaño, tendrán pérdidas. La recuperación de la normalidad no será rápida con medidas normales.

Llegó a mi correo una propuesta de Carlos Obregón y Jorge Mariscal, economistas con gran experiencia en situaciones de inversión productiva, desde la perspectiva bancaria; proponen compensar los malos resultados que tendrán negocios de todo tamaño este año y la baja de ingresos familiares, con créditos de largo plazo a cada empresa y persona, equivalentes a sus pérdidas.

En una economía donde todos los agentes económicos, empresas y trabajadores sin excepción, tienen pérdidas, ocurre que se pone en cuestionamiento la viabilidad de cada uno y sobre todo, quienes no puedan pagar sus créditos bancarios, intoxican el sistema crediticio con gran rapidez.  

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Ilustración: Firuz Kutal.

Los instrumentos contracíclicos, argumentan Obregón y Mariscal, no están diseñados para corregir los balances de negocios, sino para resolver problemas de liquidez inmediata mediante reducciones impositivas en el caso de la política fiscal y baja de intereses o aumentos de circulante en el caso de  la política monetaria. Lo que la catastrófica situación exige, sostienen, es infundir certeza en los inversionistas de que al volver la normalidad, la mayoría de los actuales negocios habrá permanecido y de que el sistema bancario no se colapsará.

Si la interrupción de las cadenas de suministro y caída de la demanda se traduce en una contracción del PIB del 40 al 50% el segundo trimestre, millones de personas y las empresas micro, pequeñas, medianas y grandes tendrán pérdidas que no podrán compensar difiriendo sus pagos de impuestos o cuotas al IMSS; necesitarán mucho más que eso.

La propuesta de Obregón y Mariscal es que el Banco de México se comprometa a otorgar garantías colaterales y a descontar como banca de segundo piso, los créditos que contraten las personas y empresas con la banca privada, por un monto equivalente a sus pérdidas durante la cuarentena sanitaria.

Se otorgarían créditos en dólares a empresas endeudadas en esa divisa, respaldados por una línea de crédito específica del FMI y otros organismos financieros internacionales que, al intervenir darían confianza en la estrategia y evitarían que la liquidez que se genere, se fugue del país vía la cuenta de capital.

Los créditos en pesos tendrían respaldo en emisión monetaria del Banco de México por el monto equivalente a la caída del PIB –6.6% en el año, según el FMI–, con lo que se volvería al equilibrio que se tenía en enero pasado.

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Ilustración: Robert Neubecker

Los créditos serían para todo trabajador, con empleo o desempleado, y para empresas en montos conforme a las pérdidas que registren sus estados contables, condicionados a las garantías que ofrezcan y a que conserven su planta laboral; los créditos a empresas se pagarían hasta en 30 años, con tasas de interés reales de cero por ciento.

La clave de la propuesta es que cada mexicano y cada empresa reciba un crédito de largo plazo y bajo costo que le permita restaurar su situación económica afectada por la cuarentena sanitaria, y pagar el préstamo.

Así planteada, la propuesta no implica elevar el déficit fiscal, ni la deuda pública, ni transferencias de los contribuyentes; tampoco elevaría la inflación, puesto que el dinero prestado sería equivalente a la caída de la demanda agregada causada por el COVID-19.

Si el rescate bancario de 1995, en vez de comprar la cartera vencida de los bancos al valor de su contrato, se hubiera dedicado ese dinero fiscal a otorgarle préstamos blandos a los deudores de los bancos, éstos hubieran podido pagar sus hipotecas y no se hubiera cometido el desfalco a la nación en que se convirtió el Fobaproa.


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