No deshonra a un hombre equivocarse.
Lo que deshonra es la perseverancia en el error.
Benito Juárez.
Estimado Andrés Manuel:
Espero hayas pasado una feliz Navidad en compañía de tu familia y cuidándose mucho, como es debido.
No puedo desaprovechar la oportunidad de contar con amigos míos que también son tus amigos, para hacerte llegar esta carta abierta para pedirte que consideres hacer el llamado a la unidad de los mexicanos que nos es tan necesario en estos momentos de grave crisis sanitaria, económica y política, que obviamente nos afecta en nuestro ánimo. Necesitamos que el poderoso Presidente Legítimo de México, que contribuyó de manera decisiva a reventar la execrable estructura de corrupción y de pobreza generalizada que habíamos construido y que no debía continuar, dé el paso para convocar a todas las fuerzas del país, sin exclusión alguna, a contribuir a construir el país que todos anhelamos.
Solamente una vez he tenido la oportunidad de haber dialogado directamente contigo, gracias a la hospitalidad de nuestro mutuo amigo el prestigiado abogado Javier Quijano Baz, a quien has calificado como tu maestro y protector, quien te defendió con motivo del episodio del desafuero. En efecto, en 2011 fui invitado a una comida contigo y un selecto grupo de colegas de Javier, en la cual nos expusiste el “Nuevo Proyecto de Nación”, así como tus razones principales para contender por la Presidencia de la República. Yo fui el último en pedir el uso de la palabra y resumí dichas razones en tres, según yo las entendí: querías cambiar el régimen político del país, por la vía pacífica, para terminar con la monstruosa desigualdad social que padecemos. Te dije entonces que yo coincidía absolutamente contigo y te compartí que habíamos personas que no siendo militantes de la izquierda, queríamos apoyarla para darle la oportunidad histórica que merecía, pero te aclaré que por algunos episodios de tu trayectoria política no confiábamos del todo en ti. Con la serenidad y habilidad política que te caracterizan, me explicaste que eras precisamente tú quien tenía más posibilidades de éxito en la contienda presidencial que se avecinaba y que por eso tenías que ser tú el candidato.
Tuviste razón, aunque para llegar a la presidencia esperaste un sexenio más. Habías sido tú el que recorrió durante un par de décadas cada rincón de la República, para darte a conocer y mantener tu imagen política, para ofrecer una alternativa política y para conocer las dramáticas y precarias condiciones en que vive la vasta mayoría de nuestra población, lo que te sirvió para elaborar el más completo y certero diagnóstico de la problemática de México, lo que junto con tu carisma, te permitió lograr el abrumador triunfo que te llevó a la silla presidencial con una legitimidad democrática que nadie te puede cuestionar. Tristemente dicho diagnóstico no era del todo nuevo, sino un derivado de multitud de estudios que se han realizado a lo largo de los años ante una misma realidad que no hemos podido cambiar ni con la alternancia política, pero en particular del ensayo “La Crisis de México” escrito por don Daniel Cosío Villegas en 1946, el cual tú supiste reinterpretar a la luz del México de hoy, sin cambiar su esencia: la crisis de México es resultado de la corrupción imperante, tanto entonces como ahora, y te empeñas en sentar las bases del Estado moderno que necesitamos, uno redistributivo de la riqueza.
Tanto por comentarios públicos como privados del propio Javier y de otro amigo mutuo nuestro, José Agustín Ortiz Pinchetti, sé de tu auténtica austeridad y desinterés en acumular riqueza para uso propio, lo que sin duda te hace único en la política mexicana cuando se te compara con tus pares. Estoy cierto de que las austeras características de la vivienda que ocupabas cuando enviudaste, ya siendo figura no sólo nacional sino internacional, no las ha tenido la vivienda de ningún otro político de tu altura. Esta importante cualidad demuestra el nivel de tu inteligencia emocional para saber que entre personas de tu nivel, impresiona más la austeridad que la ostentosidad. Gracias al libro de José Agustín “AMLO con los Pies en la Tierra”, sé que eres puntual, productivo, proactivo, ejecutivo, directo, claro en tus planteamientos, sencillo en tus propuestas y terco en su seguimiento. También por ellos sé que eres Católico practicante y que tienes una visión espiritual y trascendente de la vida y de la política, lo que explica tu vocación de servicio a los demás.
También tuve la oportunidad de constatar de cerca la confianza que te ganaste del ingeniero Javier Jiménez Espriú, quien aceptó la cartera de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes para enarbolar una de las más polémicas decisiones de tu gobierno, la de destruir el proyecto del aeropuerto de Texcoco que ya estaba en marcha. Pude conocer de cerca las justificaciones técnicas y políticas de tal decisión, las cuales, aunque no comparto, entendí y reconozco su mérito. Héctor Vasconcelos, también amigo tuyo y mío, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, es un fanático seguidor tuyo pese a su ateísmo radical y activa militancia anticlerical. También he constatado el respeto intelectual y moral que te tiene nuestra mutua amiga Loretta Ortiz Ahlf, destacada internacionalista que actualmente se desempeña como Consejera de la Judicatura Federal, luego de haberte apoyado durante la transición en la realización de los Foros por la Pacificación y Reconciliación Nacional. Y qué decir de mi primo Juan Ramón de la Fuente, actual Embajador Representante Permanente de México ante la ONU, quien en el año que hoy comienza representará a tu gobierno ante el Consejo General de este organismo, porque apoya tu proyecto político sin reservas.
Para mí no es poca cosa que amigos míos en quienes confío, te tengan esa confianza que a mí me faltó para votar por ti. Me preocupaba tu llamado “Al diablo con sus Instituciones” y me preocupa que en los hechos hayas ya afectado a muchas de ellas, algunas de las cuales eran perfectibles; me preocupaba tu discurso lleno de resentimiento social que nos divide entre pobres y ricos, entre liberales y conservadores y entre el pueblo bueno y los empresarios abusivos y los de la mafia en el poder, discurso que hasta la fecha mantienes; y me preocupaba la percepción que de ti tienen algunos de tus propios colaboradores de que no eres una persona abierta a la crítica y a aceptar recomendaciones, y me preocupa que en el ejercicio del poder tomas cualquier crítica, por constructiva que pretenda ser, y cualquier punto de vista diverso al tuyo, como un ataque personal y al movimiento que encabezas.
Mediante los amigos mutuos que he mencionado, intento hacerte llegar este llamado respetuoso a convocar a todos los mexicanos, de cualquier condición racial, social, económica o política, a trabajar en común para fortalecer y construir el andamiaje constitucional, legal y administrativo que se requiere, para que la grave problemática que actualmente enfrentamos y que claramente has identificado en tu diagnóstico, pueda ser resuelta sin depender solamente del hombre fuerte que hoy detenta el poder. Muchos importantes temas de la agenda nacional no son de naturaleza estrictamente política, sino de naturaleza técnica o científica, campos en los que resulta especialmente fácil encontrar zonas de contribución común de personas con posiciones políticas aún opuestas. La diversidad de opiniones y visiones enriquece y logra mejores resultados, su inclusión es el imperativo de la democracia. Los mexicanos unidos seremos capaces de enfrentar los grandes retos, solamente si actuamos conjuntamente. Ojalá seas tú y no tengamos que esperar a los que te sucedan, quien suprima los privilegios sin admitir exclusiones y quien facilite el diálogo directo entre los adversarios, que permita superar resentimientos y perdonarnos y nos conduzca a la paz y a la reconciliación nacional. Éste es mi deseo de año nuevo, estimado Presidente.
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