La crisis sanitaria, económica y social global que ha provocado la pandemia del COVID-19 exige de la realización de esfuerzos inéditos para superar los retos y desafíos que plantea esta problemática tanto a nivel global como en el ámbito nacional.
Los descalabros económicos y sociales que esta provocando esta pandemia nos plantean revisar todos los instrumentos de política económica para superar esta profunda crisis.
Sin embargo, no se trata sólo de superar la crisis, sino de tener claro que estamos enfrentando como humanidad retos y desafíos inéditos que exigen una reconversión y restructuración de múltiples aspectos de la vida social y económica.
En días pasados me referí al tema de la Banca de Desarrollo y la superación de la crisis provocada por el COVID-19. Sin embargo, recientemente Francisco Suárez Dávila abordó esta cuestión en un foro legislativo. Dada la importancia que a mi juicio tiene el tema, quiero retomar algunos de los planteamientos efectuados por Suárez Dávila y agregar una serie de consideraciones de cara a la necesaria reestructuración de la economía tanto a nivel global como nacional a raíz de la pandemia del COVID-19.
Coincido con Suárez Davila en que la Banca de Desarrollo puede considerarse como una aportación mexicana al catálogo de instrumentos de política económica para estimular el crecimiento. Desde luego habían existido antes varias instituciones de fomento en diferentes países y en distintas épocas. Pero en la década de los treinta del siglo pasado se crearon varias instituciones financieras como el Banco de Crédito Agrícola y BANOBRAS en 1933, Nacional Financiera en 1934 y el Banco Nacional de Comercio Exterior en 1937, que contribuyeron a que México superara la Gran Depresión. Así, estos Bancos de Desarrollo que más tarde fueron enriquecidos con diversos fondos de fomento como FONATUR, FOGAIN, FIRA, FONEI, entre otros, construyeron al logro de un acelerado proceso de crecimiento económico a tasas anuales del 6% del PIB durante varias décadas en el país. México se transformó en ese periodo con dinámicos procesos de industrialización y urbanización. Asimismo, los bancos de desarrollo fueron los agentes financieros del gobierno federal para el acceso a financiamiento de organismos financieros multilaterales, varios de ellos, como el Banco Mundial y el BID, con funciones de banca de desarrollo.
Cabe señalar también la participación mexicana en Bretton Woods, New Hampshire, en 1944, reunión de la que surgieron tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial. La delegación de nuestro país estuvo integrada por Eduardo Suárez, Rodrigo Gómez, Daniel Cosío Villegas y el entonces muy joven economista Víctor Urquidi. Años más tarde, Antonio Ortiz Mena, articulador junto con Antonio Carrillo Flores del desarrollo estabilizador, dirigió el BID.
Varios países con diversos tipos de realidades lograron su recuperación y estimularon su crecimiento económico con base, en buena medida, en instituciones de Banca de Desarrollo. En Japón se impulsó el proceso de reconstrucción de la posguerra a través de una política industrial y de fomento de las exportaciones a través del Banco de Desarrollo de Japón, así como de un banco para las exportaciones e importaciones, entre otros. Varios países altamente industrializados cuentan con bancos para estimular sus exportaciones. Distintos países latinoamericanos constituyeron sus bancos de desarrollo. En el caso de Brasil, destaca el Banco de Desarrollo de Brasil (BNDES) que llegó a dar crédito por 25% del PIB de ese país, más que el Banco Mundial y el BID a nivel mundial.
Cuando tuve la oportunidad de ser Director General-Presidente de Latinequip, empresa de promoción de proyectos industriales en América Latina constituida por NAFIN y bancos de Argentina y Brasil, la competencia para la oferta industrial de la región eran los planes de financiamiento que ofrecían los países desarrollados de largo plazo con tasas de interés muy bajas.
Los países del área Asia-Pacífico que se caracterizan por sus altos niveles de crecimiento y desarrollo, así como por su pragmatismo, han constituido importantes bancos de desarrollo. China ha articulado bancos para las áreas más importantes de su economía. Así también lo han hecho India y Vietnam, entre otros.
En el caso de México, a partir de los años 90 las actividades de la Banca de Desarrollo se limitaron a servicios de segundo piso. Esta medida tomada en el contexto del llamado “Consenso de Washington” tuvo como consecuencia el fortalecimiento de la banca comercial en detrimento no sólo de la banca de desarrollo sino de la economía real. Fue consistente con el fenómeno de la “financiarización”. A nivel global, la economía real se ha visto sometida a la especulación financiera, lo cual ha provocado recurrentes crisis económicas y financieras internacionales como la de 2008-2009.
En México, el uso de la Banca de Desarrollo podría permitir articular una política contracíclica; es un instrumento parafiscal y coadyuvaría a estimular el crecimiento de la economía. La Banca de Desarrollo puede coadyuvar a reactivar la economía en áreas como la infraestructura y el desarrollo regional; contribuir a una nueva política industrial y de innovación tecnológica, a estimular el comercio exterior y el turismo; el desarrollo del sector agropecuario y rural. De igual forma, puede ser el instrumento para articular la inclusión social. Pero sobre todo es necesario enfatizar que puede ser un mecanismo de apoyo indispensable para las micro, pequeñas y medianas empresas.
Sin embargo, debemos hacer hincapié en que la pandemia del COVID-19 y los efectos económicos y sociales es una evidencia más de la necesidad de buscar y promover el desarrollo y el bienestar desvinculando el progreso de la destrucción de la naturaleza. La Banca de Desarrollo puede ser un útil instrumento para apoyar la reconversión y la transformación de nuestros esquemas económicos y sociales. Estos procesos van desde la transición energética hacia fuentes de energía limpios, hasta el rediseño del transporte, la industria, la urbanización, y en general de nuestras formas de vida para lograr un desarrollo global sustentable.
En este contexto, uno de los aspectos más urgentes es descarbonizar la economía. En ese sentido hay noticias positivas. Recientemente más de 70 fondos de pensiones y de inversión globales que controlan más de 16 trillones de dólares en activos, diseñaron un plan para erradicar las emisiones de carbono de sus portafolios.
El esquema que se diseñó proporciona a los directivos de los fondos una serie de recomendaciones, métricas y metodologías para ayudar a lograr la meta de cero emisiones de carbono en 2050 en un esfuerzo por combatir el cambio climático. El primer esquema se presentará el 25 de septiembre y el plan final estará listo para finales de este año.
También te puede interesar: El impacto global de la pandemia, entrevista a Gerardo Gil Valdivia.