Mientras el gobierno capitalino apretó a los comercios establecidos (como fue el caso de los restaurantes) con cierres totales y parciales durante la aplicación del semáforo epidemiológico color rojo, desde el pasado 19 de diciembre y hasta la fecha, en las calles el comercio informal ha resultado ser un gran ganador, pero se han descuidado muchos riesgos.
El pasado mes de enero fue el más crítico para México desde el inicio de la pandemia, el 28 de febrero de 2020, donde se registraron 32 mil 729 decesos por el COVID-19 y con 438 mil 166 contagios. Pero qué pasaba en las calles de la Ciudad de México mientras la mayoría de giros comerciales formales enfrentaban los severos impactos económicos por las restricciones de operación. Los restauranteros protestaron, hubo mítines y marchas, pues ya arrastraban la crisis económica que les dejó el semáforo rojo entre abril y junio pasados.
Al respecto, comentaré un escenario que llama mucho la atención por el gran descuido que prevalece y en donde la ausencia de las autoridades es notoria a costa de la salud de miles de personas.
Durante un simple ejercicio de observación realizado por este columnista, en las calles de las alcaldías de la Cuauhtémoc, Coyoacán y Tlalpan, pude detectar que ningún puesto callejero de comida (un total de 60) cuenta con el mínimo de los protocolos de sanidad.
En los puestos de tacos y tortas pude constatar que ninguno contaba con una botella de gel, ni se respetaba la distancia de 1.5 metros entre clientes y mucho menos tenían un termómetro digital en forma de pistola.
Las superficies en que los clientes degustaban sus tacos era “limpiada” por trapos secos sucios, los recipientes de salsas abiertos estaban expuestos a recibir los aerosoles (gotitas de saliva o respiratorias) de los comensales, pues la distancia era menor a 20 centímetros de distancia y con frecuencia los clientes platicaban y reían, mientras comían.
Observé cómo algunas personas se bajaban al cuello el cubrebocas tocando la superficie de los mismos sin aplicarse ningún gel (que ellos mismo pudieran traer).
Esas mismas manos que habían tocado el protector por sus lados externo e interno, eran las mismas que tomaban la única cuchara de las salsas, las mismas que agarraban los platos de plástico que, por cierto cuando terminaban sólo se les retira el papel que sirvió de cama para el taco o la torta, y se les limpia con el mismo trapo sucio.
Muchos clientes mientras comían revisaban su teléfono móvil (sin limpiarlo) y volvían a tomar la cuchara de la salsa colectiva o movían con sus manos el recipiente de la salsa para acercarlo.
En la mayoría de los casos comprobé que quien cobraba era el mismo que “limpiaba” superficies y platos. Nunca vi que se aseara las manos, y tanto él como quien preparaba los alimentos portaban cubrebocas muy arrugados y sucios de los resortes, que denotaban que llevan varios días con el mismo. Cuando preguntaba si tenían gel o alguna solución sanitizante, la respuesta casi siempre era similar, ‘se nos acaba de terminar’.
Si bien en el mayor de los casos los clientes llegaban con cubrebocas, también comprobé que había gente que acudía al puesto sin protector. Simplemente llegaban, comían, platicaban muy cerca de otras personas que obviamente no portaban el cubrebocas por estar degustando los alimentos. Era un verdadero baño de aerosoles, y quién sabe si alguno de ellos era asintomático al COVID-19 o estaba con los primeros síntomas.
El escenario era peor cuando sólo había un despachador, pues él hacía todo con trapos sucios, tocaba dinero, manipulaba platos “limpios” y en ocasiones con las manos se tocaban el cubrebocas.
A los encargados les preguntaba si las autoridades del Sector Salud los visitaban para darles explicaciones sobre los protocolos sanitarios que debían seguir por tratarse de venta de alimentos en plena pandemia, y su respuesta era inmediata: no.
Aún no sabemos cuántas personas se han contagiado de COVID-19 en los puestos callejeros de comida, pero todo indica que esos sitios se están convirtiendo en “bombas” de tiempo contra la salud.
Lo lamentable es que las autoridades sólo están enfocados a los giros formales, los que generan empleos y pagan impuestos y servicios.
Cuando México ha acumulado, al 2 de febrero, 2 millones 67 mil 855 contagios confirmados y 159 mil 533 decesos por COVID-19, es hora de atender lo que pasa con los puestos callejeros de comida.
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