Para quienes han librado con éxito la enfermedad COVID-19, como para los miles que la han perdido la vida durante esta pandemia, la atención del personal de salud ha sido uno de los factores que permiten hasta hoy mantener cierta esperanza sobre las posibilidades de salir lo menos golpeados posibles de una crisis sanitaria de esta magnitud.
¿Cómo agradecer a quienes se dedicaron, bajo el riesgo de contagiarse, a salvarnos la vida? ¿Cómo reconocer a quien, en el último instante que cobra esta terrible enfermedad, está a un lado de un enfermo que fallece?
Esa disyuntiva, la de una recuperación y la de la pérdida de la vida, aflige a las heroínas y a los héroes de este difícil momento, que son los profesionales de la salud. Su carga emocional no es nueva, la llevan desde que ingresan por primera vez a un hospital y se enfrentan con muchas enfermedades y padecimientos contagiosos que también pueden afectarlos.
Por eso el equipo de protección, la higiene, los protocolos de seguridad en quirófanos y en áreas de terapia intensiva. Es parte del auténtico apostolado, del noble juramento hipocrático, que es parte de la profesión médica y de la profesión del personal de salud.
Pero somos humanos, con emociones y sentimientos que nos cimbran en momentos de tragedia, de pandemia, y los profesionales de la salud no son excepción. No obstante, la gran mayoría desempeñan su labor con un optimismo inusitado y una esperanza que va más allá de su propia integridad.
Esa voluntad y compromiso no es fácil de encontrar, mucho menos en un entorno donde la incertidumbre es el denominador común. Sin embargo, esta disposición ha sido crucial para que muchas personas afectadas por este tipo de coronavirus pudieran regresar con sus familias y salvar su vida.
Es una mezcla de anonimato y de sacrificio que pocas veces se reconoce y que ha generado una deuda social con cada profesional de la salud que lucha en esta emergencia mundial. Una forma de restituir esa deuda surgió a partir de una organización civil internacional llamada Faces Behind Masks, a la cual nos unimos a través de Confianza e Impulso Ciudadano, y junto con la Asociación de Litógrafos de México, otro organismo mexicano con un altruismo notable, distribuimos las primeras 10 mil fotografías para que los profesionales de la salud del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) pueden ser identificados e identificarse.
Esta acción, que se ha repetido con éxito en muchos países del mundo, recibió el apoyo del formidable director general del INER, el Dr. Jorge Salas Hernández, de su director médico, el Dr. Patricio Santillán Doherty, y del Dr. Enrique Olvera, quienes fueron auténticos promotores de esta iniciativa entre sus equipos de trabajo.
Justo hace una semana, en el auditorio de uno de los mejores hospitales de especialidad en el continente, tuvimos una breve ceremonia a sana distancia para entregar los juegos de adheribles que los participantes usarán durante su jornada laboral y desecharán para evitar que se conviertan en foco de contagio.
Fue un momento de extraña alegría, no sólo por el éxito del proyecto, sino por la recepción de los retratos, una herramienta que el personal necesitaba para brindar esperanza a los pacientes, al igual que para mantenerla en ellos. Incluso algunos incluyeron sus apodos para que todos puedan reconocerlos de manera mucho más familiar.
¿Quién considera un regalo el estar en turnos agotadores cuidando y salvando enfermos de un terrible mal para el que todavía no tenemos cura, ni vacuna? Sólo a un grupo privilegiado de seres humanos que en un momento de su vida tomaron la decisión de que su propia existencia tenían sentido sólo si preservaban la de alguien más.
Con cada uno de ellos estamos atravesando por esta pandemia. Los números diarios, escalofriantes desde donde se les mire, explican poco lo que representan estas mujeres y hombres que se enfundan en sus trajes de protección, en sus lentes de seguridad, en sus guantes, para sacar adelante a sus pacientes. Creemos que sus fotografías en el pecho, sonriendo, con la mirada alegre, con sus cariñosos apodos escritos, ayudarán a la recuperación de sus enfermos y a la salud emocional de ellos; lo que sí garantizo es que su fortaleza ha sido y es decisiva para superar esta emergencia.
Alguna vez escuché que no encontrar a quién agradecer puede convertirse en uno de los episodios más crueles de nuestra vida. Saber a quién darle las gracias significa tener la posibilidad de reconocer la bondad, la felicidad, de uno mismo en otros, casi como mirarse en el mejor de los espejos.
Nuestra aportación será ésa –porque vendrán muchas más entregas de fotografías en el INER y en otros hospitales–, que muchas personas tengan la oportunidad de agradecer a quienes todo el tiempo ponen su vida en la línea por otros en las peores condiciones. No hay nada peor que la enfermedad, espero que ya lo hayamos aprendido.
Vaya nuestro reconocimiento a la directiva del INER, a todo su personal, a Faces Behind Masks, a los litógrafos de México y todos los que nos acompañan y ayudan a difundir este programa que comprueba la fortaleza de una sociedad cuando decide ponerse de acuerdo y superar hasta los momentos de mayor peligro. Mientras tanto, no olvidemos cuidarnos, esto todavía no acaba.
También te puede interesar: Enmendar los errores.