Estamos por conmemorar, el año próximo, los 500 años de la caída de la gran Tenochtitlan, hecho decisivo en la historia de la nación que hoy es México. Se trata éste de un acontecimiento que admite las más variadas lecturas, opiniones e interpretaciones, desde las surgidas de la Leyenda Negra (esto es: el relato de la Conquista, adverso a los españoles), abiertamente contestatarias de este hecho, hasta aquellas francamente apologéticas que ven en el encuentro de los indígenas con el occidente europeo y la ulterior evangelización como un suceso sólo digno de ser celebrado. Las posturas son de lo más extremas, desde quienes demandan a “España” (la cual no existía, por cierto, en 1521) ofrecer disculpas por la Conquista, hasta quienes proclaman (como lo hacía Francisco López de Gómara en el siglo XVI) que “la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crio, es el descubrimiento de Indias; y así, lo llaman Nuevo Mundo”. (Historia General de las Indias [1552], dedit.)
Huelga decir, que en el caso de México, el gran artífice de la conquista es Hernán Cortés [1485-1547], aunque no la realizaría solo. Empero los autores no se ponen de acuerdo sobre cuál haya sido el principal auxilio del gran capitán nacido en Medellín en aquella gran hazaña: que si la reciedumbre de sus hombres; que si el que los indígenas los confundieron por dioses; que si sus aliados tlaxcaltecas; que si sus intérpretes, doña Marina y Jerónimo de Aguilar; que si los trece bergantines con los que sitiaron la ciudad, que si la viruela que trajo consigo uno de los soldados de Pánfilo de Narváez, perseguidor de Cortés… y un largo etcétera de interpretaciones.
Sin duda un gran aliado en aquella monumental hazaña Cortesiana fue nada menos que… un notario. Bueno, en rigor, un escribano. Me explico.
Cuando Cortés era aún muy joven, deja el hogar paterno, y tras diversos avatares le hallaremos en Valladolid, donde laboraría como ayudante, precisamente, de un escribano. Tiempo después, en Sevilla, desempeñaría la misma labor. En ambos lugares aprendería mucho del arte notarial, el cual se pondría a su servicio tiempo después, al otro lado del Atlántico. En efecto, en la isla La Española (los actuales República Dominicana y Haití), el gobernador Nicolás de Ovando le encargaría una escribanía, por lo que Cortés sería el primer escribano del cabildo de Azua de 1504 a 1511. Andando el tiempo, en 1518, y como se sabe, sería encomendado por Diego Velázquez de Cuellar, gobernador de Cuba, para encabezar una expedición a Culúa (hoy san Juan de Ulúa), a donde partiría en febrero de 1519. Sería justamente aquí donde afloraría la genialidad política y jurídica del audaz Cortés la cual, con el tiempo, demostraría ser, quizá, su más inteligente y audaz acción en este continente. Poco tiempo después de tocar tierra, funda una ciudad, lo cual traía consigo el establecimiento de un ayuntamiento y la repartición de cargos.
Este pequeño detalle, amparado en el derecho de Castilla, permitía a Cortés actuar al margen de Velázquez, para no responder a nadie más que al rey, permitiéndole hacer lo que antes no podía. La fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz quedaría asentada en acta formal que pasó ante Diego de Godoy, escribano real, el 22 de abril de 1519. Bernal Díaz del Castillo, soldado del propio Cortés, da cuenta de estos hechos en su crónica Historia verdadera la conquista de la Nueva España:
[f 35r] Y luego le dimos poderes muy bastantísimos, delante de un escribano del rey que se decía Diego de Godoy… […] Y luego ordenamos de hacer y fundar e poblar una villa que se nombró la Villa Rica de la Veracruz, porque llegamos Jueves de la Cena y desembarcamos en Viernes Santo de la Cruz… [sic] […] (Díaz del Castillo, Historia verdadera…, Ms. 1568, 34v-35r).
Huelga decir que este proceder, narrado por Díaz del Castillo, hizo que Velázquez montara en cólera y enviase ulteriormente al ya mencionado Pánfilo de Narváez en persecución del temerario don Hernán, para que rindiese cuentas y fuese ajusticiado por su proceder. El conquistador derrotaría a Narváez e incluso incorporaría a sus soldados a sus huestes. Lo demás es historia. Misma que sería muy diferente si Cortés no hubiese conocido la gran importancia jurídica de un hecho fundacional, pasado ante la fe pública… de un escribano.
También puede interesarte: Hernán: la serie.