patriarcado

De hombre a hombre

Lectura: 2 minutos

Sutil, gracioso, casi inocuo, pero ahí está presente, constante, volviéndose imperceptible, filtrándose por cada fisura de nuestra necia visión del mundo. Disfrazado de la complicidad cotidiana que creemos que nos define como hombres. La violencia del lenguaje de nuestra intimidad patriarcal y dominante, que no es capaz siquiera de ver la misoginia que le envuelve. Una dominación espuria que pretendemos perpetuar como si la evolución de la sociedad no existiera. Una dominación siempre excluyente… y siempre violenta.

Hombres que nos definimos como “modernos”; hombres que nos definimos como “decentes”; hombres que nos definimos como “tolerantes”. Sí, pero no en este tema porque lo tenemos inoculado hasta la médula por una tradición que perpetúa la sensación de que somos mejores y de que “nos lo merecemos”. Muchas veces, machismo disfrazado con “una manita” del barniz de la cortesía.

Entrenados desde niños en el modelo de nuestra supremacía esperamos la sumisión condicionada de todas las mujeres que nos rodean, empleando la coerción del insulto y el dinero para reprimir cualquier acto de “rebeldía”. Insurrección por querer ganar lo mismo; insurrección por aspirar a mejores puestos; insurrección por pedir ayuda en casa; insurrección por cuestionar; insurrección por querer valer.

hombres rompan el pacto
Imagen: Erin Lux.

Ejercemos la pornografía como una manera de prolongar el ultraje y el abuso al infinito, pensando que verla no trasciende. Sí lo hace y mucho, al convertir nuestro consumo, multiplicado por millones en precursor de la cosificación y de la esclavitud sexual y la trata para miles de mujeres que sucumben al poder económico y cultural de las redes.

Hay que parar. Es necesario empezar a cambiar, desde lo más simple, desde lo más obvio. Practicando la equidad se convertirá en costumbre, hasta asumir un comportamiento genuino. Empecemos por desechar los estereotipos: de la mujer que maneja mal; de la mujer que es controladora; de la mujer que “se ve mal” si toma un trago o dice groserías. Tirar también por la borda de nuestra arrogancia el etiquetado prejuicioso que descalifica en base al color de piel, o la edad o la talla.

¿Cómo miramos a los grupos feministas empoderados para pedir justicia? Si hacen pintas… mal, si gritan consignas… mal, si cantan… mal, si dejan basura… mal… muy mal. Como si sobrevivir no fuese una prioridad; y al decir sobrevivir lo digo con todas las implicaciones que semejante palabra acarrea, desde las soterradas invitaciones que acosan en lo laboral hasta el miedo y la pesadilla de muchas mujeres caminando en una calle solitaria o abordando un transporte público. ¿Qué no podemos entender la desesperación que surge desde el miedo y la injusticia? El umbral no debería ser “sobrevivir”, la palabra pertinente es “vivir”.

De hombre a hombre hay que decirnos ¡basta ya!


También te puede interesar: ¿Qué son los “Derechos Bioculturales?

Patriarcales de Clóset

Lectura: 2 minutos

En el Vodevil Nacional Matutino afirmaron que “En México no somos patriarcales, eso viene de fuera, y aquí se respeta a las mujeres”. Patético.

La sociedad prehispánica era patriarcal, polígama y vertical. El rey o Tlatoani gobernaba sobre personas y tierras, era una sociedad feudal, dividida y valorada desde su capacidad de trabajo. Los sacerdotes y el ejército eran las clases sociales más favorecidas después de los reyes, todos hombres. El Tlatoani tenía varias esposas y amantes, a las esposas que eran de su clase social las “negociaba”, es decir, las compraba; a las amantes, mecatl, que eran de clase inferior, simplemente las “tomaba”. Sin opción, sin posibilidad de negarse, sin privilegios, sus hijos heredaban esa condición y carecían de los privilegios de los hijos de las esposas.

Eso es una sociedad patriarcal, lo más terrible es que no hemos evolucionado y se parece mucho a la sociedad actual. Entonces, no es una costumbre o expresión de “fuera”, fue y sigue siendo una organización social que padecemos las mujeres y que sufren los grupos de las minorías sexuales. Esta organización domina en la economía, la política y la educación. La negación desde lo más alto del poder demuestra que el patriarcalismo está tan impuesto y protegido, que no aceptan la diferencia entre vivir en igualdad y vivir en la injusticia.

sociedad patriarcal
Imagen: Alex Nabaum.

Somos un país patriarcal, tenemos gobiernos patriarcales y familias patriarcales. Las mujeres en el gabinete gubernamental no significan una diferencia, porque se comportan como simples “obedecedoras” de las órdenes del su jefe-rey-Tlatoani. En los ahora llamados “pueblos originarios” el patriarcado es parte de sus tradiciones, y las mujeres que dejan, literalmente a la tribu, se van para estudiar y llevar una vida independiente, son repudiadas y hostigadas, eso sucede en Chiapas ahora mismo, y en varios estados del país. Esa represión se respeta porque la demagogia del “multiculturalismo” permite el arraigo de costumbres retrógradas.

En México no se “respeta a las mujeres” y eso es parte del patriarcalismo. En México se insulta, degrada, golpea, acosa y asesina a las mujeres. Las cifras de casos de violación y asesinato son incuestionables, son consecuencia de la costumbre patriarcal de “tomar” a la mujer que les da la gana y usarla como les da la gana. Los patriarcales lo niegan y se apoyan entre ellos, ése es el “pacto” como pudimos verlo en el Vodevil Matutino Nacional.

La violencia en contra de las mujeres nunca va a terminar mientras los patriarcales de clóset, esos que inventan un país y una sociedad que no tenemos, mantengan esa retrógrada y criminal negación. Tener que hacer esta aclaración, tener que decirlo es parte de las ofensas que nos infligen a las mujeres, es un insulto que lo nieguen, es un insulto que digan que en “en México se respeta a las mujeres” y es un insulto que oculten una patología que es el origen de muchas tragedias y que somete al 52% de la población en la inseguridad y el miedo.


También te puede interesar: Hoguera de palabras