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A la vida nosotros le ponemos el adjetivo

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La vida es una aventura que sólo nosotros podemos adjetivar. Buena, mala, regular. O, excelente, suprema y excepcional. En la vida en realidad el adjetivo lo decidimos nosotros, y además considero que es nuestra responsabilidad hacerlo. Podemos pasar la vida en blanco, (por cierto un adjetivo) sin emociones, sin aventuras, sin recuerdos que contar. O bien, podemos adjetivarla y cargarla de amor, adrenalina, aventuras y color.

El sustantivo (en este caso la vida) nos es dado por el azar, el adjetivo por el contrario, depende de nosotros, de nadie más.

Ciertamente que la vida te provee de tragos amargos, (adjetivo) de sinsabores, (también adjetivo) sin embargo, como todo en la vida, hay adjetivos negativos y positivos,  nuestra responsabilidad, única y exclusiva es asirnos de los adjetivos con los que queremos colorear nuestras vidas. Respecto de aquellas características con las que nacemos, es decir, aquellas que nos son dadas, nada podemos hacer, por ejemplo, ser feo (como el que esto escribe) o ser calvo (también como el que esto escribe), salvo contrarrestarlos con sus equivalentes positivos. Soy feo pero agradable (adjetivo) o soy calvo pero, tengo una pelona bonita (adjetivo).

pinturas surrealistas, Christian Schloe
Ilustración: Christian Schloe, ilustrador austríaco.

Analicémoslo, la vida está llena de sustantivos, como precisamente la palabra “vida”, que así sola, así a secas, no dice nada o dice muy poco, el color, el sabor, el adjetivo (insisto) es algo que sólo nosotros podemos decidir.

Es por eso que no podemos darnos el lujo de vivir en el mundo de los sustantivos, que son incoloros, insípidos, ñoños e inexpresivos. La vida entonces, debemos cargarla de adjetivos (de preferencia positivos) ya que como es evidente, sólo éstos tienen el color, la fuerza o la vitalidad necesaria para hacer de nuestras vidas; vidas buenas.

El adjetivo representa todo, lo bueno y lo malo, el amor y el desamor, la valentía o la cobardía, la felicidad o la tristeza. De ahí la necesidad de elegir bien en cuál mundo de los adjetivos queremos vivir.

proposito, significado de la vida
Imagen: Oprah.com.

Por todo lo dicho y en mi caso particular, estoy convencido que debemos vivir en el mundo del adjetivo y no en el del sustantivo.

La frase “mi amigo” o “mi amiga” no dice nada, es inexpresiva, insulsa, anodina, hasta que la adjetivamos. Por ejemplo, mi amigo entrañable, mi amiga admirable, sólo así, esas frases adquieren color, textura y significado.

Hagamos de nuestro mundo uno de adjetivos positivos, pro-activos, admirables, no dejemos que el sustantivo nos gane. Esto lo aprendí de la frase de una amiga, mi editora, mi estimada Mariana Ruiz que un día me dijo: “A la vida nosotros le ponemos el adjetivo”.

Vivamos pues, atrevámonos a colorear nuestras vidas, a adjetivarlas y, por ende, a hacerlas interesantes, atrevidas e inolvidables.


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2020 el año perdido, ¿es en serio?

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Cada vez podemos ver más mensajes en las redes sociales y medios electrónicos acerca de que el año 2020 es un año perdido y yo me pregunto, ¿perdido por qué?

Mientras una inmensa mayoría de personas en el mundo se quejan de lo mal que ha sido perder tanto tiempo encerrados, existe un selecto grupo que en silencio continúa la vida. No hablo de aquellos que más dinero tienen para enfrentar esta crisis, me refiero a los que realmente pueden decir que el 2020 ha sido un año extraordinario y lleno de aprendizajes. En este pequeño clan, también hay personas que perdieron seres queridos, su empleo o su negocio. Una minoría que ha decidido asumir la realidad que cada uno está viviendo, para reinventarse y seguir adelante.

El año 2020 corre la primera mitad y seguro nos faltan cosas difíciles por navegar como resultado de todo lo que trajo la pandemia. No hay un post-corona hay un “con-corona”. No podemos cerrar los ojos a la realidad, esto llegó para quedarse y lo que sucederá después de todo el proceso difícil es que estaremos ante la oportunidad de una gran transformación.

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Ilustración: Central Zine.

No estamos perdiendo el año, estamos ganando años. Hace tres meses no sabíamos qué pasaría y hoy estamos viendo cómo cambiar las cosas. No se trata de intentar entender el proceso sino de caminarlo y encontrar las respuestas adecuadas a preguntas como: ¿Qué nos sirve de lo que hoy tenemos para acompañarnos a un nuevo futuro?, ¿qué podemos construir para obtener mejores condiciones de vida?, ¿en qué nos tenemos que reinventar?, ¿cómo vamos a tomar cuidado del ser humano, de nuestro planeta, de nuestro propósito y de nuestra prosperidad?

Este alto que nos ha traído el 2020 va más allá de un tiempo perdido. No lo observamos porque nos escondemos atrás de la realidad por el miedo a enfocarnos en nosotros mismos. Inclusive seguimos usando nuestra cultura del humor como una salida de distracción rápida a los problemas que, al final, no desaparecen con esto. Hay que aprender a reír sin dejar de enfrentar la realidad.

el futuro y el covid, encierro
Ilustración: Damián Lluvero (Forbes).

Lo mejor que hemos perdido en este año es la velocidad que traíamos por conquistarlo todo. Por buscar la felicidad en lo material o en la experiencia. Es claro que esta desaceleración es una gran oportunidad para parar y observarnos. Es un momento para tomar consciencia de que no es necesario ir tan rápido en una vida que se disfruta en el presente. Detenernos es un regalo para observarnos y reconocer que algunas cosas que hemos hecho no nos sirven para continuar en el camino que queremos construir. Antes de avanzar hay que hacernos la pregunta de “¿qué futuro queremos?”.

El destino aún no está escrito y podemos definirlo en cada instante. Hoy podemos decidir entre el rechazo de la realidad 2020 o la aceptación de los nuevos retos que nos ha regalado. Ambos son caminos con rumbos diferentes. Rechazar nos dejará ciclados haciendo más de lo mismo y aceptar nos permitirá ver cómo construir un nuevo futuro. Al final, escogeremos desde el inconsciente colectivo lo que necesitamos aprender como humanidad. La diferencia será para quien escoja de manera consciente en lo individual y, por lo tanto, lo experimente diferente.

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Ilustración: El Mundo.

Cada presente nos regresará a las mismas preguntas que hemos tenido en el pasado y que hoy nos escoltan para intentar entender nuestro propósito. El tablero de la vida nos posicionará en dónde debemos estar y no dónde creemos estar. Ante todo esto, siempre estaremos frente a la oportunidad de descubrirnos como seres humanos que venimos a vivir la vida con todo, sin quitarle nada.

El 2020 ha sido un año lleno de tropiezos, perdidas y aprendizajes. Hemos tenido que cambiar nuestra aclamada normalidad por una vida con mayor incertidumbre que antes. Vivimos refugiados en la tecnología para poder comunicarnos con los demás. Añoramos lo que sentíamos antes al hablar con las personas físicamente. Nada de esto nos gusta, pero no ha venido para hacernos sentir mejor, sino para hacernos ver como seres humanos. Duele, preocupa, altera, conmueve, enoja y desespera. No sabemos hacia dónde vamos, pero tenemos un ligero presentimiento de que debemos cambiar. Es por eso que nos encontramos frente a nuestra mejor oportunidad para responder quiénes somos y hacia dónde queremos ir.


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¿Podemos cambiar el futuro de nuestra historia?

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Si la humanidad ha entrado a un sistema autocreado de forma inconsciente y en el que se vive en piloto automático día a día, es claro también que debe haber una salida.

Hemos creado un sistema en donde nosotros mismos nos atropellamos. La depresión, la ansiedad y  el miedo colectivos se han convertido en un statu quo que nos mantiene en un estado alejado al propósito por el que estamos aquí, que es disfrutar la vida. No debemos aceptar las enfermedades comunes como algo normal y menos aún quedarnos con los brazos cruzados esperando a que alguien nos diga cuánto durará la pandemia. Es momento de mirar al interior de nosotros mismos para encontrar un mejor camino para la humanidad.

Augusto Cury
El psiquiatra Augusto Cury, (Imagen: Periodista Digital).

En la película “El vendedor de sueños” basada en la novela homónima de Augusto Cury, existe una frase que empata perfectamente con lo que estamos viviendo: “Te regalo una coma para poder parar y que sigas escribiendo la historia de tu vida”. ¿Será momento de parar en nuestras vidas? ¿Tendremos la valentía de hacernos responsables de todo lo que sucede sin culpar a los demás? ¿Estamos dispuestos a cambiar de un sistema inconsciente a un presente consciente?

Si seguimos en la carrera de la vida, persiguiendo la “zanahoria de la felicidad”, ciclados y repitiendo los mismos patrones, estaremos claramente destinados a crear un futuro predecible. Lo que pensamos, sentimos y actuamos es lo que va sembrando el camino, por lo tanto, no requerimos de catástrofes como una pandemia para darnos cuenta de que algo está mal en el sistema. Darnos cuenta de que tenemos el verdadero poder de crear desde un presente consciente, nos permite crear un nuevo futuro.

máscaras, consciente
Ilustración: Kathia Recio (Nexos).

Es momento de tomar en serio a la humanidad y dejar de buscar una razón para querer entenderla. El poder de transformarse y sumar para lograr cambios colectivos existe en cada ser humano; es tan simple que no lo queremos ver. El paradigma describe que las transformaciones se ubican en el futuro y se requiere que pase mucho tiempo para ello. Hablar del futuro es hablar de algo que aún no existe. Pensar en el futuro se convirtió en algo tan importante para la humanidad que ha tenido diferentes representaciones en el contexto histórico.

El sociólogo André-Clément Decouflé comparte tres formas de cómo el futuro fue atendido desde diferentes prácticas según la época. En la Antigüedad, desde el contexto mágico-religioso, surgieron las prácticas de la adivinación y profecía ligadas a la imagen de futuro como destino. En el contexto literario ligado al advenimiento de la sociedad industrial y el auge de la idea del progreso, plantearon la posibilidad de usar la imaginación para crear futuros distintos teniendo como imagen el porvenir. Finalmente, a partir del siglo XX los científicos, filósofos y tecnócratas crean los estudios incorporando el largo plazo y de acuerdo a datos históricos para darle al futuro la imagen de devenir.

Si cada una de estas representaciones del futuro ha tenido su tiempo de vida y se ha ido incorporando a las demás, ¿por qué no hemos podido crear uno mejor para todos?, ¿estamos en el momento de re-significar este concepto? Si el sistema en que vivimos nos mantiene creando futuros que no nos gustan, ¿será que no debiéramos mirar hacia él?

camino y el futuro
Imagen: SKF Evolution.

Estas respuestas son clave para que, desde hoy, podamos decidir de forma más consciente un camino para la re-humanización. Esto significa que nos descubramos como un solo clan que ha venido a co-crear y colaborar para disfrutar cada momento de nuestra vida en el planeta. Por esto, es importante priorizar la consciencia del presente. Lejos de la inteligencia que creemos tener para construir el futuro. La oportunidad está en saber que el camino nos llevará a un destino, pero lo importante será poder caminar.

Sí es posible crear un nuevo futuro que deje de ser predecible por el pasado. El reto está en romper con nuestra idea de destino, porvenir y devenir. Pasar a un nuevo paradigma que nos permita disfrutar el presente y que nuestro futuro se construya desde ahí. El inicio del camino está en abrazar la incertidumbre y convertirla en la gran aventura de nuestras vidas. ¿Estás listo para cambiar el futuro de nuestra historia?


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Los introvertid@s

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Los introvertidos suelen ser catalogados como personas retraídas o reservadas. Algo que en términos prácticos no suele ser tomado en cuenta para ciertos cargos, como una gerencia importante, o un puesto mayor… pero, ¿estamos haciendo lo correcto?

El mundo empresarial y los retos de la industria requieren colaboradores capaces de solucionar problemas. Líderes que definan soluciones creativas e innovadoras, que sean conocedores del mundo, ágiles de mente y muy importante: que puedan hacerte pensar como ellos para llegar a una meta.

La idea universal de la selección natural de las especies, en donde se diferencian los líderes de los seguidores, es uno de los referentes por excelencia en materia empresarial. Por un lado, las personas extrovertidas son como el sol de una empresa, los que definen los “goles”, los que cierran tratos. Por el otro lado, los más tímidos son los menos indicados para liderar proyectos, para definir estrategias o crear nuevas soluciones. Los que piensan antes de actuar, los que atienden a profundidad los problemas. ¿A cuál de estos dos perfiles contratamos o deberíamos contratar?

La abogada y escritora estadounidense Susan Cain,[1] define que los directivos estamos dejando pasar muchas oportunidades al no tomar en cuenta que la introversión también se asocia con el liderazgo. De hecho, de acuerdo a varios estudios antropológicos, se cree que la mitad de la población mundial es introvertida. Ejemplo de ello lo encontramos en directivos de negocios y empresas de cualquier tamaño; en colegas de trabajo, en la familia, con los amigos, etcétera.

introvertidos y perlas
Imagen: Pinterest.

 Todos sabemos reconocerlos por su capacidad o incapacidad de hacer las cosas a su modo. Los extrovertidos normalmente hablan y luego piensan, los introvertidos piensan primero y hablan después. Los extrovertidos son entusiastas, mientras que los introvertidos son más reservados para sus círculos sociales, los cuales son pequeños en comparación con los extrovertidos, quienes no tienen ningún reparo en compartir sus experiencias con más gente.

En realidad, la introversión en las personas es simplemente un estereotipo al cual estamos acostumbrados por mero prejuicio, porque casi siempre se les encasilla como una persona tímida, o peor aún, como antisocial. En realidad, son personas que mantienen una línea de pensamiento mucho más estructurada, que analiza y funge como mediador de conflictos y, en muchos casos, como solucionador de los problemas complejos.

En este sentido, Mihaela Enache, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universidad Oberta de Cataluña, afirma que “cada vez hay más investigaciones que sugieren que el liderazgo no requiere ser extremadamente sociable, los líderes más eficaces no entienden como indispensable el perseguir la notoriedad”. Más bien, tienden a escuchar activamente, mientras mantienen y transmiten la calma en tiempos de tormenta o a la hora de tomar decisiones.

De hecho, en una época donde las paredes dejan de existir y donde cada día estamos más acostumbrados a crear espacios del tipo co-working, es importante entender  que hay personas que necesitan la privacidad para crear, no porque sean antisociales, sino porque es necesario esa calma para escucharse a sí mism@s.

En conclusión, las cualidades de una u otra personalidad tienen que mantenerse y respetarse en todo momento, ya que tanto son necesarias personas extrovertidas, como lo son las introvertidas. Los pensamientos, las ideas y los proyectos seguramente resultarán mejores si encontramos la dualidad de ambas y nos replanteamos la idea de lo que en verdad las personas introvertidas podrían lograr. Así que la próxima vez que pienses que “el mundo es de los aventureros” también reconoce que, en realidad, los aventureros que razonan y analizan las opciones antes de actuar son también rasgos de personas introvertidas.


Notas:
[1] Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking