Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.
José Ortega y Gasset.
Primer tema: Las circunstancias despiertan lo que somos
Abundan los memes a cerca del 2020. Que es el año que no existe… que ya el marido no soporta a la mujer, o al revés, que los hijos son un estorbo; etc. Lo cierto es que los memes conllevan una onda de creatividad y humor para decir las cosas en broma y en serio.
Cuando la gente se ahoga en sus penas, frustraciones e impotencias, sufre más y peor. El meme ha logrado hacernos reír de nosotros mismos y de nuestras circunstancias; ése es el papel antiquísimo de los chistes desde los bufones en tiempos de Roma.
Hoy los memes son el elemento humorístico social que dibujan la representación gráfica de las protestas contra hechos indeseables; son un factor de descompresión general pero no le alcanza para salvar a las familias, por lo dicho al principio.
Como humor masificado han jugado un papel sugestivo para atenuar tantas situaciones difíciles incluso fallidas. Reírse de uno, sirve para elevar el espíritu; es una forma de mitigar el dolor, las tristezas, incluso las culpas.
Sin embargo, he tomado como factor el mensaje connotativo de los memes sobre las parejas y sus episodios para acercarme un poco a lo que califico “el reaprenderse en familia”, quizás aventurándome desde las percepciones por lo que he visto, escuchado y vivido desde el reclutamiento.
He escrito tres artículos en diferentes momentos sobre la ruta emocional de la pandemia que obligó a la reclusión en casa. Mismos que resumo en que el regresar a casa movería a la sociedad a reaprenderse, incluso reiniciar las relaciones humanas. En algunos casos para “bien” y en otros para “mal”.
Lo digo así para explicarlo de forma coloquial en el entendimiento y convicción que en ambos casos es relativo el resultado; pues reza el refrán de que” no hay mal que por bien no venga”.
De manera que esta circunstancia –como cualquier otra–, lo único que ha hecho es sacar de cada quien lo que guarda en el fondo de su interior. Han brotado los pensamientos, creencias, procedimientos de control, de orden, de disciplinas, de valores.
Antes del COVID-19 las parejas ya sabían cómo era cada uno. Así que los que no habían sido capaces de superar situaciones duras habían abandonado el barco, otras parejas vivían disfuncionales; otros más disfrazando sus relaciones y los que, en efecto, sí habían sido arropados por la verdadera comprensión y amor de familia.
Gracias a la tecnología, en comunicación con conocidos, amigos y familiares, me he percatado que ha habido un proceso de acoplamiento interesante y beneficioso en muchos casos, pero en otros ha sido al revés.
Una de las razones es que no ha habido suficiente desfogue. No sólo hacer deporte, recreación, sino incluso el mismo trabajo fuera de casa, para muchos, era y es su alivio del “drama doméstico hogareño” (deudas, compromisos, orden, hijos, etcétera).
Muchas familias se han crispado, de ahí el aumento de los divorcios en el mundo. En el medio “Opinión de Bloomberg”, Stephanie Coontz, historiadora e investigadora sobre el matrimonio y género, directora de investigación en el Council on Contemporary Families, dijo respecto de la pandemia: …los cónyuges que practican sparring no pueden ir a ningún lugar, a ningún lado, y desahogarse para ayudar a reducir la escalada de un conflicto. Ésa es una de las “válvulas de escape” más importantes para preservar los matrimonios, los divorcios sí han aumentado.
Sostengo que el COVID-19, lo que ha hecho es hacer germinar lo que somos, sea alegría o frustraciones; tolerancia y paciencia, amor o intolerancia; impaciencia y desamor.
Segundo tema: Activismo versus incongruencia
Me encanta la siguiente frase de Cicerón porque recoge cómo siento y pienso, cito: Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo.
Hay quienes están convencidos de que me encanta nadar contra la corriente; pero no, no es así. Si bien me queda claro que esas personas no van a cambiar de parecer de la misma manera que no me harían cambiar, entonces estamos igual. Hay cosas esenciales a las que no se debe poner freno, pero tampoco asentir por el sólo hecho de quedar bien o para ser aceptados en sociedad, o asentir por simple moda.
Entre realidad y cuento, en una plática con uno de los seres más amados por mí, me dijo: “Si sigues manteniendo ese criterio sobre la ideología de género, te puedes quedar solo. Muchos no piensan como tú”. Y sí, tiene razón, muchos no, muchísimos sí. Sólo es una precisión cuantitativa-cualitativa.
Me sorprendió de forma extraña cómo había brotado aquella advertencia que no tenía nada que ver con lo que se platicaba; hablábamos de las pruebas rápidas para saber si se es positivo o negativo del COVID-19.
Aquello que dijo, percibí que era algo que tenía atorado, que quizás no le dejaba dormir desde algún tiempo, no lo sé. Quizás quería expeler esa obstrucción apresada en su garganta; requería escupirla y lo hizo.
Quise acceder a su interior para saber qué había, pero no pude, sólo observé fijamente su rostro –creo que con dulzura–, y sus ojos me dijeron: “Toma esto que te digo en consideración”. Entonces, para tener claro qué pensaba y no suponer nada, le pregunté: “Y si no cambio, ¿qué pasaría?”. Me respondió: “Pues, te digo, no serás aceptado en el grupo con tus criterios porque son posturas intolerantes y te quedarás solo, la gente está cambiando, nadie te responde; yo nada más escucho”. Concluyó.
Ya no dije nada más, me despedí, salí, pero mientras caminaba me pregunté: “¿De verdad que sí creerán aquellos que soy un intolerante?”. Me sonreí con un rostro giocondo y cavilé: Si defender el derecho a la vida, la cultura del amor (no del amorío corporal); la dignidad humana, el respeto del cuerpo total, la moral, los valores, los principios… ¿significa ello que me quedaría solo?, ¿eso me importaría mucho? Por poco grito: ¡Claro que no! Pues es un hecho que no estoy ni estaré solo y me siento libre. Uno de los mayores placeres de la vida es precisamente sentirte libre, defendiendo las causas sustanciales.
Así, por ejemplo, está la libertad, por un lado, y la intolerancia, por el otro lado, relativo al activismo versus incongruencia que me recuerda el tema de coyuntura: el 12 de octubre.
El lunes publiqué en Facebook: “Quien vive en la cárcel del pasado, por elección vive preso en una supuesta libertad. Así, ‘para bien o para mal’, hoy todos somos fruto de nuestro pasado; y somos los responsables del presente y futuro. No entiendo en el caso de activistas sociales (en su conciencia social) para qué seguir sufriendo (eso dicen) el 12 de octubre como el mal de hace cinco siglos, mientras que hoy el relativismo y el egoísmo humanos acaba con la vida, por ejemplo, de los bebés en los vientres. ¿Es eso acaso congruente? ¿Preocupados y adoloridos por lo que pasó y son permisivos con los asesinatos del presente?
Yo no sé si usted es una persona feliz o infeliz, si su auto estima es alta o baja; si está frustrada o no; si es una persona realizada o no. Lo cierto es que usted es hoy lo que ha decido ser. Y aunque los gobiernos son responsables del beneficio social, cada quien es responsable de lo que le corresponde aportar.
O ¿será usted de los convencidos de que “el genocidio” de los tiempos de la Colonia y Conquista hoy nos impide ser mejores por la herencia cultural? ¿Van a seguir culpando la ruindad humana a Cristóbal Colón, a Hernán Cortés, a Francisco Pizarro, a Cabeza de Vaca, a Diego de Almagro? ¡Pare de sufrir! ¿Le suena?
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