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Philips: cuando la nostalgia se llena de futuro, se llama reinvención

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En buena medida, lo que una empresa dedicada a la tecnología vende, antes que objetos, son ideas.

Lo que es más, podría decirse que aquellas que intentan vender objetos por encima de las ideas, acaban sucumbiendo al momento en que esos objetos quedan en desuso.

El ejemplo más paradigmático es Kodak, aunque no el único, desde luego.

Así, por más extraño que suene, antes que al orden material de las cosas, la posibilidad de permanencia de un artefacto está anclado al orden de lo inmaterial; es decir, el de las ideas.

Qué representan las cosas se torna de este modo tan o más importante de para lo que sirven o de lo que están hechas.

kodak
Imagen: iStock.

O, para decirlo de mejor, forma, aun ese “para lo que sirven” y por su puesto ese “de qué están hechas”, se vinculan al universo de lo que las personas y las sociedades piensan.

Y si el ejemplo de un emporio venido abajo en poco menos que un santiamén, el contraejemplo de la capacidad para comprender el tiempo, esto es, para navegar sobre las aguas de las ideas, es la neerlandesa Philips.

Hacia finales del siglo XIX, en un poblado más bien modesto llamado Eindhoven, tres miembros de la familia Philips comienzan con la fabricación de lámparas incandescentes, que luego conoceremos como focos, hechos a base de filamento de carbón.

El puente que media entre ese inicio, su paso por la fabricación de radios y otros enseres electrodomésticos tendrá hacia 1965 un momento estelar: la introducción de los circuitos integrados que abrirían paso a los aparatos electrónicos de transistores.

Una parte central del éxito de la empresa, y su crecimiento, se debió durante el convulsionado siglo XX europeo al trabajo desarrollado desde lo que en neerlandés se denominó el Natuurkundig Laboratorium (Laboratorio de Ciencias Naturales o simplemente Laboratorio de la Naturaleza) de la marca.

Detrás de la prolífica y eficaz labor del Natlab, nombrado de ese modo en su versión simplificada, se hallan desarrollos sin los cuales la historia cultural, en el sentido más amplio, del siglo XX es impensable.

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Imagen: NIPO.

Al Natlab de Philips debemos el casete, el DVD, el blu-ray, otros productos. Es decir, en el resultado de la investigación que dio paso a la creación de estos soportes se pudo resguardar una parte importante de la historia del siglo anterior.

Llama la atención, asimismo, el propio nombre de este espacio dominado por el espíritu emprendedor, sí, pero sobre todo, centrado en la innovación como un espíritu general.

Llamar “laboratorio de naturaleza” antes que a un juego de palabras, responde a una mirada en la que lo “natural”, lo “social” y lo “artificial” (lo no natural), hallan sitio común en la idea de que la gente viva mejor.  

Llegado el siglo XXI, justo en 2001, Philips decidió cerrar su histórico Natlab y reemplazarlo por lo que entonces denominó su High Tech Campus.

Desde hace unos pocos años, de la mano de una muy reconocida y sólida política de Estado enfocada a promover la innovación, Philips participa de modo destacadísimo del modelo neerlandés de las tres hélices: gobierno-universidades-empresas.

Ícono de un país capaz de inventar tanto el telescopio como el microscopio, de una nación que idea soluciones continuamente para mantener al mar a raya y que ha hecho de la dificultad una forma de probarse a sí misma, Philips corresponde a este relato al tiempo que lo estimula y ensancha.

Líder hoy, entre otras cosas, en sistemas de monitoreo médico a distancia, su perfil dista mucho de un fabricante de “cosas”. Es, en todo el sentido de la palabra, siempre lo ha sido, una empresa cuyo insumo básico y producto principal, a la vez, es la innovación.

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Imagen: Prerequisit Market Intelligence.

Lo que llamamos tecnología, pues, si bien se consuma en la elaboración de un artefacto, un objeto, una cosa del orden material, su capacidad de permanencia está cifrada en la reinvención.

Se trata de una reinvención que, por paradójico que parezca, no se propone como principal fin permanecer, sino justamente cambiar, es el viento del cambio, de un llamado propio a cambiar lo que la impulsa.

Como en pocos casos, en el de Philips se puede mirar con tal claridad, el modo en que operan, entrelazadas, la vida de los objetos físicos, el espacio de las prácticas sociales y el horizonte de las representaciones sociales.

Es en conjunto a esta interrelación a lo que debemos llamar en ultima instancia tecnología y a lo que está asociada la experiencia de la innovación, como cotidianidad, y de reinvención, como traza de futuro.

A partir de 2016, la corporación está dividida en dos divisiones: Philips Personal Health y Philips Health Systems, esta segunda dedicada a la telemedicina y a las soluciones de convergencia tecnológica dedicadas a la salud.

La misma empresa, y que no comenzó fabricando focos como muchos aún la identifican, hoy desarrolla antifaces que usan quienes sufren apnea del sueño para contar con un escaneo de su cerebro en las horas que mal duermen.

El futuro, como los sueños, es una forma de reparar, resarcir, recuperar un sistema para que pueda seguir adelante. La idea de que eso es posible. De que vale la pena.

Reinventándose.


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