país polarizado

Ya ganó Joe Biden ¿y ahora qué?

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Después de once días desde que se llevó a cabo la jornada electoral en Estados Unidos, se pudo anunciar un vencedor definitivo y prácticamente doce semanas después se definió el conteo final del Colegio electoral dando una holgada victoria a Joe Biden de 306 votos contra 232 de Donald Trump.

A medida que los días han transcurrido, la diferencia de votos con el 97% de estos contabilizados, da una abrumadora victoria en el voto popular al candidato demócrata con 78’778,306 votos, es decir, el 50.9% de los votos totales contra 73’161,232 votos para Trump, lo que equivale al 47.3%. Hay pues una diferencia de 5’616,683 votos entre ambos candidatos y la diferencia, que hoy es del 3.6%, al terminar de contar todos los votos, aún será mayor en favor de Biden.

Ambos candidatos deberían estar muy felices porque esta contienda ha roto muchos récords en la historia de las elecciones de Estados Unidos, Biden es, por mucho, el candidato que más votos ha obtenido y Trump es el candidato perdedor que también ha obtenido la mayor cantidad de votos. El número y el porcentaje de votantes totales es la mayor de la historia y así podríamos señalar otras marcas.

¿Qué hizo que Biden ganará? Seguramente habrá muchos análisis y conclusiones, pero es definitivo que el voto de las llamadas minorías influyó de manera determinante a nivel nacional y en algunos estados en concreto. El voto de las mujeres tuvo una fuerte influencia impulsado por Kamala Harris. Y como siempre pasa en cualquier proceso electoral, la gente vota por el candidato que, desde su punto de vista, es el menos malo, y hay una buena cantidad de votos de castigo en contra del candidato en el gobierno.

Trump pierde elecciones
Imagen: The Australian.

En términos del simple análisis, es determinante el hecho de que Biden y los demócratas hayan ganado cinco estados que en la elección pasada perdieron, inclusive uno de ellos que no ganaban desde la elección de Bill Clinton. Los estados de Arizona, Michigan, Pennsylvania, Georgia y Wisconsin.

Es interesante también señalar que Estados Unidos queda muy dividido después de esta elección, ya que se muestra un país totalmente polarizado y con dos visiones de lo que quieren como nación, aunque es claro identificar dónde realmente están las diferencias. Trump ganó en 25 estados y Biden hizo lo propio en otros 25.

Prácticamente todas las ciudades y grandes urbes fueron ganadas por Biden, el Estados Unidos profundo, poco educado, que se ve al ombligo, votó por Trump y esto se refleja en la proporción del peso del PIB: los cerca de 500 condados que votaron por Biden representan el 71% del PIB americano, los poco más 2400 condados, los que votaron por Trump, significan el 29%.

Un poco para ir cerrando cifras y, aunque sé que para algunos lectores esto puede resultar tedioso o no muy divertido, es importantísimo que visualicemos estos números porque con ellos va a tener que gobernar Biden y el panorama no está entonces nada fácil.

Es muy interesante ver cómo en algunos estados un candidato arrasa, Biden en DC con más del 87% de los votos a su favor, frente a Wyoming donde Trump gana con una ventaja del 43%, y así podríamos seguirnos con una docena de estados para cada candidato y ver cómo en nueve estados las diferencias son de menos del 3%.

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Imagen: Foreign Policy.

Que no me lo tomen a mal los habitantes de Wyoming, pero me queda claro que es un estado al que no se me antoja ir para nada después de ver estos resultados, al igual que a Arkansas (28%), Alabama (26%), Idaho (31%), Kentucky (26%), Oklahoma (33%), North Dakota (33%), South Dakota (26%), West Virginia (39%), Utah (20%) y Tennessee (23%), que le dieron grandes victorias a Trump.

Por el contrario, California (30%), Connecticut (20%), Hawaii (29%), Massachusetts (33%), Rhode Island (21%), Vermont (35%), Maryland (32%), Washington (19%), Delaware (195), y D.C., le dieron un amplio margen a Biden.

Creo que en su desesperación y arrogancia, el presidente Trump perdió una oportunidad de oro para decir, “perdimos, pero… no por tanto como se había dicho, en otra elección nosotros hubiéramos ganado gracias al masivo número de votos que obtuvimos, el proyecto al que los convoqué sigue vivo y estaremos listos para enfrentar unas nuevas elecciones conmigo o con otro candidato que las comparta en las elecciones del 2024 y algunas cosas más”. Trump tenía mucha raja para presumir y prefirió, como siempre lo ha hecho, irse por las mentiras, por las desacreditaciones, por pelearse.

Trump y muchos de sus seguidores que desacreditaron el proceso electoral, se van a tener que comer sus palabras y ofrecer muchas disculpas. En campaña los ánimos se pueden caldear y uno puede decir ciertas cosas que “se permiten”, ya pasadas las elecciones, pero esto no es lo correcto, ni lo derecho, ni decente. De educación no hablo, porque este señor no la conoce.

Trump dijo en campaña que Biden era el peor candidato, que el partido demócrata pudo haber seleccionado a alguien más y fue ése, “el peor”, quien le ganó, ¿se imaginan quién hubiera sido el mejor?

¿Cuáles son los retos inmediatos del nuevo presidente? Lo será a partir del 21 de enero del 2021: controlar la pandemia del coronavirus y dejar en manos de expertos, como ya lo está haciendo, ¿las decisiones que los políticos tienen que acatar? Más de 11 millones de americanos se han contagiado y más de 250 mil han perdido la vida por el pésimo manejo de la administración de Trump a esta crisis sanitaria.

buiden elecciones USA
Imagen: CNN.

Biden tendrá que dar señales claras en materia de inmigración y hacer acciones contundentes para ver la diferencia entre las dos administraciones. La regularización de los niños y jóvenes bajo el paraguas DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals) será una muy buena señal, por ejemplo.

Otro hecho de gran relevancia será el regreso inmediato al Acuerdo de París, del que Estados Unidos se acababa de salir. Como se sabe, Trump no cree en el cambio climático, y Biden está totalmente del otro lado de la balanza en el tema.

Seguramente Biden tendrá que hacer varios acercamientos, desde ya, con sus aliados históricos: Francia, Inglaterra, Japón, algunos de los países árabes (Arabia Saudita para empezar) para “arreglar” la relación. China y Rusia se deberán coser aparte.

Tendrá que hacer algo en relación con la OTAN y las fuerzas americanas desplegadas por el mundo, rápidamente.

Reconstruir la relación con las Naciones Unidas y algunos de sus organismos como la UNESCO.

Y trabajar mucho hacia adentro de sus propias fronteras con los diversos problemas que le dejó Trump, más los que se acumularon por la pandemia y definir el futuro de Trump. ¿Lo persigue?, tiene mucha cola que le pisen, pero también tienen 73 millones de votantes.

Biden y Latinoamerica
Imagen: The Intercept.

Unos días antes de que tome posesión Biden, sabrá si tiene el control de la Cámara de Senadores, hay elecciones de los dos senadores por Georgia el 5 de enero, y serán ambas contiendas muy cerradas. La Cámara de representantes tiene ya control demócrata, aunque con menos margen de lo que tenían antes de estas elecciones de noviembre.

México desafortunadamente, como sucedió en prácticamente toda la campaña, no será tema, y ante las groserías del gobierno de México y en especial del presidente López Obrador, mucho menos.

Biden no es un hombre de venganzas, es un político con mucho colmillo y mucho oficio, 40 años en este negocio. La distancia con la que se mantendrá será su mejor forma de comportarse. Tiene, además, muchos sartenes por el mango que podrá y seguro utilizará, en el nuevo TLC hay muchas oportunidades para hacerlo y él tiene muchos compromisos sindicales al igual que con la clase trabajadora.


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Las sociedades divididas

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Ante lo que parece una inminente victoria electoral, el sábado por la noche Joe Biden pronunció un discurso emblemático en la ciudad de Wilmington, al norte del estado de Delaware en la costa este de Estados Unidos. En su discurso, el candidato demócrata, y prácticamente presidente virtual de aquel país, hizo una petición sumamente relevante. Se dirigió en concreto a los votantes de Trump, pero también lo hizo indirectamente a todo el electorado y población estadounidense. “Démonos los unos a los otros una oportunidad, es hora de dejar de lado la retórica áspera, de bajar la temperatura, de vernos nuevamente, de escucharnos nuevamente”. Es un claro mensaje de conciliación, bienvenido en los tiempos que corren, pero que refleja una crisis coyuntural global.

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Imagen: Brian Stauffer.

En los últimos años, los reportes periodísticos sobre elecciones nacionales alrededor del mundo incluyen, casi sistemáticamente, la palabra “polarización”. No mienten. Reflejan lo que cuantitativamente expresan las urnas en cada caso, y que se traduce en elecciones usualmente disputadas. Pero también son prueba cualitativa de dinámicas mucho más profundas. Estas elecciones disputadas son el síntoma de sociedades que se han dividido y que han encontrado fundamentos para permanecer así. Que la democracia desnude la diferencia no es novedad, de hecho es el escenario deseable. Y que las sociedades estén divididas, tampoco es nuevo. La diferencia es inherente a la coexistencia en sociedad. Entonces, ¿qué tienen de novedosas las polarizaciones contemporáneas y por qué son preocupantes?

El acento está en la forma. Y aquí, como en otros casos, la forma sí es fondo. La manera contemporánea de canalizar la división supone montarla sobre discursos de odio que no necesitan de argumentos, de racionalidad, y de hecho ni siquiera de verdad. En otras palabras, ésta es una de esas épocas en la que la mentira basada en mentiras es rentable políticamente. No sólo porque se vende como verdad, sino porque se compra como verdad. El contexto público se transforma en un mercado en el que charlatanes venden e incautos compran. En ese contexto, sin embargo, también existen y aparecen mensajes racionales, con menos falacias y más argumentos, pero orillados a competir en el mercado dominado por las mentiras rentables. No se está descubriendo el hilo negro al decir que la rentabilidad política de las mentiras funciona porque está capitalizando rencores acumulados en las últimas décadas.

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Imagen: Ryan García.

Estados Unidos y su elección son escenarios ilustrativos de esto, pero de lejos es el único caso. En México, con sus salvedades y particularidades, el escenario público reproduce prácticamente la misma fórmula. Por eso importa el llamado de Biden. No porque él o su gobierno puedan convertirse en el adalid de la reconciliación, sino porque un líder de ese tamaño, desde esa posición, está convocando a la reconciliación. El éxito del llamado no depende de Biden, pero sí importa que políticos desde la esfera política retomen un camino de mediación y concordia. Después de todo, si en la democracia las divisiones son normales y deseables, también lo es el diálogo y una eficiente contención de odios desde lo público.

La máxima aspiración no consiste en reconciliar, porque no estábamos conciliados antes. En general, venimos y continuamos sobre caminos de desigualdad, menosprecio, racismo, clasismo, violencia e injusticia. Sin embargo, un llamado a darse una oportunidad los unos a los otros, a vernos nuevamente y, sobre todo, a escucharnos nuevamente, es un buen paso en la dirección correcta. Las resistencias están siendo automáticas. Hace falta un vistazo brevísimo a la cuenta de Twitter del todavía presidente Trump. Sin embargo, vale la pena considerar ese camino, sobre todo considerando que el poder alrededor del mundo, la alternativa se pavimenta sobre los odios que han llevado a la peor cara del populismo. Mejor veámonos y escuchémonos unos a otros.


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