Día del niño

Un cuento para el Día del Niño

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El Día del Niño 2020 se celebra sin poder salir a los parques o por el helado favorito por la cuarentena, pero puedes contarles un cuento para celebrar.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador envió un emotivo mensaje a los niños y niñas en conmemoración del Día del Niño este 30 de abril.

En el video compartido en redes sociales, la Dra. Beatriz Gutiérrez, esposa del presidente, leyó un cuento de para celebrar a los niños.

Un cuento para celebrar el Día del Niño

La mosca más rápida del mundo

Víctor Roura

Las moscas estaban congregadas en el deportivo para celebrar su carrera anual y poder saber quién, de las diez finalistas, era la más rápida de todas. Había mucha expectación entre ellas. Se arremolinaban miles de moscas en la pista.

Si alguna persona las hubiera visto se habría espantado, pero era de noche. Por lo tanto, el deportivo a esas horas permanecía cerrado. Una de ellas, cuyas alas guindas la distinguían de las demás, se creía la más veloz del mundo, y todas le temían. Pero también estaba aquella mosca presumida, a la que nadie soportaba, que decía volar más rápido que el viento.

Ya estaban formadas listas para arrancar la carrera. El zumbido de las moscas, nerviosas, expectantes, se escuchaba ruidosamente. La pista era larga, con un total de cuatrocientos metros. Las competidoras tenían que dar una vuelta completa.

—¡En sus marcas…! —anunció la mosca juez—, ¡listos…! —hizo el juez una larga pausa, y todas las moscas guardaron un profundo silencio—… ¡fuera!

Y, ¡zum!, salieron tan velozmente que casi nadie se dio cuenta, pero la de las alas guindas alzaba sus patas clamando su triunfo. El juez la regañó. “¿Por qué no corriste como las demás?”, le preguntó. Ella sólo respondió: “Acabo de llegar, soy tan rápida que nadie puede ver mi vuelo”, y seguía alzando sus patas en son de victoria.

Al rato llegaron las otras nueve moscas a la meta, extrañadas del alboroto que allí había. Se negaban a creer esa proeza. Pidieron a gritos repetir la carrera, porque aseguraban que la de las alas guindas mentía. Y como el público pidió que se repitiera la competencia, el juez, ante el disgusto de la que se proclamaba campeona, se vio forzado a volver a formarlas en la línea de salida.

 —¡En sus marcas…! —gritó! —, ¡listos…! —hizo otra pausa, todos los numerosos ojos estaban puestos en la de las alas guindas—, ¡fuera!

Y, ¡zum!, las competidoras salieron despavoridas, y todos los ojos no se movieron de la de las alas guindas, que ya alzaba sus patas otra vez en son de triunfo. “Ahora sí vimos que no te has movido de tu lugar”, le dijo la mosca juez. “Soy tan rápida que sus ojos las engañan —dijo—, ya fui y volví, soy la ganadora”.

Las moscas estaban confundidas. ¿Sería cierto? Del público una mosca intervino: “No le creemos porque nos negamos a creer tal superioridad”, y otra adujo: “¡Es tan rápida que ni siquiera podemos ver sus movimientos!, ¡bravo!”, y, poco a poco, todas las otras moscas empezaron a creer que sí era cierto. Por eso cuando llegaron las otras competidoras a la meta, ya el público se había retirado, emocionado ante tal virtuosismo nunca antes visto, y la de las alas guindas ya estaba en su casa con el trofeo adornando la cabecera de su cama.

Excepto la mosca presumida, todas las demás creyeron que la de las alas guindas era tan rápida que parecía no moverse de su sitio.

—A mí que me cuenten mejor otro cuento —dijo, enojada, así que pasamos a contar, mejor, otro cuento.