Es la hora del Estado de Derecho

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Ante la llegada de un nuevo gobierno en los EUA, México ha sido forzado a verse en el espejo. Lo que vemos, es algo que desde siempre sabemos.

Somos un país institucionalmente débil en materia de Estado de derecho. Lo hemos sido desde nuestra fundación como nación. Esta realidad es una condición aceptada y mantenida por una sociedad que no acaba de aceptar a la democracia como el contrato fundacional de nuestra nación.
Si revisamos la historia económica de México podemos observar que nuestra transición  a la democracia es más producto de un problema de flujo de efectivo que de convicciones sociales.
La falta de Estado de derecho le ha quitado a la sociedad organizada la posibilidad de ser un factor de poder en la construcción de las instituciones del país. Así, esta falta de institucionalidad nos ha llevado a llegar tarde a los grandes paradigmas de desarrollo económico del mundo. Tal es el caso de la Revolución Industrial, la Sociedad de la Información y el Conocimiento y más recientemente la llamada 4ta Revolución Industrial. Todo lo anterior es parte de la cultura nacional del “sobre diagnóstico”. Todos, todos, todos sabemos la tarea que nos falta por hacer.
Construir un Estado de derecho fortalecerá nuestra economía, fortalecerá a los actores económicos, fortalecerá al individuo para que en libertad sea el motor del crecimiento económico y social.

Estado de derecho.
Foto: El Economista (Mx).

Hace muy poco que logramos llevar a cabo una serie de Reformas a nivel constitucional, todas son importantes, las más sonadas Energía, Telecomunicaciones y Educación requieren para su éxito de un Estado de derecho fuerte. Estas deben contribuir a democratizar la economía, a combatir los monopolios que en estos tres sectores se han tolerado y apoyado desde el Estado, En estos sectores la concentración de poder económico y político de América Móvil, Pemex/ CFE y el SNTE/ CNTE han instaurado un “status quo” que ha asfixiado su capacidad de ser motores de la economía. Es así, como México, llega a su encuentro con la realidad de verse en el espejo, de verse con serenidad, de meditar y de aceptar abrir nuestro país para que este sea de todos los que quieran trabajar por él, sin otra prerrogativa que la de atenerse a las reglas del juego y saber que estas son las mismas para todos, sin importar en que condición de privilegios o marginación nacieron.

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