Todo tiene una historia, los colores, en su desarrollo para poder ser utilizados por los seres humanos, también. Los colores son elementos químicos cuya combinación, independientemente de su origen que puede ser orgánico o sintético, tienen la propiedad de reflejar la luz en un campo cromático definido y que, por lo tanto, posibilitan al ojo a identificarlos dentro de una amplísima gama de tonos y matices. Incluso, dentro de un extenso repertorio de emociones, sensaciones y representaciones culturales que le dan un sentido semiótico y semántico al color, es decir, el color forma parte del discurso.
En el caso del rojo, como pudimos empezar a sondear en nuestro artículo anterior, la discursiva de la que participa comprende de lo profano a lo sagrado. Los cardenales en la iglesia católica que por siglos han utilizado este color en su vestuario oficial, novias asiáticas que se visten de rojo para asistir a la ceremonia matrimonial, la industria del amor en las culturas occidentales que construyen el discurso amoroso basado en corazones rojos emblemáticos en la celebración del día del Amor y la Amistad, hasta la industria del erotismo y la pornografía que lo asocian a la pasión del impulso sexual de la especie humana. El repertorio de significados de este sólo significante –el color rojo– es diverso, sobre todo por lo llamativo del color que, independientemente del agrado que pueda generar, es imposible de pasar por alto.
Bueno pues, después de esta concienzuda y roja reflexión, volvamos al transcurrir del tiempo y el camino del rojo en las generaciones. Hemos estado en un ir y venir desde los orígenes de cada tonalidad de rojo así que, volvamos a este viaje. El tono de rojo por el que vamos a iniciar hoy es el carmesí.
El rojo carmesí tiene un tono intenso, casi púrpura. Se producía a partir de los cuerpos secos de las hembras de un pequeño insecto que se alimenta de la savia de los robles de hoja perenne. El nombre del insecto es Kermes, de ahí la derivación de la palabra a “carmesí”. Cuando se incorporó a la producción de rojo el uso de la grana cochinilla, que se utiliza para tener el rojo carmín, este tono carmesí se dejó de fabricar porque, si se deseaba lograr la misma intensidad de color, el rendimiento era doce veces menor que el de la cochinilla. Para distinguir a uno del otro y que no hubiera confusión cuando se utilizaban ambos procesos productivos para obtener el color, al carmesí se le colgó la descripción de “natural”, esto sólo hasta que se empezó a producir a partir del Alizarin que fue el primer pigmento rojo de origen sintético que daba estas tonalidades rojas.
Hablemos ahora del rojo carmín. Su origen orgánico (la grana cochinilla) es encontrado en Mesoamérica después de la primera mitad del siglo XVI, cuando los colonizadores españoles se toparon con este rojo brillante que era muy utilizado por los aztecas. Tan hermoso, atractivo y profundo era el carmín que pintores como Rembrandt, Vermeer y Velázquez, o algunos solamente famosos en el siglo XX como Bob Ross, lo incorporaron a su paleta cromática como un color fundamental. Esta incorporación en el uso del rojo carmín en las culturas europeas fue el motivo por el que la grana cochinilla era el tercer objeto de importación más valioso del siglo XVI, solamente aventajado por el oro y la plata. El uso de esta tintura en los ropajes de los aristócratas europeos era símbolo de poder y riqueza.
En estas cuestiones de producción de pigmentos rojos hemos vuelto una y otra vez a China porque es un color identitario de su cultura. En este caso nos referimos al minium o plomo rojo. Este material, altamente tóxico, se fabricó por primera vez durante la dinastía Han en China. El rojo minium, de origen sintético, dado que se obtiene al tostar el plomo blanco sobre las brasas, es resultado de este proceso que es altamente tóxico y que implica también cierto grado de toxicidad en el pigmento. Como era menos costoso que el proceso que comentamos en el artículo anterior del rojo producido con cinabrio, el minium permitió el acceso al rojo de una manera más amplia tanto en los textos medievales como en las pinturas en miniatura que se realizaban en Persia e India. Por cierto, la denominación de “miniaturas” de algunos manuscritos medievales hace referencia al color minium utilizado en su arte por los llamados “miniadores” que eran los escribas que producían estas obras de arte.
Ya que hablábamos de grandes pintores europeos que incorporaban los distintos tonos de rojo a su paleta, estamos obligados a mencionar a Vincent van Gogh como usuario habitual del plomo rojo. Resulta extraño pensar en una cromática roja intensa en la obra de Van Gogh cierto, pues esto se debe a que, con el tiempo y la exposición a la luz, el rojo plomo-minium, se desvanece por lo que en aquellos cuadros en los que Vincent utilizó este color, hoy han perdido intensidad y es la gama de azules y amarillos la que resulta preponderante en la paleta de este impresionista icónico.
Para seguir el camino de los rojos, que como hemos visto son múltiples, vamos a volver a hacer mención del rojo cadmio que se popularizó en el siglo XX. Comercializado desde 1910, pintores como Henri Matisse eran adeptos al uso de este brillante pigmento. De hecho, él es el primer pintor europeo que es reconocido por utilizarlo en sus obras. En algún momento del año 2014, la Unión Europea consideró la posibilidad de prohibir el uso del rojo cadmio ya que les preocupaba que se pudiera contaminar el suministro de agua porque la base del cadmio es un sulfuro que creían podía, por medio de la limpieza de pinceles de los pintores, dañar a la población. Resulta que, después de hacer todos los estudios pertinentes, las investigaciones arrojaron como resultado que dichos temores estaban infundados y el rojo cadmio sigue siendo muy frecuente en las paletas de los artistas plásticos en este siglo XXI.
Todavía nos quedan tonos de rojo que explorar, lo que ya no tenemos es espacio para seguir disertando sobre este color, así que les sigo contando en la próxima edición. Mientras piensa, a ti, ¿qué te representa el rojo? ¿Te gusta? ¿Cuánto?
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