Pocas cosas en el mundo son tan importantes en la vida internacional como la guerra, explica el analista del Real Instituto El Cano de Estudios Internacionales y Estratégicos, Rafael L. Bardají. Y así de trascendente para nuestra generación, fue la operación militar de 34 países liderados por Estados Unidos para liberar al emirato de Kuwait –cuyo nombre significa “Fortaleza de agua”– de la invasión que articuló el presidente de Irak, Saddam Hussein. La liberación se consumó del 17 de enero al 28 de febrero de 1991. Hace ya 29 años.
Ningún análisis esclarece por qué Hussein emprendió esa aventura. Él sabía que esa acción trastocaría su ya precaria relación con sus ex aliados estadounidenses y europeos. Incluso, hoy conocemos que ni sus conciudadanos comprendían la razón de esa acción. Haidar Fuad, que a la sazón tenía 11 años, narró años después a Efe que la ocupación fue una decisión política “ilógica e injustificada cuyo costo seguimos pagando los iraquíes”.
A inicios de los noventa, Bagdad y Kuwait protagonizaban una implacable guerra de petróleo. Saddam acusaba a su vecino de sustraer ilegalmente crudo que le pertenecía, del yacimiento de Rumaíla. Y en compensación pedía 2,400 millones de dólares. Para algunos geopolitólogos, Hussein pretendía castigar la política pro-occidental del emirato que –interpretó– buscaba bajar el precio del crudo.
En julio escaló la tensión y el emir kuwaití, jeque Jaber Al-Ahmad Al-Sabah, optó por la diplomacia suave (softpower). Envió a sus representantes a un periplo regional y, con discurso conciliador, explicaron su posición. Mientras tanto, medios y organizaciones gubernamentales de Irak llamaban a los kuwaitíes a rebelarse contra el emir.
Por ello, el jeque pidió la mediación de la Liga Árabe y así, el presidente egipcio Hosni Mubarak visitó Bagdad, Kuwait y Arabia Saudita. Empero, entonces, las tropas iraquíes avanzaban al sur hacia la frontera con el emirato.
El barril de petróleo costaba 11 dólares y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) proyectó que si había guerra, llegaría a 20 dólares. El único gobierno que públicamente apoyó a Irak fue Libia, miembro de ese cartel y estudiosos estiman que con ello pretendía aumentar hasta 25 dólares el precio del barril.
Eran horas febriles. Había fracasado la diplomacia internacional y al cerrar su diálogo, Kuwait e Irak clausuraban su frontera común. La madrugada del 2 de agosto, Saddam Hussein ordenaba avanzar a sus tanques e infantería hacia blancos estratégicos kuwaitíes, como el Palacio del Emir.
Aún subsiste la interrogante de cómo Hussein eludió a la inteligencia occidental, en particular la estadounidense y la europea, y ocultó la instalación de sus campamentos o el traslado de arsenales y tropas. En el Cuarto de Guerra de su Palacio Republicano, fanfarroneaba ante sus generales el éxito de su plan de simulación.
La invasión a Kuwait impactó en la historia del Derecho Internacional. Al adoptar la Resolución 678, el Consejo de Seguridad autorizó a la fuerza multinacional, con base en Arabia Saudita, usar “todos los medios necesarios para liberar al emirato ocupado”.
Saddam, decidido a perpetuar su anexión de Kuwait, amagó con desatar “La madre de todas las batallas”. Pero no esperaba que la noche del 17 de enero de 1991, la coalición internacional detonara la “Tormenta del Desierto”, una estrategia de bombardeos aéreos y uso del arsenal más mortífero del siglo XX, con armas inteligentes de última generación. Esa ofensiva sería el principio del desencuentro entre Occidente y Saddam, su antiguo protégé.
La también llamada Primera Guerra del Golfo determinaría la geopolítica global de las siguientes décadas y marcó el plan maestro de la relación de Occidente y corporaciones energéticas con los Estados de Medio Oriente. Nada volvió a ser igual.
A 29 años de esos hechos, los iraquíes consideran que viven una continua tragedia por la decisión de Hussein. Aún es una herida abierta para ellos y para los pueblos árabes y musulmanes, pues contribuyó a destruir el tejido político regional.
A Irak “lo devolvió a la Edad Media” asegura el analista Husein Yaburi. Para millones de iraquíes, el saldo más doloroso fue la pérdida de la esperanza de un futuro prometedor tras la caída de Hussein, la paz y el fin de un bloqueo económico. No fue así, lamenta Yaburi.
En cambio, el emirato de Kuwait con sólo 17, 818 kilómetros cuadrados –menos que la superficie de Hidalgo–, ya es actor clave en Medio Oriente. La visión estratégica de su liderazgo político lo convirtió en el noveno más rico per cápita del planeta y sus casi 4.8 millones de habitantes gozan de una esperanza de vida superior a los 74.69 años.
A la vez, Kuwait se proyecta como excepción en una región donde los roces étnicos y religiosos no son menores. Aunque la dinastía gobernante es sunita, ha apoyado a los chiítas –30 por ciento de la población– para mantener el equilibrio social. Eso demuestra que no es real la narrativa de que entre ambas confesiones hay un conflicto irresoluble, apunta el analista Alejandro Salamanca.
Detrás de esa libertad de maniobra estaría el petróleo. Antes de descubrir y explotar su potencial, que lo convirtió en la quinta reserva más grande del mundo, Kuwait era un tranquilo pueblo ribereño del Golfo Pérsico, cuya economía se sostenía en el cultivo de perlas.
Al descubrir el yacimiento Burgan nació una pujante industria cuyos dividendos se tradujeron en una red de obras de infraestructura, y un envidiable sistema de bienestar social, ejemplar en el mundo y la región.
El emirato descubrió su riqueza petrolera en 1938, el año en que Lázaro Cárdenas expropió ese recurso a firmas extranjeras. Y aunque a México y Kuwait los separan 13,511 kilómetros de océanos y desiertos, ambos juegan en el tablero global con el petróleo. Hoy, el emirato ya es nuestro sexto socio comercial y tenemos acuerdos sobre Servicios Aéreos y de Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones.
Tras la liberación de Kuwait, las relaciones internacionales dieron un viraje significativo; tanto así que hoy existe una nueva geografía global que favorece vínculos como el de México y ese emirato.
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