Hacia la transición de un nuevo modelo policial.

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Aprovecho la ocasión para expresar mi sentido agradecimiento al licenciado Samuel Podolsky Rapoport por la confianza y el tiempo de exquisitas charlas, así como hacer un merecido reconocimiento a su labor ‒entre otras muy importantes‒ periodística en nuestro país. También quiero agradecer el ejemplo de mi querido maestro, amigo y hermano Don Fernando Schütte Elguero, ser humano honorable de irrestrictas convicciones patrióticas y un caminante inigualable de la vida en todos sus sentidos.

El 17 de junio, el Senado aprobó el dictamen de lo que finalmente se dio a conocer como Mando Mixto Policial, que plantea la intervención federal y de los Estados en los municipios de manera temporal, así como la separación de mandos que no cumplan con las evaluaciones o que lo soliciten los gobernadores o el Ejecutivo Federal. El dictamen propone se instaure un servicio profesional policial para contar con mejores policías egresados de las academias que constantemente estén en capacitación una vez en activo; además, prestaciones sociales que hasta el momento no todos cuentan con ellas de manera uniforme, así como el derecho de las comunidades indígenas para ejercer esta función según sus usos y costumbres, como es el caso de los topiles en Oaxaca; se prevé definir con mayor lucidez la coordinación operativa aclarando las atribuciones en la medida de las respectivas competencias de las diversas autoridades que intervinieren en este tipo de operativos, y con ello evitar que ante alguna operación fallida termine por no haber responsables. Otro tema fundamental es el de la policía de proximidad, la cual se enfocará en la prevención de los delitos y las infracciones administrativas a través de la identificación y permanente interacción con la comunidad.

La discusión sobre este tema se viene arrastrando desde el sexenio pasado; ésta se centra en restar parcial o totalmente, temporal o definitivamente, la función de la seguridad pública a los municipios, partiendo de la hipótesis de que “el hilo se rompe por lo más delgado”; y cómo no ha de ser así, puesto que tenemos policías municipales que ganan menos de 4 mil pesos al mes. Con ello, la corrupción se abarata, aunado a circunstancias adversas como la mala formación, la deficiente capacitación; equipamiento insuficiente y en mal estado; la falta de seguridad social para los policías, así como un sistema de ascensos efectivo y una separación del servicio a través de jubilación o ahorro para el retiro adecuado. Por si esto fuera poco, existe el atroz caso en donde el elemento policíaco tiene que pagar de sus propios bolsillos, uniformes, capacitaciones, equipo y hasta “cuotas al mando”. Para rematar la adversidad de circunstancias, están totalmente deslegitimados ante la sociedad, que ni los considera como autoridad, ni los respeta como personas, y lo más grave es que, inclusive, son vistos como enemigos.

Ahora, falta que los diputados aprueben la minuta de la Cámara alta y que si hay modificaciones sean para mejorar este nuevo modelo policial. Esperemos que los diputados pertenecientes a los partidos políticos que ganaron gubernaturas el pasado 5 de junio, y sobre todo aquellas en las que habrá alternancia, no aguarden demasiado tiempo por recibir línea de sus jefes y retrasen aún más este urgente cambio. Roguemos que en la expedición de las leyes secundarias no se privilegie el revanchismo político y sí el interés del país. En ellas se materializará la famosa voluntad política de hacer bien las cosas. Lamentablemente politizar la seguridad pública o cualquier otro tema de interés prioritario para el desarrollo de nuestro país, suele aletargar su consecución y generar costos muy altos.

No se requiere descubrir el hilo negro, y  tal vez sea más sencillo de lo que parece. Aunado a lo propuesto, se deben subir los sueldos a los policías en la medida de lo verdaderamente necesario, no como los “grandes” incrementos de 200 o 300 pesos que han obtenido. Es vital combatir la corrupción al interior de las corporaciones así como su impunidad.

Si queremos una policía de primer mundo, debemos otorgar prestaciones económicas, sociales y profesionales en ese sentido. Hemos creado una perversa contradicción; por un lado, el gobierno hace como que les paga; por otro lado, el policía hace como que trabaja y que cuenta con autoridad moral ante la sociedad; como sociedad no tenemos el necesario respeto a la policía, ni en su carácter de autoridad, ni siquiera como debiera ser hacia sus personas. Son comunes los discursos en los que se menciona lo vital que es la función policial; que no hay trabajo más noble y loable como el de ellos, dispuestos a dar su propia vida por la protección de otro ciudadano. ¿Qué pensará el policía dadas las circunstancias en que se encuentra?

cruzvazquezmanuel@gmail.com

@marcialmanuel3

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