Empresas muertas, heridas, resilientes y revividas

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Desafiante, retador, inédito, impensable, disruptivo, son algunos de los eufemismos que ha merecido el 2020, desde lo personal y desde lo empresarial. Cómo negarlo. El escenario que se conformó a partir de marzo de este año modificó cualquier pronóstico –incluso cuando ya se tenía noticia del virus–, actualizando como nunca antes el consabido adagio de adaptarse o morir.

Muchas empresas en giros como el turismo, los gimnasios, las estéticas, los restaurantes, los cines y la venta de toda clase de artículos en tiendas de grandes superficies colapsó, arrastrando a millones de personas al desempleo. En mi condición de asesor, que me permite mantener contacto con toda clase de empresarios de todos los tamaños, ubicaciones y giros, he escuchado historias de todo tipo que hoy me permiten trazar este sencillo mapa que dibuja, en forma resumida, las respuestas que agrupan a muchas de las organizaciones que operan en nuestro país desde hace muchos años. La discusión sobre los apoyos oficiales terminó hace rato. El gobierno tomó la decisión de dejar que cada quien sortee la crisis con sus propios recursos y medios.

Las grandes tendencias que la pandemia aceleró, ya lo sabemos, nos llevaron al entendimiento y profundización de la digitalización de grandes áreas del comercio y los servicios. El prolongado confinamiento nos ha llevado a comer en casa, divertirnos en casa, beber en casa, consultar al médico, pagar las tarjetas y comprar desde casa. También hemos aprendido a visitar museos de manera virtual, escuchar conciertos y, claro, trabajar desde casa. Quienes han tenido la velocidad para adaptar su operación a versiones virtuales han podido sobrevivir, desde las “dark kitchen” hasta las aplicaciones para comprar un auto sin verlo.

empresas del siglo xxi
Imagen: Tubik Arts.

Nos dimos cuenta, todos y de porrazo, que tener grandes oficinas en excelentes ubicaciones perdía peso como argumento de venta y regresamos a lo esencial. Entregar valor al cliente, de manera eficiente y a costos competitivos. Las plataformas de interacción para conferencias, como “Zoom”, que en otros tiempos eran herramientas tecnológicas sólo al alcance de los grandes corporativos, se volvieron un commodity que en ciertas versiones se emplea de manera gratuita.

Para muchos especialistas en el campo de la consultoría, “estar disponible” se volvió un atributo muy apreciado de exigencia cotidiana. Clientes a los que no veía en una cita desde hace años, aparecieron en la pantalla, desaliñados y sonrientes, porque las citas presenciales en ciudades como la México nos habían ya cancelado las opciones. Desde esta posición, el trabajo en equipo cobró especial relevancia, haciendo que colaboradores menos visibles, de pronto, en este nuevo escenario, mostrasen habilidades desconocidas de gran utilidad.

Para muchas empresas fue el tiempo de encontrar nuevos nichos, a partir de sus propias experiencias. Las llamadas “spin off”, que permitieron lanzar servicios o productos que habían estado latentes por algún tiempo, y que la emergencia les abrió la oportunidad de crecerlos. No sólo en el ramo médico y sanitario se abrieron oportunidades. Una empresa de empaque, lo diré como ejemplo, trabajó horas extras para lograr un producto compostable que venía diseñando desde hace meses, el cual cumple con la nueva norma ambiental para la entrega de alimentos anticipadamente, y entrega un valor inesperado a la empresa que empaca y al usuario que recibe. Todo un éxito que le ha dado el liderazgo de ese mercado porque supieron anticipar.

resilencia de empresas
Imagen: Business Standard.

Para muchas otras empresas la pandemia ha representado, solamente, un periodo útil para limpiar algunos vicios acumulados y lastres laborales, en espera de mejores tiempos para relanzarse. Empresas que están en el modo de sobrevivencia pura, contando los días para lograr llegar al final del invierno.

Como sucede con las personas, hay ganadores y perdedores en el proceso. Hay quienes seguramente saldrán fortalecidos, y quienes ya no estarán cuando sea posible volver a subir las cortinas para abrir al público.

Lo que es indispensable, como siempre, es hacer recuento de los daños, para no perder de vista lo que se recata del naufragio. Muchas veces es lo mejor. La marca aún acreditada, los clientes fieles que nos siguen buscando, la experiencia acumulada, son activos intangibles de enorme valor, que pueden usarse para reconformar nuevos proyectos ganadores, que podrán edificarse después de la sacudida. Muchas veces, menos es más.


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