Fotos de pantallas. Las nuevas formas de sociabilidad

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Enfrentamos todos los escenarios: desde el “a mí no me va a pasar” hasta el “Fulanito tiene COVID”. Estos escenarios, en la medida en que la cercanía de la amenaza se diluyó para convertirse en realidad, nos hicieron pensar muchas cosas. Desde qué tan sano es ver a alguien, aun con todas las precauciones, hasta el temor a que ese alguien se sienta discriminado si le decimos que mejor esperamos dos o tres semanas para encontrarnos. Para quienes han podido guardar el confinamiento en lo más posible, desde trabajo hasta relaciones con amigos, plataformas como Zoom Teams, Webex, Facetime o Facebook Halls han representado el único medio de contacto con sus seres queridos y no tan queridos.

¿Cómo se replantea día con día nuestra sociabilidad? La sociabilidad es una tendencia de la vida (Maurice Agulhon). Sociabilidad y socialización no son lo mismo; como nos explica Willian Chapman Quevedo, …la sociabilidad estará atada a una relación innata, algo muy espontáneo, mientras que la socialización se presenta como la forma en que los individuos se relacionan en busca de sus intereses. Así, la sociabilidad es “la forma lúdica de la socialización” (Rivière). Las formas en que la sociabilidad se aborda se imbrican con las de la socialización, sin embargo, la sociabilidad, en tanto necesidad humana, plantea maneras diversas y un tanto líquidas de manifestarse, de lo cual es prueba esta etapa que estamos viviendo. Por ejemplo, los códigos y etiquetas de interacción en todas las plataformas que nos han permitido trabajar en línea se caen cuando las usamos para socializar con amigos. Sacamos el vino, no importa estar ostensiblemente en pijama, no importa que familiares o mascotas se inmiscuyan en la reunión… Es decir, que los tipos de sociabilidad se definen a partir de las plataformas existentes y éstas dependen, como hemos visto, de las circunstancias, la tecnología, las posibilidades económicas, etcétera.

sociabilidad digital
Ilustración: Matteo Farinella.

Los códigos de actuación en el trabajo a distancia, decíamos, están cada día mejor planteados: se levanta la mano, se comparte pantalla, se plantean preguntas en el chat, se procura un escenario ordenado y neutro (dependiendo de la actividad a la que uno se dedique). Los fondos virtuales salvaron a los desordenados o a los que viven en un entorno más castigado materialmente: se puede ver una biblioteca, la torre Eiffel o una nebulosa, pero nunca un muro descascarado, un librero escueto o el desorden de la sala cuando se tiene hijos. Asimismo, los fondos virtuales ocultan a los otros miembros de la familia que, aun cuando respeten en todo el derecho a la privacidad del que trabaja a distancia, deben ir al baño o pasar a la cocina por agua.

Esta contingencia abrió nuestras casas –o incluso el espacio más íntimo, nuestras recámaras– a los ojos del público (salvo que se use un fondo virtual). Expuso nuestro desorden o nuestra manía de orden excesivo, dejó a la vista de otros a nuestras mascotas, hijos, padres o hermanos; abrió la posibilidad a otros de echar un ojo a nuestros gustos y posibilidades en la decoración de interiores, permitió a los padres escuchar las clases de sus hijos.

Mucho se ha escrito en torno a esta violación a la privacidad, que lo es en todos sentidos: para muchos, “el que nada debe, nada teme”; pero otros no tienen la situación tan sencilla. Vetar el video durante un webinar no es de mala educación (lo digo con sorna, nadie fue educado para esto), pero estar en una reunión de trabajo con pocas personas implica el dejarse ver, aun cuando uno no quiera. Escuchar la clase, la junta o la conferencia del otro porque se está en la misma casa no es lo habitual, como tampoco lo es pensar que el orador, del otro lado de la pantalla, no está pensando en dirigirse a públicos tan amplios ni tan variopintos.

Caras vemos, circunstancias no sabemos: “… la esfera cultural es considerada por el sociólogo francés Pierre Bourdieu (2000) como una esfera autónoma del ámbito social, que no está determinada por las directrices económicas sino dominada por el ámbito simbólico cultural. Ahora bien, lo innegable es que la desigualdad reconocida por Bourdieu (…) entre capital económico y cultural estará presente en las formas de sociabilidad. Por lo que es necesario preguntarnos si el capital social entra a mediar dichas desigualdades, es decir, si las relaciones sociales equilibran la balanza entre los capitales” (Chapman Quevedo, op. cit.).

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Imagen: Mladen Penev.

Hablamos de capitales culturales, sociales, económicos e intelectuales, sino es que de otros más. Las pantallas negras durante una clase o una sesión de algo no necesariamente revelan desinterés o falta de compromiso: muchas veces revelan circunstancias sociales, económicas y familiares que no estábamos preparados para desvelar ante nuestros públicos virtuales. Estas desigualdades se hacen más patentes en ámbitos de mayor tensión, como reuniones de trabajo o clases y se distienden cuando se trata de reuniones de amigos o familiares.

Si antes, cuando se daba la oportunidad de reunirse con amigos, clausurábamos la sesión con una foto de grupo y un abrazo, hoy las formas de sociabilidad que nos impone la pandemia implican la foto de la pantalla con todos los participantes. Hacemos constar que nos vimos, que compartimos, que socializamos. Lo cierto es que nadie quiere convertir su monitor en la ventana para toda expresión de la sociabilidad, de manera permanente, pues el mismo escenario que tenemos al reunirnos con seres queridos es el del trabajo, muchas veces, el del estudio y el de las compras en línea.

Lo que hay que reflexionar es que nadie nos dijo cómo actuar ante esto. Lo fuimos aprendiendo día a día durante estos meses de confinamiento y, para algunas cosas, nos resultó funcional. Protegemos al otro, a costa de exhibir nuestros espacios y circunstancias más íntimos. En cuestiones laborales, se entiende que los equipos se mantienen unidos a partir de muchas motivaciones que provienen del líder o cabeza, pero también a partir de complicidades horizontales que se extienden en el terreno del lenguaje perlocutivo, y ése sólo se manifiesta para el otro en lo visual y en lo táctil: es necesario vernos. Los guiños entre colegas se han sustituido por mensajes de WhatsApp comentando lo que sucede en una reunión. Cierto, la forma es nueva y surgió de la necesidad de cercanía y de comunicación. Así sucede también con las tomas de fotos de pantalla en donde un grupo de amigos se despide después de un rato. No hay abrazos, no hay besos, pero hay rostros cercanos y queridos, formados en una cuadrícula, esperando el momento de volver a las formas de sociabilidad de antaño.


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