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México, país maquilador con decreciente valor agregado

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La aparición del Coronavirus, sin quererlo, ha evidenciado las enormes deficiencias del marco sistémico y, consecuentemente, la debilidad de nuestro aparato productivo, pues este sector depende grande y crecientemente de la importación de insumos extranjeros para producir bienes a fin de abastecer al mercado doméstico, así como al de exportación en un nivel competitivo.

Cuando se firmó el TLCAN, la idea central era llevar a cabo un proceso de integración comercial y productiva entre Canadá, Estados Unidos y México a fin de añadir creciente valor, de tal manera que se creara mayor número de empleos y mayor riqueza, mediante el aprovechamiento de las ventajas comparativas en la producción compartida con la finalidad de convertirla en la región más competitiva, y que captara mayores flujos de inversión extranjera directa mundial.

El país más beneficiado con este proceso debería haber sido México, especialmente por su relativa fortaleza en el proceso de producción manufacturera, sin embargo, no hubo estrategia alguna con proyectos, programas y políticas públicas que nos permitiera aprovechar nuestra privilegiada situación geográfica, nuestras ventajas comparativas, ni desarrollar ventajas competitivas que nos convirtieran en un verdadero socio estratégico. Esto porque la competitividad del marco sistémico mexicano fue decreciente debido a la pésima calidad de las instituciones públicas y de sus funcionarios, mismos que han sido incapaces de diseñar una estrategia realista para competir adecuadamente en el mercado doméstico y en el internacional.

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Al final, aunque nuestros altísimos funcionarios señalaban que eso nunca sucedería, la carencia de una estrategia idónea hizo que México se convirtiera en el patio trasero de Estados Unidos.

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Desgraciadamente, el desconocimiento de la operación real del comercio internacional y del comercio exterior mexicano, aunado a una total carencia de visión de los teóricos y altísimos funcionarios encargados del comercio exterior mexicano, convirtió a México en un país maquilador con operaciones de ensamble simple, con fuerte y creciente dependencia de insumos extranjeros, de tal manera que en el periodo 1993/2018, el valor agregado nacional cayó de 59% a 38%.

Sin incluir al petróleo, el valor agregado en el año 2018, se estima que escasamente llegó a 26% debiendo señalar que la estimación se hace ya que desde el año 2013. Las autoridades mexicanas se niegan a proporcionar la información estadística con el desglose de los diversos agregados de las operaciones del comercio exterior.

A continuación, incluyo un cuadro en el que se señala el porcentaje sectorial del valor agregado nacional en la “exportación mexicana”, mismo que resulta patético.

enfoque sectorial

Durante los 26 años de vigencia del TLCAN, en numerosas ocasiones me he permitido señalar este problema, pero “los expertos” señalaron que eso no era importante, pues la mayor parte de las importaciones provenientes de Asia, y especialmente de China, eran insumos que se utilizaban para producir bienes de exportación a Canadá y Estados Unidos porque nuestros productos no eran competitivos. Y, en efecto, no eran competitivos porque esos altísimos funcionarios nunca se preocuparon por crear un marco sistémico que permitiera producir bienes con precio y calidad internacional.

Ahora que el suministro de insumos de importación de insumos para la industria maquiladora se ve afectado, el problema va a ser difícil de solucionar porque la simulación e improvisación que ha caracterizado a la política de comercio exterior, de fomento, y de promoción de exportaciones e inversiones en los 26 años más recientes, no han permitido crear una estrategia integral que facilite el aprovechamiento de las oportunidades que presenta el mercado interno y el internacional.

Importante es señalar que Canadá y Estados Unidos constituyen el mercado más grande del mundo; que es el mercado más cercano a nuestro país; que somos muy complementarios y que también es un mercado con alto nivel de consumo, independientemente de que México fue el primer país de América Latina que tuvo acceso preferencial con sus productos a ese privilegiado mercado.

Y aunque en un inicio parecía que se iba a lograr la integración comercial y productiva que se había propuesto como objetivo, a través de la creciente importación de insumos procedentes de la región al pasar de 71.09% en 1993 a 77.43% en 1996, para el año 2019, este porcentaje se redujo a sólo 47.35%.

balanza comercial

Al mismo tiempo, la importación procedente de Asia, principalmente de China, se incrementó de manera exponencial pasando de 11.28% del total de nuestras importaciones en 1993, a 36.53% en el año 2019.

Así, nuestro déficit con Asia pasó de -6,025 millones US en 1993 a -140,714 millones US en 2019, acumulado un déficit total de -1,645,292 millones US en esos 26 años, equivalente al 129% del PIB total de México en el año 2019.

balanza comercial con Asia.

Lo más aberrante de todo esto es que muchas de esas importaciones son de productos norteamericanos producidos actualmente en Asia, mismos que anteriormente eran producidos por empresas mexicanas y norteamericanas en la región del TLCAN pero, debido al encarecimiento de la manufactura en Estados Unidos y a la decreciente competitividad del marco sistémico mexicano que debía haber sido una alternativa idónea para realizar esas producciones manufactureras en nuestro país, muchas empresas salieron de Estados Unidos y de nuestro territorio buscando países que fueran más competitivos en manufactura.

Conviene señalar que el país más beneficiado por el dogmatismo adoptado por nuestros altísimos funcionarios, realizando un ilógico e indiscriminado proceso de apertura, ha sido China con quien, en 1993, teníamos un déficit de -341 millones US, en tanto que para el 2019, este déficit se elevó a -75,922 millones US, con un déficit acumulado para el periodo de -773,207 millones US.

comercio con china

Sin duda, habría que pensar en una estrategia realista para lograr recomponer este desorden que actualmente tiene dimensiones de desastre, pero también habría que aplicar responsabilidades a esos altísimos funcionarios que firmaron TLC’s compulsivamente con otros 46 países y decretaron una desgravación unilateral, sin antes crear condiciones idóneas para que la planta productiva nacional pudiera ofrecer bienes competitivos a fin de posicionarnos y consolidarnos en el mercado del TLCAN, como era el objetivo original de este Tratado.


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