mujeres

Sí somos guerreras

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En un informe publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés), señala que las enfermedades afectan de manera diferente a hombres y mujeres, las pandemias hacen más grandes las desigualdades que existen para mujeres y niñas.

Durante una crisis, las mujeres y niñas pueden encontrarse en mayor riesgo de sufrir violencia de pareja y otros tipos de violencia doméstica debido a un aumento de la tensión en el hogar.

Las mujeres son las encargadas principales de las labores domésticas y de crianza y en confinamiento las exigencias en esos dos rubros aumentaron dramáticamente, además del trabajo formal o informal que sabemos que las mujeres también realizan y del cual ahora mismo se encuentran realizando en sus hogares.

En el sector salud son la mayoría, sabemos que hay más enfermeras que enfermeros y que son las que están cuidando en la primera línea, se calcula que el 67% de la fuerza del trabajo sanitario mundial corresponde a mujeres.

somos guerreras
Ilustración: The Atlantic.

Las mujeres queremos cambiar el mundo en el que vivimos, hace unos meses, el 8 de marzo, marchamos por un mundo más igualitario, gritando basta a la violencia de género, unidas, apoyándonos, sintiéndonos más fuertes y con esperanza de ser escuchadas.

El 9 de marzo hicimos paro nacional, “Un día sin nosotras” y queríamos seguir haciendo más cosas, ver los frutos de nuestro esfuerzo pero llegó la pandemia por el COVID-19  y la atención se fue a otro lado.

¿Y qué hicimos nosotras? Lo que sabemos mejor hacer, ser solidarias, cuidadoras, juntamos a nuestros hijos y familias, organizamos nuestras casas, acomodamos espacios, cocinamos, contamos cuentos, hicimos tarea, abrazamos a los que lloran, combatimos el miedo, hasta hicimos tapabocas.

Y no nos dimos cuenta, no lo vimos venir, que junto a la pandemia del coronavirus nacía otra pandemia, la de la violencia familiar que está dejando más víctimas que el COVID-19, las llamadas de ayuda y denuncias han aumentado un 40%.

La tensión generada por el encierro, la incertidumbre, el problema económico y el miedo a morir hace que las mujeres y niñas sean blanco fácil de violencia, los hombres se desquitan con ellas, las tienen a la mano, están vulnerables.

violencia en la cuarentena
Ilustración: Aiden Locke.

En México los feminicidios se mantienen a la alza, crecieron 1.6% en el primer trimestre del 2020. Se registraron 244 mujeres asesinadas.

Según la organización “Marea verde”, desde la entrada de la pandemia a mediados de marzo hasta el 24 de abril, se habían reportado 210 asesinatos a mujeres, así que el número es mayor.

Lo que más me llama la atención es la falta de conciencia, de solidaridad, la falta de respeto y lo fácil que es para algunos hombres lastimar a sus parejas, madres e hijas.

No se valora el trabajo de las mujeres, no se valora su persona, se considera propiedad de los hombres y creen que pueden hacer con ellas lo que ellos deseen. Sé que el problema es más profundo y que también tiene que ver con la forma en que las mujeres nos hemos parado frente a ellos, las ideas que nosotros hemos introyectado, las creencias y mandatos que creemos como reales y no nos frenamos a cuestionar.

Todos tenemos que cambiar, todos tenemos que madurar, frenarnos, pensar, construir un mundo y una forma de vivir para relacionarnos diferente.

confinamiento de mujeres
Ilustración: Andrea Gendusa.

Tenemos que entender como mujeres que nadie tiene derecho a lastimarnos, que tenemos que luchar por tener las mismas oportunidades y los mismos derechos, que sólo por el hecho de haber nacido ya merecemos respeto, que casarse con alguien no le da derecho a decidir sobre mis pensamientos y mi vida.

Los hombres tienen que saber que no son dueños de nadie, que no por ser hombres mandan y deciden, que las mujeres no están a su servicio ni para cumplir sus caprichos ni para su placer.

Venimos a este mundo a crecer, a convertirnos en la mejor versión que podamos de nosotros mismos, es un trabajo interior, profundo, individual, de conciencia, paciencia y constancia.

Te invito a reflexionar en este tema y a que cada vez seamos más los que buscamos, queremos y trabajamos por un mundo mejor.

Esto es para ti… que siempre estás del otro lado leyéndome.


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La cuarta jornada. El trabajo de las madres en tiempos del COVID-19

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Para todas las madres que día con día
trabajan en la crianza de sus hijos.
Para mi madre.

Hay tantos temas sobre los que, desde mi trinchera de investigadora, quisiera aportar para entender y contribuir en su resolución, pero la vida a veces no nos da para ello. En esta prolongada cuarentena, la cual parece no tener una caducidad definida con certeza, los problemas sociales –por no decir, los económicos y políticos– se nos multiplican.

Desde el encierro, los adultos mayores padecen el abandono. La viejecita que diariamente salía al mercado para platicar con la marchanta, o la abuelita que cada miércoles iba a la iglesia para encontrar a su comadre, o bien aquella que esperaba el fin de semana para que alguno de sus hijos la llevara al supermercado, ahora tienen que permanecer encerradas en sus casas… muchas veces, lejos de sus familiares y otras tantas viviendo con ellos, pero soportando el estrés doméstico que se vive estos días.

Este mismo drama lo viven a diario los pequeños. Niños y niñas que desde hace un mes están en una “vacación” obligada, en la cual el tiempo de exposición a las pantallas –de teléfonos, computadoras, tabletas electrónicas o televisores– no es suficiente para agotar la energía que otrora ocupaban yendo a la escuela, saliendo al parque o jugando con sus amigos. Otro drama más fuerte aún es aquel que se vive en hogares con violencia intrafamiliar. Ahí donde el tiempo para estar con el enemigo se ha multiplicado y, con ello, las denuncias por maltrato.

madres y cuarentena
Ilustración: Nathalie Lees.

Todos estos temas, sin duda, llaman la atención de quien quiere contribuir con sus investigaciones y reflexiones. No obstante, y siendo que se aproxima un diez de mayo en el que seguramente por primera vez no se abarrotarán las calles o los restaurantes, en esta columna quiero compartir con ustedes una reflexión sobre el trabajo de las madres durante este encierro.

En México las madres trabajadoras comprenden casi el 73% de la población femenina económicamente activa, lo que representa 15 millones 785 mil mujeres según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo en 2018. El trabajo de las madres fuera de su hogar ha ido en aumento: los últimos ocho años el número de madres trabajadoras ha incrementado un 25% (Migueles, 2019). Por ello es importante reflexionar sobre el papel que tienen durante esta emergencia sanitaria.

Las mamás que conozco comparten una situación similar, a su triple jornada de trabajo –como madres, amas de casa y empleadas– se les ha sumado una más: el de maestras. Con el cierre físico de las escuelas las mamás tienen que cumplir con sus hijos las tareas escolares. Hay quienes le dedican dos horas diarias, pero también hay quienes tienen que estar toda la mañana tratando de resolver, con los hijos, el reto del aprendizaje a distancia.

Ahí están pues las mujeres despertándose temprano para preparar el desayuno y la computadora o el televisor para que los hijos se conecten y tomen sus clases. Obviamente estas actividades, acompañadas por los docentes del otro lado de la pantalla, deben ser monitoreadas si no es que apoyadas al cien por ciento por las madres. Entonces, después de esta primera jornada, sigue la jornada del trabajo doméstico. Ante la ausencia de apoyo en las familias, las mujeres deben asumir los papeles que antes eran encargados a otras mujeres –u hombres– que ayudaban en estas tareas. Las madres deben limpiar y cocinar al mismo tiempo que entretener a los hijos para que éstos no pasen demasiadas horas frente a las pantallas electrónicas –ya, de por sí, en la mañana pasaron buen rato frente a ellas en su escuela a distancia–. Después las madres deben alimentar a los pequeños y a los maridos.

madres trabajadoras
Ilustración: Getty Images.

En aquellos hogares con repartición de labores, las mujeres reciben apoyo de los esposos y los hijos mayores, pero hay mujeres que no reciben ni uno ni otro. Entonces, en algún momento del día estas mujeres que por la crisis sanitaria debieron dejar sus empleos para hacer home-office, tienen que encontrar algún tiempo para hacerlo. Hay quienes trabajan después de que los demás integrantes de la familia se duermen; las hay quienes sortean el trabajo en casa con las otras labores. También están quienes, pese al encierro de los demás, tienen que salir a trabajar porque no gozan de la posibilidad de hacer su trabajo desde casa. Ellas, después de su jornada de trabajo fuera del hogar, tienen que hacer las otras labores que quedaron pendientes, incluida la educación de los hijos que no van a la escuela. Con un día así, las mujeres exhaustas apenas duermen unas horas para empezar el día siguiente con lo mismo. Así pasan los días y llega un fin de semana, en el cual difícilmente podrán descansar porque en este encierro no hay mucha diferencia entre los días de la semana.

Seguramente, quien lea esta columna y sea madre, asentirá con la cabeza a lo que describo, pero también pensará… ah, pero le faltó decir esto o aquello que también hago durante el día. Asimismo, quien lea esta columna y no sea madre dirá: qué bueno que no tengo hijos porque ahora tengo tanto tiempo libre que ya no sé qué hacer con él. No obstante, aquellas mujeres que deben cubrir esta cuarta jornada también dirán: a pesar de todo este esfuerzo, soy feliz de ver a mis hijos contentos y protegidos aún frente a la incertidumbre que nos rodea.

Por el esfuerzo de esas madres, seguramente, pasaremos venturosos esta cuarentena obligada. ¡Feliz Día de la Madre!


Referencias:
Migueles, Rubén, “Madres trabajadoras, 15.8 millones en México: Inegi”, El Universal, 10 de mayo de 2019.


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Mujeres, petróleo y coronavirus

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Tres sucesos han atraído la atención nacional: la marcha feminista y el Día sin Mujeres, realizados el 9 y 10 de marzo; la caída de los precios del petróleo; y la ya declarada pandemia del coronavirus por la Organización Mundial de la Salud. Los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales se han colmado de reiteraciones hasta el cansancio. Por ello, vamos por partes.

Uno.– La marcha resultó un éxito cuantitativamente. Entre 50 u 80 mil mujeres inundaron las principales calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, y en muchas entidades se registraron manifestaciones en sus ciudades capitales. Sin embargo, los efectos de sus logros cualitativos están por verse en un país en que la violencia general, y en particular, contra las mujeres, no cesa. Una percepción apresurada puede considerar que la violencia tiene sus raíces en el seno de la familia, fundamentalmente en la educación de los niños y niñas en el seno de las familias. El machismo dominador y la sumisión de las niñas se inicia con los malos y pésimos ejemplos, hábitos y tradiciones que se generan en el hogar mismo. ¿Reeducar a los padres y madres? ¿Programas sociales para lograr una educación basada en el respeto a las mujeres? ¿Cómo crear conciencia en un país tan dislocado, multicultural y pluriétnico para lograr el cambio hacia al género femenino? Preguntas difíciles de contestar que merecen una respuesta idónea de la sociedad en su conjunto y de los gobiernos. Pierre Bourdieu, sociólogo francés, ha dado una respuesta lapidaria: la dominación masculina está tan arraigada en nuestro inconsciente que ya ni siquiera la notamos.

mujeres petroleo y covid
Ilustración: Salma y sus gafas mágicas.

Dos.– Duro y a la cabeza ha pegado la baja del precio del petróleo a todos los países del mundo. Atribuida a la disputa entre Rusia y Arabia Saudita, dos potencias petroleras, los efectos se dejaron sentir en México de inmediato en la depreciación de nuestro peso frente al dólar, la caída en la Bolsa de Valores y el precio de la mezcla mexicana en más del 4 por ciento, que aumentaron el nivel de incertidumbre que aún muestra nuestra economía. No obstante, el gobierno federal, autollamado de la Cuarta Transformación, ha salido a afirmar que ésta tiene blindajes internacionales y reservas monetarias internas suficientes para afrontar los problemas derivados de este factor externo; que se agrega al exiguo crecimiento económico de la mayoría de las naciones en el mundo en esta última década, incluido México, que muchos analistas y expertos avizoran como preámbulo de una gran crisis cuya única salida posible es la transición a nuevos modelos económicos en el orden mundial.

Tres.– Al parecer, el pánico al coronavirus es más poderoso que la propia pandemia desatada. Semeja al grito real o ficticio de la palabra fuego en un teatro repleto de personas cuyas víctimas en la estampida provocada resultan ser mayores al acaecimiento. Hoy vemos ciudades desiertas, países como Italia y otros que cierra sus fronteras totalmente, el gobierno de Donald Trump dando un portazo a la Unión Europea (menos al Reino Unido), o medidas cuyo extremismo nos llevan a panoramas apocalípticos.

mujeres petroleo y covid
Ilustración: Infobae.

Slavoj Zizek, filósofo esloveno, en un artículo publicado en Russia Today el 3 de febrero, dice que en este fenómeno existe una paradoja más profunda en el trabajo: cuanto más conectado esté nuestro mundo, más desastre local puede desencadenar el miedo global y eventualmente una catástrofe, y encuentra también un claro elemento de histeria racista en la amenaza de la pandemia que lleva a pensar que todo mundo quiere poner en cuarentena a los chinos. Sin embargo, todas las precauciones sanitarias para enfrentar el nuevo desafío deben ser aquellas que dicten las políticas y medidas, que se tomen para evitar en menor número de personas afectadas.


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Por las mujeres: reconocimiento, solidaridad, acciones concretas

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En medio de la crisis del COVID-19 ha bajado la presencia del gran movimiento de las mujeres en México en cuanto a su centralidad en la agenda pública. Estoy seguro de que esto, como la contingencia de salud, será temporal. El tema retomará pronto el sitio que merece en el diálogo social, tanto porque tiene que ver con una problemática acuciante y no resuelta, en la que hay demasiado por hacer, como por la legitimidad y la fuerza inherentes a esta causa.

Las jornadas del domingo 8 de marzo, en la que se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, y del lunes 9, con el paro nacional “Un día sin nosotras”, fueron de gran trascendencia no sólo para las mujeres mexicanas, sino para el país en su conjunto. Todos necesitamos reaccionar y ser consecuentes con este momento histórico.

Ha sido una sorpresa gratificante constatar la repercusión de este llamado urgente al cambio, con tantas adhesiones de instituciones, empresas, organizaciones y mujeres como decisión personal. Así, hay que ver al movimiento como una oportunidad. Que dé paso a verdaderos vientos de transformación: en las actitudes, en las familias y en particular en nosotros los hombres; entre los gobernantes y tomadores de decisiones: hay que atender lo que se reclama con responsabilidad y oportunamente; desarrollar políticas públicas y, en el caso del sector privado, directrices organizacionales orientadas a construir una sociedad más justa y segura, en especial para ellas.

mujeres unidas
Ilustración: Clapps.

Es bien sabido que, en múltiples experiencias históricas, las problemáticas sociales más profundas difícilmente son superadas sin el principio de la visibilidad, al que sigue el reconocimiento, la concientización y el impulso al cambio. Hacia allá deben llevarnos las marchas y el paro: reconocer una situación de violencia contra las mujeres inaceptable, asociada a una gran inequidad de género y diversas formas de injusticia.

Más que ver manipulaciones políticas –siempre habrá quienes quieran explotar demandas legítimas–, hay que responder con actitudes y acciones a la altura. Se aduce que hay grupos o personas que antes no se interesaban por este tipo de demandas sociales y ahora, repentinamente, lo hacen. Habría que replicar: si es por un propósito como éste, que tiene que ver con ser, o no, una comunidad civilizada, bienvenidos todos los respaldos. Máxime si dan cauce a medidas efectivas de seguridad pública y para que nuestro sistema de procuración e impartición de justicia funcione; asimismo, a una evolución en las relaciones sociales y en las familias: en la vida económica, política, cultural y el entorno cotidiano.

No se puede curar una enfermedad si no se le reconocen como tal, y en ésta los síntomas son contundentes.

En cuanto a la violencia, tomo datos del esclarecedor artículo que publicó en Letras Libres, la semana pasada, Lisa Sánchez , Directora General de México Unido contra la Delincuencia. Sin duda, dan cuenta de lo que llama “una crisis de violencia de género y feminicidios que es urgente resolver”. Entre 2007 y 2017, la tasa de mujeres jóvenes asesinadas en nuestro país se triplicó: 10 son asesinadas diariamente y uno de cada 10 feminicidios se comete contra menores de 17 años. Entre las mayores a 15 años, el 66% ha sufrido algún incidente de agresión: 34% de tipo físico y 41% sexual.

mujeres ciudadanas
Ilustración: Herenia González.

Las agresiones van desde el acoso sexual hasta el feminicidio, pasando por violencia familiar, trata o distintas formas de hostigamiento y discriminación. De acuerdo con un informe de la Red Todos los Derechos para Todas y Todos, dado a conocer el miércoles pasado, entre 2017 y 2019 fueron violadas 22 mil 706 mujeres, pero se aclara que falta información de varias fiscalías estatales.

Subyacente a esa problemática está una situación de inequidad, que igualmente hay que reconocer. Precisamente, a inicios de año llamó mucho la atención el reporte anual sobre el estado de la desigualdad global de Oxfam, en particular por lo que resaltó en materia de género. Cada día, mujeres y niñas de todo el mundo trabajan 12 mil 500 millones de horas sin remuneración. El valor de su cuidado del hogar sin pago equivale a tres veces la industria tecnológica global. Así, el 42% de las que están en edad de trabajar, no pueden hacerlo por esas responsabilidades, contra sólo 6% de los hombres.

En México, de acuerdo con estimaciones del Observatorio Internacional de Salarios Dignos, cada día las mujeres realizan labores por un valor de 60 mil millones de pesos, pero sólo 33% de ese total es remunerado. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), tenemos la tasa de participación laboral femenina más baja de nuestra región: 44% contra un 51% promedio.

Ésa es justamente la situación que hay que cambiar. De entrada, porque afecta a más de la mitad de la población. Veamos en su reclamo a una gran oportunidad para que nuestra sociedad avance en todos los sentidos. Es por ellas y por todos, incluyendo a las nuevas generaciones.

inequidad de genero
Ilustración: Pinterest.

Tan sólo en lo que atañe a los negocios dirigidos por mujeres, de acuerdo con datos del Banco Mundial, constituyen una tercera parte de las Pymes en América Latina. El año pasado, ante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, en la Ciudad de México se presentó un estudio pionero, por su alcance y profundidad: “Inversión con un enfoque de género: Cómo las finanzas pueden acelerar la igualdad de género en América Latina y el Caribe”, elaborado por BID Invest y el Instituto de Innovación Social de la Escuela Superior de Administración y Dirección –Universidad Ramon Llull de Barcelona–.

Este reporte estima que en nuestra región hay una brecha en capital privado, de riesgo y semilla de 5 mil millones de dólares para financiar microempresas manejadas por mujeres y de 93 mil millones para Pymes con esa condición. Ésta es una necesidad y a la vez una gran oportunidad con ventajas claras: las empresas con sello femenino están desde hace tiempo por encima del mercado en cuanto a crecimiento en consumo y crédito, y existe la previsión de que en 2025 las mujeres controlarán 75% del gasto de la población.

Si hay reconocimiento, solidaridad, visión de altura, aquí hay un motivo para unirnos y crecer como nación.


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El grito luminoso

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La misoginia, la falocracia, los privilegios que se obtienen sólo por haber nacido hombres, por fin son señalados como patologías sociales. Es un grito luminoso y auténtico a la necedad de deslegitimar al movimiento femenino y acusarlo de ser “en contra del gobierno”, sólo porque el gobierno se niega a evolucionar, a aceptar que la falocracia ya terminó. La responsabilidad de todas nosotras es no detenernos y continuar, denunciar que las diferencias existen y son en nuestra contra: ganamos menos en las empresas, en comparación con los hombres con puestos similares a los nuestros, recibimos menos oportunidades de crecimiento. Las labores del hogar y la familia continúan menospreciadas, aunque sean parte fundamental de la construcción social. Los servicios de salud y anticoncepción deben ser universales, gratuitos y desde la adolescencia. El aborto debe ser despenalizado en todo el país y en todas las circunstancias.

La violencia, el uso de la fuerza y los asesinatos de mujeres son la gran y definitiva manifestación de poder que ha mantenido esta sociedad durante siglos, el Estado lo niega y lo minimiza, por eso tenemos que seguir diciéndolo. La violencia busca el sometimiento, busca la reducción y debilidad de las mujeres, el miedo no es únicamente a morir, es en todos los terrenos, es a exigir un mejor sueldo, mejores prestaciones, y a merecer respeto. No vivimos un entorno igualitario, lo que se haga en política, el reparto de puestos y curules, no soluciona las deficiencias que seguimos padeciendo, ni nos convence y mucho menos con la sumisión oportunista y descarada de las beneficiadas del poder.

hombres necios
Ilustración: NBC News.

La huelga general de mujeres demostró qué grande es nuestra ausencia, y lo más grave es que denunció con ese vacío y ese silencio que los hombres son mayoría, en los periódicos los lugares vacíos eran menos de la cuarta parte de las columnas, y a pesar de que se paralizaron sucursales bancarias, la realidad es que no hay equidad. En el arte es evidente, son menos las mujeres que los hombres, y las mujeres de edad madura que llegan a la pintura las adjetivan de “señora que pinta”, como si “señora” fuera un insulto, quitarse esa etiqueta despectiva es muy difícil, y aún con mucho talento la tienen que soportar.

El cambio deberá continuar desde la sociedad, si el Estado se queda rezagado de esta evolución no tendrá la capacidad de detenerla, porque ya hemos llegado a un punto en que la omisión es violencia. Minimizar la violencia y hacerse las víctimas no les va a funcionar, el Estado ha cometido un error formidable, se ha negado a participar de una revolución social, anquilosado en su discurso se niega a entender los signos de los tiempos. La vanguardia es civil, es nuestra, de las mujeres que han levantado la voz, que lo han demostrado desde sus familias, trabajos y existencias, y de los hombres que lo han apoyado, a partir de nosotros vendrá el cambio. No hemos ganado, hemos comenzado, por fin, se abre espacio a la justicia.


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8 y 9 de marzo. La lección de las mujeres

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La demostración de fuerza femenina del pasado fin de semana significó un rotundo triunfo para el movimiento feminista en México. Se puso de manifiesto la capacidad de organización y convocatoria, no sólo para acudir multitudinariamente a las concentraciones y marchas, sino para sustraerse de toda actividad y expresarse con el mismo radicalismo mediante su ausencia.

Tanto las masivas movilizaciones del domingo, como el paro del lunes, representan dos fases, diferenciadas pero concatenadas, de una misma estrategia de visibilización de la mujer y sus legítimas demandas de justicia y rechazo a la violencia de género, que a todas luces ha sido exitosa y aplaudida con empatía en los más amplios sectores de la población.

La abrumadora respuesta colectiva, tanto a la movilización como al paro, constituye un hecho que puede, sin exageraciones, calificarse como histórico, de trascendencia indubitable en el intercambio social y político del país, que ha de demandar, obligadamente, modificaciones sustanciales en la estructura institucional tradicional, con una orientación catalizada por la visión feminista.

movimiento feminista
Ilustración: Square Peace.

El activismo estruendoso, radical y por momentos desenfrenado mostrado con la avalancha púrpura que abarrotó y desbordó el espacio de las plazas públicas en diversas ciudades, fue seguido por la ausencia, la demostración, por demás explícita, del prominente sitio que ellas ocupan y del profundo vacío que dejan, si así lo deciden, en el corazón del conglomerado social.

La poderosa exhibición de lo que la mujer representa y la gran presión que es capaz de ejercer en lo político, económico y social, no puede ni debe ser desestimada, por el contrario, debe ser analizada y reflexionada en profundidad, con todas sus implicaciones, facetas y aristas.

El 8 y 9 de marzo, son ya un referente histórico, una lección que debe ser aprendida por sociedad y gobierno para la generación de nuevos paradigmas, no únicamente sobre la condición de la mujer y el respeto a su dignidad y derechos, sino en lo que se refiere a su aportación y relevancia en la solución de los más apremiantes problemas nacionales y en la construcción de un país más justo e igualitario, que, simplemente, no será sin ellas.

 El apabullante resultado de los días 8 y 9 de marzo, sin embargo, no puede quedar en el simple regocijo del éxito logrado, debe tener consecuencias, trascender a resultados, a lograr el cambio en el estado de cosas de manera propositiva y activa, la movilización es un medio, no el fin. Toca ahora dar impulso a políticas públicas concretas, al diseño de propuestas, mecanismos y acciones orientadas a generar transformaciones de fondo. Las demandas son explícitas, procede entonces proponer soluciones y acompañarlas vigorosamente para su implementación.

mujeres empoderadas
Ilustración: Celag.

Debe tenerse en cuenta que, abierta o veladamente, se ha sugerido la existencia de intereses abyectos que pretenden aprovecharse del movimiento feminista para fines perversos. Se ha insinuado la infiltración de grupos incógnitos para desvirtuarlo y poner en duda su legitimidad. Ambas cosas pueden suceder, los movimientos sociales, por más transparentes, siempre enfrentarán este tipo de riesgos y otras amenazas abiertas para descalificarlos y descarrilarlos.

Valor, honestidad, unidad, metas claras y, sobre todo, oídos sordos al canto de sirenas, a la tentación política y al interés personal, son factores indispensables para la sanidad y legitimidad de un movimiento que, no sólo ha despertado la simpatía popular, sino que puede ser de trascendental aporte para la reconstrucción del deteriorado tejido social en su más amplia concepción y la recuperación del Estado de derecho.


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9M: Desmemoria e inmovilización de las mujeres

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Cedo hoy mi columna “Palimpsestos culturales” a Ana Ortiz. Escuchemos la voz de una mujer activista, de una antropóloga joven, Maestra en Estudios Mesoamericanos y Profesora en la Escuela Nacional de Antropología. Hay más voces, pero leer a Ana Ortiz es meternos a la mirada de una militante, marxista, feminista y, que me consta, conoce México en sus entrañas. Su voz es otra voz. Callemos los hombres, muchas mujeres desearán discutir con Ana. Gracias por aceptar escribir en este espacio.


Por Ana Ortiz S.R.

Desde hace algunos días, las conversaciones que he escuchado, los mensajes en mis chats y las noticias que he pescado, han estado inundados de invitaciones, consignas y proclamas hacia un solo sentido: “El nueve nadie se mueve” que va acompañado por el complemento #Un día sin nosotras. En general, en los espacios que frecuento se respira un ambiente de entusiasmo y de explosión organizativa en torno a ese día; con mi pesimismo y “sospechosismo” característico, inmediatamente me llevan a pensar en una llamarada de petate.

Al preguntarle a mis alumnas, a mis compañeras, a mis amigas, a las mujeres a mi alrededor qué piensan y qué van a hacer, encontré dos actitudes generales, una que podría denominar simplemente como la participación entusiasta –ya mencionada–, y otra que denotaba en sus respuestas confusión e incomodidad, revueltas con una dosis de desconfianza y vergüenza, de no poder dar una respuesta definitiva y contundente en este ambiente movido por una legítima indignación. Yo también me sentía así. Pero ¿por qué?

mujeres en accion
Ilustración: Clémence Gouy.

En un momento de iluminación y recurriendo a mis conocimientos históricos, políticos y antropológicos para tratar de analizar la cuestión, un pensamiento me inundó. Me quedé atónita mientras pensaba “¡Nuestras abuelas y bisabuelas se han de estar revolcando en sus tumbas!”. Esta iniciativa que prendió como yesca en la sociedad clasemediera mexicana es una regresión a lo más retrógrado del sistema patriarcal, y está cumpliendo a la perfección con el mandato más refinado e inasible, la absorción del patriarcado en las venas y en las entrañas mismas de las mujeres para perpetuarse. Ahora, y como ha sucedido a lo largo de la historia, somos nosotras mismas las que nos ponemos los grilletes y aceitamos el mecanismo de pensamiento y reproducción machista, no solamente criando machos e impidiendo los vínculos reales de sororidad y solidaridad femenina. Al reflexionar sobre “El nueve nadie se mueve”, lo que me saltó a la mente inmediatamente fue la extra recalcitrante frase machista, “Las mujeres como las escopetas: cargadas y detrás de la puerta”.

¡¿Cómo puede ser que a lo que esté invitando una gran mayoría de mujeres, muchas enmarcadas en organizaciones y grupos feministas, sea a quedarnos quietas y calladas en nuestras casas, incluso cancelando la comunicación mediante medios electrónicos?! ¿Qué hay más desvinculante e inmovilizante que eso?, perdón pero es cagarse en los cientos de luchas históricas, en los cientos de miles de mujeres reprimidas, incluso muertas por luchar y exigir un lugar digno en nuestra sociedad, en nuestro mundo; y no sólo eso, en los millones –sí, aún son millones– de mujeres que hoy no pueden salir de sus casas, ni ir a la escuela, ni a un trabajo, ni al médico, ni juntarse con amigas, o las que luchan todos los días para salir del ámbito doméstico…

Reconozco e intento sumarme a los esfuerzos por hacer un movimiento que involucre a muchos sectores de la sociedad con reclamos y exigencias tan legítimas como las que se plantean como motor del paro, pero justamente por eso la propuesta no puede ser guardarnos y callarnos. Teóricas feministas como Silvia Federici y Rita Segato resaltan la creación de vínculos como el germen creativo y la virtud de los movimientos feministas. Este paro precisamente apunta a lo contrario, al aislamiento. Una cosa es un paro activo, creativo, con acciones unitarias o dislocadas, que realmente confronte y ponga en un predicamento al poder, y otra cosa es irnos a guardar, a callar y a aislarnos por nuestra propia iniciativa y además con la venia del esposo, del patrón, del rector, de los curas y ministros misóginos, violadores y pederastas.

#Un día sin nosotras sólo plantea la ausencia de nosotras con nosotras mismas, el sistema imperante ha intentado invisibilizarnos por siglos siendo que somos parte medular de la sociedad. No nos van a ver en los ámbitos públicos, ¡qué novedad! El patriarcado lo aplaude: menos molestias con las intrínsecamente revoltosas, con las mitoteras, con las sangronas que manchan con su inmundicia.

mujeres en lucha
Ilustración: Vea Vaquero.

Como dice Rita Segato: Lo que nos dice que estamos llegando a destino es la reacción de los que nos odian. La reacción violenta de los de siempre es la medida de lo que estamos avanzando. ¿No nos dice nada que empresas, gobiernos, instituciones educativas, televisoras, partidos políticos, entre otros, den su beneplácito disfrazado de apoyo para que todas nos quedemos en casa? Un texto muy esclarecedor de la feminista Laura Mora Cabello de Alba dice: En definitiva, patriarcado, capitalismo y democracia están en profunda relación, siendo el primero el sustento sobre el que se asientan el sistema económico dominante y la forma política e institucional de convivencia del presente. No esperemos que sea legítima la preocupación y el “apoyo” de los pilares del sistema.

Yo no pienso que hay que postergar la lucha de género para cuando triunfe la revolución, esas luchas deben ir a la par, puesto que no se pueden separar patriarcado y capitalismo; Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo lo supieron. Como militante de izquierda he visto cercanamente cómo el patriarcado y el ejercicio patriarcal del poder descomponen y quitan congruencia y probidad a los proyectos políticos más nobles, carcomiéndolos desde dentro. Así como no hay una sola lucha revolucionaria tampoco hay un solo feminismo. Descalificar a aquellas que no hagan paro el 9 de marzo, así como a los esfuerzos reales hechos por muy pocos varones para cuestionar y destruir el patriarcado, únicamente nos lleva a un maniqueísmo que raya en fascismo. No les enseño a mis hijas a odiar a los hombres, les enseño a ser feministas críticas que luchen contra la opresión y la injusticia en su más amplio aspecto.

Ese lunes 9, antes de ir a dar clases, las voy a llevar a la escuela y muy especialmente ese día les voy a explicar que, gracias a la lucha de mujeres valientes, hoy tenemos ese derecho entre muchos otros, y que deben aprender para seguir luchando.


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