Apenas este martes, millones de niñas, niños y jóvenes, regresaron a sus salones de clase en varios países de Europa, una de las primeras regiones más afectadas por la pandemia por esta nueva cepa de coronavirus, con diferentes medidas sanitarias, un monitoreo riguroso para evitar brotes y un objetivo común: no perder el ciclo de aprendizaje que sólo se logra dentro de la comunidad escolar de manera presencial.
Desde el inicio de esta pandemia se nos ha repetido en muchas ocasiones que los contagios aparecieron en diferentes momentos en amplias zonas del planeta, a partir del surgimiento del virus en Wuhan, China; por lo que, también de manera escalonada, regresaremos eventualmente a las aulas en los diferentes grados académicos.
¿Por qué es importante retornar pronto a los salones de clase? En primer lugar, el sistema de enseñanza remota, y por televisión, no puede sustituir la convivencia y el impacto que tienen los maestros en la formación de sus alumnos. Es el contacto directo lo que constituye el centro del aprendizaje que no sólo es la transmisión de datos e información, sino la relación social que solamente puede construirse en comunidad.
Varios países llegaron a esta conclusión y diseñaron diversas estrategias que, eventualmente, podemos adoptar en México para que el regreso de los estudiantes sea seguro.
Italia, por ejemplo, aprobó a inicio de agosto pasado el protocolo para que niños de 0 a 6 años asistieran de nuevo a guarderías, preescolar y escuelas primarias, con un número fijo de alumnos por salón, que convivirán siempre en la misma aula y con los mismos profesores, una especie de “burbujas” similares a las que emplearon algunas ligas profesionales deportivas para mantener a sus comunidades sanas, aunque aisladas todavía.
En este sentido, tanto el material didáctico, como los juguetes y los enseres –mochilas, cubiertos, loncheras, entre otros– son exclusivos de cada grupo y el ingreso a los comedores del plantel se hace por turnos, después de limpiar a profundidad.
Aunque fue uno de los países que resintieron con mayor fuerza los efectos del virus, Italia no impuso el uso de cubrebocas o la toma de temperatura a los estudiantes o al personal del colegio, pero nadie puede acudir si presenta síntomas, sospecha de un contagio en casa o tiene algún otro padecimiento respiratorio. Las pruebas serológicas también son voluntarias entre los trabajadores del sector educativo.
Por su parte, más de tres millones de niños de cero a 6 años emprendieron el regreso a clases en Francia. Los menores de 11 años no llevarán cubrebocas y no se contempla sana distancia de metro y medio; sin embargo, todos los adultos, incluidos los profesores, deben usar cubrebocas en cualquier espacio del plantel.
A las niñas y niños franceses se les pide lavado de manos continuo y la aplicación de gel antibacterial se hace con la supervisión de un adulto –por la base de alcohol que podría ocasionar un accidente entre los más pequeños–.
La capacidad de los salones está limitada a 24 alumnos y para evitar saturación, el gobierno francés contrató recientemente a unos 1,600 profesores nuevos para atender a los estudiantes de preescolar y primer grado, de acuerdo con la información que se ha hecho pública en aquella nación.
En Alemania –uno de los países que ha manejado mejor la crisis sanitaria– estudiantes y maestros deben portar el cubrebocas en zonas comunes, incluyendo sanitarios, salas, pasillos, comedores, entre otros, con excepción de los salones de clase. Si los padres lo acuerdan o lo piden a la directiva, los maestros deben usar cubrebocas también durante la impartición de los cursos. Tampoco en los planteles alemanes hay distancia mínima requerida y ante cualquier síntoma, la persona debe aislarse y no regresar hasta que pase su cuarentena.
Portugal determinó desde mayo circuitos de entrada y salida en las escuelas, en el acceso a las aulas y a los espacios comunes, además de horarios fijos por grupos para evitar aglomeraciones. La sana distancia tampoco es obligatoria, al igual que la división por grupos específicos, debido a la oposición de padres y tutores por falta de espacio y de recursos para reducir el número de alumnos; algo muy semejante a lo que podemos enfrentar en México.
Una diferencia en el sistema escolar portugués será la obligación de quitarse los zapatos al entrar y usar un par sólo para el plantel, además de que los juguetes fueron prohibidos; tanto el material como los útiles deben ser desinfectados continuamente a lo largo del día y al final de la jornada. Aquí, sólo los profesores y los empleados de las escuelas deben portar cubrebocas todo el tiempo y en cualquier sitio. Se espera que menos de la mitad de los alumnos en preescolar regresen a clases, lo que será un punto de referencia importante por la amenaza latente de la deserción escolar.
Los llamados Países Bajos abrieron sus planteles a partir de un cuestionario para identificar si entre sus alumnos existen contagios, han tenido algún miembro de su familia enfermo, o ellos mismo han experimentado síntomas, lo que evita que acudan a la escuela hasta cubrir la cuarentena correspondiente.
De la misma forma, la sana distancia no es requisito entre ellos o durante la clase. No obstante que, los profesores, empleados y padres de familia sí deben observar el metro y medio, o más, recomendado para reducir la posibilidad de contagio.
Ventilar las áreas comunes y los salones es obligatorio, así como el lavado frecuente de manos, la desinfección de útiles y juguetes, el estornudo y toser en el hueco del antebrazo. Tampoco los cubrebocas son forzosos y sólo un adulto puede dejar en la puerta del colegio al estudiante. Se pide que las niñas y los niños de cero a 4 años no visiten a sus abuelos o cuidadores, mientras que de 4 a 12 años pueden moverse con mayor libertad en ausencia de casos en su entorno cercano o en ellos mismos.
Otra nación golpeada por este tipo de coronavirus, Reino Unido, aplicó medidas más estrictas, a pesar de que el uso de cubrebocas tampoco es obligatorio para profesores y directivas escolares y cada plantel determina las acciones adicionales que necesite para regresar a clases.
El gobierno británico ha iniciado una campaña para motivar a las mamás, papás y responsables de crianza a que lleven a sus niñas y niños a la escuela, pero la última decisión está en ellos. No hay cupo máximo en los salones y se espera que únicamente la mitad de los estudiantes en grados preescolar y primaria retornen en el corto plazo.
Como podemos apreciar, vencer el temor del regreso forma parte no sólo de un acuerdo social, sino de la prevención que toman las autoridades para no romper el ciclo de aprendizaje, lo cual representa un costo altísimo para cualquier nación que busca mantener su nivel educativo y su progreso.
Similar a los retos que tendremos en México –falta de espacio, problemas de acceso a la tecnología, contenidos insuficientes en calidad y cantidad, presentadores por televisión sin experiencia previa para enseñar, entre muchos otros–, otras naciones concluyeron que seguir con clases a distancia perjudicaría, más de lo que ayuda, incluso cuando la pandemia sigue activa.
Iniciamos la segunda semana de un proceso de educación inédito que todavía genera muchas dudas sobre sus consecuencias. Necesitamos mejorar mucho para que las lecciones por televisión abierta o por medio de plataformas digitales estén a la altura de la eficiencia que tiene la convivencia en la comunidad escolar.
Sin embargo, ya hay caminos recorridos en países que pueden servirnos de ejemplo y de buenas prácticas para que retornar a los salones de clase sea un proceso seguro en todos los sentidos y permita que uno de los valores que más necesitamos en ese momento, la educación de nuestras niñas y niños, no sufra de retrocesos y del estancamiento que hemos observado en estos difíciles meses de confinamiento.
Nos encontramos en el umbral de tomar estas decisiones y muchas más relacionadas con la educación de niñas, niños y jóvenes, aprovechemos ese tiempo para adoptar lo que funciona y no incurrir en errores que serán graves y costosos para nuestro futuro.
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