Identidad

La identidad temporal y el ser duradero

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El prefijo auto– en español se emplea en múltiples conceptos duales que se escriben con un guion intermedio, como auto-referencia, auto-imagen o auto-estima, equivalentes de aquellos que en inglés ostentan el prefijo self-, como self-reference, self-image, self-esteem. En todas estas nociones el problema es a qué se refiere el auto- o el self-, pues el guion necesariamente implica una relación sujeto-predicado. A través de los tiempos se han propuesto varios candidatos para concretar a ese sujeto o ese self: en estos escritos hemos referido, entre otros, a un self narrativo y autobiográfico, a un self cognitivo y afectivo, a un self sináptico y cerebral, a un self social y cultural. En buena medida la validez de estos conceptos depende de si sus proponentes o sus receptores habitan el ámbito literario, el psicológico, el neurobiológico o los de las ciencias sociales y humanas. Una plataforma transdisciplinaria posiblemente permita una concepción más acabada y específica de un ser de naturaleza compleja, dinámica y cambiante.

El multifacético self usualmente se ha traducido al español como “sujeto” o como “sí mismo”, aunque cada vez se utiliza más la palabra inglesa porque no se encuentra su versión exacta en nuestra lengua. Me parece que en ocasiones la traducción adecuada al castellano de self es la palabra ser, en su forma de sustantivo, para indicar una entidad temporal que tiene existencia, vida y conciencia propias. Por ejemplo: ¿cómo se justifica la creencia de que una persona particular es la misma con el paso del tiempo, a pesar de que sus componentes cambian y sus propiedades se transforman? El criterio tradicional es la continuidad espaciotemporal de un individuo, la duración que define a su self o a su ser. En un extenso trabajo al respecto, Stanley Klein, psicólogo de la Universidad de California en Santa Bárbara, llama “diacronicidad personal” a esta continuidad y para ello aplica el término “diacrónico” en su significado preciso: la evolución de un objeto, fenómeno o circunstancia a través del tiempo. Esta diacronicidad personal sería lo que mejor define y constituye el self.

Portada del libo “Los dos yoes” y su autor Stanley Klein.

Un problema central del self concebido como una entidad es que, además de no ser algo objetivo, la persona no la localiza en sí misma, tal y como lo relató de manera célebre David Hume en una autoexploración de su mente relatada hacia 1739 y en la que detecta sensaciones, emociones o pensamientos, pero ningún self. Esto ha llevado a varios pensadores a afirmar que el self es una ilusión o a otros, desde Kant hasta quienes proponen una autoconciencia mínima en la actualidad, a sostener que se requiere una forma elemental de subjetividad para que la experiencia consciente tenga lugar. A partir de William James a finales del siglo XIX, se han planteado dos aspectos del self o del ser, una de ellas es el autoconocimiento en el sentido de la representación que tiene un individuo o una persona de sí misma (de ahí el “sí mismo”), y la otra es la subjetividad en sí, el qué se siente ser esa persona. Kline defiende que estos dos aspectos interactúan, y que su interacción constituye el prerrequisito de la experiencia de uno mismo, es decir, de la autoconciencia. El mismo autor dice que esta propuesta coincide con la idea original de Johann Fichte de que no puede haber objeto sin sujeto ni sujeto sin objeto y que revisamos al inicio de esta obra.

Una de las razones que se han esgrimido para defender la continuidad de la misma persona en el tiempo es decididamente objetiva y corporal. Como el resto de los objetos del mundo, el cuerpo viviente es un objeto espaciotemporal que permanece siendo el mismo por cierto tiempo, a pesar de cambios en su composición y en su forma. Sin embargo, el criterio naufraga si los cambios son demasiado rápidos o modifican la estructura de manera importante o definitiva. Si bien partes de mi cuerpo se pueden perder o ser reemplazadas sin que pierda mi identidad, una de ellas parece crucial para mantenerla y esa parte es, desde luego, mi cerebro. Si se me hace un trasplante de riñón o de corazón sigo siendo yo, pero ya no si se trasplanta mi cerebro, algo imposible de realizar o concebir como técnica quirúrgica. Dado el caso en la ficción o la fantasía, se ha dicho que se trasplanta un cuerpo a un cerebro, pero aún así, estoy seguro de que en otro cuerpo no sería yo porque el yo no es trasplantable y porque mi cuerpo es integrante fundamental de mi identidad.

Fotograma de la comedia “Young Frankenstein” (Mel Brooks, 1974) donde se realiza un transplante de cerebro para crear un ser humano vivo. En este caso el monstruo tiene gracia a pesar de que el cerebro estaba en una jarra que previene su uso por ser “anormal.”

En la neurociencia cognitiva se han realizado progresos sustanciales para definir zonas, redes y mecanismos cerebrales correlacionados con operaciones cognitivas de auto-reflexión y auto-referencia: se trata de aspectos objetivos del self estudiado y considerado en su nivel reflexivo y de auto-representación. ¿Constituyen estas partes funcionales mi self o mi ser? Si bien el cerebro parece ser una fracción fundamental de la identidad personal, se ha dicho que su actividad es más definitiva que su morfología y se ha destacado a la información manejada y procesada por este órgano como la función identitaria. Esta idea conduce a la identificación del self o del ser con sus funciones cognitivas, en particular con la memoria, llanamente expresada por Borges como “somos nuestra memoria”. Sin embargo, al ponderar esto, pronto caemos en un razonamiento circular: si la memoria episódica presupone que el objeto del recuerdo es la propia persona, entonces decir que la identidad es la memoria de la persona no lleva a ninguna lucidez. Sin embargo… no puedo negar que mis recuerdos constituyen piedras miliares que identifican mi trayecto vital y por ello a mi ser.

Portada del libro sobre la memoria autobiográfica y el self, de Soljana Cili y Lusia Stopa. El tema se trata desde la plataforma de la terapia cognitivo-conductual.

Aparte de mis recuerdos, hay otras características que me hacen sentir el mismo a través del tiempo. Los conocimientos que he aprendido y utilizo en mi vida también son parte de mi ser e indican que mi identidad no se restringe a la memoria episódica e incluye a la memoria semántica. Pero no sólo esto: siento que soy el mismo porque si bien mi carácter y personalidad han variado, los reconozco diacrónica o históricamente como propios: yo he cambiado y sigo cambiando. Por ejemplo: mi rostro ha variado bastante a lo largo de mi vida, pero me identifico precisamente con esa evolución que mantiene un patrón reconocible. En el trabajo mencionado arriba, Klein describe casos clínicos de pacientes que han perdido su memoria episódica y semántica, pero mantienen un sentido de ser las mismas personas en el tiempo.

Evolución de un rostro humano de los 35 a los 90 años. Los cambios son ostensibles pero no impiden el reconocimiento de la misma persona. (Figura tomada de: One Library).

Debe haber algo central y básico para mantener la identidad personal y parece inescapable concluir que la conciencia es ese fundamento temporal porque a pesar de que cambien el cuerpo, las creencias, los objetivos o las circunstancias objetivas se mantiene una identidad subjetiva. No necesito razonar o deducir que soy el mismo, simplemente lo siento así, es algo dado por mi experiencia en todo momento y que últimamente se ha denominado “autoconciencia mínima”. Hace poco más de 300 años, en el libro II, capítulo 29, sección 9 de su Ensayo sobre el entendimiento humano, John Locke lo formuló de esta manera: “consciousness alone (…) constitutes the inseparable self” y que traslado de esta manera: “la conciencia por sí misma constituye el ser inseparable”. Entonces, cuando digo que ahora y antes soy yo mismo, me baso en un sentir directo, intuitivo y pre-reflexivo: no tengo dudas de que me siento subjetivamente el mismo: mi self o mi ser se basa en ese sentir y no necesariamente en una representación o saber proposicional.

identidad y diferencia
Portada del libro “Identidad y diferencia. John Locke y la invención de la conciencia” de Étienne Balibar. La imagen de la portada es el rostro de Locke figurado en varias posiciones.

La identidad temporal de ser uno mismo es una sensación vital básica o primaria y por eso es sólida y segura; es algo fenoménicamente dado, una certeza inmediata y subjetiva sobre la que se construyen representaciones, ideas y creencias sobre uno mismo. Este sentimiento prereflexivo de existir es lo que determina la intuición de que el self o el ser tiene una duración temporal; un sentimiento que no requiere evidencias. El ser o el self no es un contenido de la experiencia, sino una experiencia elemental. Revisaremos ahora que las tradiciones budista en Oriente y fenomenológica en Occidente afirman que existen estados de conciencia sin objeto.


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¿Será posible la unión entre los mexicanos?

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Para poder intentar dar respuesta a esa pregunta, es necesario retomar un poco la historia sobre nuestro país y sus antiguos habitantes.

La extensión de lo que fue nuestro país era tan grande que si se hiciera un comparativo con Europa, pues bien podrían caber prácticamente todos los países que la forman, pero así como ellos, también con una gran diversidad cultural, sí, el México de hoy está más homogeneizado que hace algunos cientos de años, obviamente antes de la Conquista y la llegada de los españoles, pues el territorio se dividía en reinos e imperios, cada uno de ellos regido por su cultura propia, lengua y, desde luego, su estilo de vida. Cabe destacar que fueron más de 100, pero solo mencionaremos a los más representativos.

Los mexicas fue el imperio más poderoso del actual territorio mexicano, su ciudad capital fue Tenochtitlán, fundada por el mítico rey Tenoch en el año 1325, la cual estaba asentada sobre un gran lago (terrenos pantanosos) y con una gran extensión de aproximadamente 1000 hectáreas, o sea 10 km cuadrados. Estaba dividida en cuatro barrios: Al norte Cuepopán; al sur Teopan, al este Moyotlán y al oeste Aztacalco. Pero como siempre pasa, todo gran imperio tiene muchos enemigos y más como en este caso, dado que a base de guerras lograron conquistar reinos más pequeños y los que no fueron sometidos se mantuvieron siempre en alerta para repeler los posibles ataques del ejército imperial.

Los más grandes rivales de los mexica fueron los purépechas y los tlaxcaltecas.

Los purépechas fueron quienes habitaron las regiones actuales de Guerrero, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Colima y el Estado de México, dada su situación geográfica, los convertía en un poderoso rival, aunado a esto, estaba el hecho que dominaban el metal, lo que ocasionó la derrota de los mexica cada vez que intentaron conquistarlos, puesto que ellos seguían utilizando la obsidiana en sus armas en lugar del metal.

Mexico Tenochtitlan
Imagen: BBC.

La lengua que utilizaban los purépechas fue y sigue siendo de las más misteriosas, dado que no se han encontrado semejanzas con las lenguas de los reinos cercanos, lo que se traduce en un idioma totalmente independiente de las demás lenguas que se hablaban en ese tiempo. Su capital fue Tzintzuntzan que significa “lugar de los colibríes”, caracterizándose por sus construcciones, es decir, sus pirámides tenían forma de “T”.

Fueron excelentes pescadores, orfebres y navegantes. Siendo el segundo mayor imperio de Mesoamérica y por supuesto el mayor enemigo de los mexica, al ver caer a estos, le juraron lealtad a la corona española y de esta forma, evitar una masacre de su pueblo. Esto no ayudó del todo, ya que en 1529 Nuño de Guzmán decidió arremeter contra ellos, posteriormente a una serie de batallas fueron sometidos a la fuerza.

Por otro lado, los tlaxcaltecas fueron un pueblo nahua que sufrió varios bloqueos económicos y el robo de las rutas comerciales que utilizaban a manos de los mexica, lo que los orilló a organizarse de diferente manera a la acostumbrada por ellos mismos, ya que al estar expuestos a alguna invasión repentina, tenían que estar preparados y al pendiente para cubrir varios frentes, por ello sus ciudades estaban organizadas para tener pasos inaccesibles para los extranjeros y de esta forma, tener una ventaja sobre estos. Curiosamente mantuvieron una relación de enemistad y cordialidad con los mexicas, dado que estos últimos fácilmente los pudieron haber acabado de forma sencilla, sin embargo, prefirieron hacer un pacto con ellos, mismo que consistía en tener o llevar a cabo una serie de guerras para agradar a los dioses. Éstas fueron conocidas como las “guerras floridas”, a las cuales ambos imperios mandaban a luchar a sus mejores guerreros.

El pueblo de Tlaxcala fue el aliado más poderoso con el que contó la corona española para lograr su expansión por todo nuestro territorio, ya desde aquí vemos que nuestros pueblos no estaban unidos y, como siempre pasa, alguno tenía que ser el grande y poderoso y, los vencidos, derrotados.

Tenemos que al sureste se localizaba el reino de los “ben´zaa”, que significaba “pueblo de las nubes”, que todos conocemos como los zapotecas, que en náhuatl significa “pueblo del zapote” Desarrollaron una gran civilización, sus conocimientos los heredaron de los olmecas. Tuvieron la destreza de crear su propio calendario y su sistema de escritura, pero sin duda alguna su mayor logro, fue su planeación urbana, lo que les permitió construir sus ciudades de forma muy organizada, como resultado, menos vulnerables ante las catástrofes naturales. Pero pese a todo, fueron conquistados y absorbidos por los mixtecas, con quienes curiosamente lucharon hombro a hombro contra los mexicas.

batallas, Templo de yopico, 1520
Imagen: Pinterest.

El imperio que absorbieron a los ben´zaa fue el de Ñuu Dzahui (mixteco) cuya capital Coixtlahuaca, contaba con grandes avances muy similares a sus rivales del norte, tanto en filosofía, política, religión, tecnología como en las artes, que bien justificaron la guerra con los mexica. Todo esto les permitió lograr florecer como un reino con gran capacidad económica y por ende, digno de ser conquistado.

Entre ellos solo existían 3 clases sociales, la de los gobernantes YYATNUHU, la de los nobles TAY TOHO y la de la gente común TAY YUCU. Su impresionante progreso se puede apreciar por medio de sus códices, sus monumentos, sus atractivos murales, su religión, sus calendarios y su sistema increíblemente efectivo y económico de mercados regionales y sus avances en el comercio a larga distancia.

Como podemos observar hasta el momento, nuestro país no fue diferente a otros, quienes se distinguieron por sus guerras, conquistas, y creación de imperios, lo hacían pero sin ninguna unión estratégica para ello, siempre estuvieron divididos.

Más al sur encontramos a los mayas, quienes consolidaban una confederación de reinos independientes, los cuales compartían una misma raíz, pero que se administraban y gobernaban en completa autonomía. Su extensión comprendía desde los estados del sur de México hasta toda América Central, pasando entre selvas y los mares. Fueron los herederos de los conocimientos de los olmecas, un reino extinto mucho antes de la existencia de estos y alcanzaron y superaron su civilización. Fue a la llegada de los españoles que los encontró fragmentado y por desgracia en decadencia, lo que representó una fácil conquista y sometimiento al invasor ejército.

Por la costa del golfo de México se encontraba el reino totonaca, quien era tributario del imperio mexica y que se encontraba en decadencia. La extensión de este reino comprendía desde el actual Papantla, pasando por Xalapa hasta Cempoala, mejor conocido como Totonacapan, que para su mala fortuna irrumpieron los mexica cuando ellos se encontraban en pleno apogeo, por lo que fueron sometidos, impidiendo su expansión y por ende, su desarrollo.

Es cuando llega Hernán Cortés y ven en él un aliado y no a un enemigo, lo que realmente fue cierto, pero a medias, pues a pesar de contar con el apoyo de los españoles, las enfermedades que trajeron estos mismos, diezmaron severamente su población, trayendo por ente su decadencia, la cual fue más brutal de lo que hubiera sido con los mexica.

mexico 1521
Imagen: Relatos e Historias de México.

Al norte también se desarrollaron varios y diversos pueblos, los cuales no se consolidaron como grandes fuerzas militares o económicas, situación por la cual no fueron tomados en cuenta, ya que eran considerados como gente salvaje e incivilizada.

Desde luego que existieron otros reinos o pueblos, los xochimecas, chichimecas, los kitse cha´tnio, los hamasipini, o los tohono o´tham, sin embargo, no es que no fueran de importancia, sino que no tuvieron las extensiones y poderío como los mencionados más arriba.

Obviamente no trato de hacer una clase de historia, sino de comprender la razón tal como lo expuse en un principio, de si será posible la unión de todos los mexicanos y por consiguiente, debemos de tocar muy por encima, que cuando se ha requerido se ha logrado esa unión, tenemos como ejemplo la guerra de Independencia, que pese a surgir en el centro de nuestro país, logró que todos se unieran y derrotaran al poderoso ejército español.

La invasión francesa donde destaca la actuación de Porfirio Díaz, quien asume la presidencia años después y la convierte en dictadura, para posteriormente a este hecho, desata la Revolución mexicana, causada por los abusos de este presidente que minimizó y despreció a los pobres y en todo el territorio nacional surgieron caudillos que lograron la liberación del pueblo y obligaron al destierro al tirano junto con sus generales más fieles.

En tiempos más recientes, ante las catástrofes naturales, llámense huracanes, terremotos, inundaciones, hemos comprobado cómo esa unión de nuestra gente se da, apoya, expone su integridad con el propósito de salvar vidas y no se diga en estos precisos momentos de pandemia, vemos a nuestros héroes médicos, enfermeras, camilleros, afanadores, luchando codo con codo en la línea de batalla ante el COVID-19. Es cuando viendo en retrospectiva nos damos cuenta de que tenemos un país hermoso, el cual ha sido saqueado hasta el cansancio por todos sus gobernantes, sin que los grandes, paguen o devuelvan lo robado, todo mundo se tapa y tal parece que es la misma cobija de todos.

Ante tal panorama, no es de extrañar que cansados y hartos de esto, la gente haya caído en el discurso del mayor populista que ha tenido México, que durante 18 años hizo campaña (en mi opinión esto no se debería permitir, ya que los demás contendientes sólo contaron con meses para hacer la suya, con mucho más ventaja), pero que por desgracia y opuesto a lo que hace un líder, nos ha “DIVIDIDO” de una forma tal, que hasta designaciones peyorativas han surgido, los “fifís”, “los otros”, “los de antes”; esta división nos pone en la antesala de una dictadura, ya que el periódico Reforma del 21 de noviembre publica que diputados federales se encaminan a la REELECCIÓN para el 2021, disponiendo de una bolsa nada despreciable de 400 mdp. Esto es, primero los diputados y después, ¿el presidente?

Por desgracia, su gestión ha estado plagada de escándalos, muy alejado con lo que se comprometió, nada positivo; su gran lema de campaña de “Primero los pobres”, en efecto se ha cumplido, de los más de cien mil muertos por esta pandemia, el porcentaje de pobres es el más alto, los puestos de trabajo perdidos, las fábricas, los restaurantes que han cerrado, los pequeños negocios que no aguantaron el confinamiento, son por desgracia de gente pobre y trabajadora.

Espero sinceramente que el “pueblo sabio” como así lo menciona, despierte y se haga un frente común contra su partido y lo más peligroso, sus ideas.

¡México! Despierta, estamos a tiempo de evitar un daño mayor a este hermoso país, pero para ello, requerimos UNIRNOS y luchar juntos, como uno solo.

Como siempre, ustedes tienen la última palabra.

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Identidad laboral: ¿vocación o destino; gusto o destreza?

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Dígame usted: ¿de qué vive, a qué se dedica?, ¿cuál es su forma de vida, su trabajo, ocupación, quehacer, cargo, profesión, oficio, negocio, chamba, empleo o carrera? Las abundantes respuestas a estas preguntas suelen adoptar la expresión en primera persona de “yo soy…” seguidas por una o pocas palabras que en alguna medida definen a un adulto independiente en términos de identidad laboral, uno de los puntales de la autoconciencia, del yo.

arado egipto
Imagen del antiguo Egipto de un arado tirado por bueyes (1,200 a.C.), una manifestación temprana de un trabajo humano (tomada de Wikimedia).

Para que un trabajo resulte eficiente, productivo y satisfactorio debe cumplir varios requisitos, entre los que destaco los siguientes: (1) su remuneración debe ser suficiente para satisfacer las necesidades de sí mismo y sus dependientes; (2) su práctica debe ser un reto y un aliciente al requerir conocimientos, habilidades, ingenio y disciplina; (3) su producto ostensible debe conferir al trabajador un rol en la sociedad por el cual sea reconocido de acuerdo a sus méritos y capacidades; (4) su ejercicio creativo, provechoso y honesto debe fortalecer su autoestima, orgullo, dignidad y valor. Desgraciadamente, la funesta historia humana de esclavitud y explotación pone de relieve la imposibilidad de la mayoría de los seres humanos para emprender o lograr una vida digna a pesar de su esfuerzo y sufrimiento. Aún en el momento actual, no es fácil alcanzar estas circunstancias laborales porque no sólo dependen de la inteligencia, la decisión y la voluntad, sino de factores sociales y económicos que exceden y limitan las intenciones, capacidades y posibilidades de los individuos. Entre estos factores restrictivos están los que hemos revisado de sexo, raza, cultura y clase social, de tal forma que paliar y eliminar las desigualdades debe constituir un objetivo político elemental y universal, porque el esfuerzo del trabajo debe evolucionar del sufrimiento al bienestar.

Aunque la vida humana no se reduce al trabajo, la labor que una persona desempeña es su manifestación y su ser público más ostensibles. Además de que su trabajo revela la persona a la sociedad, revela a sí misma a la persona. La dedicación a un trabajo suele requerir de todas las capacidades humanas, desde las sensitivas y motoras propias de su cuerpo y manos en actividad, pasando por las facultades cognitivas de atención, razonamiento, memoria o inteligencia, las habilidades sociales de trato, persuasión o equidad, hasta las de la voluntad, que son las más esenciales. En efecto, el trabajo implica un esfuerzo múltiple y sostenido de la voluntad. A este rubro pertenece la elección prudente y certera de las acciones para mejorar en pericia y eficiencia, para conseguir metas de acuerdo con las circunstancias, para persistir frente a los escollos o fracasos o para redefinir el rumbo.

lienzo vocacion de san luis
El lienzo Vocación de San Luis Gonzaga de Giovanni Francesco Barbieri, Il Guercino (1630) ilustra el significado religioso de vocación como llamada de Dios a profesar una vida religiosa.

Vayamos ahora a los factores que condicionan la identidad laboral, un tema polémico entre la vocación tomada como motivación endógena y el destino como condicionante circunstancial, histórico y sociocultural, para defender que ambos son necesarios para el desarrollo del carácter. El término vocación (del latín vocatio: llamada) se aplicó originalmente al llamado de Dios para profesar una vida religiosa y otras actividades de servicio como la medicina o la abogacía. Actualmente indica la inclinación a realizar una actividad particular, sea en los oficios, las profesiones, las artes o las ciencias e implica tanto aptitud como gusto. Vocación suele indicar una orientación innata que predispone a la persona para ejercer una labor particular y se expresa como el impulso para entrenarse en las labores que le son peculiares, así como en la facilidad y el placer de ejercerlas. Es muy conocida la propuesta de Howard Gardner (1995) de ocho tipos de inteligencia que predisponen a labores y dedicaciones particulares: verbal-lingüística, lógico-matemática, visual-espacial, corporal-cenestésica, musical-rítmica, intrapersonal-introspectiva, interpersonal-social y naturalista.

inteligencia multiple
Diagrama de las inteligencias múltiples de Howard Gardner.

Ahora bien, además de una motivación natural, ocurre un reforzamiento por la práctica de tal manera que el aprendiz no sólo hace bien lo que le atrae, sino que le atrae lo que hace bien: la labor idónea tiene componentes de placer y de pericia que se van reforzando mutuamente en el desarrollo de la persona. Hemos revisado que, según la teoría del habitus de Bourdieu, la apropiación de esquemas de percepción, pensamiento, juicio y acción que los sujetos adoptan en su vida marcan de cierta manera su forma de ser y su actividad. Podría pensarse que estos hábitos eliminan la idea de vocación al imponer sobre el sujeto creencias, actitudes y comportamientos ya establecidos y ejercidos en la cultura, pero sucede que el sujeto elige en mayor o menor medida tomar ciertos hábitos y, dentro de sus restricciones, darles diferente curso de acuerdo con su carácter e iniciativa. Vocación y destino son factores complementarios en el desarrollo de la actividad humana y la identidad laboral.

Al formular la metáfora o el mito de la bellota, el fruto del encino cuyo destino es convertirse en un espléndido ejemplar de la especie, el psicólogo junguiano James Hillman subrayó que la vocación provee a la vida humana de misión e imperativo. Argumenta Hillman que hay algo más que biología y medio ambiente en el que se ubica la persona para definir su destino: una impronta o arquetipo que determina la forma en que se desarrolla hasta producir un individuo único. Esta interpretación platónica de los arquetipos de Jung no me convence pues supone la existencia de fuerzas o entidades organizadas y organizadoras, pero me parece que llama la atención sobre un aspecto crucial de la autoconciencia y el yo que intento revalorar en estos escritos. La metáfora de la bellota puede interpretarse en su sentido más patente de la siguiente manera: el resultante de la interacción entre los factores genético-biológicos y los ambientales-culturales constituye un proceso emergente, un ser cambiante que constituye la autoconciencia que la persona identifica como “yo”.

James Hillman
El psicólogo junguiano James Hillman y su libro sobre la vocación, el carácter y los arquetipos como forjadores del trayecto laboral.

Ofrezco un argumento para fortalecer esta idea invocando la autorreflexión retrospectiva que se hace al evaluar la vida. Las personas inquisitivas suelen buscar referencias culturales, históricas o arquetípicas de la ocupación que tienen o han tenido y de esa manera encuentran sentido a su carrera, actividad o vocación, más allá de constituir un trabajo y un modo de vida. Muchas personas ancianas relatan metafóricamente su vida como un camino que, a pesar de los accidentes, desvíos, fracasos y obstáculos, a la postre define un sendero que confiere propósito a su existencia y de esta manera conforma esa intangible pero vigorosa entelequia que denominan su ser. La palabra propósito en esta última frase no evoca un papel predestinado, sino un camino elegido y recorrido por un agente con deliberación, persistencia y objetivo. Así, al reconsiderar su existencia, las personas sienten que han cumplido un destino y adquieren un sentido personal de provecho y dignidad. La palabra propósito cristaliza el sentido que la persona imprime a su existencia aprovechando sus talentos y las circunstancias en la que le ha tocado vivir para alcanzar objetivos que ha definido y ajustado a lo largo de su trayecto. De esta manera, el ser o el self viene a coincidir con ese trayecto en curso y la relevancia del proyecto de vida se manifiesta en aquellos sucesos que se graban en la memoria como momentos cruciales y marcas indelebles que van definiendo el camino. Decía Borges: “Al fin he descubierto/ la recóndita clave de mis años.”

simbolos de vida
Símbolos del trayecto de vida. El unalome oriental a la izquierda representa un camino sinuoso y ascendente, y a la derecha el laberinto como símbolo occidental de una trayectoria difícil.

Al asentar estos pensamientos sobre la identidad laboral, me ha inundado y guiado el recuerdo de mi padre, Luis Díaz González, emigrante gallego, carnicero en México durante 50 años y hombre de notable voluntad, quien enseñó a propios y extraños que, al final de una senda laboriosa, previsora y honrada, el trabajo desemboca en dignidad, serenidad y contento.


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Identidad y pertenencia cultural: etnia, pueblo, nación

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Acabamos de observar que algunas identidades usuales, como la raza, no permiten una tipología biológica porque la genética de poblaciones ha demostrado que ningún grupo humano presenta un conjunto estable de caracteres hereditarios. Por esta razón, entre otras, la antropología prefiere hablar de etnias, pueblos, naciones o culturas. En la antropología clásica la palabra “etnia” vino a remplazar a “tribu”, un vocablo cargado de tintes peyorativos, y el estudio sistemático y comparativo de las etnias llegó a constituir la ciencia de la etnología, la cual, junto a la arqueología, la antropología física y la lingüística, constituye una de las cuatro grandes ramas de la antropología. En tanto categoría antropológica, una etnia se delimita por una lengua, una cultura, una tradición y una situación geográfica particulares. Las etnias se pueden diferenciar con facilidad aparente en los pueblos que han perdurado a través de centurias o milenios por medio de eficientes tradiciones orales. Muchas veces es posible documentar el desarrollo histórico de un pueblo o de una cultura como un factor definitivo de su condición colectiva.

identidad cultural voladores de papantla
La danza de los “voladores de Papantla” representa un ritual de la etnia totonaca cuya raíz se puede trazar desde las ruinas de El Tajín hasta los actuales habitantes de la región. Se trata de una identidad cultural bien identificada por la historia, la lengua, la tradición y la geografía (fotografía tomada de Wikipedia).

Si bien la palabra etnia tiene mayor coherencia que la de raza, su definición tampoco está exenta de problemas. Por ejemplo, no existe una “esencia étnica” en el sentido de un conjunto de características físicas, mentales o culturales diferenciales, fijas y específicas de un pueblo o de una cultura. Sin embargo se habla del “alma de un pueblo”, idea de indudable encanto, subrayado y reforzado por varias corrientes ideológicas y artísticas admirables, desde el romanticismo hasta la música nacionalista derivada de cantos o danzas populares y por el patrimonio cultural de obras propias del genio creador de una cultura.

Además del concepto de etnia, propio de la etnología y las disciplinas humanas, las ideas afines de “pueblo” o “nación” están arraigadas en el habla cotidiana y son conceptualmente claras porque las personas sienten que pertenecen a un pueblo o nación en términos de lengua, historia, costumbre, paisaje o localidad. Cuando un individuo se identifica a sí mismo con un gentilicio, por ejemplo “soy huasteco”, “soy andaluz” o “soy irlandés”, asume e incorpora como parte de sí mismo aquellos rasgos que caracterizan a su grupo étnico y cultural. En este sentido la identidad comunitaria parece invocar una condición particular que desemboca en el concepto de nación en dos acepciones sucesivas: el conjunto de personas de un mismo origen que hablan un mismo idioma y tienen una tradición común, y el conjunto de habitantes de un país.

Por estas razones, la identidad cultural constituye un rasgo de mucho peso para que una persona se ubique o se identifique como perteneciente a cierto pueblo o nación. Esta identidad abarca categorías cada vez más amplias pero menos definidas porque tiene un gradiente que va desde el centro simbólico del yo situado en el mundo y se diluye hacia fuera; por ejemplo, una misma persona puede afirmar sucesivamente:  soy tuxpeña – soy huasteca – soy veracruzana – soy mexicana – soy americana – soy terrícola. Aunque las últimas identidades son inusuales, son más incluyentes y vale la pena revisar la ficha enviada al espacio exterior por la NASA en 1972 como símbolo de identidad humana.

placa de sonda espacial pioneer
Imagen de la placa colocada en la sonda espacial Pioneer 10, creada por la NASA en 1972. Se puede interpretar como un símbolo de la naturaleza humana y su entorno planetario, aunque las figuras del hombre y la mujer tienen rasgos occidentales.

Los conceptos de etnia, pueblo o nación implican necesariamente a la cultura cuyo estudio sistemático y comparativo es precisamente el objetivo de la etnología. Ahora bien, es difícil establecer y diferenciar con exactitud las características que definen a una cultura, como son la lengua, las creencias y costumbres, el folklore, las faenas, construcciones, obras e instituciones, pues, como lo sugiere la etimología misma de cultura, sus elementos están sujetos a cultivo y cuidado para mantenerse y ser viables. En efecto: toda cultura es cambiante y más que delimitarla como el conjunto ostensible de sus constituyentes en un momento dado, es necesario ubicarla como un proceso emergente de evolución comunal en el tiempo y la geografía. En este sentido se deben tomar en cuenta las constantes aculturaciones, enculturaciones, exilios y transplantes de pueblos y naciones; es decir, la imposición por conquista o dominio, la reubicación y la adopción de rasgos de otras culturas. Esta última tendencia es un proceso generalizado hacia una globalización planetaria, lo cual entraña ciertas ventajas, como la posibilidad de adentrarse y aprender de otras culturas, pero conlleva pérdidas enormes e irreversibles, como la desaparición de lenguas y etnias ancestrales.

Por otra parte, en las sociedades modernas las etnias se disuelven a través del mestizaje y la aculturación. En algunos países, como sucede en México, la mayoría de los habitantes se identifican a sí mismos como “mestizos,” asumiendo una mezcla de indígena y español, una identidad histórica problemática que ha sido analizada con perspicacia en El laberinto de la soledad (1950) de Octavio Paz o en La jaula de la melancolía, identidad y metamorfosis del mexicano (1987) de Roger Bartra. Ha surgido así la entelequia de “el mexicano”, un ser de apariencia brava y festiva pero de fondo herido y nostálgico en espera de una incierta transformación.

identidad cultural con ocatvio paz
Portada de la primera edición de “El laberinto de soledad” y su autor, Octavio Paz, por esa misma época de 1950. Es un ensayo clásico sobre la identidad de “el mexicano” con base en la historia cultural del México mestizo.

En cuanto al lenguaje como posible epicentro de toda cultura, se debe decir que una cultura no equivale precisamente a una lengua materna, pues las hay que son habladas por culturas relativamente distintas, como el español, y porque una misma cultura, como la europea, puede albergar más de una lengua o a variantes claramente reconocibles de ella. Entre los hispanohablantes es fácil reconocer, entre muchas variedades culturales e identitarias, la pronunciación, la jerga o la música propias de comunidades andaluzas, caribeñas o rioplatenses. En efecto: los patrimonios del flamenco, la rumba o el tango expresan magníficamente su ser colectivo, cambiante y ahora interactivo.

Más que una esencia permanente, una etnia o un pueblo presenta un conjunto de características culturales, históricas, institucionales, económicas y lingüísticas que lo diferencian de otros. La suma combinada y emergente de esos rasgos y cualidades es lo suficientemente clara para permitir una identidad fuerte para la mayoría de las personas, la cual provee al individuo de autoestima y bienestar. La identidad y la diversidad se hacen muy patentes en la experiencia humana, pues experimentamos un shock cultural cuando nos sentimos ajenos y desubicados en el seno una sociedad extraña, la cual, a su vez, reconoce a los forasteros, los recela como inmigrantes o los acoge o rechaza como refugiados.

virgen de guadalupe
Detalle del lienzo de La Virgen de Guadalupe, poderoso símbolo de filiación e identidad cultural del pueblo mexicano.

Todo esto lleva a destacar el factor subjetivo propio de la autoconciencia: el hecho que la persona se sienta y se reconozca como miembro de una cultura y se identifique con su pueblo, su etnia o su nación. Este “sentimiento de pertenencia” implica al menos seis factores psicológicos en superposición y amalgama identitarias: (1) el comportamental: la adopción de tradiciones, normas y variante lingüística; (2) el perceptual: la familiaridad con rasgos y costumbres de la cultura propia y la extrañeza con la ajena; (3) el hogareño: el arraigo y refugio en la comunidad, el terruño, el barrio, el paisaje; (4) el afectivo: los sentimientos sociales como el orgullo y el arraigo; (5) el cognoscitivo: la adopción de creencias, saberes y valores; (6) el simbólico: la reverencia e identificación con íconos, insignias, héroes, sitios señalados o patrimonios.


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La idea y hora de México

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Hace unos días preparé una provocación a manera de charla con un grupo de amigos con quienes suelo reunirme con frecuencia desde hace 25 años, de una vez por mes, en casa de alguno de nosotros y que, debido a la pandemia y el concomitante confinamiento, la frecuencia aumentó a una vez por semana.

El tema de mi plática fue La idea de México y sus diferentes maneras de percibirse. Para mi generación de baby boomers, todos mayores de 65 años, la historia de México fue más o menos clara hasta la llegada de ésa que llaman los estudiosos, la transición fallida en el 2000. Aparecieron allí algunos nuevos viejos próceres cuyas gestas hasta hoy, no han quedado suficientemente claras ya sea por el uso militante que de ellas se ha hecho o porque carecen de los méritos necesarios. Unas cuantas farolas pintadas de azul, nuevos actores en la corrupción y pocos resultados.

La condición de reclusión y las nuevas normas de la profilaxis social han provocado otras flexiones y hecho que el presente se convierta en un dinamo de pensamiento, aglutinando pasado y futuro en una reflexión para el aquí y el ahora. La interpretación de las cosas del país se ha alambicado. Por una parte, el discurso político oficial con que desayunamos y merendamos en el continuum AMLO-López-Gatell, los encontrados grupos de interés que animan el circo con sus interpretaciones, los seminarios en línea, las formaciones, e incluso las reuniones de trabajo en casa, dan cada vez menos lugar al “accidente” del encuentro casual y fortuito que solía hacer brotar lo necesario a una dinámica social enriquecida por la improbabilidad. Anquilosada en esta realidad, la sociedad se vive como esa serie de esferas de la que hablan los filósofos que dominan la modernidad sapiente, donde se contempla profilácticamente el mundo y que no se toca.

Por esta razón, pienso que es importante volver a explorar ese contexto envolvente, físico, material, discursivo, que llamamos país para desde allí animar una posible toma de posición para un devenir compartido que, llevado a la conciencia primero, y luego a la acción, dé lugar a la autocrítica primero y a una serie de conductas conciliatorias aglutinantes y mejor orientadas con relación a la revuelta e inacabada sociedad en que nos movemos.

mexico pandemia
Fotografía: Revista Mensaje.

Reconozcamos primero la dicotomía como lo sugiere con elocuencia Miguel Sabido, en las visiones del país entre de las repúblicas india y criolla que coinciden en el territorio y observemos cómo se colocan frente al hecho que:

1. La idea de México es reciente.
2. La idea de México es variable.
3. La idea de México puede haber sido una falsa buena idea.
4. La mejor idea de México está por elaborarse.

México: una idea reciente

Gastón García Cantú, y más recientemente Emilio Cárdenas, han sustantivado la reflexión y agregado valor a esta materia que nace muy probablemente con el trabajo de Francisco Javier Clavijero, el jesuita mexicano expulsado por la bula de 1767 y quien escribe en Italia su Storia Antica del Messico. Clavijero da forma a esa idea que fragua pocos años después de su muerte (Boloña en 1787), entre criollos y mestizos de la Nueva España para quienes la Ilustración y las Revoluciones norteamericana y francesa resultaron un factor de inflamación.

Los primeros años coloniales en la península Yucatán y los valles del altiplano central, son años premexicanos. Los pueblos originarios en lucha facilitan la dominación: los caciques del príncipe Totol-Xiu, en el caso de Yucatán, y los tlaxcaltecas en el valle de Anáhuac, facilitan el establecimiento de un dominio colonial clásico.

En 1994 me sentí por primera vez ante la necesidad de cuestionar mi etnicidad. ¿Sería yo un criollo?, ¿un indio? El levantamiento de Chiapas me puso a pensar en un país que no estaba terminado y la necesidad de un diálogo conciliatorio entre las dos repúblicas sugeridas por Sabido, para procurarse una idea compartida de porvenir.

Caí en cuenta de que la libertad es un mito dinámico, adaptable a múltiples interpretaciones. La libertad por la que se abogaba en los años independentistas fue acaparada por unos cuantos que la entendieron como liberación del yugo español buscando dar en el fondo una vuelta de tuerca en favor de los criollos.

Emilio Cárdenas sugiere que es Fray Servando Teresa de Mier, quien más claramente expresa ante los trastornos de la monarquía española dominada por Napoleón, la posibilidad de libertad para los pueblos de la Nueva España. Este fraile regiomontano nos ofrece una interesante numeralia, señalando con base en las estadísticas de Humboldt que debían ser alrededor de 10 millones de personas mexicanas y unos 40 mil europeos en el territorio, al momento de la Independencia. Con el potencial minero, agrícola, marítimo y humano del país, beneficiar a los 40 mil del trabajo de los 10 millones restantes, resultaba un reto poderoso y sobre todo redituable. Se trataba, consciente o inconscientemente, de una libertad para obtener mayor riqueza en favor de los menos.

Lo apabullante de los números hizo, sin embargo, que se diera una fértil veta de reflexiones en que los otros, “el otro” mayoritario, fuera tomándose cada vez más en consideración desde la perspectiva de una segunda clave, la igualdad.

idea de mexico
Fragmento de “Retablo de la Independencia”, Juan O’Gorman (1960-1961).

La Constitución de 1824 habla poco de igualdad, se trataba principalmente de alcanzar una libertad de España, el problema entonces pendulaba entre centralismo y federalismo, es decir, quienes buscaban una libertad en la determinación de las regiones y estados, y quienes querían un poder central que emulara el poder de la Corona en el nuevo país independiente.

La noción de igualdad se acentúa en la Constitución de 1857. Aparece un reconocimiento a la igualdad de las personas facilitada por la laicidad, ya que en la Constitución de 1824 la igualdad estaba determinada sólo por la posibilidad de todos los individuos para ser bautizados. Después de este periodo, los conservadores quisieron retrotraer la validez de la Constitución del 1824, asunto que queda manifiesto en la vuelta del Imperio en 1864, con la segunda Intervención francesa.

Más tarde la historia de México de Lucas Alamán, ingeniero y guanajuatense, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, bañado en el espíritu de la Revolución industrial, fincaba sus análisis en el potencial de ésta y auguraba para el país un futuro próspero. Gabino Barreda, el médico que se formó con Augusto Comte, trajo la visión positiva francesa de su maestro, libertad, como medio, el orden como base y el progreso como fin. Funda la preparatoria nacional y aporta algunas luces a la construcción de la nación mexicana. Barreda tuvo un discípulo brillante, Justo Sierra, quien asume la responsabilidad de la educación nacional hasta presentarle a Díaz su renuncia en el propio barco de la Hamburg-American Line que llevaría al dictador primero al Havre y luego a París, el Ypiranga. Es Sierra Méndez quien lanzó en una sesión del congreso, aquél lema extraordinario: La Primera educación es la educación mental.

En la más atrabancada que peripatética construcción del país, Alfonso Reyes tiene pasajes bellísimos, sus reflexiones en el Paseo de la Castellana en Madrid, imaginando el México que deseaba, su visión de Anáhuac hace gozar la fauna, la flora y el lenguaje que describe con singular maestría, haciendo caer en conciencia de la belleza de una mexicanidad posible.

Vasconcelos nos lega la energía de una mente lúcida, valiente, entregada, apasionada, tristemente perdida en su última etapa monástica y ultracatólica. Su trabajo en la educación es comprometido e ingenuo a la vez. Su concepto de raza cósmica es inspirador y ha trascendido como sabemos, pero de manera sólo lapidaria. Ama España y el coraje de los conquistadores, pero admira por igual las gestas de los héroes prehispánicos y la dignidad de las figuras en el momento del contacto. Admite mayor grandeza en Cortés a quien reconoce más cercanía con los mexicanos que el propio Cuauhtémoc.

 Luis Cabrera, civilista y constitucionalista, apunta la falta de programa de la revolución y critica la militarización del gobierno del Partido Nacional Revolucionario. Recuerda la forma de cuerno de la abundancia y sugiere la responsabilidad de su manejo desde la Presidencia del Congreso.

En esta continuidad supralógica, la última gran figura aglutinadora del pensamiento de la mexicanidad es Daniel Cosío Villegas, quien supo integrar la historia al rigor analítico de las ciencias sociales y encuentra vectores que procurados a la reflexión contribuyen a la factura del país. Es sin duda el padre del análisis del presidencialismo.

Jose Vasconcelos
José Vasconcelos Calderón, abogado, político, educador y filósofo mexicano (Fotografía: Wikimedia).

La idea de México es variable

Los movimientos ateneístas, mexicanistas, de los contemporáneos, en la primera mitad del siglo pasado, anuncian las querellas por venir. Se despliegan a partir de los 60, en figuras más cercanas como Paz, Fuentes, Monsiváis, que toman posiciones y se resuelven en las fuerzas que les constituyen. Algunos toman la vía del distanciamiento echando tierra de por medio (Ramón Fernández), otros van y vuelven (Paz, Fuentes), otros permanecen en sus barrios (Monsiváis). Nace el debate entre intelectuales orgánicos y radicales libres. Sheridan, Aguilar Camín, José María y Rafael Pérez Gay, Roger Bartra, Rolando Cordera, Enrique Krauze, José Woldenberg y Juan Villoro, entre otros.

El siglo XXI inaugura un nuevo género de personajes influenciadores, líderes de opinión, dueños de la comentocracia que van desde los tenedores de concesiones y cancerberos de la información, hasta los enfants terribles de la finanza que contribuyen cada día más a restarle personalidad y definición a las empresas para convertirlas en bancos de desarrollo, cantando por lo general al tenor de los mandatos de la inversión pública. Allí juegan empresarios inflados por el salinismo fin de siècle y los irreverentes jóvenes sin vocación de empresa y con afán de dinero, cuyo ensalzado lenguaje de sabiduría callejera les permite ir lejos en sus expresiones desbocadas que seducen a la ideología dominante y orientan a México con base en sus intereses, entre otros, el de hacer del país un mercado acomodaticio y sin identidad.

La elección de Morena y del presidente López Obrador no sorprendió, algunos círculos expresaron improbables opiniones favorables a la Cuarta Transformación que hoy, a 18 meses de oficina y 24 de gobierno, una Cuarta Transformación que comienza a percibirse que viene un poco apretada al país.

 El lenguaje presidencial que puede entenderse en el marco de una retórica del poder, suena hueco en la voz de funcionarios que, al tratar de emular lo dicho por el líder, condenan el discurso a una teosofía y al puesto en un trono imperial.

La presidencia unipersonal es un problema de muchos que han pasado por ella y particularmente de quienes pudiendo tener voz no la usan. Los intelectuales están agazapados y muchos mandatados por quienes les tienen controlada la nómina desde la academia, desde la empresa o desde el gobierno.

A la libertad de expresión le hace falta formación, presencia de nuevos actores, igualdad de posiciones de partida, valores, sentido, rumbo. Las partes hoy en conflicto son en el territorio de la nación igualmente iconoclastas. Gobierno y gobernanza adolecen de una falta de crítica fresca, inteligente, escuchada, eficaz.

Los escasos 12 meses que distan de la próxima elección o lo son de una radical, comprometida, conjugada, incluyente y sustanciada orientación con programa, o lo serán para cavar la zanja del país que ya no podrá ser.

México ¿para qué?, ¿por qué?, ¿con qué sentido? La partición es para muchos ya, como lo han demostrado algunos gobernadores y otros legisladores locales y federales, el mejor escenario. De hecho, lo ha sido desde mediados del siglo XIX en que pese a las intenciones de algunos aquí en el territorio, el Congreso de Estados Unidos votó en contra de la anexión de México y optó por el ominoso Tratado McLane-Ocampo.

muerte a la constitucion
Ilustración: Política Tlaxcala.

La idea de México: ¿una falsa buena idea?

¿Tiene la empresa, el empresariado, las iniciativas privadas, una idea de México? ¿La tienen los intelectuales?, ¿los economistas?, ¿los científicos?, ¿las organizaciones sociales?, ¿las etnias? No las hemos escuchado. ¿Cuándo y dónde la han expresado? Una idea para hacerse eficaz debe ser acompañada de una buena ingeniería que asuma la complejidad del proceso. Las ideas sueltas suelen ser ideítas o idiotas por descoordinadas. Las ideas de cabildo, sin diálogo abierto, son todas falsas buenas ideas.

Si se desea un país, debe concebirse un ideal de la persona humana desarrollada en ese país. Los mexicanos estamos disgustados porque la historia se quiere contar con base en intereses angulares dejando de lado la narrativa que implica a la persona y su desenvolvimiento. Si no hay narrativa unificada es porque hay diferencias, desigualdades que lastiman e intereses, y que anquilosan. El mexicano, cuyo proyecto existió por momentos, está en vías de extinción, hoy se favorece el regionalismo, la identidad ideológica, el proteccionismo mercantil, la etnia o el gremio de pertenencia, la preferencia sexual o la identidad religiosa. La idea de México no es una falsa buena idea, es una buena idea, truncada.

Gracias a los esfuerzos de Alejandra Moreno Toscano, por ejemplo, acaba de reeditarse en versión facsimilar el Libellus de medicinalibus indorum herbis. La historia del documento es igualmente interesante que su contenido.

El Imperial Colegio de la Santa Cruz de Santiago de Tlatelolco, abrió sus puertas en el año 1935, menos de 15 años después de consumada la Conquista de Tenochtitlán con una aportación de mil pesos de mina para el sostenimiento de la educación de los naturales. ¡Oh sorpresa! En pocos años esos “naturales” habían sobrepasado a sus instructores y aquel sitio se había convertido en uno de los centros de mayor producción intelectual y artística en el mundo. No sólo los formados hablaban mejor latín que los conquistadores y tan buen castellano como ellos, sino que dominaban otras lenguas, la propia y la hablada en la región con quienes convivían, y tenían intercambios de carácter científico, astrológico, económico.

Aquellos naturales generosos con sus conocimientos, solían enseñar a sus instructores originales el valor de la herbolaria, de la química de ciertos pigmentos, su retórica que permitió a Fray Pedro de Gante, el hijo “natural” también de Maximiliano el Emperador, del entonces Sacro Imperio Romano, escribir alabanzas a los santos cristianos en el tono de las expresiones usadas para celebrar a las deidades en los antiguo cultos. El Colegio Imperial, después de brillantes 30 años de prolija existencia, debió disminuir su importancia y subvenciones cuando comenzó a argüirse ante la corte del rey Felipe II, ya que la formación de los indios era peligrosa y podría conducir a apostasías.

Una educación ciertamente vertical en el origen, que dada la calidad del alumnado hubo de hacerse horizontal, también para que los maestros aprendieran de sus pupilos, como lo testimonian Torquemada y Sahagún. Los alumnos de formación trilingüe seguían la estructura del nuevo Calmécac que sumaba el riguroso programa del Trivium y Quadrivium, donde se estudiaba retórica, gramática y lógica en el primero, así como aritmética, geometría, álgebra y música para el segundo. Latín, náhuatl y castellano eran las leguas de rigor en esta escuela imperial que en corto tiempo dio origen a buen número de los más famosos códices, que en aquel período fueron la forma de perpetuar algo del conocimiento de las culturas dominadas por el fuego de las armas.

Pero indio que habla latín no tiene buen fin (¿o era india?) y fue pronto que los callaron de modo que la cédula de Carlos V con la que fue creado, los mil pesos de mina con que subvencionaba para mantener de modo modesto pero digno, la enseñanza de los indios, llega al fracaso. El colegio subsiste, pero la enseñanza pasa a ser de menor importancia.

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Ilustración: @brownpride.

Esa pérdida parece haber marcado todo el curso de la educación en México, desde entonces condenada a ser una educación menor, distinta a la que debía ofrecerse a los novohispanos y criollos. El colegio de Tlatelolco continuó, pero muy disminuido después de las envestidas de sus enemigos, celosos del aprendizaje de estas hibridadas élites cuyo mestizaje cultural proveyó de tan ricos frutos.

Es esa situación de abandono espiritual, educativo y cultural que ha pauperizado intelectual, moral y físicamente a la población y la que ha prevalecido durante 500 años. Para concebir un mejor México es importante hacer este reconocimiento a la falta mayor que se cometió y que tan influyente fue en los años coloniales.

La prospectiva de México orienta reflexiones fuertes. Si queremos un país, ¿para qué lo queremos? Desde un punto de vista acomodaticio México ha representado el mejor de los mundos para el desarrollo de algunas industrias y de algunos intereses. Hoy el país es un mercado interno similar al de España con más o menos el mismo poder adquisitivo si consideramos que el 50% de la población económicamente activa produce el 97% del PIB. Es decir, que de los más o menos 11 mil dólares por individuo por año, del PIB per cápita, debemos en realidad contar 11 mil más por ser ese 50% quien produce la casi totalidad del PIB. De esta suerte, México es desde la perspectiva global, un mercado de 60 millones de personas con un poder adquisitivo de 22 mil dólares, poco abajo de los españoles.

Pero antes del futuro está la idea de ese futuro.

La idea de México por construirse

Movámonos a otra referencia. Hoy, frente a unas elecciones inminentes en el 2021, ante las sacudidas a los órganos electorales, caros pero eficaces, queda tomar el sartén del país por el mango y promover un ejercicio comprometido en donde florezcan y se debatan intenciones expresadas con libertad y compartidas con responsabilidad.

La Cuarta Transformación demuestra cada día de qué materia está hecha, su lenguaje es eficiente pero débil y divisivo, su capacidad de intelección limitada por sus actores obnubilados por la interpretación ideológica.  El modelo unipersonal de gobernar no es moderno, aflora frustraciones sin resolverlas, no es pareja en la forma de medir, los datos son en ocasiones mandatados, el equipo de gobierno, salvo un par de excepciones, es deficiente porque no tiene independencia de juicio.

Una ingeniería de México es importante si se quiere y sí se quiere. Se quiere porque esta cornucopia es de oportunidades, porque el crecimiento del mercado interno reclama inclusión, porque en el cambio de nuestras actitudes está el embrión de resultado. Sí, se trata de una gran inversión, la inversión de una generación que pueda animarse a esta reconversión.

Esta ingeniería necesita de verdaderos socionautas que sepan tomar riesgos (la confianza y la inversión lo son), personas que sepan surfear las altas marejadas y se sensibilicen a su variedad. Requiere de personas que sepan observar crítica y participativamente sus entornos de desarrollo desde las ópticas económica e industrial, educativa técnica y científica, política y social, artística y cultural, sostenible e incluyente, india y criolla. Se requiere una plataforma independiente, más socializada que pueda expresar resultados de indicadores claros y sensibles. Se requiere de una acción digna y representativa para actuar en los órganos de gobierno. Se debe ganar espacios electorales y espacios para la transformación social. Se requiere desde luego de una mediáticación atenta para la amplificación de los mensajes y seguimiento, para que las acciones trasciendan en resultados. Ése es un reto para todos en el actuar cotidiano y en las próximas elecciones.


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Identidad racial: el color de la piel y el sueño de King

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El factor de mayor peso en la identidad racial asumida y asignada es el color de la piel, un hecho biológico que repercute de múltiples maneras en la autoconciencia y las relaciones sociales. Es así que esa identidad con frecuencia se ve sometida a prejuicios racistas que suelen engendrar sufrimiento, discriminación, violencia o incluso genocidio. El tema es vasto y presenta múltiples aristas. En esta ocasión intentaré abordar algunas características de la identidad y la identificación racial como parte de la conciencia de uno mismo y de los demás.

Juan Comas
El antropólogo físico Juan Comas hacia 1970 y su libro sobre la unidad y variedad de la especie humana de 1967.

Es conveniente revisar el libro “Unidad y variedad de la especie humana” de 1967, obra del maestro Juan Comas, antropólogo físico del exilio español ubicado por muchos años en la UNAM. En esta obra ya se demostraba que la humanidad pertenece a una sola especie y tiene un mismo origen: el tronco común proveniente de África. Citando múltiples evidencias biológicas, Comas rebatió allí mismo la tesis de que hay tres o cuatro razas humanas, en especial las llamadas en una época caucasoide, negroide o mongoloide, que fueron utilizadas para afirmar una supremacía blanca. En los seres humanos ciertamente existen variaciones poblacionales dentro de la especie Homo sapiens sapiens que por esta razón se califica de politípica (que presenta muchos tipos) y polimórfica (muchas formas corporales). Estas variaciones incluyen apariencias o fenotipos diversos a las que se aplica el término de raza, sustantivo utilizado para denominar a subpoblaciones humanas que se pueden distinguir con facilidad. De esta forma no sólo se identifican personas “blancas” o “negras”, sino se distinguen “orientales” de “árabes” o  “escandinavos” de “mediterráneos”. A pesar de lo impreciso que puedan resultar estos y otros términos, el hecho es que se emplean para asignar o atribuir apariencias supuestamente comunes a grupos e individuos humanos.

La variación genética está estructurada geográficamente debido a las pautas de migración humana que establecen una ascendencia particular. Esta variación tiene cierta relación con la “raza” concebida en términos tradicionales, pero no separa grupos de individuos, sino detecta poblaciones que se distribuyen ampliamente y se sobrelapan de manera continua. Comas refiere, además, abundante evidencia en contra de que existan “razas superiores”, en términos de inteligencia, comportamiento o cerebro, creencia que, basada en los espurios conceptos de “raza aria” o “raza judía” durante el régimen nazi llegó al absurdo científico, al implacable antisemitismo y al holocausto de millones de seres humanos.

La diversidad humana
La diversidad humana en poblaciones de Asia. Tomado de Nordisk familiebok (1904) en Wikipedia. Se observa gran variación de tipos y coloraciones de piel, acentuadas por los diferentes atuendos y arreglos. Más que tratarse de razas, los tipos presentados revelan lo que actualmente se denomina etnias.

El amplio y preciso conocimiento derivado del Proyecto Genoma Humano ha confirmado desde 2003 una variación que no concuerda ni admite la clasificación en razas humanas, pues la diversidad genética de la especie es continua, compleja y cambiante. Esto quiere decir que, si bien la raza no es un factor biológico definible, la variación genética sí lo es y se usa para explicar hechos como una diferente susceptibilidad a las enfermedades. Se sigue aplicando el término raza no sólo en la población general, sino también para inferir el riesgo a diversas enfermedades entre grupos humanos clasificados de esta forma en publicaciones médicas. Ahora bien, aunque la categoría de raza aparece con alguna frecuencia, la manera de identificarla suele ser ambigua o vaga, lo cual es de esperarse porque no existe un indicador biológico o somático para clasificar razas humanas. En muchos artículos médicos no se especifica la manera en la que se determinó la raza y usualmente se basa en la atribución del entrevistador, o bien, en la autodefinición por parte del o la paciente en términos del color de su piel y su identidad racial asumida.

Como se puede colegir, la palabra “raza” aún es polémica pues, aunque ya no existe mucho debate en las ciencias biológicas sobre la inutilidad del concepto, es indudable que constituye un constructo social que influye de manera dramática en la vida diaria, en los procesos sociales y en la historia. En efecto: los significados del término “raza” son de gran relevancia cultural y socioeconómica porque moldean o intervienen en casi todos los niveles y aspectos de la vida social, desde las interacciones cara a cara, hasta los movimientos políticos. La discriminación histórica y geográfica hace muy patente el color de la piel en los individuos y éste juega un papel determinante en las relaciones sociales, sobre todo en países donde conviven personas de diferentes ascendencias y tonalidades de piel, como sucede en Estados Unidos o Brasil. Un racismo soslayado reptante contra los indígenas sigue operando en los países hispanoamericanos a pesar de su proclamado mestizaje.

identidad racial color de piel
Mosaico de retratos fotográficos de voluntarios humanos realizados con el método del proyecto Humanae para visualizar y clasificar su color de piel, usando el catálogo industrial PANTONE (tomada de YOROKOBU).

Muchas personas se identifican a sí mismas e identifican a los otros en términos de colores, usualmente cuatro: negro, blanco, amarillo y rojo que son inadecuados para nombrar los tintes de la piel pero que clasifican a la gente no sólo por un tono sino también por su supuesto origen continental: África, Europa, Asia y América precolombina, respectivamente. Esta diferenciación, que podría ser simplemente indicativa y aún enriquecedora por la variedad humana que implica, conlleva un siniestro bagaje de discriminación basado en la creencia injustificada de una superioridad o inferioridad inherentes a la etiqueta cromática, cuya base corporal es una simple variable bioquímica: la cantidad de melanina en la piel.

En este sentido, es muy relevante citar el proyecto Humanae de Angélica Dass, fotógrafa brasileña nacida en 1979 en el seno de una familia con orígenes geográficos diversos y actualmente residente en Madrid. Humanae pone de manifiesto el rango cromático de la piel humana en un mosaico de retratos fotográficos del rostro y parte superior del pecho, y los hombros de miles de seres humanos voluntarios mirando de frente y sin expresión emocional. El acervo incluye hasta el momento a más de 4 mil voluntarios de 17 países. La taxonomía del color de la piel se basó en clasificar una zona de 11 por 11 pixeles de la nariz en el formato del sistema PANTONE® Guide usado a nivel industrial, el cual emplea un algoritmo matemático para clasificar todos los colores.

Las fotografías se presentan de modo que el fondo corresponda con el color de la piel y debajo de cada imagen se imprime el número oficial de Pantone. El proyecto muestra de manera espléndida y contundente el amplio rango de coloración de los seres humanos y verifica que no hay razas en el sentido de encontrar subgrupos homogéneos y de coloraciones clasificables en conjuntos delimitados, sino un amplio inventario cromático. El catálogo visual presentado ya despliega un continuo de tintes que se antoja calificar con una rica paleta de sabores terrenales: castaños, cremas, caramelos, vainillas, cafés, mieles, mostazas, duraznos, avellanas, chocolates, naranjas, canelas, aceitunas… No es necesario mencionar que ninguna de las 4,000 personas retratadas es realmente roja, amarilla, negra o blanca.

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Dos retratos del proyecto Humanae que manifiestan y clasifican objetivamente el color de la piel (tomado de YOROKOBU).

Por todo lo mencionado, conviene cuestionar códigos y casillas raciales, preguntarse cómo nos vemos a nosotros mismos o a otros en esa diversidad cromática y qué nos significa tener determinado color de piel. La tarea es grave porque, a pesar de que han pasado ya casi 60 años de proclamado el sueño de Martin Luther King, no se vislumbra la hora de “elevarnos del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el luminoso camino de la justicia racial”.

Martin Luther King
Martin Luther King pronunciando el famoso discurso “I have a dream” (Tengo un sueño) en Washington D.C. el 28 de agosto de 1963.

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¿Quién es quién? Identidades sociales fluidas y espinosas

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El tema de la identidad personal es vasto y tiene muchas facetas. En capítulos anteriores ya advertimos que el término identidad surge en referencia al propio cuerpo, a la situación del individuo en el mundo, la introspección, la agencia, el uso del término “yo” y otros pronombres, las posesiones, la sensación de ser la misma persona desde los primeros recuerdos hasta las experiencias más recientes, o al certificar que uno es alguien único entre los demás. En el capítulo sobre la alteridad encontramos que la sociedad y la cultura juegan un papel central en la individualidad e influyen directamente en la autoimagen y el comportamiento. Los sistemas cognitivos y afectivos de identidad y auto-reconocimiento personal no sólo constituyen fenómenos biológicos y subjetivos, sino que afectan de manera decisiva la vida social y son afectados por el lugar y el rol que desempeñan las personas en el seno de la familia, el trabajo, la institución o la cultura. Se trata de una identidad ampliada y extendida que se forja durante el crecimiento y la educación del sujeto en interacción con reglas, costumbres y requerimientos sociales.

identidad indio americano
Una fotografía como ésta evoca una serie tentativa de descriptores de identidad biosocial, por ejemplo, en este caso: hombre, maduro, indígena norteamericano, jefe de comunidad, chamán, etcétera.

En ésta y las próximas columnas trataré sobre la identidad social de la persona, el concepto de sí mismo que el individuo deriva por identificación y contraste en el colectivo de sus semejantes. En efecto: además de los procesos cognitivos que identifican al individuo para sí mismo como un ente psicobiológico único –el propio cuerpo, dinámico y consciente, que perdura mientras vive–, la identidad se establece socialmente en contraste con otros por diferencias observadas e incorporadas con base en creencias, ideas o tradiciones. El sujeto llega a “ser alguien” adoptando ciertos rasgos, rechazando otros y elaborando un constructo de sí que juega un papel importante y muchas veces rotundo en sus actitudes y conductas.

Cuando preguntan a una persona quién es, o busca en Wikipedia quién es quién, se retrata o encuentra descriptores de sexo, genealogía, raza, educación, profesión, nacionalidad, consecuciones, creencias o relaciones que, en su conjunto, constituyen su identidad social. Ahora bien, los conceptos con los que las personas se identifican constituyen categorías complejas y en muchas ocasiones escurridizas o problemáticas porque fundan y negocian sus identidades en forma de constructos surgidos de los fortuitos contextos históricos y culturales en los que les toca vivir. Sin embargo, a pesar de su variabilidad e incertidumbre, la identificación personal mediante estas categorías conceptuales tiene efectos notables y muchas veces contundentes sobre la autoestima, el bienestar psicológico o la adaptación social.

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Portadas de los catálogos Who’s who 2020 y Quién es quién. Son listados de identidades biosociales.

La identidad definida en los términos mencionados es a la vez personal y social. Es personal porque el sujeto determina en alguna medida quién es y quién le gustaría ser, y es social porque decide esto en el contexto público al conocer, recoger, adoptar e incorporar actitudes, modelos o costumbres que le ofrece o le atribuye la sociedad vigente. Si bien la persona adquiere identidad a lo largo de su crecimiento y desarrollo, es en la adolescencia cuando busca y establece con mayor ímpetu quién es y quién quiere llegar a ser. Ahora bien, lejos de constituir una entidad homogénea y consolidada, la identidad es un crisol de identidades, donde algunas son nucleares y otras subsidiarias. No se trata de entes cristalizados y estables, sino permutables, cambiantes y anulables, pues la persona adopta, afina y desecha identidades a lo largo de su vida, como sucede con la conversión o la decepción religiosa o política.

Miquel Rodrigo y Pilar Medina proponen que, en vista de que uno se reinterpreta a lo largo de su vida, la “fluidez identitaria” es crucial, pues una identidad inmutable no permite la adaptación y una demasiado voluble o indecisa desorganiza la voluntad, la agencia y el comportamiento. En el mismo artículo, estos autores catalanes rescatan un pasaje relevante en el libro de aventuras Capitán de mar y guerra de Patrick O’Brian publicado en 1969:

“¿Identidad?””, preguntó Jack sirviéndose tranquilamente más café. “¿Acaso la identidad no es algo con lo que uno nace?”. “La identidad a que yo me refiero es algo variable que existe entre el hombre y el resto del universo, un punto medio entre el concepto que éste tiene de sí mismo y el que tienen los demás de él, pues influyen el uno sobre el otro constantemente. Se trata de un flujo recíproco, señor. La identidad de que le hablo no es algo absoluto…”.

El arte de vivir implica saber y decidir el grado de transformación y consolidación posibles o necesarios para la mayor satisfacción y el mejor desempeño de la persona.

identidad vineta
Viñeta del poeta León Felipe, autor de “Romero solo”: “Ser en la vida romero,/ romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos/…/ ligero, siempre ligero” (imagen tomada de Iñaki Anasagasti).

El definir cierta identidad y que ésta sea reconocida por los demás proporciona al sujeto un anclaje de arraigo y pertenencia que cumple cuando menos dos cometidos psicológicos fundamentales. Por un lado, aporta orden a la existencia, tanto sobre las acciones presentes como los objetivos futuros, y por otro, neutraliza o aplaca el miedo ancestral a la exclusión, la soledad y el aislamiento. Estos dos factores están fuertemente ligados. La identidad creada o asumida da sentido a la vida porque responde, así sea provisionalmente, a preguntas existenciales del tipo ¿quién soy?, ¿de dónde vengo y a dónde voy?, ¿a dónde pertenezco? Las repuestas a estas preguntas, así sean parciales o transitorias, parecen dar al sujeto una pertenencia y colocarlo en un sitio de su mundo y su tiempo. Sin embargo, se trata de un lugar problemático en referencia a la libertad, porque el individuo asume o acata normas y conductas, aunque no necesariamente las apruebe en su totalidad. Al definir su identidad social, el individuo acepta una mayor o menor limitación de su libertad porque pende sobre su cabeza la amenaza de la exclusión, del desarraigo y el aislamiento.

Una parte importante y a veces crucial de la vida se debate en la definición de la identidad personal en el contexto de las restricciones que la sociedad le impone. Cuando una persona narra su vida destaca las interacciones –a veces en afinidad y otras en oposición– con personajes, instituciones, comunidades, costumbres o valores que configuran las escenas y experiencias que dan sentido a su autobiografía. Más aún: el panorama de la libertad individual versus la imposición social, marca una de las dimensiones fundamentales de la opción política, la que transcurre entre los extremos libertario y autoritario.

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Portada de Identidad (Editorial Trotta, 2017) de la catedrática de ciencias políticas Montserrat Guibernau, donde se destaca la pertenencia como factor inherente a la identidad social. A la derecha, la autora.

Termino esta introducción a la identidad pública con una reflexión existencial. La identidad sexual, racial, étnica o profesional reviste elementos genuinos y placenteros de filiación, adhesión, orgullo, celebaración o cooperación. Desgraciadamente suele verse opacada, perturbada y muchas veces desquiciada por factores históricos y sociales ligados al poder, al rango y la discriminación que suelen desembocar en odio y violencia. Además de la indispensable lucha histórica para disminuir o paliar estos factores, cada invidividuo requiere solventar y neutralizar en su fuero interno los sesgos de machismo, racismo, desprecio de clase y otras formas de discriminación que no desaparecen por la adopción de una ideología igualitaria, pues están arraigados más allá de la racionalidad.

De esta manera la identidad constituye una dimensión o faceta de la autoconciencia y la existencia humana que penetra desde lo más personal e íntimo hasta lo más comunitario y político.


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El toreo es parte de nuestra cultura

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Es un lugar común acudir a diferentes artistas que de variadas maneras han plasmado lo que les significa el toreo, y honestamente hablando y por rotundo que parezca, son argumentos que siendo útiles pudieran provocar el que le contesten como lo hacen algunos: “¡A mí que me importa que a fulano o a mengano hayan sido o sea, taurinos!”. Así se trate de García Lorca o de quienes ustedes gusten y manden.

En mi opinión, el argumento más claro es que el toreo es parte intrínseca de nuestra cultura; en el caso mexicano a punto de cumplir 500 años, en 2026, con o sin sana distancia de que se celebró un festejo taurino en la antigua Tenochtitlán, hoy en día Ciudad de México. Seguramente Cuba ya los habría cumplido, de no haberse suspendido desde hace muchos años los festejos al ayudar Estados Unidos al país antillano a independizarse de España, hacia finales del siglo diecinueve. Lo arrancó de su cultura y quedan ya, desafortunadamente, pocos resabios.

Los antropólogos, la gente que estudia la cultura, las distintas formas de ser, de sentir y de pensar, llevan más de un siglo en este debate sobre qué es; y siguen en ello. Si bien no hay claridad de que se resuelva pronto, hay algo en lo que están de acuerdo: no hay una cultura, sino que hay varias culturas. De hecho, hay muchas… ¡muchísimas!, pues si hay algo que caracteriza a la cultura es precisamente su diversidad. Constitutivamente la cultura es diversa. Cada uno de nosotros la utiliza para vivir de forma original y genuina.

toreo como arte
Pablo Agudo, torero español (Fotografía: El Español).

Alguna vez leí que la cultura es la manifestación de los pueblos frente a su existencia y por ello afirmo con el derecho que me asiste de hacerlo: ¡El toreo es cultura! Porque quienes lo practican y quienes lo disfrutamos, lo tenemos arraigado en nuestra forma de ser y es un valor de muchos que lo tenemos tatuado.

En ocasiones hablamos de cultura nombrando a la dimensión artística de algo –el mundo de la cultura, por ejemplo–, y así solemos referirnos a ella en términos de sustancia, diciendo que alguien es muy culto, o que tiene mucha cultura.

En otro sentido, la palabra cultura se utiliza, sin embargo, para describir un todo que parece determinar el comportamiento de la persona, utilizándose para aclararnos que eso que no comprendemos es normal en “su cultura”. Tal fue el caso de Renato Leduc, el gran escritor mexicano cuando afirmó hace años: “No me explico qué hacen los domingos por la tarde las personas en los países en los que no tienen toros, deben de aburrirse como ostras”. Desdeñando por ejemplo a los deportes, al teatro o al cine, por poner ejemplos. Para él nada como un domingo de toros que para muchos, sin ellos, no es domingo.

renato leduc
Ex poeta mexicano Renato Leduc (Fotografía: Rogelio Cuéllar).

Cantando, pensando, jugando, rezando, comiendo o toreando o haciendo cualquier cosa, estamos expresando nuestras formas de ser, de sentir y de pensar: estamos expresando nuestra cultura. ¿Cómo la expresamos? Poniendo en juego una serie de formas culturales escogidas a las que les damos uso y con las que nos identificamos: nos vamos haciendo a nosotros mismos en la práctica de las acciones del día a día.

Por eso afirmo que acudir a tantos personajes que han amado y hemos amado el toreo –por más prestigiosos que sean– no me parece el argumento principal de su existencia. En mi entender, el que sea parte de la cultura de varios países es un hecho rotundo, por más que algunos pretendan borrarlo de un solo golpe.

Cuando las ponemos en práctica nos identificamos no sólo con nosotros mismos -para reconocernos–, sino con los otros. Este acto de identificación y de construcción de uno mismo no es un camino que se recorra sólo en un sentido, pues nos hacemos a nosotros relacionándonos con los demás, pero los demás también se hacen relacionándose con nosotros, y eso es los que hacemos los taurinos en el mundo. Hoy que está en receso la tauromaquia, me pareció muy importante, recordarlo.


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