¿Desde dónde festejamos la Independencia de México? ¿Hasta dónde el orgullo se convierte en una máscara para borrar el semblante de la libertad que no tenemos? Son las preguntas que este 15 de septiembre me venían a la cabeza y que dejé pasar para no influir en las respuestas. No sé cuál es la respuesta correcta, lo que sí sé es que estamos viviendo un momento en donde todo está cambiando a nuestro alrededor y pareciera que sólo unos pocos están dispuestos a fluir con ello.
Desde hace ya varios años descubrí que existe una gran diferencia entre sentir orgullo por ser mexicano y amar a México. Esto me hizo reflexionar y dejar de ver esta fecha como algo que festejar desde el orgullo. Parte de mi decisión está basada en lo que aprendí de la Neurociencia en donde, con ensayos científicos, se demuestra que el sentimiento de orgullo genera una energía muy baja en nuestro cuerpo la cual te abre a ser influenciado fácilmente. Por otro lado cabe destacar que el amor es la energía más alta que te abre a poder conectarte con todo y fluir.
Sumado a esto y al investigar sobre nuevos documentos que han salido de la historia de México –fuentes como la UNAM hasta historiadores serios que hoy lo comparten–, observé que no concuerdan con la narrativa que nos contaron, ya que gran parte de lo compartido e instalado como cultura en nuestro país, fue escrito por los que tuvieron el poder y decidieron relatar lo que les convenía en ese momento. Ellos tuvieron la libertad de decidir e indicarnos quién era el traidor y quién no. Inclusive modificaron partes de la historia con el fin de hacer sentir orgullo a la gente y de ahí partir para tener el control. Nada más real que lo ejemplificado en la película “La ley de Herodes”.
El enfoque innecesario en recordar una y otra vez el orgullo de ser un país libre gracias a esa lucha por la Independencia nos mantiene encadenados. Es como querer sentir lo que vivieron nuestros antepasados sin darnos cuenta de que no es necesario que nosotros lo experimentemos una y otra vez. Esto lo tenemos instalado en el inconsciente colectivo y es por ello que constantemente buscamos “iconos de orgullo” (como la selección de futbol o a los mexicanos de éxito) fuera de nuestro país. El reto individual de todo esto es vivirlo lejos del orgullo y cerca del amor por México, sólo así puedo amar al mexicano que triunfa y reconocer que lo único que me está recordando es que yo también soy libre de triunfar.
¿Qué queremos gritar los mexicanos? ¿De qué queremos liberarnos? De la incertidumbre, del miedo, de los problemas económicos, de la inseguridad, de la pobreza, del maltrato a la mujer y a los niños, de los que quieren controlarnos, finalmente la lista puede ser interminable. Por lo tanto, ¿Realmente somos libres o queremos ser libres? ¿Queremos seguir viviendo en un país donde rige el control, la separación y la desconexión?
Es momento de cambiar el grito de “Viva México” por “Amo a México” y de ahí hacerlo realidad. Construir un nuevo escenario para nuestro país no es posible lograrlo desde el orgullo sino desde el amor. No es un amor romántico, es un verdadero estado de nuestro ser que nos permite conscientemente respetar la tierra en la que vivimos y a todos los seres en que ella habitan. Es abrazar a México porque nos une como región y nos da la oportunidad de vivir en comunidad y crecer haciéndonos fuertes entre todos. Es saber que si uno falla en lo individual es porque estamos fallando en lo colectivo. Es momento de dejar de decir “esto está mal” o “lo hacen mal” y ponernos a desarrollar un nuevo recurso que nos permita cambiarlo.
Todo esto es una forma de amar a México y de festejar la unión, la tierra y el valor humano que sumamos todos los que habitamos este país; teniendo esto en cuenta, podemos creer que la libertad y la certeza de un mejor futuro es alcanzable para todos. Si alguien piensa que no se puede, es que vive en el paradigma del pasado. El reto es iniciar en coherencia con uno mismo para sumar poco a poco en colectivo y así llegar al inicio de una verdadera transformación… Es momento de preguntarnos: ¿desde dónde sería mejor gritar nuestra independencia?, ¿desde el orgullo o el amor?
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