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Sacudir al árbol del toreo mexicano

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Varios hemos externado nuestra preocupación por el predominio de los toreros extranjeros en nuestro país desde hace ya muchos años, y por ende es menor el protagonismo de los toreros mexicanos en la conformación de los principales carteles que se presentan a lo largo y ancho del país, con sus diferentes efectos.

Entre quienes conforman el cartel, los que se llevan la mayor parte del ingreso son las figuras extranjeras, y por lo tanto, les corresponde la tajada grande, lo cual es justo, al ser ellos el ingrediente principal de los carteles y así se entiende.

Es pertinente aclarar que no tengo ningún prejuicio contra los toreros, sean de donde sean, porque la interpretación del arte efímero del toreo no tiene nacionalidad y por tanto quienes más expectativa provocan, cobran más.

Otra cosa, sin embargo, resulta revelador que hasta mediados de los noventa, los toreros mexicanos eran el componente principal en nuestras plazas, y estas se rebosaban de aficionados, y La México era fiel reflejo de ello. Los llenos eran frecuentes y la demanda por boletos altísima.

Enrique Ponce
Alfonso Enrique Ponce Martínez, torero español (Fotografía: De Sol y Sombra).

Hoy en día, cinco o seis toreros extranjeros, incluyendo a los ases del toreo a caballo, convocan entradas que en La México hace bastante tiempo no logran rebasar mucho más allá del numerado y en las localidades generales, la asistencia es rala. Ésta es una clara evidencia de que el segmento económico popular se ha alejado del toreo.

En nuestro país en las fiestas populares de México (como es el caso de la península de Yucatán o el estado de Hidalgo), ese segmento es el sustento de más de mil festejos.

Mucho hay que hacer, y por eso se recibió con agrado la noticia de que Tauroplaza México y Espectáculos Taurinos de México, se unieron para presentar el próximo año, un certamen enfocado en toreros mexicanos que constará de 10 corridas de toros en plazas de máxima categoría como lo son Ciudad Juárez y León, teniendo como recompensa un puesto para la siguiente temporada en La México.

Inmediatamente, la empresa taurina Zacatecas Tierra de Toros, anunció que se une para brindar oportunidades y apoyo a los toreros mexicanos que no tienen mucha actividad en las corridas, y esperemos que esa iniciativa cunda –como también fue el caso de Arturo Gilio, quien anunció a Lorenzo Garza Gaona en una corrida en febrero–, como un peldaño más en la continuidad de su carrera con la mira puesta en La México.

A esto se le llama “mover el árbol”, hacer algo distinto e impulsar a los toreros mexicanos que, con afán, tienen que perseguir el deseo de volver a ser los actores principales del toreo en nuestro país y felizmente conquistar Europa, lo cual sería en términos coloquiales, miel en penca; depender en demasía de las figuras extranjeras no me parece que haya sido, a la larga, una buena fórmula.

También es importante que triunfen, como lo hizo el 1° de diciembre en La México Joselito Adame. Habrá quien tal vez cuestione el otorgamiento de los tres trofeos que le concedió el juez de plaza Jorge Ramos, por los defectos en la colocación de la espada en la suerte suprema; tanto en el primer astado de Jaral de Peñas como en su segundo toro de la ganadería de Reyes Huerta.

Jose Adame
“Joselito” Adame Montoya, torero mexicano (Fotografía: ABC).

Pero siendo menos rigoristas, la realidad es que Adame, además de gran suerte en el sorteo –pues le correspondieron dos ejemplares de merecido homenaje lento–, supo muy bien encauzar las cualidades de mayor acometividad con el toro de Jaral de Peñas, y por supuesto las nobles y de humillado recorrido, del de Reyes Huerta.

Tuvo José, en el capote y en la muleta, variedad –y por momentos– temple ejecutado a pesar del inclemente viento que campeó en la tarde, mostró gran aplomo para conquistar al público, que en su segunda faena le coreó “¡Torero!”,con gran merecimiento.

A Ponce, Barba y Aguado (particularmente a este último) la tarde les fue muy complicada por el juego de los astados en su mayoría de Reyes Huerta y otro de Jaral de Peñas, combinado con el viento y que apenas sirvieron a Ponce y a Barba para mostrar algún destello. Aguado no pudo enseñar las cualidades que mostró en la temporada europea.

Gran gusto fue saludar al apoderado de Pablo, Curro Vázquez, con quien recordamos el lleno a reventar cuando confirmó la alternativa en La México el 18 de enero de 1970, siendo su padrino Alfredo Leal, y como testigo Manolo Martínez con toros de Jesús Cabrera. Esa temporada actúo también con toros de Reyes Huerta y luego de San Miguel de Mimiahuapan, dejando el sello de artista que le confiere un lugar importante en la historia del toreo.

Todo esto hace casi cincuenta años de una época de esplendor del toreo en México, de la que hoy quisiéramos disfrutar (pero para ello hay que trabajar) como en aquellos tiempos.

El VAR y la extinción de dominio del balón

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Como fanático desmesurado del balompié, me he adherido a todos los juegos, a todas las ligas, a todas las repeticiones y a todos los programas con reiteradas discusiones sobre lo vivido. En efecto, me desvelo, pero por una justa causa. Como dice mi esposa, me habita un sentimiento de desconsuelo y pérdida si algún gol importante no fue parte de mi devenir por el fin de semana. Claro, si algo se escapó podemos recurrir al material grabado, y si aún así hay alguna anotación evasiva, se le puede rastrear en YouTube y testimoniarla para siempre. Definitivo, ya no hay gol inalcanzable.

Los mortales no pueden dimensionar lo que significa escuchar a los amigos descifrar el fenómeno Messi a través de sus últimos dos goles de tiro libre, y no ser parte de esa historia. No, no y no. Al menos ese último reducto permanecerá en un escondrijo en nuestros corazones, fuera del alcance de reyes, profetas, novias y esposas.

La bendita tecnología trae hasta nuestros dedos la Premier, la Bundesliga, la Liga, y partidos varios de todos los confines de la tierra. Hace unos días, en una conducta compulsiva que raya en la imprudencia, me vi mirando un partido de la liga china. Fue demasiado, eran malos y peores y, además, todos se parecían. Hice un alto en el camino, pensé, medité, reflexioné… y le cambié al tenis.

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Ilustración: iStock Photo.

Entrado en esos avatares me vi inmerso en la final de la Copa del Mundo Sub 17. Otra vez México, otra vez los chavos, otra vez una final. Contra Brasil y en Brasil. Sólo en esas edades trascendemos, jóvenes y sin miedos, luego, por algún artilugio maligno nos pasamos a descomponer.

Cuando corría el minuto 82 sobrevino la tragedia. El árbitro levantó un brazo para suspender las acciones, y luego, con ese movimiento que pinta un recuadro en el infinito, como desafiando al destino, ¡invocó al VAR! A su movimiento siguió el parsimonioso camino del colegiado hacia la pantalla, para verificar el pasado reciente. Reproducir, cuadro por cuadro, el comportamiento de los protagonistas para juzgarlos desde el palco de la intimidación y el prejuicio.

Cuando la tele nos pasó la jugada cuestionada era claro que ¡NO ERA PENAL! Nuestro defensa se había barrido a la pelota, y por pura inercia con el pie residual había tocado al jugador brasileño. Nada de que preocuparnos, jugada normal de área, no era penal. Pero, ¿y si el árbitro se deja influir por el peso de la camiseta amarela?, ¿y si hay consigna para que pierda México?, ¿y si quieren que gane Brasil por ser local?

Claro, al final, defenestración y muerte. El regreso del nazareno dio pasó a señalar, con gesto dramático, el punto penal. Una final de Copa del Mundo convertida en obra teatral. Otra vez no, ¡por favor! ¡No era penal! ¡No era penal!

El resto de la historia ya la sabemos, la supimos siempre. El golpe siniestro de la injusticia abrió en tiempo de compensación un agujero en nuestra defensa central y Lázaro, revivido después de tres días, anotó el de la victoria para Brasil. La verdad, pinche Var.

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Imagen: mrHouston.

Cuando esa nueva herramienta tecnológica llegó al futbol, muchos celebramos la inauguración del nuevo reino del futbol justiciero. No mas abusos arbitrales, no mas componendas, no mas corrupción, no mas dudas. La objetividad de la repetición a cámara lenta puesta al servicio de la verdad. Por fin, nos libraríamos de los extraños “off sides”, de los goles que no entraron, de los injustificables penales, y de toda suerte de subjetividad y discriminación.

Pero no, claro que no. Ahora, el VAR se ha convertido en la nueva herramienta del poder, el medio idóneo para justificar decisiones parciales y desafortunadas, pero que ahora ingresan a la impunidad por via de la pureza tecnológica. Ahora, el árbitro se equivoca, ya no por la velocidad de la jugada, sino porque quiere.

Así, el otrora mágico juego, que pasaba por la futilidad del “error humano”, ha evolucionado para convertirse en error del sistema. Ahora, la consigna tiene nombre. Si quiero reviso, y si no, pues no. Por eso digo, que no hay peor ejercicio autoritario que el que se basa en un presumible sistema normativo, diseñado para dirigirse selectivamente a los que “deben perder”.