memoria episódica

Memoria episódica: el yo revivido y el testimonio veraz

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A primera vista la memoria episódica podría considerarse un almacén o un archivo de eventos en los que la persona estuvo presente o, mejor dicho, que la persona vivió. Las impresiones nítidas de cada evento comprenderían acciones propias y ajenas, información del sitio, la época y la duración: el archivo incluiría lo que pasó, dónde pasó, cuánto duró y cuándo pasó. De esta manera, el recuerdo sería como un viaje al pasado para experimentar de nuevo eventos específicos gracias a la autoconciencia porque la persona está segura de ser la misma que vivió eso que recuerda. Una memoria episódica óptima parecería operar como un flashback cinematográfico o una grabadora de experiencias que el sujeto puede rebobinar para recuperar cualquiera de ellas. Pero esta descripción ideal no es apropiada para caracterizar la estructura y el trabajo la memoria, ni tampoco permite concluir que el cúmulo de los recuerdos constituya por sí mismo la identidad personal, como se ha sostenido en el pasado. Podríamos acaso considerar a los recuerdos como fotografías de escenas de nuestra vida y a la memoria episódica como el álbum que las rotula, las ordena y las comenta. Pero la semejanza tampoco es adecuada porque las fotos pueden ser vistas sin una interpretación personal, mientras que el valor, la referencia y el modo de presentación del recuerdo están intrínsecamente ligados en la memoria episódica: una cara recordada no sólo es la de alguien, sino que se evoca por algo y algo significa.

casablanca
En el flashback cinematográfico el personaje recupera con precisión un evento de su pasado, como acontece en Casablanca (1943) con el recuerdo de Rick (Humphrey Bogart) de su romance parisino con Elsa (Ingrid Bergman). ¿Funciona así la memoria episódica? La respuesta es no.

A través del tiempo se ha reiterado que la identidad de una persona es la suma de sus recuerdos organizados en su autobografía: “somos nuestra memoria”. El tema remite a la última década del siglo XVII cuando el gran empirista inglés John Locke reafirmó que la identidad personal es la continuidad de la conciencia que el individuo tiene de su vida pasada:

(Una persona) es, me parece, un ser pensante inteligente dotado de razón y reflexión, y que puede considerarse a sí mismo como el mismo, como una misma cosa pensante en diferentes tiempo y lugares; lo que tan solo hace en virtud de tener conciencia…

Las ciencias cognitivas actuales ciertamente reconocen que el sentido de ser uno mismo a través de su vida (el self en inglés) y la memoria episódica o autobiográfica están fuertemente entrelazados en su desarrollo y en sus manifestaciones. Sin embargo, la relación entre estas instancias varía de acuerdo al enfoque utilizado. Por ejemplo, el neuropsicólogo portugués Antonio Damasio propone que el self puede desglosarse en tres niveles de operación. El más básico y simple es un protoself interoceptivo de índole fisiológica y depende de la homeostasis o equilibrio funcional de los organismos. El siguiente es un core self, un yo nuclear que ostentan los animales móviles y encefalizados y les permite de manera tácita y no verbal advertir y reaccionar a su entorno como entidades particulares. Finalmente, Damasio estipula un self extendido, propiamente humano, que requiere memoria autobiográfica e identidad personal y subsiste a pesar de que el cuerpo y la mente cambian constantemente de constitución.

memoria episodica
El neuropsicólogo Antonio Damasio y su libro sobre la construcción del yo (self) por el cerebro.

Por su parte, Martin Conway de la Universidad de Bristol distingue la memoria episódica de la autobiográfica. La primera retiene por minutos a horas conocimientos bastante detallados de orden sensorial y perceptual en la experiencia reciente, como lo acontecido el día anterior. En cambio, la memoria autobiográfica guarda conocimientos por semanas, meses, años o durante toda la vida y toma como referente clave al self de la experiencia, identificado por Conway como el “Yo” con mayúscula. También Levine considera la memoria autobiográfica como una forma avanzada de conciencia que identifica al propio yo como algo continuo a través de la vida. Esta recolección autobiográfica implicaría una red neuronal ampliamente distribuida en los lóbulos frontal temporal y parietal del cerebro, en tanto que la corteza frontal anteromedial posee las conexiones necesarias para integrar la información sensorial de la memoria episódica con la que identifica a la propia persona. El surgimiento de la memoria autobiográfica alrededor de los tres o cuatro años de edad coincide con cambios dramáticos en la conexión del lóbulo frontal y da una explicación neurobiológica a la amnesia infantil, el hecho de que los humanos no guardan recuerdos previos a esa edad.

El neuropsicólogo estonio-canadiense Endel Tulving, quien en los años 70 delineó a la memoria episódica como diferente de la memoria semántica, llamó conciencia autonoética al saber que uno o una es la misma persona que se recuerda en el pasado, se experimenta en el presente y se proyecta hacia el futuro. Posteriormente, Gardiner identificó a la memoria episódica con la conciencia autonoética, definida como el conocimiento explicable de uno mismo, como sucede cuando alguien narra eventos de su propia vida en primera persona y deriva conclusiones y creencias. En suma, se ha propuesto que los atributos fundamentales de la memoria episódica son el self, la conciencia autonoética y la sensación subjetiva del tiempo.

memoria episodica Endel Tulving
Portada de la prestigiosa revista Neuron de mayo de 1998 en la que aparece Endel Tulving con un corte en su cerebro para ilustrar que la memoria episódica no verbal y la semántica o verbal utilizan dos sistemas neuronales diferentes.

En todo recuerdo de su vida la persona se representa a sí misma asumiendo una perspectiva en primera persona, pues usa el pronombre “yo” seguido de un verbo en tiempo imperfecto: “yo estaba en…” La narración o testimonio en primera persona hace posible estudiar la subjetividad, el aspecto más íntimo y elusivo de la conciencia, porque los sucesos narrados de manera sistemática pueden ser valorados y analizados objetivamente como textos fenomenológicos. Este yo de los recuerdos se presenta de varias maneras; el sujeto puede evocar la escena desde su punto de vista en aquel momento, pero también puede recrear la escena desde otros ángulos, viéndose a sí mismo desde otros puntos o fluctuando entre ellos. Lin denomina a esta instancia como “la presencia fenoménica del Self” y le interesa analizar cómo se identifica el sujeto que recuerda una escena con el yo revivido en su recuerdo. Para puntualizar este acceso se basa en algo que Thomas Metzinger denomina unidad fenoménica de identificación, la experiencia consciente que considera primordial del self, pues da al sujeto la firme sensación de ser el mismo a través del tiempo. Este yo revivido como personaje principal de todos los recuerdos personales y, de la autobiografía que los ordena, podría considerarse un yo acreditado en el sentido que cuando recuerda, repasa o relata su pasado, la persona se identifica a sí misma, aunque esto no significa que el contenido del recuerdo sea del todo veraz.

Thomas Metzinger
En “El túnel del yo” Thomas Metzinger argumenta que el yo no es una cosa, una sustancia o una esencia, sino un proceso con un fundamento cerebral mutable.

Cuando se apega a los hechos tal y como el sujeto los recuerda, la narración constituye una declaración o un testimonio. Dado que la certidumbre cognitiva no garantiza la verdad objetiva, para esclarecer esta última, sea en la jurisprudencia o en el análisis de fuentes históricas, se aplican requisitos de validez como la credibilidad del testigo, la corroboración independiente y la refutación de hipótesis. Derivamos muchas creencias de lo que los demás nos cuentan de su experiencia y es crucial evaluar tanto de los testimonios ajenos como las creencias que nos ocasionan. Ésta es una de las múltiples espirales en las que confluyen la persona individual con la sociedad y sus valores en términos de memoria, veracidad y evidencia.


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