La Conquista

¿Será posible la unión entre los mexicanos?

Lectura: 7 minutos

Para poder intentar dar respuesta a esa pregunta, es necesario retomar un poco la historia sobre nuestro país y sus antiguos habitantes.

La extensión de lo que fue nuestro país era tan grande que si se hiciera un comparativo con Europa, pues bien podrían caber prácticamente todos los países que la forman, pero así como ellos, también con una gran diversidad cultural, sí, el México de hoy está más homogeneizado que hace algunos cientos de años, obviamente antes de la Conquista y la llegada de los españoles, pues el territorio se dividía en reinos e imperios, cada uno de ellos regido por su cultura propia, lengua y, desde luego, su estilo de vida. Cabe destacar que fueron más de 100, pero solo mencionaremos a los más representativos.

Los mexicas fue el imperio más poderoso del actual territorio mexicano, su ciudad capital fue Tenochtitlán, fundada por el mítico rey Tenoch en el año 1325, la cual estaba asentada sobre un gran lago (terrenos pantanosos) y con una gran extensión de aproximadamente 1000 hectáreas, o sea 10 km cuadrados. Estaba dividida en cuatro barrios: Al norte Cuepopán; al sur Teopan, al este Moyotlán y al oeste Aztacalco. Pero como siempre pasa, todo gran imperio tiene muchos enemigos y más como en este caso, dado que a base de guerras lograron conquistar reinos más pequeños y los que no fueron sometidos se mantuvieron siempre en alerta para repeler los posibles ataques del ejército imperial.

Los más grandes rivales de los mexica fueron los purépechas y los tlaxcaltecas.

Los purépechas fueron quienes habitaron las regiones actuales de Guerrero, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Colima y el Estado de México, dada su situación geográfica, los convertía en un poderoso rival, aunado a esto, estaba el hecho que dominaban el metal, lo que ocasionó la derrota de los mexica cada vez que intentaron conquistarlos, puesto que ellos seguían utilizando la obsidiana en sus armas en lugar del metal.

Mexico Tenochtitlan
Imagen: BBC.

La lengua que utilizaban los purépechas fue y sigue siendo de las más misteriosas, dado que no se han encontrado semejanzas con las lenguas de los reinos cercanos, lo que se traduce en un idioma totalmente independiente de las demás lenguas que se hablaban en ese tiempo. Su capital fue Tzintzuntzan que significa “lugar de los colibríes”, caracterizándose por sus construcciones, es decir, sus pirámides tenían forma de “T”.

Fueron excelentes pescadores, orfebres y navegantes. Siendo el segundo mayor imperio de Mesoamérica y por supuesto el mayor enemigo de los mexica, al ver caer a estos, le juraron lealtad a la corona española y de esta forma, evitar una masacre de su pueblo. Esto no ayudó del todo, ya que en 1529 Nuño de Guzmán decidió arremeter contra ellos, posteriormente a una serie de batallas fueron sometidos a la fuerza.

Por otro lado, los tlaxcaltecas fueron un pueblo nahua que sufrió varios bloqueos económicos y el robo de las rutas comerciales que utilizaban a manos de los mexica, lo que los orilló a organizarse de diferente manera a la acostumbrada por ellos mismos, ya que al estar expuestos a alguna invasión repentina, tenían que estar preparados y al pendiente para cubrir varios frentes, por ello sus ciudades estaban organizadas para tener pasos inaccesibles para los extranjeros y de esta forma, tener una ventaja sobre estos. Curiosamente mantuvieron una relación de enemistad y cordialidad con los mexicas, dado que estos últimos fácilmente los pudieron haber acabado de forma sencilla, sin embargo, prefirieron hacer un pacto con ellos, mismo que consistía en tener o llevar a cabo una serie de guerras para agradar a los dioses. Éstas fueron conocidas como las “guerras floridas”, a las cuales ambos imperios mandaban a luchar a sus mejores guerreros.

El pueblo de Tlaxcala fue el aliado más poderoso con el que contó la corona española para lograr su expansión por todo nuestro territorio, ya desde aquí vemos que nuestros pueblos no estaban unidos y, como siempre pasa, alguno tenía que ser el grande y poderoso y, los vencidos, derrotados.

Tenemos que al sureste se localizaba el reino de los “ben´zaa”, que significaba “pueblo de las nubes”, que todos conocemos como los zapotecas, que en náhuatl significa “pueblo del zapote” Desarrollaron una gran civilización, sus conocimientos los heredaron de los olmecas. Tuvieron la destreza de crear su propio calendario y su sistema de escritura, pero sin duda alguna su mayor logro, fue su planeación urbana, lo que les permitió construir sus ciudades de forma muy organizada, como resultado, menos vulnerables ante las catástrofes naturales. Pero pese a todo, fueron conquistados y absorbidos por los mixtecas, con quienes curiosamente lucharon hombro a hombro contra los mexicas.

batallas, Templo de yopico, 1520
Imagen: Pinterest.

El imperio que absorbieron a los ben´zaa fue el de Ñuu Dzahui (mixteco) cuya capital Coixtlahuaca, contaba con grandes avances muy similares a sus rivales del norte, tanto en filosofía, política, religión, tecnología como en las artes, que bien justificaron la guerra con los mexica. Todo esto les permitió lograr florecer como un reino con gran capacidad económica y por ende, digno de ser conquistado.

Entre ellos solo existían 3 clases sociales, la de los gobernantes YYATNUHU, la de los nobles TAY TOHO y la de la gente común TAY YUCU. Su impresionante progreso se puede apreciar por medio de sus códices, sus monumentos, sus atractivos murales, su religión, sus calendarios y su sistema increíblemente efectivo y económico de mercados regionales y sus avances en el comercio a larga distancia.

Como podemos observar hasta el momento, nuestro país no fue diferente a otros, quienes se distinguieron por sus guerras, conquistas, y creación de imperios, lo hacían pero sin ninguna unión estratégica para ello, siempre estuvieron divididos.

Más al sur encontramos a los mayas, quienes consolidaban una confederación de reinos independientes, los cuales compartían una misma raíz, pero que se administraban y gobernaban en completa autonomía. Su extensión comprendía desde los estados del sur de México hasta toda América Central, pasando entre selvas y los mares. Fueron los herederos de los conocimientos de los olmecas, un reino extinto mucho antes de la existencia de estos y alcanzaron y superaron su civilización. Fue a la llegada de los españoles que los encontró fragmentado y por desgracia en decadencia, lo que representó una fácil conquista y sometimiento al invasor ejército.

Por la costa del golfo de México se encontraba el reino totonaca, quien era tributario del imperio mexica y que se encontraba en decadencia. La extensión de este reino comprendía desde el actual Papantla, pasando por Xalapa hasta Cempoala, mejor conocido como Totonacapan, que para su mala fortuna irrumpieron los mexica cuando ellos se encontraban en pleno apogeo, por lo que fueron sometidos, impidiendo su expansión y por ende, su desarrollo.

Es cuando llega Hernán Cortés y ven en él un aliado y no a un enemigo, lo que realmente fue cierto, pero a medias, pues a pesar de contar con el apoyo de los españoles, las enfermedades que trajeron estos mismos, diezmaron severamente su población, trayendo por ente su decadencia, la cual fue más brutal de lo que hubiera sido con los mexica.

mexico 1521
Imagen: Relatos e Historias de México.

Al norte también se desarrollaron varios y diversos pueblos, los cuales no se consolidaron como grandes fuerzas militares o económicas, situación por la cual no fueron tomados en cuenta, ya que eran considerados como gente salvaje e incivilizada.

Desde luego que existieron otros reinos o pueblos, los xochimecas, chichimecas, los kitse cha´tnio, los hamasipini, o los tohono o´tham, sin embargo, no es que no fueran de importancia, sino que no tuvieron las extensiones y poderío como los mencionados más arriba.

Obviamente no trato de hacer una clase de historia, sino de comprender la razón tal como lo expuse en un principio, de si será posible la unión de todos los mexicanos y por consiguiente, debemos de tocar muy por encima, que cuando se ha requerido se ha logrado esa unión, tenemos como ejemplo la guerra de Independencia, que pese a surgir en el centro de nuestro país, logró que todos se unieran y derrotaran al poderoso ejército español.

La invasión francesa donde destaca la actuación de Porfirio Díaz, quien asume la presidencia años después y la convierte en dictadura, para posteriormente a este hecho, desata la Revolución mexicana, causada por los abusos de este presidente que minimizó y despreció a los pobres y en todo el territorio nacional surgieron caudillos que lograron la liberación del pueblo y obligaron al destierro al tirano junto con sus generales más fieles.

En tiempos más recientes, ante las catástrofes naturales, llámense huracanes, terremotos, inundaciones, hemos comprobado cómo esa unión de nuestra gente se da, apoya, expone su integridad con el propósito de salvar vidas y no se diga en estos precisos momentos de pandemia, vemos a nuestros héroes médicos, enfermeras, camilleros, afanadores, luchando codo con codo en la línea de batalla ante el COVID-19. Es cuando viendo en retrospectiva nos damos cuenta de que tenemos un país hermoso, el cual ha sido saqueado hasta el cansancio por todos sus gobernantes, sin que los grandes, paguen o devuelvan lo robado, todo mundo se tapa y tal parece que es la misma cobija de todos.

Ante tal panorama, no es de extrañar que cansados y hartos de esto, la gente haya caído en el discurso del mayor populista que ha tenido México, que durante 18 años hizo campaña (en mi opinión esto no se debería permitir, ya que los demás contendientes sólo contaron con meses para hacer la suya, con mucho más ventaja), pero que por desgracia y opuesto a lo que hace un líder, nos ha “DIVIDIDO” de una forma tal, que hasta designaciones peyorativas han surgido, los “fifís”, “los otros”, “los de antes”; esta división nos pone en la antesala de una dictadura, ya que el periódico Reforma del 21 de noviembre publica que diputados federales se encaminan a la REELECCIÓN para el 2021, disponiendo de una bolsa nada despreciable de 400 mdp. Esto es, primero los diputados y después, ¿el presidente?

Por desgracia, su gestión ha estado plagada de escándalos, muy alejado con lo que se comprometió, nada positivo; su gran lema de campaña de “Primero los pobres”, en efecto se ha cumplido, de los más de cien mil muertos por esta pandemia, el porcentaje de pobres es el más alto, los puestos de trabajo perdidos, las fábricas, los restaurantes que han cerrado, los pequeños negocios que no aguantaron el confinamiento, son por desgracia de gente pobre y trabajadora.

Espero sinceramente que el “pueblo sabio” como así lo menciona, despierte y se haga un frente común contra su partido y lo más peligroso, sus ideas.

¡México! Despierta, estamos a tiempo de evitar un daño mayor a este hermoso país, pero para ello, requerimos UNIRNOS y luchar juntos, como uno solo.

Como siempre, ustedes tienen la última palabra.

También te puede interesar: Honor y aplauso a quien lo merece.

Mejor reconciliación que disculpas

Lectura: 3 minutos

El presidente López Obrador insiste en que España ofrezca disculpas a los pueblos originarios de México por el robo, pillaje y muerte de la etapa militar de la Conquista, y dado que esa etapa fue solamente el requisito material para la conquista religiosa de esos pueblos, que también el Vaticano les ofrezca sus disculpas.

La insistencia presidencial pasa por encima de la evidencia de que ni el Estado ni la organización religiosa que hicieron la conquista material y espiritual existen ya; desaparecieron la monarquía absoluta y el concordato con la Iglesia por el que los misioneros estaban a su servicio.

Pero más grave que esa omisión, es la pérdida de perspectiva del legado colonial, del que en vez de disculpas de los desaparecidos reyes católicos, Isabel y Fernando, tendríamos que asumir el paquete completo para superar lo que Octavio Paz, Samuel Ramos y otros han analizado como complejos del mexicano.

conquista cortes y malinche
“Cortés y la Malinche”, José Clemente Orozco, 1926 (Colegio de San Idelfonso).

Un componente esencial de esos complejos es nuestro antihispanismo; en vez de atizarlo con enjundia, el presidente debería llamar a abrazar lo español del mestizaje para una mejor integración de nuestro carácter nacional.

No toda Hispanoamérica rechaza el componente español de su identidad cultural. En nuestro caso, Washington tendría que disculparse con todos nosotros, porque fue su primer enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, Joel Roberts Poinsett, quien desde 1822 fomentó el antihispanismo como parte de la campaña estadounidense de esos años contra la influencia europea en América.

“América para los americanos”, decía la doctrina Monroe, lanzada en 1823; Poinsett, además de fundar la Logia Yorkina que impuso a Vicente Guerrero en la presidencia de la República, mediante asalto dirigido por Santa Anna, en 1829, se llevó las nochebuenas mexicanas y registró su nombre como “poinsettas”.

Paradójicamente, el antihispanismo se ha vuelto lema de gobiernos de centro izquierda en algunos países de América Latina; en otros, como Perú, las élites no se pelearon con la hispanidad y su población mestiza no tiene los mismos problemas de identidad que nosotros los mexicanos; hasta le levantaron un gran monumento ecuestre al conquistador Francisco Pizarro en pleno corazón de Lima, la capital.

logia yorkina, antihispanismo
Imagen: Ritualy Propaganda.

Las estatuas que se le han llegado a erigir a Hernán Cortés en México son vandalizadas, y ahora el oportunista Partido Verde quiere desaparecer hasta la de Cristóbal Colón.

Casi todo estudio sobre cómo somos los mexicanos encuentra que los mestizos, población mayoritaria desde la época colonial, se adaptaron entre los mundos que les dieron origen, pero no llegaron a pertenecer al indígena ni al español; no adoptaron una identidad indígena que los dotara de una concepción clara de sí mismos como la tienen las comunidades, ni pudieron ser españoles, como era su anhelo verdadero al asociarlos al poder de la autoridad.

Hoy por hoy, los mestizos también tendrían que ofrecer disculpas a los pueblos indígenas, porque si hay un elemento que unifica a sus muy diversos grupos, es su énfasis en la diferencia que sienten respecto a los indígenas, y eso está detrás de su discriminación racista.

Pedir perdón saldría sobrando si desde el gobierno, en vez de campañas internacionales de reivindicación del pasado, se hicieran campañas para la comprensión propia de la diversidad cultural entre indios y mestizos, un requisito preliminar, básico, elemental para el mutuo conocimiento y reconciliación.

Un problema es la politización que han hecho varios gobiernos de sus posturas de aceptación o rechazo de la hispanidad como legado colonial, la cual está adquiriendo fuerza en América Latina y en España como un elemento más de confusión en esta complicada época, en la que sería más pertinente que alentaran la solidaridad.


También te puede interesar: Trump y sus seguidores, tal para cual.

Los nuevos conquistadores

Lectura: 3 minutos

Siempre hay que comenzar por el principio: el escribidor debe contar que su primer apellido es vasco; el segundo (Torres) es de origen castellano, y su nombre es germánico y significa “lancero valiente o “fuerte guerrero”.

Y no, pos ´no. No es vasco ni castellano (español, se diría ahora) y tampoco lancero ni guerrero y mucho menos valiente y fuerte. Alguna herencia autóctona debe tener, pese a que no ha conservado ningún apellido con reminiscencias indígenas.

Es un simple mexicano, mestizo, no criollo, de Apaseo el Grande, y por lo tanto orgulloso paisano de Antonio Plaza, José Alfredo Jiménez y Jorge Ibargüengoitia, entre muchos (la lista llena más de un libro) otros guanajuatenses.

Sabe que su ADN proviene como el de todos los humanos, según se cree hoy, de hace unos 300 mil años, meses más, meses menos.

La inmensa mayoría de los amigos de este escribidor son mexicanos, aunque entre ellos haya quienes tienen hasta tres nacionalidades. Casi todos tienen apellidos provenientes de los que hoy es España; otros tienen apelativos de otros países (de “Extranjia”, según decían los viejos del pueblo). Hablan español-mexicano y algunos son bilingües, trilingües y uno que otro políglota. Nadie de ellos que se sepa, habla alguna lengua nativa precolombina, aunque algunos conozcamos expresiones, tal vez “hechizas”.

la Conquista, Hernan Cortes, España, pedir perdon
Imagen: FD Blogger.

Hoy que el gobierno de México (Estado y país que no existían en 1521) exige que España (que no existía durante la Conquista) pida perdón por la Conquista, y el Estado Vaticano (la Santa Sede, según el reconocimiento de la diplomacia mexicana) haga lo propio por la conquista espiritual, tiene una grave duda existencial:

¿El escribidor es de los sujetos que deben pedir perdón por la Conquista de hace 500 años, o debe perdonar al reino de Castilla y Aragón (que ya no existe) y al Estado Vaticano (creado apenas en 1929) por su “conquista”?

Y, pos’ no, nomás no. Ni lo uno ni lo otro. Como diría el clásico mexicano: ¿Y yo por qué? A lo que escribidor añade: ¿Y ellos, los actuales, por qué? Los de entonces, se sabe, no resucitarán; tampoco sus agraviados.

La violencia para imponer, subyugar, dominar, conquistar, está presente en el reino animal, desde antes de lo que ahora es el hombre y se llamase hombre.

La historia de la humanidad es el relato de guerras, invasiones, conquistas, descubrimientos, dominaciones… los griegos, los troyanos, los persas, los hunos, los romanos, los vikingos, los celtas, los godos y los visigodos, los germanos, los galos, los iberos, los árabes, los cruzados, los españoles, los portugueses, los ingleses, los franceses, los aztecas, los mayas, los incas, los gringos, en una apretada y reducida lista de conquistadores de sólo una parte del mundo, la  occidental.

Esos conquistadores hicieron –dirían ellos si pudieran– lo que tenían que hacer. No conocían conceptos modernos como derechos humanos, genocidio, derechos de la mujer y de las minorías. Hoy opinamos que, en nuestros parámetros, no estuvo bien lo que hicieron, pero era lo que tenían que hacer según su cultura. Imagine el diálogo entre un pretoriano, un guerrero vikingo, un soldado de Hernán Cortés o de Francisco Pizarro –conquistador de los incas en un territorio que se llamaba Tahuantinsuyo y no precisamente Perú–, con un actual defensor de los derechos humanos o compareciendo en la Corte de La Haya. Y al pobre de Cristóbal Colón que por andar buscando especies se encontró un continente entero al que ni siquiera pudo poner su nombre.

pedir perdon a Mexico
Imagen: Indymedia.

Y las “conquistas” no han terminado. El problema no es de ayer. Es de hoy. Y lo será de mañana.

Ahora la imposición, el dominio, el yugo de la conquista se hacen a través del desconocimiento de los derechos de las minorías, bajo la sombra del ganamos la mayoría de los electores; los perdedores deben sujetarse sin reserva alguna, su crítica incluida, a la mayoría. De no hacerlo, como antes, son calificados de insumisos o de paganos, merecedores de todo castigo.

Miles de años de cultura y civilización de poco han servido a los hombres, herederos de ellas, todos deseosos de poder: los nuevos conquistadores.

El escribidor no tiene que pedirle perdón a nadie, aunque tenga apellidos hoy reconocidos como españoles, y mucho menos a los muertos de ninguno de los dos bandos.


El pedestal vacío

Lectura: 4 minutos

Ya en otras ocasiones he reflexionado en torno a la apropiación de los monumentos: claro, me ocupa ahora el tema de la escultura de Cristóbal Colón, que en días recientes desapareciera como por arte de magia del Paseo de la Reforma. No es la primera vez que externo mi posición respecto del cuidado del patrimonio, pero de eso que verdaderamente sentimos como patrimonio, no lo que no conocemos o no nos apela. Y en que si hay grupos que se manifiestan con pintas y violencia, es porque sus reclamos son igualmente violentos y sus causas poderosas.

No me escapé de ver en redes sociales el pasado fin de semana la imagen que convocaba a (¿o amenazaba con?) derribar la escultura de Colón ante la inminente llegada del “horriblemente llamado Día de la Raza”, como dice Claudio Lomnitz. No pude evitar comentarlo con mis alumnos el mismísimo lunes 12 de octubre, cuando hablábamos de la resignificación de los productos culturales y de las “capas” (como de cebolla) que implica el recubrimiento de significados que le vamos agregando a un objeto, a una idea, como si fuera la pátina del tiempo. No me sentí ajena a los cuestionamientos formulados por la jefa de gobierno cuando planteó que, ahora que se había bajado a la escultura de su pedestal para restaurarla, quizá valdría la pena reflexionar si queremos que vuelva a su sitio. La polémica es de sobra conocida. Lomnitz resume muy asertivamente la problemática en su columna “¿Quitar estatuas del pedestal?”, máxime cuando hace referencia al temor que invadió a las autoridades que decidieron adelantarse a los hechos y retirar la escultura para prevenir que la vandalizaran. Si el reclamo por la presencia ominosa de Colón fuera de los grupos indígenas, algo más tendríamos que saber:

Más allá de tanta politiquería, valdría la pena pensar y discutir los monumentos públicos del país. Valdría la pena pensar juntos nuestros valores históricos. Todavía no ha habido una discusión histórica abierta, respetuosa y democrática en México. Es verdad que el ejercicio puede parecer estéril: ¿a quién le importa la historia hoy? ¿Acaso sus personajes no forman parte de un imaginario mitológico y caricatural? Sin duda es así, pero también es cierto que la incorporación mesoamericana a la economía mundial, a través de su sujeción a España, marcó el principio de la historia moderna de México, y nuestra sociedad –con sus mitologías– no se explica sin esa historia (Vid.).

retiro estatua Cristobal Colon
Fotografía: Entérate México.

Llamar a una reflexión sobre la significación actual e importancia de los monumentos sí me parece una urgencia: quizá muchos piensen que no son más que oropel, quizá muchos otros se sientan agredidos por ver alterado el paisaje patrimonial de su ciudad; quizá, para otros pocos, el Colón haya sido una referencia entrañable. Lo cierto es que como sociedad estamos acostumbrados a reaccionar, pero no a pensar críticamente en nuestra herencia. En el filme Vita Nova de Vincent Meessen (2009) se recuperan textos de Roland Barthes para elaborar una reflexión en torno a la memoria, al sentido histérico de la historia y al pasado: recibimos conceptos hechos, dice el narrador, como “imperialismo”, como “colonialismo”, yo agregaría. Lo histérico de la historia radica, en este planteamiento, en que uno la construye, la construimos entre muchos, pero para construirla y observarla tenemos que estar fuera de ella. Nuestra observación recurrente de la historia encuentra cabida en la reflexión sobre nuestros monumentos. Que no nos lleguen como “dados”. No son “testigos”, son objetos que reciben significados y por eso el anhelo de una sociedad democrática está estrechamente ligado a cómo construimos y rearticulamos nuestra historia. Por eso pensar en el desaparecido Colón no es baladí.

Detrás de Vita Nova de Vincent Meessen (2009) (Cortesía del Museo Universitario de Arte Contemporáneo).

En el filme de Meessen se dice que nadie puede rechazar su herencia. ¿Qué hacemos con una herencia? No podemos simplemente dejarla de lado como un fardo, no podemos no aceptar un legado pero sí podemos transformarlo de acuerdo con lo que necesitamos y moldearlo conforme a lo que creemos. Ni para qué entrar en el asunto de las “peticiones de disculpas”, que me parece absolutamente fuera de registro. No sirve de nada, como no sirve de nada asumirnos como parte de un bando oprimido y conquistado, cuando hablamos español y muchos creen en la Virgen de Guadalupe. No sirve de nada seguir diciendo que Colón, Cortés y quién sabe cuántos más “nos conquistaron” como si fuéramos indígenas originarios (mexicas, totonacas o mayas). No sirve lamentar la pérdida de un hipotético paraíso exótico cuando el reclamo indígena en torno sus derechos culturales no tiene que ver con esa “ruptura” que representó el final del mundo prehispánico, sino con demandas muy actuales que redundan en la autodeterminación, en la adecuada administración de la justicia, en el reconocimiento de derechos, en la extinción de la violencia sistémica.

Cuando Lomnitz llama la atención sobre cómo la historia puede contribuir a producir una sociedad más justa, se refiere a eso: a saber gestionar nuestras cargas, nuestras tradiciones y a entender que la polarización y los radicalismos no nos llevan a nada, más que a vivir en ciudades cuyas avenidas emblemáticas ostentan vallas de protección o pedestales vacíos, tan vacíos de personajes como de sentido crítico.

Cristobal Colon
Imagen: Pinterest.

También puede interesarte: Gramática del gesto. Del pronus al Zoom.

El gran aliado de Hernán Cortés

Lectura: 3 minutos

Estamos por conmemorar, el año próximo, los 500 años de la caída de la gran Tenochtitlan, hecho decisivo en la historia de la nación que hoy es México. Se trata éste de un acontecimiento que admite las más variadas lecturas, opiniones e interpretaciones, desde las surgidas de la Leyenda Negra (esto es: el relato de la Conquista, adverso a los españoles), abiertamente contestatarias de este hecho, hasta aquellas francamente apologéticas que ven en el encuentro de los indígenas con el occidente europeo y la ulterior evangelización como un suceso sólo digno de ser celebrado. Las posturas son de lo más extremas, desde quienes demandan a “España” (la cual no existía, por cierto, en 1521) ofrecer disculpas por la Conquista, hasta quienes proclaman (como lo hacía Francisco López de Gómara en el siglo XVI) que “la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crio, es el descubrimiento de Indias; y así, lo llaman Nuevo Mundo”. (Historia General de las Indias [1552], dedit.)

Huelga decir, que en el caso de México, el gran artífice de la conquista es Hernán Cortés [1485-1547], aunque no la realizaría solo. Empero los autores no se ponen de acuerdo sobre cuál haya sido el principal auxilio del gran capitán nacido en Medellín en aquella gran hazaña: que si la reciedumbre de sus hombres; que si el que los indígenas los confundieron por dioses; que si sus aliados tlaxcaltecas; que si sus intérpretes, doña Marina y Jerónimo de Aguilar; que si los trece bergantines con los que sitiaron la ciudad, que si la viruela que trajo consigo uno de los soldados de Pánfilo de Narváez, perseguidor de Cortés… y un largo etcétera de interpretaciones.

Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera
Imagen: INAH.

Sin duda un  gran aliado en aquella monumental hazaña Cortesiana fue nada menos que… un notario. Bueno, en rigor, un escribano. Me explico.

Cuando Cortés era aún muy joven, deja el hogar paterno, y tras diversos avatares le hallaremos en Valladolid, donde laboraría como ayudante, precisamente, de un escribano. Tiempo después, en Sevilla, desempeñaría la misma labor. En ambos lugares aprendería mucho del arte notarial, el cual se pondría a su servicio tiempo después, al otro lado del Atlántico. En efecto, en la isla La Española (los actuales República Dominicana y Haití), el gobernador Nicolás de Ovando le encargaría una escribanía, por lo que Cortés sería el primer escribano del cabildo de Azua de 1504 a 1511. Andando el tiempo, en 1518, y como se sabe, sería encomendado por Diego Velázquez de Cuellar, gobernador de Cuba, para encabezar una expedición a Culúa (hoy san Juan de Ulúa), a donde partiría en febrero de 1519. Sería justamente aquí donde afloraría la genialidad política y jurídica del audaz Cortés la cual, con el tiempo, demostraría ser, quizá, su más inteligente y audaz acción en este continente. Poco tiempo después de tocar tierra, funda una ciudad, lo cual traía consigo el establecimiento de un ayuntamiento y la repartición de cargos.

Hernan Cortes, La Conquista
Imagen: XLSemanal.

Este pequeño detalle, amparado en el derecho de Castilla, permitía a Cortés actuar al margen de Velázquez, para no responder a nadie más que al rey, permitiéndole hacer lo que antes no podía. La fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz quedaría asentada en acta formal que pasó ante Diego de Godoy, escribano real, el 22 de abril de 1519. Bernal Díaz del Castillo, soldado del propio Cortés, da cuenta de estos hechos en su crónica Historia verdadera la conquista de la Nueva España:

[f 35r] Y luego le dimos poderes muy bastantísimos, delante de un escribano del rey que se decía Diego de Godoy… […] Y luego ordenamos de hacer y fundar e poblar una villa que se nombró la Villa Rica de la Veracruz, porque llegamos Jueves de la Cena y desembarcamos en Viernes Santo de la Cruz… [sic] […] (Díaz del Castillo, Historia verdadera…, Ms. 1568, 34v-35r).

Huelga decir que este proceder, narrado por Díaz del Castillo, hizo que Velázquez montara en cólera y enviase ulteriormente al ya mencionado Pánfilo de Narváez en persecución del temerario don Hernán, para que rindiese cuentas y fuese ajusticiado por su proceder. El conquistador derrotaría a Narváez e incluso incorporaría a sus soldados a sus huestes. Lo demás es historia. Misma que sería muy diferente si Cortés no hubiese conocido la gran importancia jurídica de un hecho fundacional, pasado ante la fe pública… de un escribano.


También puede interesarte: Hernán: la serie.