La vigilancia biométrica, la alteración o supresión de rostros o voces, el uso de asistentes de voz al servicio de intereses poco claros, son tres elementos presentes y actuantes ya en la sociedad contemporánea.
Ingenuo es pensar, frente a ello, que el diseño político y social del nuevo tiempo podrá darse en relación con los parámetros del pasado.
Hoy, están en juego valores públicos, como la privacidad, la autonomía, la veracidad y la salud, advierte el más reciente informe del Instituto Rathenau.
La posibilidad de mirar, por ejemplo, los alérgenos que pudiera tener una manzana en el supermercado, mediante Realidad Aumentada; o la captura e intercambio de trazos faciales, por medio de Rayos infrarrojos.
La Realidad háptica en la que, por suponer un uso, en una llamada se podrá tocar al interlocutor, y la Realidad disminuida, en la que se “se corta” un objeto real para dejar solo la parte que quiere mirarse.
O bien, la consabida tecnología de los Hologramas que se suman a la Realidad virtual y a la Realidad inmersiva, la primera ligada a los videojuegos, la segunda, a la recreación de espacios reales con los que se puede interactuar.
Todas ellas, parte de un conjunto en tecnologías de carácter inmersivo, en franca expansión y capacidad de influencia.
De cara a esta circunstancia, el Instituto Rathenau, una de las instituciones más serias en la evaluación social del mundo digital, ha propuesto un decálogo esencial para esta nueva cartografía.
Con un llamado al debate amplio sobre el diseño político y social que en materia digital regirá las próximas décadas, y aun el presente, el Rathenau formula diez demandas básicas en relación con los derechos fundamentales de los individuos y de la democracia misma.
Plantadas a manera de Manifiesto, la entidad europea expresa su decálogo para los derechos fundamentales en un amplio QUEREMOS:
1. Estar a cargo de nuestros cuerpos digitales. Los Estados deben proteger mejor los datos de voz, cara, huellas dactilares, “para que los ciudadanos tengan más control sobre su cuerpo y sus datos de comportamiento”.
2. Poder permanecer en el anonimato. Hay un creciente uso de identificación remota de ciudadanos a través de aplicaciones de reconocimiento de voz o rostro. “Esta es una invasión inaceptable de la privacidad de las personas y su seguridad. Por lo tanto, deben prohibirse las aplicaciones en las que los ciudadanos puedan ser identificados de forma remota en espacios públicos”.
3. Controlar nuestra identidad virtual. El uso de aplicaciones que intervienen en imágenes simulando que despoja de la ropa a personas para hacerles ver como si estuvieran desnudas, plantea una situación que claramente lesiona los derechos individuales a la intimidad.
4. Tener claridad sobre las nuevas cuestiones de propiedad digital. “La tecnología inmersiva también plantea nuevas preguntas sobre nuestro derecho de propiedad, con respecto a nuestra propiedad tanto en el mundo virtual como en el físico. ¿De quién son los datos de las redes sociales exactamente? ¿Y quiénes son los perfiles que puedes basar en ellos? ¿De quién es la grabación de voz, una imagen o información sobre nuestra mirada en realidad virtual?”
5. Vivir en un mundo digital inclusivo. No sólo se trata del acceso a la conectividad, gobiernos, empresas, desarrolladores y la sociedad en su conjunto deben poner la inclusión en el centro del desarrollo y el uso de sus aplicaciones.
6. Saber que algo es falso. El tema rebasa la cuestión de las fake news y se inserta en el uso de aplicaciones en las que los sentidos son engañados, se requieren, pues, legislaciones que obliguen a advertir sobre esa “falsificación”.
7. Protección contra la manipulación y la influencia (abusiva). “Con la tecnología inmersiva, la propaganda adquiere nuevas formas. Puedes hacer que otras personas crean conscientemente en otra realidad. Es por eso que se necesita un compromiso social, con contribuciones del periodismo independiente, inversión en las habilidades de los medios de comunicación de los ciudadanos y acuerdos claros sobre cómo influir”.
8. Garantías de que nuestra salud no se dañará. “Aplicaciones de realidad virtual y realidad aumentada son conocidos por conducir a la adicción en casos extremos. Y las aplicaciones AR en particular también parecen conllevar riesgos en términos de seguridad física”, es vital discutir y legislar al respecto.
9. Un mercado digital con un justo equilibrio de poderes. ¿Debemos resignarnos a que un grupo cada vez más pequeño de empresas manejen de acuerdo a sus intereses particulares el mercado digital?
10. Que los espacios públicos sigan siendo públicos. “Las expresiones digitales en los espacios públicos deben estar sujetas a reglas claras para preservar la similitud. Esto requiere desarrollar una nueva etiqueta social: ¿cómo nos enfrentamos adecuadamente en este nuevo mundo?”
Los riesgos están ahí. ¿Debemos, sin embargo, por ello renunciar al inminente futuro digital, expresado ya en tantas formas en el presente? Desde luego que no, concluye el Instituto Rathenau.
El llamado es claro: “No deberíamos renunciar a nuestro destino digital. Como ciudadanos democráticos, debemos ser capaces decidir por nosotros mismos nuestro futuro digital”.
Esto es sólo el principio. Así es, sólo el principio.
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