Zonas de Desarrollo

Alternativas prácticas para evitar una tragedia de desempleo y pobreza

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A pesar de la tragedia económica que, además de la contingencia sanitaria, enfrenta México por el impacto de la recesión global y nacional, persiste una paradójica política de “austeridad republicana” mezclada con la confusión de la idea de rescatar empresarios con el apoyo a empresas, sobre todo Pymes, para preservar el empleo.

Como ha puesto de relieve el ex Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), Gonzalo Hernández Licona, hoy Director de la Red Global de Pobreza Multidimensional, para saber qué ocurrirá con la pobreza ante la crisis sanitaria y económica, la clave está en lo que pasará con el trabajo.

Las crisis exacerban el desempleo y la pobreza. Por eso alarma el dato de que en el primer cuatrimestre de 2020 se perdieron cerca de 494 mil plazas formales, de las cuales, más de 67% corresponde a empleos permanentes. Los pronósticos para el año estiman entre uno y dos millones de empleos formales perdidos, todo lo contrario a los supuestos dos millones de empleos que el gobierno generaría, aunque nadie sabe en qué.

Hay que considerar que, en paralelo a la pérdida de empleos formales, la Organización Internacional del Trabajo estima que ingreso de quienes están ocupados en la informalidad podría caer 60%, y más de 30 millones de mexicanos están en esa condición.

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Ilustración: iStock.

Como precedente, la crisis de 1994, que desembocó en una caída del PIB de -6.29% al año siguiente, provocó que la población en pobreza alimentaria pasara de 21% en 1992 a casi 38% en 1996. Sólo hasta inicios de los 2000 pudimos volver a los niveles previos. Tomemos en cuenta que los pronósticos para este año apuntan a una contracción de -7%, pero varios analistas los llevan hasta niveles de dos dígitos.

De ahí la importancia de utilizar las facultades y capacidades del Estado, que justamente es el instrumento de la sociedad para atender los problemas colectivos, para contener su efecto corrosivo y facilitar la recuperación. Y de hacerlo ahora que se necesita y puede tener un mejor impacto, no cuando sea ya tarde.

Como dijo la nueva Economista en Jefe del Banco Mundial, Carmen Reinhart, especialista en crisis financieras que ha analizado a profundidad las causas y efectos de catástrofes económicas a lo largo de los siglos junto con su colega Ken Rogoff: Este es un momento de hacer lo que sea necesario en políticas fiscales y monetarias a gran escala, fuera de la caja. En su visión, (primero) te preocupas de ganar la guerra y luego te preocupas de cómo pagas la deuda.

¿Endeudarse a cambio de nada?

La receta no es más austeridad. No en esta coyuntura, y menos debería serlo para un gobierno que se refiere a sí mismo como lo contrario al “modelo neoliberal”. Ni siquiera es buena prescripción para evitar que la deuda aumente. De hecho, más allá de la narrativa política, sucede lo opuesto.

El Centro de Investigación Económica y Presupuestaria acaba de sacar un estudio, “Efectos del Covid-19 en la deuda pública”, con un diagnóstico que pone en claro la cuestión: Si se mantiene la política de austeridad, el saldo de la deuda pública podría incrementarse 15% real respecto a 2019, alcanzando niveles históricos como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), llegando a 103 mil 549 pesos por persona. Esto es sólo por la caída de los ingresos presupuestarios y el efecto de la depreciación del peso. Mientras que, aplicando una política fiscal contracíclica, mediante un aumento del gasto público en 2.6% del PIB, el saldo de la deuda tendría un crecimiento real de 21%, llegando a 108 mil 653 pesos por persona.

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Ilustración: Pinterest.

¿No es mejor endeudarse para salvar empleos y a la propia economía que endeudarse sin obtener nada a cambio, salvo mantener una idea de “austeridad” que se parece más a las teorías de Friedman que a las de Keynes?

De lo que se trata es de evitar que el shock de liquidez en la economía se vuelva una crisis de solvencia que dispare un círculo pernicioso en que todos pierden: las empresas cierran, sus empleados y proveedores se quedan sin ingresos, la capacidad de consumo general se estrecha, el Estado cobra menos impuestos con lo que su capacidad de gasto se contrae y se complica incluso el fondeo de los programas sociales para los grupos más vulnerables.

Podemos tener una respuesta fiscal más robusta a la emergencia sin incurrir en riesgos financieros que comprometan la sustentabilidad de las finanzas públicas. Por supuesto, siempre que haya transparencia y responsabilidad.

Una alternativa sería postergar proyectos que no son indispensables, mucho menos en un momento como el presente, como el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, y usar el dinero público en lo que sí urge. Pero también hay margen para recurrir a deuda y así incrementar una inyección contra cíclica y subsidiaria del Estado mexicano en una proporción de entre 6 y 8 por ciento del PIB. Hoy, entre los anuncios oficiales de apoyos con política fiscal, a duras penas llegamos al 1%, cuando en países como Alemania o Italia la relación está en niveles de 30% del PIB. Incluso a nivel América Latina, estamos en el fondo de la lista en este punto.

Con ello se sentarían las bases para una recuperación más vigorosa, además de mitigar el golpe a la economía y a millones de familias que enfrentan una situación complicada aquí y ahora, además de la angustia por lo que vendrá en los próximos meses.

Si hay un momento para incurrir en déficit, ése es ahora. Con la ventaja adicional de que esto podría dar paso, cuando superemos la tormenta inmediata, a una necesaria reforma hacendaria integral. Preparar el terreno para los cambios que se necesitan a fin de tener un Estado más fuerte fiscalmente junto con una economía en crecimiento: impulso a la actividad económica, mayor recaudación, eficiencia en el gasto.

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Ilustración: El Colombiano.

Como recomendó Alejandro Werner, Director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, lo procedente sería que el Gobierno Federal diseñara apoyos fiscales y que, en ese marco, planteara una reforma fiscal para financiarlos de manera saludable. Desde postergación de impuestos a trasferencias de efectivo a los afectados, lo mismo adelantar aguinaldos que subsidios al empleo y seguro de desempleo.

Destaquemos la prioridad: “En el corto plazo los programas se deben enfocar en proteger el empleo, el ingreso de las familias y también las empresas”.

¿Qué sí funciona?

México tiene programas sociales para atender a sectores vulnerables, como adultos mayores y familias en extrema pobreza. Su funcionamiento y resultados serían motivo de otro análisis; la cuestión es que hay millones de personas que están fuera de esos esquemas, y no hay algo específico para abordar el problema de millones que están viendo cómo desaparecen o disminuyen drásticamente sus ingresos.

Ahí habría que concentrar esfuerzos con dinero suficiente y programas bien enfocados y armados. En términos cuantitativos, como hemos comentado, hay margen para la acción. En lo cualitativo, la clave está justamente en el enfoque, y para ello podemos aprender de lo que están haciendo en otros países, entre lo que parece funcionar mejor.

Un buen caso de referencia es lo que ocurre en Estados Unidos, donde se han perdido ya 38 millones de empleos en nueve semanas, y no se ve una mejoría sustantiva ni con los trillonarios programas de apoyos federales, ni por el comienzo de la reapertura de actividades económicas. Todo apunta a que lo que está funcionando no es entregar apoyos directos a quienes se quedan sin trabajo, sino, primero, evitar que se pierdan esos empleos.

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Ilustración: Ciper.

Así se reporta en Wall Street Journal (“Europe’s Economic Recipe for the Pandemic: Keep Workers in Their Jobs”): Algunos formuladores de políticas dicen que Estados Unidos debería seguir el enfoque europeo de los programas de subsidio salarial. Estados Unidos y Europa están luchando para proteger a los trabajadores de las consecuencias de la pandemia de coronavirus. Pero mientras Estados Unidos está tratando de suavizar el golpe para millones de personas que ya han perdido sus empleos, Europa está adoptando un enfoque diferente: evitar que las personas sean despedidas en primer lugar.

Según ese diario, los gobiernos europeos han implementado nuevos programas, o ampliado los existentes, para subsidiar la nómina de trabajadores inactivos, permitiendo a los empleadores mantenerlos en sus puestos, incluso si no hay trabajo para encargarles. Tiene sentido, y según se entiende por notas periodísticas, así lo han visto congresistas tanto demócratas como republicanos en la evaluación de por qué no han “jalado” lo suficiente sus esquemas de ayuda a negocios, en comparación con la fórmula que han elegido otros países, lo mismo Canadá y Francia que Alemania y Corea del Sur, donde el incremento del desempleo no ha sido abrupto como en Estados Unidos.

De tal forma, las nuevas iniciativas que se discuten en el Capitolio tienen que ver precisamente con un programa de subsidio salarial basado en subvenciones –no préstamos– en hasta 80% de los costos de nómina por trabajador.

Si tiene lógica allá, también la tiene para nuestro país. Aquí, la iniciativa privada es responsable de nueve de cada 10 empleos, y de estos 75% corresponden a las Pymes. Es en ese ámbito donde los problemas de liquidez pueden volverse de supervivencia del negocio y fuente de ingresos de cientos de miles de trabajadores y empresarios.

Con ese antecedente referimos y recomendamos considerar dos propuestas muy concretas: la del Salario Solidario, de Coparmex, y la del gobierno como comprador de última instancia, desarrollada por los economistas Emmanuel Saez, Director del Center for Equitable Growth de la Universidad de California-Berkeley, y Gabriel Zucman, profesor de esta misma institución.

Urge reaccionar. No es momento de atarse a guiones ideológicos. Pensemos en lo atinado de la famosa frase atribuida a Keynes: Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión.

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Emergencia económica: llamado urgente

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El 2020 cerrará como uno de los años con peores resultados económicos en la historia contemporánea de nuestro país. Pero lo más grave es que la recuperación podría ser más tardada y compleja que en otras crisis y recesiones. Máxime si no hay unión en lo esencial, a fin de que afrontemos el temporal con coordinación y sinergias entre el sector público y el privado, así como la ciudadanía.

La polarización agudiza los problemas. Es tiempo de sumar y de poner las diferencias políticas o ideológicas de lado.

Por lo pronto, los pronósticos son altamente preocupantes. Para el PIB en 2020, la estimación oficial de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se ubica en un rango amplio de entre -3.9 y 0.1%. Los de otras instituciones van a la baja. El de la encuesta de Banco de México a analistas es -3.99%, el de Bank of America -8%, el de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) -6 %, y el último del Fondo Monetario Internacional -6.6%.

Resulta altamente probable que se supere la contracción de 2009, de cerca de 6%, e incluso la de 1994, de -6.29%. Ya no digamos la de 1983, cuando la contracción fue de -4.36%, con la crisis de deuda y el desastre económico que dejó el sexenio de José López Portillo, cuando pasamos de una promesa de “administrar la abundancia” a la llamada “década perdida”.

Hay muchos otros indicadores que dan cuenta del gran reto que tenemos enfrente, porque la pandemia llega cuando la economía ya daba muestras claras de debilitamiento y avería en varios aspectos.

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Ilustración: Perry Tse.

Indicadores en rojo

Inversión fija bruta: cayó 4.9% en 2019 respecto a 2018. Arrancó 2020 con una contracción anual de 9.2%: 12 meses en terreno negativo (Inegi).

Inversión pública: registró en 2019 su peor nivel como porcentaje del PIB desde 2000, al quedar en 2%. Hay que tomar en cuenta que hacia 2009 alcanzaba el 6% (informes de Finanzas Públicas).

Inversión total: en 2019, como proporción del PIB fue el 20.9%, la más baja desde 2005 (20.7%) La meta, si aspiramos a crecer al 3 o 4 por ciento de forma sostenida, como necesitamos y podemos hacerlo, sería 24% (México, ¿Cómo Vamos?).

Empleo: en 2019 se crearon 342 mil puestos de trabajo formales incorporados al IMSS (cerca de la mitad del ritmo usual). Desde el primer caso confirmado de COVID-19 en México se han perdido más de 346 mil plazas. Eso tan sólo del 13 de marzo al 6 de abril, según se informó. Para comparar, en 2018 se generaron 660 mil puestos y en 2017 más de 800 mil.

Confianza empresarial: Al cierre del 2019, en los tres principales pilares se mantuvo por debajo de los 50 puntos, en niveles de 49 unidades. En cambio, en marzo de este año ya estaban por debajo de 45, excepto comercio (45.3%).

Subejercicio: a diciembre de 2019 se acercaba a 150 mil millones de pesos.

Subejercicio en salud: En 2012, el gasto total respecto a PIB llegó a un pico histórico de 2.8 por ciento. A partir de ahí ha disminuido hasta 2.4 por ciento. En infraestructura sanitaria: en 2019, de un monto aprobado de 17 mil 247 millones de pesos sólo se gastó el 65% (México Evalúa).

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Ilustración: Foreign Policy.

¿Finanzas públicas en equilibrio? En 2019 se cumplió con el objetivo de superávit primario de 1.1%, pero usando 45% del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP).

Pérdidas de Pemex: 346 mil 135 millones de pesos en 2019, un aumento de 92% respecto a las de 2018.

Calificación de deuda soberana: el 26 de marzo, Standard & Poor’s (S&P) degradó la de moneda extranjera a largo plazo de BBB+ a BBB. Le siguió Fitch, el 15 de abril, que la colocó a un peldaño de perder el grado de inversión, pasando de BBB a BBB-.

Aquí hay que recordar que en 2018 muchos refutamos lo que se dijo en algún momento, al calor de las campañas por la Presidencia, en el sentido de que México estaba en vías de bancarrota. Lo hicimos con datos técnicos, incluyendo destacadamente los buenos y estables ratings de las tres grandes calificadoras. En el caso de S&P traíamos BBB+ desde el 2013, mientras que en el de Fitch no teníamos BBB- desde 2002. Dos años después de ese debate, hay una clara tendencia de deterioro y mayor riesgo en las finanzas públicas.

Una política que no ayuda

Debemos ser reiterativos: urge generar confianza en lo que debe estar antes que todo, la vida y la salud de los mexicanos. Existe confusión en la población, que compara lo que se hace en otros países y el manejo de la emergencia sanitaria nuestro país

Preocupa la polarización política: lejos de aligerarse ante el desafío común, aumenta. Hoy es claro el distanciamiento con segmentos importantes del sector empresarial, y en particular hay angustia en las micro, pequeñas y medianas empresas, así como buena parte de la clase media. Una gran inconformidad por la rigidez en el trato fiscal, ante una situación en que millones pueden pasar de enfrentar un problema de falta de liquidez a uno de insolvencia.

Todo apunta a que no habrá apoyos gubernamentales al nivel que se requiere para las empresas, y cientos de miles de PyMEs tienen un panorama muy difícil. Estamos hablando del 99.8% de las unidades económicas del país, que aportan más de dos cuartas partes del PIB y 78% de los puestos de trabajo. Muchos de estos negocios podrán pagar sus nóminas completas, más rentas y gastos fijos, en abril, tal vez mayo, pero sin ingresos, no mucho más. 

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Ilustración: Romania Insider.

No contaremos con facilidades como diferimientos en pago de impuestos, ya no hablemos de condonaciones. Para retos extraordinarios, no habrá medidas extraordinarias, a diferencia de lo que se está haciendo en Europa, Estados Unidos y otras naciones de América Latina, en un necesario resurgir de la intervención del Estado en la economía.

Al mismo tiempo, empieza a evidenciarse un conflicto en el federalismo, el reclamo de varios estados y municipios en materia de ingresos tributarios, pero también de coordinación para atender los retos de salud y la economía. Incluso se oye el llamado a un nuevo acuerdo de coordinación fiscal o de ruptura con el vigente.

Nuevamente hay que proteger y ayudar a las familias más desprotegidas, por supuesto, pero también a la economía, en general: la que hacemos y de la que vivimos todos, los pobres y los más pudientes, las empresas y el gobierno.

Aquí no podemos equivocarnos, viene una dura recesión, eso es seguro. De hecho, ya comenzó. Pero sí podemos mitigar el golpe y, sobre todo, hacer que la afectación sea temporal y no duradera o permanente, como ocurre cuando se cierran empresas, se pierden empleos y se cae la recaudación de impuestos.

Las empresas, como los ciudadanos en general, podemos y debemos tomar medidas para salir adelante en lo individual. Se pueden hacer cosas importantes, y se están llevando a cabo ya acciones desde el sector privado y la sociedad civil organizada. Sin embargo, es indispensable el papel del gobierno, como elemento potenciador de las sinergias y depositario de los recursos y facultades públicas para afrontar los desafíos colectivos.

Evitemos una crisis multifactorial que afectará a todos y aún más a las capas vulnerables de la población: sanitaria, económica, financiera, política, de seguridad pública, social e inclusive en muchas familias. 

Es tiempo de dejar al lado la polarización política y los afanes ideológicos para enfrentar esta emergencia de salud y económica con realismo, responsabilidad y oportunidad.


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Por las mujeres: reconocimiento, solidaridad, acciones concretas

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En medio de la crisis del COVID-19 ha bajado la presencia del gran movimiento de las mujeres en México en cuanto a su centralidad en la agenda pública. Estoy seguro de que esto, como la contingencia de salud, será temporal. El tema retomará pronto el sitio que merece en el diálogo social, tanto porque tiene que ver con una problemática acuciante y no resuelta, en la que hay demasiado por hacer, como por la legitimidad y la fuerza inherentes a esta causa.

Las jornadas del domingo 8 de marzo, en la que se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, y del lunes 9, con el paro nacional “Un día sin nosotras”, fueron de gran trascendencia no sólo para las mujeres mexicanas, sino para el país en su conjunto. Todos necesitamos reaccionar y ser consecuentes con este momento histórico.

Ha sido una sorpresa gratificante constatar la repercusión de este llamado urgente al cambio, con tantas adhesiones de instituciones, empresas, organizaciones y mujeres como decisión personal. Así, hay que ver al movimiento como una oportunidad. Que dé paso a verdaderos vientos de transformación: en las actitudes, en las familias y en particular en nosotros los hombres; entre los gobernantes y tomadores de decisiones: hay que atender lo que se reclama con responsabilidad y oportunamente; desarrollar políticas públicas y, en el caso del sector privado, directrices organizacionales orientadas a construir una sociedad más justa y segura, en especial para ellas.

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Ilustración: Clapps.

Es bien sabido que, en múltiples experiencias históricas, las problemáticas sociales más profundas difícilmente son superadas sin el principio de la visibilidad, al que sigue el reconocimiento, la concientización y el impulso al cambio. Hacia allá deben llevarnos las marchas y el paro: reconocer una situación de violencia contra las mujeres inaceptable, asociada a una gran inequidad de género y diversas formas de injusticia.

Más que ver manipulaciones políticas –siempre habrá quienes quieran explotar demandas legítimas–, hay que responder con actitudes y acciones a la altura. Se aduce que hay grupos o personas que antes no se interesaban por este tipo de demandas sociales y ahora, repentinamente, lo hacen. Habría que replicar: si es por un propósito como éste, que tiene que ver con ser, o no, una comunidad civilizada, bienvenidos todos los respaldos. Máxime si dan cauce a medidas efectivas de seguridad pública y para que nuestro sistema de procuración e impartición de justicia funcione; asimismo, a una evolución en las relaciones sociales y en las familias: en la vida económica, política, cultural y el entorno cotidiano.

No se puede curar una enfermedad si no se le reconocen como tal, y en ésta los síntomas son contundentes.

En cuanto a la violencia, tomo datos del esclarecedor artículo que publicó en Letras Libres, la semana pasada, Lisa Sánchez , Directora General de México Unido contra la Delincuencia. Sin duda, dan cuenta de lo que llama “una crisis de violencia de género y feminicidios que es urgente resolver”. Entre 2007 y 2017, la tasa de mujeres jóvenes asesinadas en nuestro país se triplicó: 10 son asesinadas diariamente y uno de cada 10 feminicidios se comete contra menores de 17 años. Entre las mayores a 15 años, el 66% ha sufrido algún incidente de agresión: 34% de tipo físico y 41% sexual.

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Ilustración: Herenia González.

Las agresiones van desde el acoso sexual hasta el feminicidio, pasando por violencia familiar, trata o distintas formas de hostigamiento y discriminación. De acuerdo con un informe de la Red Todos los Derechos para Todas y Todos, dado a conocer el miércoles pasado, entre 2017 y 2019 fueron violadas 22 mil 706 mujeres, pero se aclara que falta información de varias fiscalías estatales.

Subyacente a esa problemática está una situación de inequidad, que igualmente hay que reconocer. Precisamente, a inicios de año llamó mucho la atención el reporte anual sobre el estado de la desigualdad global de Oxfam, en particular por lo que resaltó en materia de género. Cada día, mujeres y niñas de todo el mundo trabajan 12 mil 500 millones de horas sin remuneración. El valor de su cuidado del hogar sin pago equivale a tres veces la industria tecnológica global. Así, el 42% de las que están en edad de trabajar, no pueden hacerlo por esas responsabilidades, contra sólo 6% de los hombres.

En México, de acuerdo con estimaciones del Observatorio Internacional de Salarios Dignos, cada día las mujeres realizan labores por un valor de 60 mil millones de pesos, pero sólo 33% de ese total es remunerado. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), tenemos la tasa de participación laboral femenina más baja de nuestra región: 44% contra un 51% promedio.

Ésa es justamente la situación que hay que cambiar. De entrada, porque afecta a más de la mitad de la población. Veamos en su reclamo a una gran oportunidad para que nuestra sociedad avance en todos los sentidos. Es por ellas y por todos, incluyendo a las nuevas generaciones.

inequidad de genero
Ilustración: Pinterest.

Tan sólo en lo que atañe a los negocios dirigidos por mujeres, de acuerdo con datos del Banco Mundial, constituyen una tercera parte de las Pymes en América Latina. El año pasado, ante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, en la Ciudad de México se presentó un estudio pionero, por su alcance y profundidad: “Inversión con un enfoque de género: Cómo las finanzas pueden acelerar la igualdad de género en América Latina y el Caribe”, elaborado por BID Invest y el Instituto de Innovación Social de la Escuela Superior de Administración y Dirección –Universidad Ramon Llull de Barcelona–.

Este reporte estima que en nuestra región hay una brecha en capital privado, de riesgo y semilla de 5 mil millones de dólares para financiar microempresas manejadas por mujeres y de 93 mil millones para Pymes con esa condición. Ésta es una necesidad y a la vez una gran oportunidad con ventajas claras: las empresas con sello femenino están desde hace tiempo por encima del mercado en cuanto a crecimiento en consumo y crédito, y existe la previsión de que en 2025 las mujeres controlarán 75% del gasto de la población.

Si hay reconocimiento, solidaridad, visión de altura, aquí hay un motivo para unirnos y crecer como nación.


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Aires de incertidumbre: el mundo y México

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La encuesta a anual a CEOs de PricewaterhouseCoopers (PwC) dice mucho sobre los aires de inestabilidad que se viven en el mundo, desde su título: “Navegando la creciente ola de incertidumbre”. A diferencia de un relativo optimismo en los mercados financieros, si bien moderado, aquí, por primera vez, más de 50% de los más de mil 500 consultados cree que el PIB mundial disminuirá y sólo 27% tiene “mucha confianza” en que aumenten los ingresos de su organización, lo que no se veía desde 2009.

“En 2018, la Encuesta Global Anual a CEOs de PwC reveló un nivel récord de optimismo con respecto al crecimiento económico mundial”, se refiere en el reporte. “Este año, a medida que los CEOs miran hacia 2020, vemos un nivel récord de pesimismo”.

Lo que causa mayor ansiedad: sobrerregulación, conflictos comerciales e incertidumbre sobre el crecimiento, en ese orden. Las diferencias de perspectiva entre el sector financiero y el corporativo parecieran hablar de mundos distintos, pero como se ha constatado una y otra vez en la historia, están inevitablemente conectados, aunque haya desfases que hagan que lo olvidemos por algún tiempo.

El optimismo tampoco fue dominante en la convención de la American Economic Association, que reúne a miles de economistas a inicio de año. Según la crónica del New York Times: “Un sentimiento generalizado de que la expansión actual se basa en una combinación potencialmente inestable de altos déficits y bajas tasas de interés, y cuando termine, como lo hará eventualmente, podría hacerlo dolorosamente”.

¿Y “el ciudadano de a pie”? Una muestra es lo que reporta el Barómetro de la Confianza de Edelman 2020, que se publica cada año en línea con el Foro de Davos, perfilando las implicaciones de la vinculación entre las desigualdades y ansiedades en la cohesión social en todo el mundo, tanto en países pobres como ricos.

De entrada, el 56% de los encuestados considera que el capitalismo, en su forma actual, está haciendo más daño que bien en el mundo. El 83% de los trabajadores está inquieto por la eventual pérdida de su empleo. Al 57% “les preocupa perder el respeto y la dignidad que alguna vez disfrutaron en su país”. Según Richard Edelman, afrontamos una gran prueba de confianza: “Los temores están sofocando la esperanza.”

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Ilustración: El Nuevo Día.

Disrupción

En esencia, como apuntamos en el anterior comentario, se presentan un panorama de relativa mejora para inversiones de cartera, pero de mucha cautela entre las multinacionales. Con una fuerte preocupación por una regresión en materia de comercio internacional, ante un renovado auge nacionalista, impulsado por una creciente competencia geopolítica entre Estados Unidos y China.

Si para algunos analistas financieros esa perspectiva de vuelta al proteccionismo pareciera destensarse, para quienes gestionan cadenas de suministro internacionales, la preocupación no cede. Lo que se teme es ir de una orientación al libre comercio y la globalización, tendencias que definieron a las últimas décadas, a una de comercio administrado. Justo a lo que apuntan el TMEC o la Fase 1 del acuerdo Estados Unidos- China, con las medidas de cuotas y obligaciones que incorporan, precisamente acotando la flexibilidad de los encadenamientos y los intercambios.

Desde luego, aunque menor, persiste la aprensión sobre una eventual recesión en Estados Unidos, que sin duda sería letal para México, y todo ello se da en un entorno de grandes dudas sobre cuestiones que se tenían por ciertas –casi dogmas– sobre la economía, ante los cambios disruptivos por temas como la tecnología.

Eventos que por su naturaleza generan mucha incertidumbre, como las elecciones en Estados Unidos y el auge de movimientos populistas. Variables emergentes que cada vez influyen más en la economía y la política, como el cambio climático y un gran malestar por las desigualdades económicas y sociales.

En enero, como cada año, el reporte de la organización humanitaria Oxfam sobre la desigualdad, alertó sobre ese problema estructural que está detrás de muchos de los conflictos que tienen lugar en el mundo: la riqueza del 1% de la población global es más del doble que la de 6 mil 900 millones de personas; 2 mil 153 billonarios tienen más dinero que 4 mil 600 millones de personas; la mitad de la humanidad vive con menos de 5.5 dólares al día.

En México no podemos desentendernos de estos dilemas. No sólo porque nos atañen directa o indirectamente, sino porque en algunos casos explican algunos de nuestros más acuciantes retos internos.

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Imagen: El Tamaulipeco.

La economía mexicana en la encrucijada

Los pronósticos de crecimiento para México rondan entre 0.6 y 1 por ciento, muy por debajo del pronóstico para el mundo, que pasa de 3% y, más importante, lejos del 2% con el que se construyó el Paquete Económico 2020.

Con esos resultados, muy probablemente no se cumplirían las previsiones de ingresos fiscales para cubrir el presupuesto federal. De ser así, haría falta recurrir a deuda nuevos recortes –más “austeridad republicana”– o volver a usar el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), ahorro para desajustes o situaciones de crisis.

Así las cosas, no se trata sólo de recuperar el crecimiento, sino de llegar al menos a un 1.5%. Por debajo de lo que se calificaba de “mediocre” (2% anual por más de dos décadas), pero al menos suficiente para pagar las cuentas y evitar un deterioro más importante en los balances del gobierno que arrastre a la economía a una recesión más pronunciada.

Hay que tomar en cuenta que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ya se gastó 57% del FEIP. El problema es que la brecha entre las necesidades presupuestarias y el crecimiento potencial y la recaudación puede ser aún mayor, si lo que vimos el año pasado tiene continuidad: una trayectoria de constantes reducciones en las estimaciones sobre el PIB y en la dinámica real de éste.

Todo se complicaría si no se cumple con la meta de producción de Pemex, que también luce aventurada, al proyectar llegar a cerca de 2 millones de barriles diarios desde apenas cerca de 1.7 millones diarios actual.

Ese gap de 300 mil millones de barriles habría que llenarlo en 1 año: llevamos 15 de constante caída en este indicador, además de la precariedad financiera de Pemex. Otra reducción en su calificación sería de enorme impacto. La deuda soberana queda bajo gran presión.

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Ilustración: El Colombiano.

La clave: inversión y confianza

Urge una reactivación de la inversión. Otros motores no van a jalarnos. El de Estados Unidos, como hemos visto, sigue activo, aunque con menor fuerza, y con riesgos de más desaceleración. El sector público tiene poca capacidad para incidir en un mayor dinamismo a través de una política contracíclica, ya que sus niveles de inversión son históricamente bajos. Más aún: la inversión gubernamental representa sólo una séptima parte de lo que invierte la IP.

La clave de la debilidad de nuestra economía, que nos llevó a una contracción en el 2019 de -0.1%, está plenamente identificada: la caída de la inversión, y en particular de la privada. Según los últimos datos, en 11 meses del 2019 la inversión bajó más de 5% anual. La mayor caída desde 2009.

Difícilmente puede dejarse de ver en todo esto el efecto de la incertidumbre y la falta de confianza en las políticas públicas y las actitudes prevalecientes en la nueva etapa de la conducción nacional. Ahí también reside una buena parte de las causas de que 2019 fuera el año con la menor creación de empleos formales desde hace 10 años.

Como señaló un artículo de Wall Street Journal de diciembre del 2019: “El acuerdo comercial no rescatará a México”. Ahí se argumenta que no es suficiente, ante otras fuentes de desconfianza para invertir.

Lo mismo hablan de la delincuencia que de la nueva legislación que equipara evasión fiscal con crimen organizado, con extinción de dominio, cárcel y congelamiento de cuentas en inmediato.

En esa línea, en dicho editorial se destaca que la proporción de inversión en México en relación al PIB apenas llega a 22%, muy baja respecto a otras naciones emergentes, y de ésta, sólo 3 puntos porcentuales vienen de extranjeros. Más de la mitad corresponde a empresas locales que no son grandes corporaciones.

Hay que ir a las causas: enorme incertidumbre, desconfianza y pesimismo para la inversión. La percepción de que estamos ante una fase de intensa politización y de discrecionalidad del poder político para alterar de forma radical e intempestiva reglas, instituciones y mercados. Eso no ayuda a la inversión.

Estamos a tiempo de hacer que las tendencias mejoren, de alinear el proyecto político que actualmente está al frente de México en lo político con un proyecto económico racional y sustentable. Se requiere, sobre todo, de realismo y sentido práctico: dejar atrás las consideraciones electorales e ideológicas y poner por delante la realidad y el progreso de México.

Desde el sector empresarial y la ciudadanía, poner por delante la verdad y asumir un protagonismo en la vida pública, al mismo tiempo que responsabilidad con nuestras empresas. Todo eso más visión de largo plazo ante las mega tendencias que trascienden lo coyuntural.


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Tres visiones de la economía global en 2020: ¿Estamos aquí preparados?

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En México, el escenario económico del año que comienza, según lo que perfila una buena parte de los analistas y gestores de mercados y activos financieros, así como empresarios, es de incertidumbre o al menos de prudente contención, en el sentido de unas expectativas más favorables sobre lo que fue el 2019, pero no tanto como para dar por seguro un entorno radicalmente mejor en términos de condiciones para la inversión y el crecimiento. En cambio, para la economía global, en lo general y en particular desde la perspectiva de Estados Unidos, el panorama sí luce relativamente más promisorio, si bien no libre de debate en cuanto a qué tanto, ni mucho menos exento de riesgos.

Para calibrar lo que nos espera en materia económica en 2020, bien vale la pena salir un poco del ensimismamiento alrededor de los problemas internos y voltear a ver cómo se percibe el contexto global desde otras latitudes. Aquí presentamos una aproximación a la visión de algunas de las corporaciones financieras de mayor peso en el mundo, de acuerdo con las posturas que han explicitado y los reportes de prospectiva que vienen realizando desde fines del año pasado. Nos centramos en tres que bien pueden considerarse representativas e incorporamos algunos comentarios.

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Imagen: El CEO.

¿Viento en popa?

Según el informe de perspectiva económica global de Morgan Stanley, publicado el 13 de diciembre, estaríamos ante “aguas más calmas hacia delante”. Destacan una disminución en las disputas comerciales que perturbaron el crecimiento económico en 2019, así como en las tensiones geopolíticas.

Ojalá fuera así. Sin embargo, la crisis por el asesinato de un alto mando militar iraní por parte de Estados Unidos, como estreno del 2020, parece contradecir esa visión optimista de cierre de año, claramente en línea con el excelente sprint final en Wall Street, impulsado con el acuerdo preliminar en la pugna comercial con China, que frenó la entrada en vigor de una nueva tanda de aranceles.

La cuestión es que el conflicto en Medio Oriente nos recordó que, en el mundo actual, como ocurre con el clima en la era del calentamiento global, no pueden descartarse las tormentas inesperadas, mucho menos de cara a las elecciones por la Casa Blanca, con cita para el próximo 3 de noviembre. Además, no es la única región ni el único frente geopolítico capaz de engendrar algún “cisne negro” o cuando menos volatilidad. Basta pensar que el 31 de enero, como cierre de año, Kim Jong-un declaró que Corea del Norte ya no se sentía obligada a cumplir con lo que llamó “una moratoria autoimpuesta de pruebas de armas nucleares”.

kim jong-un y armas nucleares
Fotografía: El Confidencial.

Como sea, según el análisis de Morgan Stanley, se presentan vientos favorables para lo que llama “un tercer mini ciclo de recuperación”, en el marco de la expansión global que se extiende por más de una década. Exponen que en este periodo largo de crecimiento ha habido constantes interrupciones que han mantenido a raya el riesgo de sobrecalentamiento. Ése sería el caso del 2019, con una desaceleración motivada en gran medida por el resurgimiento del proteccionismo comercial, tal como en 2011 se presentó el problema de la crisis de deuda europea y en 2014, la desaceleración de China.

La estimación es que hacia el cuarto trimestre de este año el mundo habrá tenido un crecimiento de 3.4%, que contrasta con el 2.9% para el mismo lapso del 2019. Detallan que la aportación predominante corresponderá a economías emergentes, si bien habría una relativa mejora en Europa, mientras que Estados Unidos continuará sentado sobre terreno firme.

No es un mal escenario para México, aunque hay que recordar que uno de los signos que más llamaron la atención del 2019 fue el desacoplamiento de la trayectoria de nuestra economía respecto del ciclo de la de nuestro vecino del norte. Desde los años 90 íbamos en línea y esa tendencia se rompió, con un crecimiento sólido de su parte y el estancamiento o ligera contracción en nuestro caso. Lo diferente, para el 2020, es que ese motor que concentra más de 80% de nuestras exportaciones iría ahora un poco más lento.

De acuerdo con la última encuesta a especialistas de Banco de México, este año creceríamos al 1.1%, lo cual no sólo está muy lejos del promedio mundial, sino por debajo de la estimación sobre la cual se construyó el Presupuesto de Egresos de la Federación, en 2 por ciento.

riesgos en economia global
Fotografía: Yancuic.

¿Recesión o no recesión?

El optimismo de Goldman Sachs es aún más enfático, desde el título de su Perspectiva Económica Global 2020, publicado antes, el 20 de noviembre: algo así como “una apertura en las nubes”. Según los economistas de su área de análisis, la desaceleración global, que comenzó a principios de 2018, está llegando a su fin y el crecimiento será del 3.4%, desde un 3.1% en 2019. Las causas: condiciones financieras más propicias, un apaciguamiento comercial entre Estados Unidos y China y la reducción de la incertidumbre del Brexit.

Desde la óptica de esta firma, el riesgo de una recesión global sigue siendo más limitado que lo que sugeriría la “curva plana de rendimiento” (cuando existe poca o nula diferencia entre los rendimientos de largo respecto a los de corto plazo) y la baja tasa de desempleo en Estados Unidos, “cuyo valor predictivo para la inflación y un ajuste monetario agresivo ha caído”. En este terreno también destacan la ausencia de déficits financieros importantes en el sector privado en casi todas las economías avanzadas.

Sobre la probabilidad de una recesión de la economía estadounidense en los próximos 12 meses, en esa proyección de Goldman Sachs se resalta que una encuesta reciente de Bloomberg mostró que el promedio entre los analistas era de 33%, pero sobre todo, que su propio modelo estadístico coloca el riesgo en un nivel aún más bajo, de 20 por ciento. Su argumentación es que se ha sobrestimado la relevancia de los factores arriba mencionados, en particular la curva invertida de tasas, que tanto preocupó a mediados del 2019 y que, desde su visión, en las condiciones actuales de los mercados tendería a ser mucho más frecuente y menos significativa que en el pasado.

Hay que tomar en cuenta que, hasta ahora, era prácticamente sabiduría convencional que uno de los anuncios de una eventual recesión era el que las tasas a corto plazo fueran mayores que aquellas que exigen privarse de liquidez por un mayor tiempo. Desde el punto de vista de los analistas de este banco de inversión, los cambios recientes en los mercados, en la economía, en la tecnología, serían tan profundos que alteraron esta ecuación.

Goldman sachs
Fotografía: Portafolio.

Nuevamente: esperemos que sea así. El problema es que no todo el mundo está de acuerdo. En particular, el sector corporativo empresarial parece no compartir esa seguridad que hay en varios agentes importantes del sector financiero. Apenas el 2 de enero, The Conference Board difundió una encuesta entre CEOs y ejecutivos de alto nivel de todo el mundo sobre los factores externos que más les preocupan para este año: por segundo año consecutivo, colocaron en primer lugar a una posible recesión y, en segundo lugar, a la incertidumbre comercial. Más aún, para los presidentes de empresa en Estados Unidos, la recesión pasó de ser la tercera mayor preocupación en el 2019 a la más importante, por encima de la ciberseguridad. 

¿Límites a prueba?

Finalmente, la visión de BlackRock, otro de los mayores administradores de activos del mundo, o más propiamente dicho, la prospectiva de su Instituto de Inversiones, es también optimista, perfilando un año sustantivamente mejor que lo que vimos en el 2019, pero con matices que sugieren tener prudencia.

En su perspectiva, el crecimiento debería ser mayor y, con ello, más limitados los riesgos de recesión, en un contexto más favorable para los instrumentos financieros. Sin embargo, acotan que la política de relajamiento monetario del banco central, que fue un pivote para los mercados en 2019, quedará atrás, además de que las amenazas inflacionarias podrían estar siendo subestimadas, lo mismo que el panorama de distensión comercial que entusiasmó a muchos en diciembre.  

mapa con monedas internacionales
Imagen: chappysworldblog.

En síntesis, este reporte asume una postura “modestamente pro-riesgo para el 2020”, pero sin echar campanas al vuelo: “Poderosas tendencias estructurales están poniendo a prueba los límites”, con capacidad disruptiva suficiente para alterar las circunstancias en el corto plazo y convertirse en directrices de mercado.

No hablan de cuestiones que sólo preocupen en el ámbito financiero, sino al común de las personas: los efectos de las desigualdades crecientes, movimientos populistas y lo que éstos pueden significar en términos de políticas de impuestos o regulaciones. Asimismo, el factor sustentabilidad, las fricciones comerciales e incluso una especie de ánimo de “desglobalización” en algunos sectores. Todo eso, más lo que implica un nivel de tasas de interés tan abajo que limita sobremanera la efectividad de las políticas monetarias.

Los analistas de BlackRock consideran que si en Estados Unidos se acabó el empuje por la vía de una postura expansiva de la Fed, cualquier impulso significativo en la zona euro tendría que provenir de políticas fiscales más agresivas, que no ven en el escenario. En contraste, los mercados emergentes aún tendrían margen para un estímulo monetario, sobre lo cual hay que señalar que así es visto por muchos economistas para el caso de México. El factor clave: que se mantenga el crecimiento.

Son tres visiones que presentan una perspectiva relativamente más despejada a lo que vimos en el mundo en el 2019. En México tenemos también nuestros propios problemas, riesgos y oportunidades. Hay que prestar atención. Ver hacia dentro no basta.

La crisis de los municipios

Lectura: 5 minutos

El episodio de los alcaldes que hace unos días fueron rociados con gas lacrimógeno frente al Palacio Nacional, cuando demandaban audiencia para abordar los problemas financieros que enfrentan sus ayuntamientos ante nuevos recortes presupuestales para el 2020, puso los reflectores en un desafío mayúsculo del régimen político mexicano. Más allá de la polémica por el hecho en sí mismo.

Por supuesto, llamó la atención el trato dado a los ediles, cuando en el mismo sitio, hace muy poco, encapuchados hicieron destrozos sin que hubiera contención ni mucho menos consecuencias, lo mismo que con antecedentes como las transgresiones a los derechos de terceros de normalistas o sindicalistas del magisterio.

Sin embargo, quizá resulta más revelador e importante el que este suceso colocara en la palestra la crisis de la institución municipal. Otra fractura estructural en agenda nacional, a la que no suele darse la atención que reviste.

Resulta paradójico que en el año en que tendríamos que conmemorar el establecimiento del primer ayuntamiento en América –hace 500 años en lo que hoy es el Puerto de Veracruz– se exacerbe la gran fragilidad de los gobiernos locales en nuestro país. Una descomposición que, desde hace años, sólo ha sido enfrentada con paliativos o remedios provisionales, en vez de entrarle con seriedad al desafío para acordar las respuestas de fondo que hacen falta, con una puesta al día del federalismo mexicano, incluyendo un nuevo acuerdo de coordinación fiscal.

-municipio amurallado.
Ilustración: Debate.

Causas de coyuntura y de fondo

La célula básica de la organización política en México, la primera ventanilla para la atención ciudadana, la instancia que tiene más que ver con el bienestar de la gente en lo inmediato, es la más precaria tanto en su disposición de recursos como en el desarrollo de sus capacidades. Por ello fue doblemente significativo ver a alcaldes con cartulinas que decían “Salvemos al municipio” o “Sin municipio no hay nación”, y que su protesta tuviera ese desenlace.

El detonador del conflicto fue una reducción abrupta al presupuesto de los municipios por más de 6 mil 500 millones de pesos, derivada de la desaparición o ajustes a diversos fondos o mecanismos de distribución de recursos.

En general, afectó mucho la desaparición del Ramo 23 del Presupuesto de Egresos de la Federación, cuyos recursos se destinaban a obras de infraestructura e inversiones en otros rubros. La medida tuvo que ver con los escándalos de “los moches”, con que partidos, legisladores y gobiernos negociaban con los ediles, donde la política-clientelar y acusaciones de corrupción contaminaban al proceso presupuestal. Sin embargo, si bien existía esa distorsión y hubo tanto abusos como desperdicios, esos recursos sí sirvieron para emprender obras importantes en muchos municipios.

La cuestión es que, como en otras situaciones con antecedentes de corrupción o malos resultados, se optó por cortar de tajo, en vez de corregir las prácticas irregulares y/o buscar alternativas.

De acuerdo con representantes de la fracción política mayoritaria en el Congreso, en función de ajustes a la Ley de Ingresos, se habría logrado un incremento de 31 mil millones de pesos para repartir entre los gobiernos estatales y municipales a través del gasto federalizado. Como sea, el problema estructural subsiste.

Por lo pronto, los municipios reciben 20% de la recaudación federal participable, la cual, de acuerdo con el proyecto original de presupuesto, tendría una caída de casi 1% para el 2020. Recibirían cerca de 2 mil millones menos por esa vía, por lo que no habría ajuste inflacionario. El Fondo de Fortalecimiento del Desempeño de Seguridad Pública (Fortaseg) tendría una disminución de 903 millones de pesos y 300 municipios perderán la recaudación del Fondo Minero. Son recortes que se dan sobre una situación de por sí muy débil, especialmente para los municipios con mayor marginación social, fuera de las ciudades o regiones más desarrolladas.

SAT.
Ilustración: Alejandro Gómez.

Costos y áreas de oportunidad

La debilidad de los municipios importa, y mucho. Recordemos que éstos se ocupan lo mismo de la recolección y disposición de la basura que de la seguridad ciudadana, a través de las policías preventivas y de tránsito. Son responsables tanto del alumbrado como del agua y el drenaje, del transporte y de la regulación en materia de construcción. Lo mismo supervisan los mercados públicos que los panteones.

¿Cómo podríamos superar retos de seguridad, como la extorsión a negocios, sin el concurso de este orden de gobierno que, a fin de cuentas, es el que conoce in situ la situación de la vida pública en su demarcación y es la autoridad más cercana para los ciudadanos?

Además, hay que situar este problema en un marco de estancamiento o recesión económica en varias zonas del país, que agrava la crisis de delincuencia de muchos municipios.

Aunque los ayuntamientos tienen la facultad de recaudar por concepto de impuesto predial y servicios como la distribución de agua, su desarrollo fiscal es, en general, muy incipiente, y en la mayoría, nulo. La recaudación que hacen los municipios apenas llega al 0.4% del PIB del país; en Brasil, alcanza el 2.4% y en Colombia el 3.7 por ciento.

En el debate sobre el futuro de México, y en particular, sobre su régimen político, es fundamental que demos al municipio el lugar que le corresponde; indispensable en la reforma pendiente para poner al día nuestro federalismo, lo mismo que en la que se requiere en materia hacendaria.

Salario.
Ilustración: Victor Solís.

Los grandes desafíos de la nación requieren de la perspectiva y de la aportación del nivel local. No podemos dejar en el desamparo al eslabón fundamental de nuestro régimen político, en el marco del Estado democrático de derecho. Hay que ir por un nuevo acuerdo federalista para enmendar las distorsiones actuales.

Dejar en la precariedad fiscal a los municipios es atentar contra el instrumento más cercano para procurar el bien común, pero también supone el riesgo de una centralización antidemocrática del poder público.

En un país tan diverso y plural como México, hay importantes diferencias entre los 2,462 municipios que tenemos. El caso de Oaxaca –mi estado natal– es emblemático, con sus 570 ayuntamientos, gran parte bajo el sistema de usos y costumbres. Sin embargo, hay un elemento que sí da un sentido común a esa diversidad: si las bases son frágiles, el edificio es endeble en sus tres niveles: municipal, estatal y federal.

El municipio no debe seguir siendo un tema marginal en la agenda nacional. Hay que darle la proyección que merece. Ahí radica buena parte de las capacidades y de las soluciones que están haciendo falta en muchos de los grandes desafíos de cada estado y de México, en su conjunto.

En suma, sí hay que salvar al municipio y fortalecer el federalismo mexicano para que estén a la altura de los retos del México de hoy y del futuro. Es la mejor forma de conmemorar los 500 años de la institución del Ayuntamiento en nuestro continente.

Qué hacer para que México crezca

Lectura: 6 minutosSi queremos en México una economía en crecimiento, y por encima de la inercia que hemos tenido por décadas, de alrededor de 2% anual, por principio de cuentas habría que desechar la idea –o pretexto– que se ha manejado recientemente de que el crecimiento es intrascendente.

Los países que en tiempos recientes han logrado tasas de crecimiento de más de 4% anual por periodos prolongados, como las que se prometieron para este sexenio en México, se han fijado ese objetivo como alta o incluso máxima prioridad. No se confiaron en la suerte, sino que se determinaron a conseguirlo. Desarrollaron una estrategia integral de largo plazo, y se pusieron de acuerdo, en lo esencial, sobre el rumbo a seguir, con la participación de las distintas fuerzas productivas. Finalmente, implementaron con consistencia a través de los años.

Ése fue el caso de Alemania, en la posguerra, y claramente, de los países de Asia-Pacífico, hoy el benchmark en materia de crecimiento. Japón primero, antes de que entrara en la fase de estancamiento en la que lleva varios años. Luego vino el “milagro de los tigres asiáticos”: Hong Kong, Taiwán, Singapur y Corea del Sur. Después, el despegue de China, y otros países hoy siguen una fórmula similar, como Vietnam y, con un modelo sui géneris, pero con similitudes importantes, India.

Para referencia, Corea del Sur, hace menos de 30 años tenía un PIB per cápita inferior al de México, sin reservas importantes de recursos naturales. Hoy triplica al nuestro: 31 mil dólares anuales contra 9,800.

PIB per cápita.
Ilustración: Elena Ospina.

La fórmula es sencilla: parecida a la de una empresa en expansión

  1. Dar primacía al crecimiento –casi como obsesión nacional– con el acuerdo básico de gobierno y empresas;
  2. Trazar un plan de largo plazo con base en las vocaciones productivas/ventajas competitivas, y en correlación con las tendencias y oportunidades a nivel nacional e internacional;
  3. Alinear condiciones estructurales y los incentivos en ese sentido;
  4. Sobre todo, invertir para ser más productivos, ahorrar para invertir más y elevar así su productividad, el valor agregado de lo que hacen y su competitividad. Una historia que incluye la inversión más rentable a largo plazo para fines económicos, lo mismo que sociales y a nivel de familias e individuos: educación.
  5. Todo ello con consistencia: desde una perspectiva que aquí llamaríamos transexenal, principios mantenidos más allá de los vaivenes en la política, procurando sentar bases firmes para la estabilidad macroeconómica y de certeza jurídica para emprender y desarrollar proyectos.

Economía mexicana.
Ilustración: Nexos.

Con ese modelo, adaptado a sus propias características y circunstancias, China, como antes Corea del Sur, ha logrado pasar de su despegue inicial desde la manufactura basada en bajo costo laboral hasta competir con Estados Unidos en áreas de alta tecnología, para meterse de lleno en la carrera de la economía del conocimiento y la Cuarta Revolución Industrial. En el proceso, han sacado a millones de personas de la pobreza, en el entendido de que, sin crecimiento sostenible, difícilmente puede haber desarrollo económico y distribución de la riqueza.

¿No podemos hacer nosotros lo propio, pero en el marco del Estado democrático de derecho, en el tipo de gobierno que hemos elegido y debemos consolidar, con la fuerza de las instituciones?

Cuarta Revolución Industrial.
Imagen: Deloitte.

En México, lamentablemente, se apunta en sentido contrario en esas áreas:

  1. Se menosprecia al crecimiento, al menos en el discurso, una vez que descendimos del escenario de crecimiento inercial al del estancamiento que se presenta este año, en gran parte derivado de medidas innecesarias o procesos evitables. Mientras tanto, se privilegia el retorno a estructuras de asistencialismo político-clientelar, en lugar de apostar al crecimiento y la multiplicación de las empresas para generar más y mejores empleos que permitan la movilidad social y no la dependencia social, que es algo muy distinto al desarrollo.
  2. La planeación nacional siempre ha sido, en gran medida, un trámite burocrático, sin seguimiento de largo plazo, pero ahora se vuelve un conjunto de políticas públicas, proyectos y ocurrencias sin conexión, sin una estrategia que dé claridad de rumbo y articulación. El Plan Nacional de Desarrollo, convertido en una especie de manifiesto político-ideológico.
  3. La gestión para alinear condiciones e incentivos para el crecimiento también parece inexistente o, en el mejor de los casos, dispersa. Al contrario, muchas medidas y actitudes disuaden la inversión: desde la clausura de proyectos que son motores de crecimiento y de derrama económica hasta la preocupante miscelánea fiscal que se alista.
  4. La inversión va a la baja, casi en picada. La Inversión Fija Bruta (maquinaria y equipo de origen nacional e importado, así como construcción) volvió a caer en junio, 0.8% respecto a mayo y 7.4% en relación al mismo mes de 2018, quinta caída a tasa anual. Los recursos del gobierno federal destinados a inversión en obra pública se ubican actualmente en el menor nivel registrado en los últimos 11 años.

Bajo crecimiento económico.
Ilustración: Alecus S.

Como ha resaltado México Evalúa, de acuerdo con el presupuesto propuesto, en 2019 la infraestructura en hidrocarburos tendría un aumento del 25%, en lugar de recurrir a inversión privada para permitir que Pemex mejore su perfil financiero, además de que se incluye la apuesta por una refinería que difícilmente será rentable. En cambio, la que se dirige al resto de los sectores se recortará en 11 por ciento. Por si fuera poco, es la quinta caída en seis años.

En educación, como hemos visto con la nueva “reforma” promovida por la CNTE, todo indica que, lejos de invertir en las competencias de la economía del conocimiento y en reducir rezagos en la población y los estados con más atraso, iríamos hacia el corporativismo antaño. Mientras, se recortan recursos para la ciencia y se antagoniza con ese sector.

  1. Se mantiene, en lo esencial, el cuidado de los equilibrios macroeconómicos y de las finanzas públicas, pero sin resolver algunos de los puntos débiles que heredó esta administración (Pemex, deuda, déficit, pensiones) y con nuevas vulnerabilidades. No se presenta una perspectiva favorable en materia de seguridad pública y, en materia de Estado democrático de derecho y gobernanza, se abren diversos flancos que generan gran incertidumbre: reformas como la de extinción de dominio, enfrentamiento con organismos constitucionalmente autónomos, etcétera.

PEMEX
Ilustración: Víctor Solís.

¿Qué hacer?

Destaco cuatro prioridades que podemos y debemos impulsar desde los diversos sectores de la sociedad, con énfasis en los empresarios.

  1. Una visión compartida de país que, en la diversidad, una en lo esencial, como siempre insiste el querido ex presidente de la Coparmex Alberto Núñez Esteva.

Poner por delante tres banderas: consolidación del Estado democrático de derecho, crecimiento sostenible e incluyente, impulsar nuestro capital humano. Vamos por una forma constructiva de contrarrestar la polarización que hoy socava la cohesión social y ensombrece el panorama nacional.

  1. Una reforma hacendaria estructural, que hace falta desde hace años, como la base de un nuevo pacto social en México.

Que impulse y facilite la formalización de los agentes económicos y faculte con ello su desarrollo. Que amplíe los ingresos públicos con un modelo pro-crecimiento (México recauda sólo 17% del PIB; Brasil, 32%), ligada a una estructura de derechos sociales universales (seguridad social, salud, educación de calidad), no discrecional y financieramente sustentable, como lo viene proponiendo, desde hace años, Santiago Levy. Que dé pie a una mezcla tributaria y de gasto público más equilibrada entre Federación, estados y municipios.

  1. Una hoja de ruta básica de alineación entre los sectores público, privado y social para quitar obstáculos y apuntalar incentivos para que los sectores con mayor potencial despeguen, con rumbo y certeza de que habrá continuidad de largo plazo.

Economía
Imagen: Pinterest.

Ello necesariamente incluiría un plan de inversión en infraestructura, educación y la trilogía ciencia-desarrollo tecnológico-innovación, con la suma de esfuerzos entre los sectores público, privado y académico. Un enfoque de complementariedad: no es Estado vs. inversión privada, sino una perspectiva de sinergias.

Hay que fomentar activamente la inversión, no ahuyentarla. Asimismo, hacer énfasis en el desarrollo regional, con particular atención en el sur-sureste: un esfuerzo nacional para acortar brechas.

  1. No claudicar en la lucha por una educación de calidad para todos los mexicanos, y muy en especial, para los más pobres. Es el futuro. Dos elementos indispensables: 1) evaluación objetiva, indispensable para saber dónde estamos y cómo vamos, y

2) contenidos y herramientas pedagógicas del siglo XXI.

A estas alturas, es claro que no se trata de convencer a un gobernante. Eso tampoco corresponde al México de hoy, plural, diverso, democrático. Lo que se necesita es sumar voluntades entre los millones de mexicanos que creen y trabajan por un México mejor, que mire y construya el futuro con sentido pragmático, con responsabilidad y madurez, sobre lo que la experiencia y la sensatez muestran que funciona, y evitar atajos o señuelos que sólo consiguen, a la larga, retrasarnos.

Retos de la economía mexicana ante el Primer Informe de Gobierno

Lectura: 7 minutosEl desarrollo social está entre las mayores asignaturas pendientes del país; no de ahora, sino desde hace décadas. Atinadamente, tiene esa preponderancia en el proyecto político del actual gobierno. Sólo en ese sentido puede ser comprensible que retóricamente se ponga en segundo plano al crecimiento económico, y más aún, si hay indicios de estancamiento al respecto. Sin embargo, más allá del discurso, si la economía no crece con inversión que lo permita, difícilmente puede haber una mejora en términos de bienestar para las familias, al menos que sea sólida y perdurable.

La experiencia y la lógica señalan que el crecimiento sí importa: sin él, simplemente no aumenta la riqueza que puede distribuirse de forma sustentable. Ni recursos en expansión para financiar a un Estado impulsor del desarrollo, ni multiplicación de empleos y oportunidades que den pie a la movilidad social.

En el mensaje del Primer Informe de Gobierno –o tercero, según fue numerado por los presentados a los 100 primeros días y a un año del 2 de julio– fue reiterativo en cuanto a que no estamos sólo ante una nueva administración federal, sino frente a una magna transformación. Se afirma que ese nebuloso grupo al que se llama “los conservadores”, ha sido derrotado moralmente, y que lo mucho que se ha alcanzado en nueve meses demuestra que “no ha sido ni será más de lo mismo”.

AMLO.
Imagen: Infobae

Curiosamente, al menos en materia económica, el factor en que las administraciones sexenales pasadas tuvieron sus resultados más sólidos y demostrables, es el mismo que en el actual en estos primeros nueve meses: una relativa estabilidad macroeconómica, más que una economía con crecimiento dinámico y avances sustantivos en el camino hacia una sociedad menos desigual.

En las últimas décadas persistió lo que muchos llamamos “estancamiento estabilizador”: crecimiento moderado (poco más de 2.2% anual de 1998 a 2018) con equilibrios en las variables macroeconómicas fundamentales, incluyendo las finanzas públicas. Esto, al menos, nos blindó de crisis de hechura interna como las que vivimos en los años 70, 80 y en 1994, si bien es totalmente insuficiente ante problemáticas como la pobreza que enfrentan millones y la desigualdad que marca a la nación desde siempre.

Más allá de victorias morales, reales o asumidas, se conserva la estabilidad macroeconómica que se viene edificando desde los ajustes de la segunda mitad de los años 80, que siguieron a los excesos, errores y manipulaciones de lo que se ha llamado “la docena trágica” de 1976 a 1982, con sus secuelas y recaídas. Si bien con sombras al acecho, tanto desde el lado de la economía internacional, con amenazas de recesión, como por elementos internos, eso sigue en pie, incluso con algunas mejoras.

Las cuentas externas se mantienen en balance, con reservas de divisas por más de 180 mil millones de dólares, la inflación bajo control, el déficit público va la baja e inclusive y hay una ligera reducción en la deuda neta.

Estancamiento.
Ilustración Nexos.

Sin embargo, no ocurre lo mismo con la inercia de bajo crecimiento que arrastramos. Desdeñada como mediocre, ahora estamos en un escenario de estancamiento: en lo que va del año, sólo décimas arriba de la recesión técnica.

Así las cosas, no hay datos objetivos que comprueben que hay un mayor bienestar y una mejora en la distribución de la riqueza, ni mucho menos en un concepto tan amplio y que puede prestarse a tantas interpretaciones como lo es el desarrollo. Sí los hay, en cambio, respecto a un bajo desempeño en materia de inversión y crecimiento.

Aquí, despunta otro rasgo común con la mayoría de los informes de gobierno, de ahora y del pasado, en México, en los estados y en el mundo: ponderar como importante lo que va bien y como marginal aquello donde no hay los mejores resultados.

Toma todo.
Ilustración: La Jornada.

Crecimiento

El presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que la economía crece poco, pero con la acotación de que no hay recesión. Como sea, en cuanto a la variación del PIB en el primer semestre, el desempeño es más bajo que en las últimas tres administraciones: el sexenio de Fox arrancó con 0.73% (aunque el año cerró con una contracción de -0.40%); el de Calderón, con 2.13%; el de Peña Nieto, con 1.93%; esta vez, 0.21%.

Cabe recordar que en el primer trimestre se dio una contracción de 0.2% respecto al periodo previo, mientras que en el segundo se reportó un crecimiento marginalmente por arriba de cero. De lo contrario hablaríamos ya de recesión, según una convención entre muchos economistas.

Para este año, el Banco de México acaba de bajar su perspectiva a un intervalo de entre 0.2 y 0.7 por ciento, desde la anterior de entre 0.8 y 1.8 por ciento; en tanto, para 2020 la redujo a entre 1.5 y 2.5 por ciento. Recordemos que la promesa es un crecimiento sexenal al 4% promedio anual.

Lo preocupante es que se acumulan las señales en cuanto al ciclo de crecimiento de la economía estadounidense –que se ha prolongado por 10 años–, y el cual puede acabar, más pronto que tarde, y así, frenar sensiblemente el motor que estaba compensando la caída, desaceleración o debilidad en los otros rubros: gasto de gobierno, consumo y, sobre todo, inversión.

Manual de crisis.
Imagen: Wowdeals.

Precios y salarios

En materia inflacionaria, hoy se registra la tasa más baja de cuatro arranques sexenales. En el acumulado de los primeros ocho meses, el incremento de los precios con Fox fue de 2.95%; con Calderón, 1.59%; con Peña Nieto, 1.50%; actualmente, 1.35%.

Como en las administraciones previas, la estabilidad de precios es uno de los factores con los que se ha podido incidir en una mejora económica para muchas familias.

Este año, además de la continuación de la dinámica de recuperación del poder adquisitivo por la inflación bajo control, la cual empezó a darse desde la década de los 2000, viniendo de una contracción brutal de hasta 70% por las crisis y ajustes referidas, ha habido aumentos salariales importantes.

Salarios.
Ilustración: Nexos.

Empleo y salarios

En los primeros ocho meses del sexenio se crearon menos empleos formales que en los dos previos, pero muchos más que en el de la primera alternancia democrática, que inició con la recesión que siguió a la crisis de las dot.com. Con cifras redondeadas: Fox, -210 mil; Calderón, 368 mil; Peña Nieto, 304 mil; ahora, 253 mil.

Los salarios mínimos subieron 16.2%, y tanto las negociaciones colectivas como los empleos que cotizan al IMSS promedian alzas de más de 6%.

Con este trasfondo, hasta ahora hay más evidencia de que, si de verdad hubiera un mayor bienestar, como afirma la propaganda oficial, al menos en términos de ingresos tendría que ver preponderantemente con la estabilidad de precios que, de hecho, permitió que se dieran las alzas salariales sin generar un efecto inflacionario relevante.

Efectivamente, el aumento en los salarios ha compensado la pérdida de empleos o una reducción sensible en su generación en varios sectores, como construcción y gobierno. Así, la masa salarial se ha conservado o crecido ligeramente, para contener un mayor estancamiento económico o la propia recesión.

Un reconocimiento, a fin de cuentas, para quienes defendieron la opción de elevar los salarios de forma proactiva, desde el sector político, el sindical y también desde el empresarial. Asimismo, para la política de estabilidad macroeconómica y sus dispositivos, como la independencia del Banco de México y su mandato único constitucional, así como el poner coto al endeudamiento y los déficits en el sector público.

Empleo.
Ilustración: Nexos.

Inversión y empresas

La inversión es uno de los rubros con peor desempeño en lo que va de la presente administración, con una importante disminución tanto en la privada como en la pública, en este caso con fuertes recortes, además de un lento ejercicio, en el marco de la llamada austeridad republicana.

La relación gubernamental con el sector empresarial ha sido de claroscuros: por una parte, acercamientos formales con empresarios relevantes o algunas dirigencias; por otra, acciones que han dañado sensiblemente la confianza, como la cancelación de las obras del aeropuerto de Texcoco y la ofensiva contra instituciones autónomas o procesos, políticas y programas relevantes.

La Inversión Fija Bruta ha tenido su peor comportamiento para un inicio de año desde 2009. A mayo, se ha contraído 3.2%, mientras que en el mismo periodo del 2009 se desplomó 12.7 por ciento, por efecto de la recesión que siguió a la crisis financiera global del 2008.

¿Qué hay detrás? Además de lo que pasa fuera de México, lo cual incluye al T-MEC aún sin aprobarse, se presenta el efecto de la incertidumbre. Por lo pronto, en julio, los sectores manufacturero y construcción nuevamente registraron caídas en el Índice de Confianza Empresarial. El del comercio también cayó, aunque sigue ligeramente arriba de la línea de 50 puntos.

Recordemos que la inversión, en particular la privada –seis veces la del sector público de sólo 3% del PIB–, es el factor indispensable para aspirar a crecer más, con relativa estabilidad macroeconómica.

El acuerdo de los gasoductos es un buen signo y puede ayudar a mejorar el clima de confianza empresarial y la inversión. Más allá de que el gobierno inició el problema, es una buena noticia para la inversión y la industria, que depende de insumos competitivos. Ojalá se den más señales y rectificaciones pragmáticas de este tipo.

Inversionistas.
Ilustración: Nexos.

Desarrollo social y bienestar

Como comentábamos, a nueve meses de gobierno, no existen datos que puedan comprobar si está funcionando el enfoque actual de política social, basado en gran medida en transferencias directas y programas como Jóvenes Construyendo al Futuro.

Hay muchas dudas tanto en la efectividad en el largo plazo de este tipo de políticas, como en la sustentabilidad del financiamiento, en ausencia de reformas estructurales en materia hacendaria y de seguridad social, que siguen como grandes asignaturas pendientes de la nación, en la lucha contra la pobreza y la desigualdad.

Todos debemos apoyar la visión de una sociedad más justa: es prioridad de nación; no sólo de un gobierno. Pero el camino importa, y mucho.

Hay que tener presente que los países que han podido construir sociedades más igualitarias y prósperas, lo han hecho con una combinación de políticas sociales y de un Estado de bienestar bien dirigido y sustentado financiera e institucionalmente. Pero no sólo eso, sino, en todos los casos, en combinación con una economía en crecimiento, que genere oportunidades y empleos en cantidad y calidad suficiente para que la gente progrese con su propio esfuerzo. Éste es el gran reto de México, hoy como ayer.