En la época de nueva realidad el toreo está pasando un trago muy duro y nos permite mirar hacia atrás, con el espacio del que se carece cuando los festejos fluyen continuamente y aprovechándolo, es bueno recordar a quienes han sido sus iconos en fechas conmemorativas.
El martes 25 de agosto próximo cumplirá años uno de los toreros más importantes de todos los tiempos, el neolonés Eloy Américo Cavazos Ramírez, quien nació en Villa de Guadalupe, Nuevo León en 1949.
En la afición que tengamos, en este caso la taurina, es importante entender de dónde viene y cuál es el entramado de su historia; primero para captar el presente y posteriormente vislumbrar el futuro; mostrando respeto por los logros que se han ido construyendo desde los cimientos.
Es natural que quienes han sido figuras del toreo tengan argumentos a favor y en contra, de hecho, es imposible encontrar en el devenir de la humanidad en cualquier ámbito a alguien que se haya librado de ser alabado y criticado al extremo; claramente es el caso de los toreros y parte de su grandeza se debe que son capaces de conjugar pasiones encontradas.
Tomando distancia, lo primero que se tiene que tener es un gran respeto por quien mantuvo en activo su carrera por muchos años, su historia es propia de una novela, motivante para quienes pretenden escalar en la vida, cuando niño sufrió muchas carencias económicas, aunque rebosaba el amor familiar, por eso cuando se le toca el tema de su pasado infantil, se le llenan los ojos de nostalgia.
Vivió en un jacal, luego en una plaza de toros donde su padre era el conserje y desgracias muy fuertes que a su muy corta edad le forjaron el carácter férreo que le conocimos dentro y fuera de las plazas, desde muy niño actúo como becerrista y de adolescente debutó de novillero, tomando la alternativa con 17 años y 3 días.
El 28 de agosto de 1966 en Monterrey, Nuevo León, en la plaza Lorenzo Garza fue ungido matador de toros por su padrino el torero de León, Guanajuato, Antonio Velázquez, y el testigo Manolo Martínez, quien es triste recordar que el 16 de agosto cumplió años de haber dejado el mundo material. Con “Generoso” de la ganadería de San Miguel de Mimiahuápam, se selló su alternativa. La rivalidad con Manolo fue una constante en su carrera.
El 27 de mayo de 1972 fue el último día que un torero mexicano abrió la Puerta Grande de la Plaza de Toros Monumental de Las Ventas, Eloy Cavazos obtuvo dos trofeos de un toro colorado de la ganadera salmantina doña Amalia Pérez Tabernero, “Azulejo”. Actuó la tarde de su apoteosis con el aragonés Fermín Murillo y el linarense José Fuentes. En España le guardan un profundo respeto y simpatía por su estilo particular de expresarse.
En La México obtuvo ocho veces el trofeo máximo de un rabo.
En España fue un cañón, y su estadística en Madrid es una de las más contundentes entre los toreros mexicanos, 8 actuaciones, 6 orejas y 2 salidas a hombros en la plaza de las Ventas, recordando que para salir en hombros en Madrid se tiene que obtener al menos dos trofeos en la actuación, lo cual por lo exigente del público, es muy complejo.
La tarde de castaños de San Miguel de Mimiahuápam con dos cumbres del toreo de alternantes, Manolo Martínez y Curro Rivera, el 26 de noviembre de 1972 labró una faena a su modo y manera a “Coquetón”, para llevarse los máximos trofeos. Tome nota que fue la primera corrida que envió a La México el nuevo propietario de la divisa obispo y oro: Alberto Baillères.
En el camino de su vida, muchos, en especial Rafael Báez como apoderado, le han dado su apoyo, pero como el poeta sabiamente afirmaba, Eloy es el arquitecto de su propio destino.
En mi caso por haberla vivido con mi papá, mi mamá y mi esposa de regreso de Aguascalientes –de su feria– guardó claro en la mente la actuación imborrable de la tarde en La México el 27 de abril de 1984, cuando actúo en mano a mano con José María Manzanares con toros de Garfias.
La faena al toro “Mesonero” fue una de las más brillantes ejecutada en el coso capitalino, sin olvidar la de “Gazpachero” de José María; ambas fueron portentosas, diferencia a favor del mexicano, la suerte suprema.
En su cumpleaños es justo celebrar a un hombre cuya esposa Mari ha sido su compañera y con su familia viven rodeados de amor, afortunadamente con salud y toreando de cuando en cuando, pues el ejercicio y la disciplina son los bastiones que sustentan una vida equilibrada y ejemplar en el trecho recorrido.
Su simpatía natural, su chispa, ingenio y respuesta aguda lo hacen una persona entrañable y le deseamos habiendo narrado algunos pequeños trazos de su carrera maciza –que muy pocos acumulan– y para ilustrar, una foto memorable: alegría pura al verlo en compañía de Don Alberto Baillères –quien también en unos días cumplirá años– dando la vuelta al ruedo después de una gran faena a un toro de Begoña. Deseamos que la salud a futuro para ambos y sus familias, sea el mejor regalo. Se lo han ganado.
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