Los problemas financieros y económicos de Argentina y Chile han recientemente ocupado de manera extensiva los titulares de los medios de comunicación, causando sorpresa a legos y comentólogos, tanto en su entendimiento, consecuencias y medidas resolutivas. Ello, sin terminar de aceptar que el mundo y la realidad económica es otra a la que nos imaginamos y pretendemos explicar, tal como desde los años sesenta visionariamente Robert Mundell y Marcus Fleming formularon para explicar el posible caso de las economías abiertas, con el modelo hoy identificado como la “imposible trinidad”. De entonces a la fecha, mucha agua ha pasado por abajo del puente, pero el instrumental teórico sigue siendo en general pertinente.
El modelo Mundell-Fleming implica la conjetura de que es imposible que un país pueda tener un control sobre la tasa de interés, manteniendo un libre movimiento de capitales y un tipo de cambio fijo. De acuerdo a este planteamiento, según Paul Krugman, “no se puede tener todo: un país debe elegir dos de tres objetivos de política. Puede fijar su tipo de cambio, pero sólo mediante el mantenimiento de controles sobre los flujos de capitales, o puede permitir la libre movilidad de capitales manteniendo la autonomía monetaria (tasa de interés), pero sólo a expensas de dejar flotar el tipo de cambio (como Gran Bretaña o Canadá), o… permitir el libre movimiento de capitales y estabilizar la moneda, pero a costa de abandonar la posibilidad de ajustar las tasas de interés para combatir la inflación o la recesión (como la Argentina de 2002)” (https://bit.ly/2PfG4sG).
Así, tanto Argentina como Chile han pretendido mantener la ilusión de que es posible tener el control del tipo de cambio, la soberanía sobre la tasa de interés y dejar vigente el libre movimiento de capitales. Ilusión que ha resultado vana para Argentina que, después de elevar sustancialmente la tasa de interés local y agotar prácticamente sus reservas monetarias y la línea de crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI) por más de 44 mil millones de dólares, hoy es una de las economías emergentes más endeudadas del mundo en un muy corto plazo (https://bit.ly/2rhKIyj).
Además, como resultado de las recetas convencionales del FMI, de contraer la demanda agregada nacional, se encuentra en una grave crisis económica de acelerado empobrecimiento de la población (https://bit.ly/2DRreU2).
Recientemente (a raíz de sus disturbios sociales) Chile ha comenzado, al igual que Argentina, a inyectar reservas-dólares para contener la depreciación acelerada de su moneda y estabilizar la tasa de interés. Al 27 de noviembre, el peso chileno llevaba una pérdida cambiaria del orden de 15%, en un periodo de menos de 40 días (https://bit.ly/2DRnCBn).
En este contexto, Chile ha bajado su tasa de interés acorde con el comportamiento internacional, esperando reactivar la economía local, dado que se espera una recesión técnica el próximo año, como consecuencia de sus problemas sociales (https://bit.ly/36ha2DF). Expectativa que se agudizará ante la aplicación ya anunciada de la contracción del gasto público, en línea con las prescripciones sempiternas del FMI.
Argentina y Chile obviamente no corresponden a la naturaleza de las economías de los grandes países desarrollados, cuya moneda puede ser regionalmente dominante, así como de aceptación generalizada y, por lo tanto, no verse totalmente constreñida por su tipo de cambio y los movimientos de capitales. De esta manera, la “imposible trinidad” resultaría más aguda para los pobres y en desarrollo para los fines de la política económica.
Sin duda, el caso de México debe ser juzgado a la luz de los acontecimientos internacionales y las características de mercado de su moneda. De otra manera, seguiremos bordando en un mundo que ya no existe. Un mundo en el que se reconoce que hay hechos monetarios asociados a monedas dominantes como el dólar y otras monedas de mercado internacional, como el caso de México. La moneda mexicana es posiblemente la cuarta divisa del mundo que por su alta liquidez se utiliza para fines de contratos y de coberturas a nivel mundial. Por lo que su tipo de cambio no necesariamente es el resultado de sus fundamentos económicos reales, dado que se encuentra altamente extrovertido en el mercado internacional, con un alto riesgo de especulación.
El riesgo que ello implica puede acrecentarse si no se maneja adecuadamente y se establecen las medidas preventivas para evitar la volatilidad y sus consecuencias sobre el mercado de capitales. La antigua idea de la soberanía de la moneda nacional y del banco central no ha existido más para México casi desde fines de la última década del siglo pasado. México, monetaria y financieramente, es una casa con todas las ventanas abiertas. La experiencia argentina y chilena nos deben alertar.
Cuando Argentina comenzó a tener problemas con el tipo de cambio hace casi dos años, su relativo déficit en cuenta corriente era menor al mexicano. A pesar de ello, se desató una embestida especulativa contra su moneda, por lo que la línea de crédito flexible de apoyo del FMI los mercados pronto la evaporaron. No se entendió que la línea crediticia estaba diseñada para apagar el incendio, no para prevenirlo. Hoy Chile va por un camino ya conocido. Si comienza a inyectar dólares para mantener bajo control el tipo de cambio de su moneda, no parará hasta agotar reservas y terminará pidiendo auxilio al FMI.
En una economía abierta, para atemperar los efectos adversos de la “imposible trinidad”, pareciera recomendable tomar las medidas preventivas para evitar la volatilidad de la cuenta de capitales, a fin de actuar tempranamente contra una crisis especulativa del tipo cambio y por ende en la tasa de interés. El riesgo de México es alto si no se acepta esta realidad económica, máxime que el país se debate en un ambiente político y económico de incertidumbre nacional y de ajustes económicos internacionales propicios para la especulación financiera.
Así, en la interacción de países, instituciones financieras y mercados internacionales de capital, baste saber que la línea de crédito flexible de México con el FMI, originalmente por 74 mil millones de dólares, fue limitada a 61 mil millones de dólares (https://bit.ly/2PhV0GM) como consecuencia de los recursos que el organismo había otorgado previamente a Argentina y por los riesgos que presenta el país, tal como oportunamente informó el subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio (https://bit.ly/2YiUR9Y).
Declaración oportuna y hecho final que parece contravenir la versión oficial de que México pidió la reducción de la línea de crédito. ¿El que presta manda?