Desde 1998, el 28 de mayo se propuso celebrar el Día internacional del Juego a iniciativa de la maestra Freda Kim y de la Asociación Internacional de Ludotecas. Con esta iniciativa se hace eco de lo que ya se afirmaba una década antes en el Artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas: jugar es un derecho.
La intención de mi reflexión en torno a esto es recordar que, sobre todo ahora en la situación crítica que vivimos donde nuestra vida cotidiana se ha visto afectada por el confinamiento y el miedo a la enfermedad del COVID-19, jugar es un derecho en la infancia y es indispensable en otras etapas de la vida. Es importante pensar en el juego como una posible solución para mejorar nuestro confinamiento: “Jugar es una fuente inagotable de placer, alegría, descubrimientos, reto y satisfacción, que permite un crecimiento equilibrado del cuerpo, la inteligencia, la afectividad, y la sociabilidad. Ahora y siempre el juego es y ha sido un elemento fundamental en el desarrollo de las personas” (Politécnico Colombiano).
¿Pero, podemos jugar en una situación tan crítica como la actual?
Por supuesto que sí. Incluso, yo sería enfática para decir que debemos hacerlo. Hace unos días una querida amiga que se dedica al coaching emocional compartió conmigo una infografía sobre “¿Quién quiero ser durante la COVID-19?”. En un esquema muy didáctico se plantean escenarios de vida mediante zonas: una zona de miedo, una zona de aprendizaje y una de crecimiento. Como parte de la última se traza la posibilidad de mantener un estado emocional alegre con el que, además, la persona contagia esperanza. Al ver este diagrama pensé en las opciones que tenemos a la mano para mantenernos alegres y sobrepasar el miedo, la ansiedad, la desesperanza o la falta de empatía con lo demás pese a estar aislados socialmente y, a veces, sobrepasados por la realidad que vivimos.
Con la presencia de dos pequeños en casa, me vino a la mente el juego. Los niños disfrutan de la vida mediante el juego; aprenden y conocen el mundo a partir del juego, socializan a través de él. Los adultos dejamos de jugar hace mucho tiempo, creyendo que “eso es cosa de niños”. Pero si usted lector, lectora, tiene cerca infantes podrá asentir conmigo que jugar, si bien puede ser extenuante físicamente, es altamente gratificante para las emociones. Mediante el juego, los adultos podemos olvidar, al menos por un rato, las preocupaciones, las frustraciones o los miedos que podemos estar cargando en nuestra cotidianidad. Haga la prueba y verá que después de jugar y disfrutar de la vida lúdicamente, seguramente podrá afrontar los problemas que le aquejan en su vida adulta de mejor manera.
Si usted vive sólo, pero tiene posibilidad de conectarse de manera virtual con familiares o amigos, intente jugar con ellos por esta vía; si no, tal vez encuentre algunas opciones de juego en solitario. Si en su casa hay más adultos, juegue con ellos. Si hay niños, aproveche esta gran oportunidad y sumérjase en su mundo lúdico para olvidar los pesares que a veces hacemos más grande por pensar sólo en ellos. Juegue, diviértase, redescubra el mundo pese a las adversidades.
Y los niños confinados en casa, ¿a qué juegan?
Ahora bien, si usted tiene chiquitines en casa, cuide y procure juegos que contribuyan al buen vivir presente y futuro. Los niños son creativos e inquietos, por lo que buscarán distintas opciones para entretenerse. Los juegos dirigidos son los mejores para los más pequeños, mientras que el juego supervisado es preferible para los grandes. Si los niños no tienen este acompañamiento, en breve buscarán opciones de juego que tal vez no sean las mejores. Si bien, como adultos de pronto es fácil dejar a los niños jugar solos, o bien “conectarlos” en pantallas de televisores, computadoras, tabletas o celulares y que, con ello, se entretengan durante largas horas del día o la noche, con ello estamos creando malos hábitos en los pequeños. Es indispensable variar los escenarios de juego y no propiciar enajenación mental como la que producen los videojuegos.
Asimismo, es recomendable que cuidemos la alimentación de los niños durante sus momentos de juego. El consumo de comida chatarra –botanas, dulces, galletas, pastelillos– también puede ser un mal compañero de juego. Si bien lo niños pueden adorarlos, es mejor evitarlos o, en todo caso, controlar su consumo. Mientras los niños juegan, sobre todo si el juego implica una actividad física, los niños consumen mucha energía que, pronto, querrán recuperar. Ofrecer alguna fruta y agua simple puede ser una buena opción. No propiciemos que en estos momentos ellos consuman comida chatarra. Insistamos, justo cuando ellos tienen necesidad de azúcar, que prueben frutas o verduras frescas. Además, si los niños hacen una colación de fruta o verdura, no será difícil convencerlos de que después del juego viene la hora de comer o cenar porque seguramente tendrán suficiente hambre.
En suma, y para concluir esta reflexión, lo invitaría a que usted mismo cuide su alimentación en este aislamiento. En el esquema que antes mencionaba sobre quién quiero ser durante esta crisis sanitaria, en la zona de miedo hay un escenario donde la persona acapara y consume compulsivamente comida y bebidas poco saludables. El juego no enajenante puede ser una opción para controlar este comportamiento. Juegue en lugar de consumir comida chatarra o alcohol. Con el juego –al igual que con el ejercicio o el baile– estará produciendo endorfina, dopamina y serotonina, las hormonas de la felicidad que lo harán sentir mejor.
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Excelente reflexión, el juego no sólo es para niños a los adultos en ocasiones los reta a pensar fuera de la caja.
Felicidades