digital

Excelencia y perfección

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Desde hace tiempo ya no es suficiente decir que “estamos haciendo lo necesario”,  precisamente porque hacia donde se dirige este cambio de época, quien sólo hace lo necesario, ¡desaparecerá!

En la actualidad todo se encuentra digitalizado e interconectado. Es un hecho fehaciente. La realidad supera lo que antes únicamente era imaginable. Y los que somos y queremos ser parte de todo este avance, tenemos que prepararnos cada vez más y mentalizarnos para ello. Si eres capaz de imaginarlo, puedes lograrlo. ¿En realidad sabes si tú manejas el cambio o el cambio te maneja a ti?  ¿Tú controlas o eres controlado?

El cambio ya no es paulatino. Hoy los cambios son exponenciales, estamos viviendo una de las épocas con las más grandes transformaciones que ha vivido la humanidad, y las oportunidades son enormes. Ahora lo disruptivo es la norma, lo habitual.

Pensemos por un momento en todo lo que era aislado, de un sólo uso, meramente mecánico, clasifiquémoslo dentro de la categoría de objetos aislados y tontos. Hoy, están interconectados y se volvieron inteligentes. Piensa en los teléfonos, antes sólo comunicaban, ahora son la herramienta más cercana y necesaria en tu vida, se convirtieron en verdaderos teléfonos inteligentes. El mismo caso para el automóvil, de haberse restringido a un funcionamiento mecánico, en este momento ya se diseñan coches autónomos.

Interconectado
Imagen: My Customer.

Pero también, hoy más que nunca, todo lo que no se pueda digitalizar, masificar, cuantificar, se vuelve más valioso como la creatividad, imaginación, intuición, ética, apoyo, tenacidad y emoción.

Quizá logren ser simuladas, pero no igualadas. Ninguna máquina o inteligencia artificial podrá tenerlo. Eso nos permite con mayor oportunidad enfocarnos no sólo en cómo son las cosas, sino en cómo pueden ser o evolucionar. Comienza a pensar cómo quieres que se vean en  tres, cinco, o diez años a partir de hoy.

El ser humano es el para qué de las cosas, y la tecnología debe ser nuestra herramienta del con qué.

Pasemos de los sistemas a los ecosistemas, abracemos a la tecnología, no seamos víctima de ella. Usemos la información y los datos para lograr los avances holísticos que hoy necesitamos más que nunca. La colaboración, cooperación, sensibilidad,  solidaridad y corresponsabilidad, son actitudes positivas que nos comprometen con estos cambios. Es necesario el involucramiento y la participación no sólo para lograr mejorar, sino para tener una completa transformación.

El futuro no sucede, el futuro se crea y con tecnología. Pero el gran futuro se halla en trascender, así que comienza con emprender, imaginar, creer, ser creativo, tenaz, intuitivo, siendo una persona ética, optimista, creciendo y mejorando siempre.

Los invito a que vivamos y seamos líderes desde este comienzo.

P. D. Recuerda que esto es como andar en bicicleta, ¡nunca dejemos de pedalear!

¡Les deseo a todos felices fiestas y un sano y muy próspero 2020!

Sonia Abadi, Pensar en Red

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Se trata de una nueva manera de procesar el pensamiento. De un nuevo modo de tejer aquello que damos por bueno, positivo o con valor.

Un cambio de época es mucho más que un cambio meramente generacional. Las verdades sobre las que se construyó un mundo son desplazadas.

En medio de ello, de este desplazamiento incesante de las verdades conocidas y la forma tradicional de construir los referentes, emerge una nueva figura del mundo y sus significados.

Hace un par de semanas, respondiendo positivamente a una invitación que le hiciera AlfabetizaDigital, Sonia Abadi, la connotada conferencista argentina, compartió con un grupo en México parte de sus ideas sobre esta era.

Médico, psicoanalista, autora de un gran número de artículos, profesora universitaria, Sonia Abadi se ha convertido en un referente central cuando se trata de pensar la era que vivimos desde un mirador distinto.

A no dudarlo, en Abadi aflora una formación tan sólida como amplia. Tanto en lo formal como en lo que ella misma llama esa historia personal, sin la que, dice, es imposible comprender el camino que ha seguido para llegar a las ideas que expresa sobre la realidad que nos ha tocado vivir.

Sonia Abadi.
Sonia Abadi, conferencista internacional, Investigadora en modelos de pensamiento, creadora de Pensamiento en Red.

Sin el amor al teatro, a la música, al baile, sin la disciplina y el conocimiento que la medicina entraña y ese ámbito luminosamente fronterizo que es el psicoanálisis, difícilmente hubiese arribado a la divisa central que expresa su mirada del mundo: pensar en red.

El Pensamiento en Red, que es la expresión que da título al libro seminal de Abadi sobre este tiempo que nos ha tocado vivir, no es algo que surja de pronto. Está ahí, dice la autora, existe en múltiples expresiones de la cotidianidad; el reto es estimularlo.

El desplazamiento clave, pues, está en entender que es el pensamiento lineal, jerarquizado a cual más, repleto de taxonomías y rutas preestablecidas, es uno de los pilares que van cediendo su espacio a nuevos caminos para construir los nuevos paradigmas.

Escribe Sonia Abadi: En ocasiones, cuando nos liberamos de la lógica y dejamos operar a la intuición, percibimos y procesamos con impactante claridad, pero al volver al ámbito del trabajo regresamos al funcionamiento lineal y perdemos lo ganado en esos instantes especiales.

En una suerte de invitación a superar justamente la lógica de los contrarios insalvables. En lugar de eso, lo que se traza es una línea de continuidad en la que el Pensamiento en Red implique incorporar a nuestro modo de percibir y procesar ese otro nivel de comprensión que complementa al pensamiento lineal.

Es claro que Abadi se dirige, y nosotros con ella al escucharla o leerla, hacia los terrenos de lo que ella misma nombra una nueva ingeniería del pensamiento. La capacidad para comprender e incorporar nuevos patrones en la generación de (nuevas) ideas.

Estos patrones cuyo dibujo mental es la red, desde luego, tienen en el concepto de conectividad su eje articulador. Su concepto base.

Quizá la fortaleza mayor del camino que propone Abadi sea, exactamente, la capacidad que ha tenido para plantear un horizonte en el que lo digital pasa de los aparatos, cables, antenas, a los procesos humanos.

Así, cuando Abadi retoma el término conectividad, ella misma ejerce la capacidad para reterritorializar, a favor de lo humano, un concepto que proviene del universo meramente técnico o tecnológico.

Conexion.
Ilusrtación: Pinterest.

La conectividad, en el plano en el que Abadi nos coloca no se refiere a la capacidad técnica para llevar las conexiones de Internet a territorios cada vez más vastos.

Lo que la pensadora argentina pondrá sobre la mesa es la manera cómo las personas trasladan a su vida, real, afectiva, simbólica, laboral, familiar, a su vida entera, pues, la noción de vivir en conectividad.

Señala, por tanto, que lo notable es que cuando la conectividad está activa en todos los niveles –personal, interpersonal y hacia el mundo–, todo lo nuevo que se incorpora (información, conocimientos) no se dirige sólo al archivo de contenidos, sino que modificará las estructuras mentales procesadoras de las ideas”.

Original y esclarecedor, el universo de pensamiento que propone Abadi es capaz, al mismo tiempo, de advertir que Pensar en Red, supone el reconocimiento de estructuras que existían ya, y existen, en la compleja trama de lo biológico.

En plena era del engreimiento tecnológico, escuchar a Sonia Abadi subrayar cómo desde la ciencia hoy prevalece la idea de que estamos frente a “revelaciones” antes que  “revoluciones”, parece un llamado a la humildad con tintes de imprescindible relativización del ego humano.

La red ya era para el mundo, antes de que la Red modificara para siempre nuestra manera de verlo y habitarlo.

En el exhorto a dejarse habitar por las redes, a ser en ellas y a través por ellas, Sonia Abadi, reclama para este tiempo: creatividad, innovación, manejo de la intuición, humor, empatía. Inteligencias conectivas. Sentido de la vida. Diseminación de lo vital.

Ser capaces de construir un pensamiento “complejo, integrador y original”. El privilegio de aprender a Pensar en Red.

Exhorto monumental, pero en palabras de una mente en red, posible.

A todas luces que sí.


El título de este artículo alude al nombre del libro de Sonia Abadi, Pensar en Red, mismo que se halla disponible para su descarga en el sitio de la autora: www.soniaabadi.com.ar

Un mundo abierto e interconectado

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De la mano de un cambio tecnológico vertiginoso, en apenas dos décadas, el siglo XXI ha transformado la manera en que nos relacionamos unos con otros, y las expectativas de futuro.

Vivimos en y a través de un mundo abierto e interconectado, regido por una globalización; realidad palpable e irreversible, seña de identidad básica del siglo XXI.

En el tránsito de un siglo a otro, de una época a otra, habrá quien siempre asuma la aldea, y la visión aldeana de la realidad, como un refugio.

Como todo parteaguas, la Primera Guerra Mundial ha de ser vista como un acontecimiento entremundos.

Es decir, que en sí mismo significa como la frontera entre un tiempo y otro. Última guerra del siglo XIX, y primera del siglo que ella misma inauguraba.

El desarrollo de la máquina de vapor, el telégrafo, el foco, el automóvil, la pasteurización, la expansión de los ferrocarriles, la sustitución del fiero por el acero, el desarrollo de los explosivos, entre muchos otros avances, marcarán el preámbulo del siglo XX.

Llamada también la primera globalización, la 2ª Revolución Industrial tiene su apogeo justamente entre 1860 y 1914, los años que preceden a la guerra.

Hace tan sólo unos días, el mundo, una parte de él, cuando menos, celebró el año 101 del cese al fuego en la primera gran guerra. 

El conflicto, desarrollado entre 1914 a 1919, y que pudiera haber cobrado la vida de hasta 30 millones de seres humanos, significa en sí, a la par de su sangriento saldo, por haber sido el primer escenario en donde a gran escala la tecnología prueba su condición no neutral.

Conectividad global.
Imagen: Market competition.

De modo premeditado o no, determinar eso no es lo central ahora, el hecho concreto es que la Primera Guerra Mundial se torna en un gigantesco y macabro laboratorio y espacio de prueba para parte del desarrollo tecnológico de la época.

El uso de la tecnología para fines de la humanidad es tan remoto, o más que la propia aparición de la idea, y la posterior concreción, del monumental Caballo de Troya.

Lo singular, sin embargo, en el caso de la Primera Guerra Mundial son dos cosas. La escala, que es tan grande como nunca lo había sido, por un lado.  Y, por el otro, el hondo abismo en el que derivó el vasto optimismo con que los avances tecnológicos registrados entre 1860 y 1913 invistieron la visión de futuro.

La tecnología, se ha dicho una y otra vez, a la sombra de una definición que corresponde a Manuel Castells, no es buena ni mala; pero tampoco neutral.

Hace un año, el 11 de noviembre de 2018, en París, 50 líderes mundiales se reunieron para dar testimonio de la trascendencia del armisticio de Compiègne.

En ese tiempo, el año que transcurrió entre el centenario del Armisticio y la más reciente celebración ocurrida días atrás, más de 400 millones de personas más se conectaron a Internet.

 De acuerdo con lo que se conoce como The Global State of Digital, en 2018 había un poco más de cuatro mil millones de personas conectadas, este número registró un crecimiento superior al 10%.

En el lapso de un año, entre octubre de 2018 y octubre de 2019, el número de usuarios únicos de líneas móviles telefónicas creció en más de 120 millones.

Mientras la población total del planeta creció en apenas 1%, resulta más que notable el incremento superior al 15% que tuvo el uso de redes sociales, a través de celulares, al sumar a casi 480 millones de personas a este tipo de interacción.

Este crecimiento, sin embargo, presenta la misma problemática que muchos otros tipos de bienes y servicios a nivel planetario: la asimetría, la inequidad.

La calidad y costo del servicio sigue colocando a una buena parte del planeta como mero espectador de la Era digital.

Kenia.
Fotografía: El País.

Baste sólo mencionar que en África meridional (Burindi, Gabón, Kenia, entre otros) la cobertura alcanza cuando mucho a un 12% de la población.

Por su parte, en África del Este (Somalia, Yibuti, Uganda, entre otras naciones) la penetración a duras penas llega al 32%.

La paradoja es clara. Ahí donde más se necesitan las telecomunicaciones y el acceso a los bienes y servicios asociados a la Era digital, es donde se encuentran más escasos, de peor calidad y mayor precio.

Sólo puede haber algo peor que quedar anclado en el atraso; el aislamiento. Entrelazadas, ambas condiciones son, sin duda, el anuncio de que el rezago se perpetuará.

En su momento, el Armisticio dio lugar a la idea de que podría sobrevenir un tiempo de paz y progreso.

Entre los Tratados de Versalles y la furia del nazismo, el mundo volvió a la guerra 20 años después.

Las posibilidades del mundo actual residen hoy en el mundo entero. En la capacidad de éste para verse así mismo de ese modo: abierto e interconectado.

El aislamiento es ya de por sí una condena como para que haya quien, desde una visión provinciana, suponga que a estas alturas es una posibilidad para alguna nación.

De tal pretensión, el costo será altísimo; ya se verá.

Cuando la educación se mueve, pero hacia atrás

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Hasta hace por lo menos dos décadas, obligar a un estudiante “mal portado” a quedarse inmóvil, era un castigo común en no pocas escuelas.

Se le mandaba a un rincón y, viendo hacia la pared, se le confinaba a ese doble castigo: la segregación y la inmovilidad.

Mas el castigo, que con el tiempo ha ido desapareciendo casi hasta extinguirse, ha sobrevivido sin problema alguno en su versión de sinónimo de disciplina militar.

Legendarios, por parecer estatuas de marfil intocable, han sido por centurias los guardias reales del Palacio de Buckingham, capaces, se dice, incluso, de no pestañar.

La movilidad es el signo de este siglo. De eso no hay duda. No sería la primera vez, sin embargo, que moverse hiciera a lo conocido transformarse radicalmente.

Cual si no hubiese libertad mayor que la de moverse, se sabe de sobra ya lo que el ir de un lado a otro de los comerciantes que acampaban en las afueras de cada feudo, trajo para la historia.

Aquellos lejanos habitantes de los burgos, las afueras de los feudos, sabemos ahora, constituían en realidad una suerte de protoburgueses, que sin saberlo encarnaron el sentido de movilidad del que siglos más tarde se preciaría el capitalismo.

Movilidad artificial.
Imagen: Depositphotos.

 La movilidad física pasó a ser construida en el imaginario como movilidad social, como posibilidad de romper las cadenas de lo que se ha sido, ser por uno mismo, transitar libremente por las rutas de la escala social.

La movilidad es el signo de este siglo, retomemos. El celular es el elemento consustancial de este fenómeno expansivo.

Llevar con uno el celular a donde se vaya, significa portar, trasladar en el bolsillo, de modo literal, la información del mundo, de muchos modos, el mundo mismo.

En el mundo, según algunos reportes, hay actualmente alrededor de 5 mil millones de celulares, repartidos entre siete mil millones de habitantes.

Tales cifras no alcanzan, como se nota de inmediato, a pensar que estamos siquiera cerca de alcanzar el número mágico de un celular por habitante.

Pero el número no deja de ser trascendente. Tanto porque en el recuento de la población se incluye a menores de 10 años, como porque hay países en los que hay más celulares que personas.

Nueva Zelanda, Australia y España tienen más líneas de celulares que habitantes. En América Latina, en Brasil, hace 5 años, había una población de 200 millones de personas, frente a casi 285 millones de teléfonos celulares.

México no ha llegado a cifra parecida, pero destaca el hecho de que de los más de 80 millones de celulares que se reportan, 3 de 4 sean smartphones o teléfonos inteligentes.

La movilidad no es pues sólo moverse en un sentido literal, sino también el sentido, y velocidad, con la que se mueve el entorno, con la que se pasa de un estado de cosas a otro.

Imagen: LearnUpon.

Así, por ejemplo, la multiplicación de los teléfonos celulares, aunado a las crecientes capacidades de éstos, ha terminado por abrirle una posibilidad inédita a la educación no presencial: el mobile learning.

Nada menor resulta, en este contexto, el desprendimiento del mobile learning, aprendizaje en movimiento, de lo que hasta hace poco tenía en el e-learning, aprendizaje a través de plataformas digitales, la mayor expresión de la educación en línea.

Sofía García Bullé, del Observatorio de Innovación Educativa del Tecnológico de Monterrey, llamaba hace apenas unos meses a reconocer en el m-learning características y desafíos propios en relación con otro tipo de experiencias no presenciales.

Escribe García Bullé: “Un enfoque que aprovecha la tecnología móvil para aprender, viene a poner nuevos retos en materia de educación”, para luego centrar en la combinación entre contenidos, tiempo y dispositivos, las condiciones propias de este aprender moviéndose.

Los contenidos del m-learning suelen incentivar el aprendizaje no formal para obtener habilidades, como inteligencia emocional o resolución de problemas… “su práctica de buscar la flexibilidad en el aprendizaje… de forma que los estudiantes puedan cubrir estas secciones cuándo, cómo y donde quieran”, señala la investigadora del TEC.