Mente y Cuerpo

Los pensamientos y la mente

Lectura: 3 minutos

“Los pensamientos son a la mente lo que la alimentación al cuerpo”. En efecto, hoy en día se reconoce la importancia que la alimentación tiene en la salud física de la persona. Por ello, todos los expertos en salud: médicos, nutriólogos y entrenadores físicos insisten preferir en calidad y cantidad de ciertos alimentos, así como restringir o eliminar la ingesta de otros, situación que se agudiza ante la aparición de enfermedades crónicas.

De igual forma, la salud mental, en gran medida, depende de los pensamientos con los cuales se alimenta la mente y son los responsables de los sentimientos que se experimentan a lo largo de los días. De aquí la importancia de reflexionar un poco en este aspecto.

La mente humana, al igual que el corazón o la respiración, trabaja todo el tiempo. Por un lado, asimila la realidad que le rodea, por el otro, responde a los retos que implica la existencia y paralelamente a esto se encuentra pensando todo el tiempo.

enredo de pensamientos
Ilustración: Sakerinox.

Los pensamientos tienen orígenes múltiples, pueden surgir de informaciones externas a las cuales se les da cierto valor y/o credibilidad o de reflexiones individuales que surgen de la articulación de elementos percibidos e interpretaciones propias; en ambos casos pueden ser reales o fantasiosos, así como verdaderos o falsos y generan en la persona estados que repercuten en su calidad de vida.

Es así como la absoluta eficiencia de la mente se ve afectada por la incapacidad que tiene de identificar si el pensamiento que le llega es real o fantasioso; verdadero o falso. Una vez que le da cabida a un razonamiento, manda las instrucciones a los órganos correspondientes para que suelten o inhiban las sustancias pertinentes de acuerdo a la idea dominante como la adrenalina cuando se relaciona con el miedo, dopamina frente al amor, endorfina con la alegría, testosterona alrededor del enojo y la disminución de la serotonina en el caso de la tristeza.

En todos los casos, es el pensamiento y no la situación real, el responsable de este comportamiento bioquímico del cuerpo y, por lo tanto, del estado anímico de la persona. Si bien la mente es incapaz por sí misma de reconocer qué tipo de pensamiento le llega, la consciencia inmediata primero y la reflexiva después sí tienen la facultad de funcionar primero como observador y luego, si así se desea, como filtro para detener o dejar pasar los pensamientos.

pensamientos
Ilustración: Experience Life.

Indiscutiblemente éste es un tiempo que abre muchas interrogantes frente a las certezas, al orden establecido y al mundo construido. Es un tiempo que cuestiona y obliga a repensar las opciones personales y comunitarias. Tiempo saturado de información de todo tipo que genera diferentes estados en las poblaciones. Tiempo que se puede vivir con temor, angustia, recelo, enojo, indiferencia, aceptación, creatividad, amor, esperanza, etcétera; tiempo oportuno para contemplar y valorar la existencia; tiempo que permite observar si la atención se concentra en uno mismo o en pensar en aquellos que la pasan peor, tiempo dedicado a lamentar la afectación a la propia rutina o a encontrar muchas otras formas de estar, tiempo de dolor por la pérdida económica personal o que impulsa a compartir la propio con los más necesitados, tiempo de egoísmo o de solidaridad, tiempo de mirar con melancolía el pasado o con esperanza el futuro, tiempo que insiste en aferrase al pasado conocido o busca desprenderse para encontrar cielos nuevos y tierra nueva, tiempo que añora estar afuera o que impulsa a encontrar la propia intimidad, tiempo que busca evadir la propia identidad o que promueve descubrir el ser que somos y a saber estar con él.


También te puede interesar: Ahora también tenemos borregos

El libre albedrío, compatible con el determinismo cerebral

Lectura: 6 minutos

Desde la década de los años 70, el investigador estadounidense Benjamin Libet llevó a cabo ingeniosos y sistemáticos experimentos neurofisiológicos en relación al movimiento voluntario en humanos sanos. Sus resultados suelen considerarse evidencias contra el libre albedrío, porque antes de que el sujeto haya tomado la decisión de mover un dedo, se registra un potencial eléctrico en la corteza premotora de su cerebro. Como este potencial “preparatorio” se inicia 500 milisegundos antes de la acción y 300 antes de la decisión, se concluye que la libertad de acción es un espejismo, una falsa sensación de libertad en la conciencia humana.

Libet.
Experimento de Libet. El suejto mueve un dedo cuando decide y el investigador registra en su electroencefalograma (EEG) un potencial preparatorio (readiness potential) antes de que el sujeto tome de decisión de mover el dedo, movimiento que registra por electromiografía (EMG). El momento de la decisión se determina porque el sujeto lo precisa cuando lo siente mirando un segundero ante sus ojos (Will) (Imagen: https://bit.ly/2NvWsWg)

Si bien los experimentos de Libet fueron muy relevantes por abordar un problema filosófico y existencial de primera magnitud de manera empírica, no prueban que el libre albedrío sea inoperante o inexistente. Por una parte el diseño del experimento involucra el movimiento de un dedo en una situación artificial distinta a la experiencia habitual de los humanos y por otra no se realizó una medida directa del momento de la decisión, sino que los sujetos lo determinaron al observar la manecilla de un reloj diseñado especialmente. Su testimonio puede ser inexacto en el rango de los milisegundos. La interpretación fisiológica más sencilla del experimento es que el incremento del disparo en un grupo creciente de neuronas de las zonas del lóbulo frontal que se registra como el potencial preparatorio es precisamente el responsable de generar el movimiento del dedo. Sin embargo no hay evidencia de que el potencial por sí solo sea la causa del movimiento del dedo. Un experimento del mismo tipo fue realizado años después con imágenes cerebrales obtenidas por resonancia magnética funcional antes, durante y después que los sujetos decidieran apretar un botón con la mano derecha o con la izquierda y refirieran el momento de la decisión observando letras que cambiaban cada 500 milisegundos. Los neurofisiólogos registraron eventos cerebrales desde 5 segundos antes de que los sujetos tomaran la decisión y pudieron incluso predecir cuál mano se iba a usar.

John Dylan-Haynes.
Experimento del grupo de John Dylan-Haynes (2006). El sujeto elige el momento de apretar un botón con su mano derecha o izquierda. En la gráfica derecha aparece el momento en que aprieta el botón (Button press), el momento previo en el que siente que toma la decisión (línea roja) y antes de ese la capacidad de predecir acertadamente cuál botón va a apretar por el registro de actividad cerebral (izquierda). ¿Quiere esto decir que no hay libre albedrío? Chun Siong Soon, Marcel Brass, Hans-Jochen Heinze & John-Dylan Haynes Unconscious determinants of free decisions in the human brain. Nature Neuroscience April 13th, 2008.

Este experimento refleja la operación de una red de neuronas que prepara o antecede una decisión, tiempo antes de que esta se haga consciente. Otro experimento involucró la estimulación de zonas cerebrales en pacientes conscientes durante neurocirugías realizadas con anestésicos locales. Al estimular la corteza parietal los pacientes sintieron el deseo o el impulso de mover partes de su cuerpo, pero no lo hicieron; en cambio, la estimulación de la corteza frontal premotora produjo un movimiento sin conciencia de haberlo realizado. Por el momento se puede concluir que existen una serie de eventos cerebrales inconscientes y preparatorios a la toma de la decisión, pero no que tales eventos sean la causa única, suficiente y necesaria para que ésta ocurra o para que se produzca el movimiento solicitado. Es decir: no está claro si la actividad cerebral previa al movimiento voluntario refleja o no el proceso temporal de la decisión de actuar.

Sin entrar en los intrincados detalles de la acalorada, extensa y ancestral discusión científica, filosófica y teológica sobre la realidad del libre albedrío se plantean varias alternativas. Dos se refieren al determinismo: o bien todos los eventos del mundo están estipulados por secuencias de causas y efectos, o bien existe indeterminación en algunos casos. Las otras dos se refieren al libre albedrío, sea que existe o no. Quienes suscriben una causalidad universal y por ello eliminan el libre albedrío, optan por un determinismo fuerte. Por el contrario, quienes consideran que la causalidad física no opera en todos los casos, como sucede a nivel subatómico, y con esa base sostienen la humana autonomía de acción, eligen una libertad indeterminada o acausal. Otros más sostenemos que es deseable y posible armonizar el determinismo causal y la libertad de acción por dos razones poderosas. La primera es que todos los eventos de la realidad a partir del nivel atómico parecen estar sujetos a una ley de causa y efecto, y la segunda es que la responsabilidad moral y legal de toda persona proviene de que verdaderamente haya sido capaz de elegir entre alternativas y llevar a cabo sus acciones con propósito. Como veremos ahora, esta es la postura más verosímil para la ciencia y, desde luego, para las humanidades, la ley y la ética.

Cerebro y libertad.
Portada del dos libros sobre el determinismo, la libertad y el cerebro de un antropólogo (Roger Bartra) y un neurocientífico (Joaquín Fuster).

Siendo muy joven, William James, el pionero de la psicología científica moderna, ponderó en abril de 1870 las opciones entre el determinismo y el libre albedrío moral y astutamente declaró lo siguiente: “Mi primer acto de libre albedrío será creer en el libre albedrío”. Unos lustros más tarde, el propio James intentó reconciliar el determinismo fisiológico con el libre albedrío razonando que la voluntad sentida no puede surgir de la nada, sino que se debe estar determinada por otros procesos fisiológicos. El reconocido filósofo de la mente Daniel Dennett también defiende que el libre albedrío existe en un mundo causalmente determinado permitiendo a los humanos actuar muchas veces de maneras impredecibles o imprevisibles.

A finales de los años 70, en uno de mis primeros trabajos teóricos sobre la conciencia y el problema mente cuerpo, elaboré un argumento para apoyar una compatibilidad que armonice el determinismo neurofisiológico con la libertad de elección, tal y como la experimentamos en la vida diaria. Actualizo y formalizo el argumento de esta manera: (1) La voluntad es un fenómeno mental que se ejerce en un estado de autoconciencia, pues durante la conciencia habitual de la vigilia opera un determinismo estímulo-respuesta  bastante automático. (2) Como todo estado de conciencia, la voluntad debe tener un correlato nervioso que involucra, entre otras, a zonas frontales premotoras y parietales del cerebro. (3) Esa red neuronal implicada en la autoconciencia y la voluntad se activa por ciertas causas funcionales, como los procesos cerebrales de motivación y los preparatorios; además, una vez activa, esa misma red tiene consecuencias igualmente fisiológicas, como son los procesos cerebrales del control motor que desembocan y modulan los actos deliberados. Por lo tanto: la libertad de acción o “libre albedrío” es un evento psicofísico real y efectivo que precisa un determinismo neurológico de causas y efectos. El argumento rechaza la tesis determinista de que un mundo causal es incompatible con la libertad de elección y de acción, así como también la tesis de que el libre albedrío implica una violación a la causalidad determinista del resto de la naturaleza. Desde luego, quedaría por averiguar el correlato cerebral preciso de la selección y la decisión, un reto experimental formidable.

Determinismo.
Las tres posiciones respecto al determinismo y la libertad. Si ambos se consideran verdaderos se opta por el compatibilismo. Si no puede haber libertad porque todo está causalmente determinado se opta por el determinismo duro y si el detrminismo es falso se opta por el libertarianismo.

En suma: una decisión, un deseo o una creencia conscientes tienen aspectos neurológicos de alta jerarquía y capacidad para inducir comportamientos y acciones. Estas funciones ejecutivas requieren la participación del lóbulo frontal humano, controlan la conducta voluntaria y están ligadas a la conciencia de libertad de decisión y de acción. La libertad es un fenómeno psicofísico causado y consecuente que se experimenta y se ejerce en un estado de autoconciencia. Se trata de una capacidad de autoregulación deliberada y, en la medida que se ejerce, dispone a los humanos como gestores y responsables de sus actos. Dado que no es posible conocer el grado de autoconciencia con el que un sujeto ejecuta una acción benéfica u ofensiva, su valoración ética, moral o legal por necesidad depende de las condiciones ostensibles en las que tal acción se ejecuta.