crisis sanitaria

La prioridad de Biden: Controlar el virus

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“Para reactivar la economía –y la educación– primero se debe controlar al virus”. Este axioma, una obviedad, ha sido repetido hasta el cansancio por organismos y líderes internacionales. Muchos países lo han tomado en serio (Corea, Vietnam, Japón, Alemania), otros no (EE.UU., Brasil, México).

La prioridad número uno del nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es precisamente controlar al virus (oh sorpresa). Vienen cambios radicales en la política sanitaria de aquel país, con impactos inevitables para México, algunos inmediatos, otros de más largo aliento.

Estados Unidos y México son dos de los países que peor han manejado la pandemia. Los vecinos del norte, con 4% de la población mundial representan 20% de las muertes. México, con 1.6% de la población reporta 7% de los decesos globales (esta cifra, como lo ha reconocido el Gobierno Federal, está sub-representada, incluso el INEGI apunta que podría ser hasta 44% mayor). Si sumamos los lamentables decesos en EE.UU., México y Brasil, estos representan 37% del total mundial por COVID-19.

manejo de la pandemia
Imagen: Tech Rev.

Con Trump hubo un acuerdo tácito para mantener medidas laxas, un neoliberalismo epidemiológico: Dejar hacer, dejar pasar. Que la pandemia se autorregule, que se infecten los que se tengan que infectar. No hubo mandatos para usar cubrebocas –ni se predicó con el ejemplo– y el flujo aéreo entre ambos países se mantuvo sin grandes restricciones. En 2020, México fue el destino del 63% de todos los viajes internacionales de los estadounidenses. En contraste, Canadá representó sólo 6.6%. Asimismo, México fue el país con la menor reducción de visitantes a EE.UU., alrededor del 40% de los viajes se mantuvieron a pesar de la pandemia. El mal manejo de la pandemia en nuestro país ya agrava los impactos económicos: Canadá ya suspendió vuelos a México y probablemente EE.UU. haga lo mismo en breve. Serán muchos millones de dólares y miles de empleos perdidos, sobre todo para la industria turística, ya de por sí en agonía.  

Hay vientos de cambio y esperanza en el vecino país del norte, pero no serán favorables para el actual gobierno federal. Atrás queda la irresponsabilidad de la era Trump. De entrada, Biden ya impuso 100 días de uso obligatorio de cubrebocas en instalaciones federales y ejercerá presión para que se generalice en los estados. Desde el 26 de enero, se exige una prueba negativa de COVID-19 a toda persona que viaje a Estados Unidos. Vienen muchas medidas adicionales.

Biden inicia su presidencia armado hasta los dientes contra el COVID-19, un cañonazo de 1.9 billones para enfrentar la crisis sanitaria y económica. El American Rescue Plan destinaría 400 mil millones para combatir la pandemia en varios frentes: el programa de vacunación nacional, que incluirá unidades móviles para llegar a regiones difíciles, recibirá una inversión de 20 mil millones y 50 mil millones más serán utilizados para la compra de pruebas rápidas, y la expansión de la capacidad de los laboratorios. Se contratarán 100 mil trabajadores de salud adicionales y se invertirá en campañas a favor de la vacunación y en investigación en secuencia genética para conocer la evolución del virus. Además, se utilizarán 130 mil millones para reabrir las escuelas de forma segura.

biden virus usa
Imagen: Pinterest.

La llegada de Biden puede significar un cambio en el manejo de la pandemia en México. Hace unos días, en llamada telefónica con el presidente Andrés Manuel López Obrador, ambos mandatarios  reconocieron la necesidad de trabajar una estrategia bilateral para enfrentar la grave crisis sanitaria. La cooperación en materia de brotes epidémicos y pandemias no es ajena para la relación. En 2007 se lanzó el Plan de América del Norte sobre la Influenza Aviar y Pandémica y, en 2012, se estableció el Plan de América Para la Influenza Animal y Pandémica que recogía también las lecciones aprendidas del manejo conjunto de la epidemia por H1N1 habida en la región en 2009 y, durante la cual, a diferencia la inmensa mayoría de los países en el mundo, Estados Unidos mantuvo el flujo aéreo con nuestro país, gracias a las políticas de coordinación.

Quizás después de dar positivo a COVID-19, el presidente mexicano dé un giro a la estrategia de su gobierno, tal como sucedió con el Primer Ministro de Reino Unido, Boris Johnson. Es difícil que esta cruzada pase inadvertida acá. Si el vecino controla la pandemia y México no, la presión para el gobierno mexicano no se hará esperar. Un primer paso sería la obligatoriedad del uso del cubrebocas, y también que se predique con el ejemplo. ¿Será mucho pedir?


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Moverse entre riesgos que se mueven, la nueva vulnerabilidad global

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¿Cuánto puede durar un año? ¿Y en ese tiempo, en ese lapso incierto, cuántas cosas pueden cambiar?

Tal parecía el tono con el que comenzó su discurso en el Foro Económico de Davos, celebrado hace unos días, la presidenta de la Comisión europea, Ursula von der Leyen.

Así, habló de cómo, hace apenas un año, Trump se robaba la atención y también sobre cómo una valiente adolescente, Greta Thunberg, hacía un llamado urgente a la acción climática.

Nos llegaban también en ese momento, evocó Von der Leyen, palabras más, palaras menos, algunas noticias desde China a las que, a decir verdad, nunca imaginamos la magnitud que tendrían.

Y de pronto, ese recuento parece situado en una línea del tiempo que supone más de 365 días, parece como si hablara de un lapso de tres, cinco, siete años.

Si la pandemia ha exhibido las vulnerabilidades de la era global, tal y como fue concebida, al desafío se suma la rapidez con que pueden aparecer riesgos que no estaban en el horizonte, sino hasta que son catastróficos.

Como ha sido costumbre en ediciones anteriores, el Foro presentó la 16 edición de su Informe de Riesgos Globales. Un muy bien documentado y editado estudio que se ha vuelto referencia obligada en los últimos años.

vulnerabilidad global
Imagen: Nexos.

Una parte importante del informe presentado por Davos se vale de una encuesta que ubica lo que quienes participan del Foro creen que serán riesgos en el corto, mediano y largo plazo.

Aquí, el recuento de los riesgos, repercusiones y amenazas identificadas en el Informe Davos 2021.

Corto plazo (lo inmediato y hasta dos años), de mayor a menor: enfermedades contagiosas; crisis en calidad de vida; catástrofes medioambientales; fallas en la ciberseguridad; inequidad digital; estancamiento prolongado; terrorismo; desilusión juvenil; fragmentación social; deterioro de los entornos para la vida humana.

Mediano plazo (entre tres y cinco años), repercusiones de mayor a menor: crisis en precios de activos, colapso de la infraestructura TICs, inestabilidad de precios, crisis de materias primas, crisis de deuda, fractura en relaciones bilaterales entre Estados, Conflictos entre Estados, deficiencias en ciberseguridad, fracasos en sistemas de cibergobernanza, geopolitización de los recursos.

Largo plazo (entre cinco y diez años) amenazas de mayor a menor: armamento de destrucción masiva, colapso de los Estados, biodiversidad perdida, avances tecnológicos mal empleados, crisis de recursos naturales, colapso de la seguridad social, colapso del multilateralismo, colapso industrial, fracaso de la acción climática, ataque al conocimiento científico.

riesgos globales 2030
Imagen: Pacifista.

Como se ve, cada una de estos ámbitos, riesgos, repercusiones y amenazas entraña, en sí mismo, un amplio catálogo de asuntos que merecería cada uno la mayor prioridad por parte de gobiernos y sociedad.

En apenas un año, el lugar que en la percepción de riesgo ocupaban algunos de los ámbitos planteados arriba se reformularon, y otros que no habían aparecido, o al menos no con esa determinación, se colocaron en los primeros lugares de la lista.

Al hacer una revisión sobre cómo se ha movido la percepción de los riesgos, repercusiones y amenazas en los últimos nueve años, se observan tanto continuidades como irrupciones notables, la principal, la que tiene que ver con la salud.

Veamos cuál fue considerado el principal riesgo mundial por probabilidad. En 2012, 2013 y 2014, disparidad de ingresos; 2015, conflictos entre Estados; 2016, migración involuntaria; y de 2017 hasta este 2021, cambio climático.

Más que interesante resulta ver la mayor movilidad, o volatilidad, si se prefiere, que surge cuando se enlistan los principales riesgos de esos mismos años, pero ahora siguiendo el criterio de su impacto global.

2012 y 2013: financiamiento fallido; 2014: crisis fiscal; 2015: crisis de agua y acción climática fallida; 2017, 2018 y 2019: armas de destrucción masiva; 2020: acción climática fallida; 2021: enfermedades infecciosas.

La rapidez y a la vez la sensación de lentitud con que ha transcurrido el primer año de la pandemia, pone de manifiesto que si ya sabíamos que los riesgos cambiaban, más o menos, de un año a otro, esta vez, pueden cambiar de un mes a otro.

riesgos globales
Imagen: @cuyo003.

Cómo moverse entre riesgos que se mueven. Cómo prepararse para lo que no existe aún o para las disrupciones sistémicas como las de coronavirus.

La década que se avecina estará marcada por el esfuerzo que implicará la reactivación económica post-COVID, pero no menos por una ecuación resultado del compromiso climático y la transición digital.

Por una parte, la agenda de París, con el doble componente de mitigación y adaptación climática, con la mira puesta en 2030.

Por otra, la urgente necesidad de encarar la concentración del poder digital, la brecha de acceso y alfabetización digital y la no consolidación, aún, de un sistema global altamente confiable en materia de ciberseguridad.

En la convergencia de reconocer que el planeta ha llegado a su límite, o mejor dicho, lo hemos llevado a él, y el paso decisivo hacia la década digital, estará la capacidad para encarar vulnerabilidades.

Moverse entre riesgos que se mueven. Moverse con rapidez de manera forma integral, coordinada y simultánea a nivel nacional, regional, local y globalmente. Tal como las amenazas se mueven.

Así.


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Y no entendemos

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Mientras el gobierno capitalino apretó a los comercios establecidos (como fue el caso de los restaurantes) con cierres totales y parciales durante la aplicación del semáforo epidemiológico color rojo, desde el pasado 19 de diciembre y hasta la fecha, en las calles el comercio informal ha resultado ser un gran ganador, pero se han descuidado muchos riesgos.

El pasado mes de enero fue el más crítico para México desde el inicio de la pandemia, el 28 de febrero de 2020, donde se registraron 32 mil 729 decesos por el COVID-19 y con 438 mil 166 contagios. Pero qué pasaba en las calles de la Ciudad de México mientras la mayoría de giros comerciales formales enfrentaban los severos impactos económicos por las restricciones de operación. Los restauranteros protestaron, hubo mítines y marchas, pues ya arrastraban la crisis económica que les dejó el semáforo rojo entre abril y junio pasados.

Al respecto, comentaré un escenario que llama mucho la atención por el gran descuido que prevalece y en donde la ausencia de las autoridades es notoria a costa de la salud de miles de personas.

Durante un simple ejercicio de observación realizado por este columnista, en las calles de las alcaldías de la Cuauhtémoc, Coyoacán y Tlalpan, pude detectar que ningún puesto callejero de comida (un total de 60) cuenta con el mínimo de los protocolos de sanidad.

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Imagen: APNews.

En los puestos de tacos y tortas pude constatar que ninguno contaba con una botella de gel, ni se respetaba la distancia de 1.5 metros entre clientes y mucho menos tenían un termómetro digital en forma de pistola. 

Las superficies en que los clientes degustaban sus tacos era “limpiada” por trapos secos sucios, los recipientes de salsas abiertos estaban expuestos a recibir los aerosoles (gotitas de saliva o respiratorias) de los comensales, pues la distancia era menor a 20 centímetros de distancia y con frecuencia los clientes platicaban y reían, mientras comían.
Observé cómo algunas personas se bajaban al cuello el cubrebocas tocando la superficie de los mismos sin aplicarse ningún gel (que ellos mismo pudieran traer). 

Esas mismas manos que habían tocado el protector por sus lados externo e interno, eran las mismas que tomaban la única cuchara de las salsas, las mismas que agarraban los platos de plástico que, por cierto cuando terminaban sólo se les retira el papel que sirvió de cama para el taco o la torta, y se les limpia con el mismo trapo sucio.

Muchos clientes mientras comían revisaban su teléfono móvil (sin limpiarlo) y volvían a tomar la cuchara de la salsa colectiva o movían con sus manos el recipiente de la salsa para acercarlo.

En la mayoría de los casos comprobé que quien cobraba era el mismo que “limpiaba” superficies y platos. Nunca vi que se aseara las manos, y tanto él como quien preparaba los alimentos portaban cubrebocas muy arrugados y sucios de los resortes, que denotaban que llevan varios días con el mismo. Cuando preguntaba si tenían gel o alguna solución sanitizante, la respuesta casi siempre era similar, ‘se nos acaba de terminar’.

comida en pandemia
Imagen: El Financiero.

Si bien en el mayor de los casos los clientes llegaban con cubrebocas, también comprobé que había gente que acudía al puesto sin protector. Simplemente llegaban, comían, platicaban muy cerca de otras personas que obviamente no portaban el cubrebocas por estar degustando los alimentos. Era un verdadero baño de aerosoles, y quién sabe si alguno de ellos era asintomático al COVID-19 o estaba con los primeros síntomas.

El escenario era peor cuando sólo había un despachador, pues él hacía todo con trapos sucios, tocaba dinero, manipulaba platos “limpios” y en ocasiones con las manos se tocaban el cubrebocas.

A los encargados les preguntaba si las autoridades del Sector Salud los visitaban para darles explicaciones sobre los protocolos sanitarios que debían seguir por tratarse de venta de alimentos en plena pandemia, y su respuesta era inmediata: no.
Aún no sabemos cuántas personas se han contagiado de COVID-19 en los puestos callejeros de comida, pero todo indica que esos sitios se están convirtiendo en “bombas” de tiempo contra la salud.

Lo lamentable es que las autoridades sólo están enfocados a los giros formales, los que generan empleos y pagan impuestos y servicios.

Cuando México ha acumulado, al 2 de febrero, 2 millones 67 mil 855 contagios confirmados y 159 mil 533 decesos por COVID-19, es hora de atender lo que pasa con los puestos callejeros de comida.


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¿A dónde va la industria farmacéutica mexicana?

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En memoria de Guillermo Soberón,
exrector de la UNAM y exsecretario de Salud.

Conocí al Doctor Guillermo Soberón como rector de la UNAM. Gran promotor de la educación, la ciencia y la tecnología. En los 80, durante el gobierno de Miguel de la Madrid lo traté mucho. Yo era subsecretario de Fomento Industrial. Celebré que el secretario de Salud fuera el primer convencido de que la producción, la investigación y el desarrollo tecnológico de la industria farmacéutica en México y el abasto local de medicamentos, vacunas, ingredientes activos y equipos médicos constituían un tema estratégico de seguridad nacional.

La crisis financiera y de divisas de 1981-83 mostró que la enorme dependencia externa del sector nos hacía particularmente vulnerables para satisfacer las necesidades de salud de una creciente población y demandaba el fortalecimiento urgente de las capacidades nacionales de prevención, así como de alerta temprana y respuesta eficaz frente a catástrofes.

Durante casi un año, en un grupo técnico integrado por la Secretaría de Salubridad y Asistencia y la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial realizamos un diagnóstico de la demanda de medicamentos, vacunas e insumos farmacéuticos; de las insuficiencias de la oferta productiva local y de las opciones de política pública y acciones privadas frente a los desafíos y oportunidades de la capacidad productiva y la infraestructura nacional.

Los estudios condujeron a la definición de un nuevo cuadro básico de medicamentos para el sector salud (incluyendo a la Ssa, IMSS, ISSTE y otras dependencias públicas), a la conformación de un programa de compras consolidadas con calidad asegurada y los mejores precios posibles y a la expedición de un Decreto para el Fomento Integral y Regulación de la Industria Farmacéutica Nacional, que impulsó la producción local de medicamentos y sus ingredientes activos en México a través de incentivos financieros, fiscales y comerciales.

imss y farmaceutica
Imagen: Expansión.

Las empresas beneficiarias se comprometían a producir medicamentos e ingredientes activos a precios internacionalmente competitivos y a invertir un 3.5% de sus ventas en investigación y desarrollo tecnológico. Se fortaleció la Dirección General de Control de Alimentos, Bebidas y Medicamentos (antecedente de Cofepris) que se responsabilizaba de asegurar las buenas condiciones sanitarias de los medicamentos.

Paralelamente se impulsó la producción local de vacunas a través de una empresa estatal y se lanzó un programa de genéricos, siguiendo la experiencia europea, que sólo pudo consolidarse –dada la renuencia de la industria de medicinas de patente– hasta la llegada de Juan Ramón de la Fuente a la Secretaría de Salud.

El sistema se fortaleció con el desarrollo de un importante sector de laboratorios de capital mexicano, orientado a la producción de genéricos, a partir del vencimiento de las patentes. Un grupo reducido realiza investigaciones biológicas que le ha permitido, con apoyo de instituciones de la UNAM y el IPN, innovar y generar sus propios medicamentos.

Sin embargo, hubo también retrocesos, visibles desde hace una década, que los cambios institucionales de la 4T, el combate a la corrupción y el estallido de la pandemia han sacado a la superficie.

Un estudio que elaboré para la Fundación Friedrich Ebert muestra que la industria farmacéutica se encuentra en una encrucijada en México y demanda atención urgente pública y privada.

Según el Inegi (“La Industria farmacéutica y sus proveedores”, 2016) a partir de la crisis de 2008 su tasa de crecimiento y su participación en el PIB se redujeron. De representar 5% del PIB manufacturero en 2008, descendió a 2.5% en 2016.

industria farmaceutica mexicana
Imagen: CienciaMX.

Los ingredientes activos de fabricación nacional son muy reducidos –menos de 5%–. Hoy día la mayor parte es importada de China, India, Corea del Sur y Europa.

Es más, a partir de la eliminación de la obligación de tener una planta en México para la venta de productos –durante la presidencia de Calderón–, aumentó la importación de medicamentos terminados. Algunos laboratorios son importadores de una parte significativa de los productos que venden –provenientes de países donde sí existe requisito de planta–.

La relación exportaciones a importaciones de productos farmacéuticos se deterioró sensiblemente entre 1998 (801/mil 745 millones USD) y 2015 (2 mil 509/7 mil 1 millones USD) –de 2 a 1, a 3 a 1–. La pandemia agravará el déficit comercial en 2020.

La dependencia tecnológica de México sigue siendo enorme. Una docena de empresas de capital nacional realizan actividades de investigación y desarrollo tecnológico sistemáticamente. Las patentes farmacéuticas de mexicanos y empresas de capital mexicano son muy escasas.

El mercado público, que representa 50% de la demanda total, mayoritariamente de productos genéricos, ha estado padeciendo problemas serios de abasto. La pandemia sólo los ha agudizado.

El actual gobierno ha realizado cambios en los procesos de licitación y distribución de medicamentos, buscando ahorros presupuestales y combate a la corrupción, que han conducido a una situación muy errática en el proceso de compras consolidadas. El papel de la Oficialía Mayor de Hacienda; la creación del Insabi; la asignación reciente de la responsabilidad de las licitaciones a UNOPS y la creación de una agencia estatal distribuidora han generado incertidumbre entre los laboratorios que abastecen al sector público.

camino a tomar
Imagen: Nexos.

La industria solicita un mecanismo confiable de planeación conjunta con el sector salud para la producción, adquisición de insumos e inversiones futuras. Las empresas de capital mexicano, que dependen fuertemente de las compras gubernamentales, están preocupadas por los frecuentes cambios en las instituciones y las autoridades responsables. Todo ello incide sobre sus decisiones de inversión, que están detenidas.

El tema de los precios y el abasto seguro, oportuno y transparente llevó al Estado a recurrir a UNOPS –la agencia de la ONU de servicios a proyectos– para realizar las compras consolidadas y conseguir los precios más bajos posibles en el mercado internacional, sustituyendo los mecanismos tradicionales gubernamentales. La industria argumenta que UNOPS no tiene la experiencia para una operación de tan gran escala y lo hará durante los próximos tres años a cambio de una comisión muy elevada de 135 millones USD –cerca de 2 mil 800 millones de pesos–.

Los productores locales demandan ‘suelo parejo’ y mecanismos que permitan planear y evitar prácticas desleales en el mercado mundial. Destacan que, en los principales países –incluyendo Estados Unidos– se ha optado por estrategias de mayor autoabastecimiento. Se preguntan si esos 2 mil 800 millones no podrían haber sido mejor utilizados, por ejemplo, para pagar adeudos que tiene el ISSSTE con las empresas mexicanas.

Un tema adicional es Cofepris. Esta institución reguladora autoriza desde el ángulo sanitario los medicamentos a fabricar, importar y vender en México, así como sus ingredientes y procesos. Su papel es clave. Lamentablemente durante 2019 y 2020 ha experimentado reducciones importantes de presupuesto y pérdida de funcionarios clave.

Según la OMS, los países, con poblaciones en crecimiento y una mayor esperanza de vida, tendrán que duplicar su abasto de medicamentos cada cinco o seis años. México, con 127 millones de habitantes, tiene una creciente plataforma propicia para una gran industria nacional farmacéutica y de otros bienes y servicios para la salud. Las oportunidades de producción local, con alto valor agregado, empleos y desarrollos tecnológicos propios nos podrían convertir en una potencia media farmacéutica. El T-MEC, el nuevo TLCUE y la rivalidad China-EE.UU. podrían impulsar esos esfuerzos.

tmec y medicamentos
Imagen: Víctor Solís.

Urge concertar una política integral de fomento que busque:

a) Realizar un estudio prospectivo industrial y tecnológico del sector de medicamentos con apoyo público-privado, y la participación de las autoridades de salud y la banca de desarrollo.
b) Una alianza público-privada para producir en México e invertir, con una razonable garantía de adquisiciones gubernamentales durante los próximos cuatro años, en los principales medicamentos y sus materias primas.
c) Establecer una línea de crédito y capital de riesgo Nafinsa-Bancomext que ofrezca financiamientos competitivos a las empresas productoras y exportadoras.
d) Estructurar un programa de desarrollo tecnológico e innovación para empresas farmacéuticas, dispuestas a contraer compromisos de inversión en I y D, a través de proyectos de riesgo compartido.

El martes pasado, en su discurso de apertura de la convención de la industria farmacéutica, Alfonso Romo, de la presidencia de la República, dio un mensaje que fue muy bien recibido. Reconoció la importancia de la industria y convocó a fomentar su desarrollo, inversiones, producción local de ingredientes activos y tecnología nacional. “Todos los países se están orientando a la autosuficiencia”, subrayó. “México puede ser también importante exportador”.

¿Harán algo las secretarías de Economía, Salud y SHCP en concordancia?


*Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico El Financiero el 19 de octubre de 2020.


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Jóvenes en la Crisis Eco-Sanitaria

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Los datos nos muestran una significativa caída en la autopercepción de la calidad de vida y el bienestar subjetivo de los jóvenes en México de 2019 a 2020. Esto como consecuencia del impacto social y económico de la crisis económico-sanitaria originada por la pandemia del COVID-19.

En este breve editorial, el Colegio de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana, en colaboración con la Sociedad Mexicana de Estudios de Calidad de Vida, se hace una valoración del nivel de satisfacción con la vida que tienen los jóvenes de nuestro país. Sabemos, por el consenso mundial que hay entre los especialistas, señaladamente la Comisión Sobre la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social (Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi), que existen limitaciones en las estadísticas convencionales para reflejar el progreso y el bienestar social. Sin embargo, también sabemos, por los avances en la materia alcanzados por los especialistas en los últimos años, que es al principio y al final del ciclo de vida cuando los seres humanos experimentamos mayores niveles de satisfacción.

Por ello, es importante monitorear la percepción de bienestar que tienen los jóvenes, pues ello nos alerta de un deterioro en los grupos sociales de mayor edad, permitiéndonos actuar en lo personal, en lo familiar, y en las políticas públicas a escala social, para corregir comportamientos, establecer prioridades, y asignar recursos en concordancia con los hallazgos.

jovenes en la crisis pandemica
Imagen: Info Pymes.

Actualmente sabemos que los jóvenes en México declaran:

no estar satisfechos con el tiempo y calidad del ejercicio físico que realizan;
no son particularmente optimistas sobre su futuro; y
sufren soledad.

Y en realidad no podemos sorprendernos de estos resultados al reconocer que han nacido en un país acechado por el cambio climático y el deterioro ambiental; con una economía incapaz de generar empleos suficientes y bien remunerados; con una crisis de seguridad pública que vive uno de sus peores momentos; y un Estado de Derecho incipiente e impotente ante el crimen que hace presa del ciudadano sin distinción de clase socioeconómica o región alguna. Y si eso no fuera suficiente, se suma la pandemia del COVID-19 desgarrando nuestro tejido social con un doloroso aislamiento y una lacerante contracción económica. En este sentido, no podemos menos que reconocer esta realidad en la que se encuentran forzados a vivir nuestros jóvenes.

Sin embargo, esta perspectiva de bienestar subjetiva o de calidad de vida auto-reportada tiene sus ventajas, pues nos abre los ojos a aquello que sí podemos hacer para mejorar nuestro bienestar, aun en las condiciones más restrictivas. Por ejemplo:

15 minutos de ejercicio cardiovascular diario es fundamental para mantener a raya a la depresión. Juguemos, bailemos, riamos y, en la medida de lo posible, maximicemos nuestro contacto con la naturaleza (incluso al interior de nuestros hogares);
Reflexionemos y regulemos realistamente nuestra expectativa de vida. Nuestro bienestar está directamente conectado con nuestras condiciones de vida y nuestro propio juicio sobre lo que hemos logrado y podemos lograr.
Para sentirnos mejor con nosotros mismos, no nos comparemos con nadie. La autosuperación debe ser nuestra unidad de medida. Seamos justos, amables y compasivos con nosotros mismos. Trátate a ti mismo con gentileza y habla positivamente de ti mismo.

bienestar en pandemia
Imagen: Toggl.

Usemos las redes sociales con sabiduría. Hoy más que nunca vivimos en un mundo interconectado. Busca la red adecuada para ti, encuentra personas afines a tus intereses, y no dejes de ser cuidadoso en la manera y con quien te relaciones por estos medios.
Permitamos a nuestros jóvenes jugar videojuegos. Ahora no es momento de ser restrictivo en ello, especialmente aquellos juegos que son colaborativos.
Protege tus esperanzas y tus emociones. No leas malas noticias antes de ir a dormir; crea pequeños proyectos realizables en las actuales circunstancias y disfrútalos. Planea hacia el futuro y recuerda con una sonrisa los buenos momentos del pasado.

EN PERSPECTIVA, no podemos negar los elementos negativos de los tiempos particularmente adversos que nos tocó vivir. Sin embargo, debemos aprender y enseñarles a nuestros jóvenes, a diferenciar entre el entorno y nosotros mismos. Hay razones para estar depresivo, probablemente sí; pero también hay elementos para una realidad alternativa, mucho más positiva y amable. Aferrémonos a lo mejor de nosotros y nuestros tiempos, y disfrutemos de la vida lo mejor que podamos.

O ¿usted qué piensa estimado lector?


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No usar cubrebocas refleja mala educación

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#SinCubrebocas  #MalaEducación

Una diferencia fundamental ha hecho que países con más o menos el mismo número de habitantes que México, como es el caso de Japón –y que incluso tienen una mayor densidad poblacional, como resultado de su condición geográfica– tengan menos de 60 mil contagios y menos de 2 mil decesos; mientras que en México llevamos más de 500 mil contagios y más de 50 mil muertos. ¿Cuál ha sido esa diferencia fundamental? La respuesta es: el uso del cubrebocas. Allá en el lejano Oriente, desde el Primer Ministro japonés Shinzō Abe, incluyendo a todos los miembros de su gabinete y los miembros de la dieta nacional, hasta la persona más humilde del pueblo más apartado del Japón rural, están todo el tiempo usando el cubrebocas. Esos países de Oriente tienen otras experiencias recientes de epidemias y han desarrollado la cultura del uso del cubrebocas, probando sin lugar a duda su eficacia.

¿Por qué en México no se sigue esa buena práctica de Japón? La respuesta es simple y dolorosa; y podría explicarse en tres palabras lapidarias: ¡FALTA DE EDUCACIÓN!

¿Qué hace una persona educada?

1. La persona educada… estudia e investiga las mejores formas para no contagiarse y no contagiar a los demás. Hay literatura de sobra que claramente indica que el uso del cubrebocas es fundamental para evitar contagios.
2. La persona educada… no puede ser manipulada por sus líderes y, por ende, no los siguen ciegamente ni les hacen caso en todo cuanto pregonan. Saben perfectamente discernir entre lo que está bien o mal. Esas personas saben que, aunque los líderes no usen cubrebocas, ellos sí lo usarán porque es lo adecuado, lo correcto y, en pocas palabras, es de gente educada.
3. La persona educada… siente empatía por los demás y por esa razón sabe la importancia de no pensar únicamente en él o ella y que, al vivir en sociedad, cualquiera cosa que haga incide en los otros.
4. La persona educada… no es soberbia. La verdadera educación no sólo está en los títulos que hayas logrado o libros que hayas leído, tiene mucho más que ver con tu actitud ante la vida y con los demás. Los soberbios, no son gente educada.
5. La persona educada… no usa sus complejos para agredir a los demás. No hay ser humano que se salve de tener algún complejo, unos en mayor y otros en menor medida. La diferencia estriba en cómo afectas a los demás con ellos. Si por sentirte poderoso necesitas hacerle ver a los demás que tú no necesitas usar un cubrebocas, reflejas claramente un complejo de inferioridad y estás actuando sin pensar en los demás. Eso, definitivamente, no es una conducta de una persona educada.
6. La persona educada… sigue las reglas sociales mínimas de convivencia. Por eso evolucionan las sociedades y hay orden en vez de caos. No es por simple coincidencia que los países más evolucionados, donde se siguen las normas y se respetan las leyes, sean los países más educados.
7. La persona educada… es responsable. Cumple con lo que le corresponde. Si tiene una posición de autoridad, entonces su responsabilidad es mayor y en los resultados de su actuar se ve si se trata de una persona educada o no. Si no están usando cubrebocas, no están siendo responsables. Recordemos aquella frase que dice “forma es fondo”.
8. La persona educada… no es prepotente. Cuando ves autoridades paseándose por supermercados sin el uso del cubrebocas, sólo puedes pensar en una cosa: prepotencia. Piensan que, porque son la autoridad, pueden hacer lo que les da la gana. Nada demuestra mejor la falta de educación, que una conducta prepotente. Creer que alguien tiene un valor por arriba de otros, o es mejor por el puesto que tiene o porque tiene una situación económica más holgada que los demás, lo único que demuestra es ignorancia y falta de empatía; y, como vimos en el punto tres, atrás de la falta de empatía hay una educación muy pobre.

México es un país muy mal educado y con el ejemplo del uso del cubrebocas esto se refleja una vez más. Definitivamente, si todos usáramos cubrebocas, no habría tantos contagiados y fallecidos.

¿Hasta cuándo se entenderá en nuestro país que, el trasfondo de la mayoría de los problemas que tenemos, son resultado de nuestra pobreza educativa? Ningún gobierno se atreve a hacer una verdadera revolución educativa (la única que realmente sirve para el desarrollo de largo plazo). La sociedad, mayormente mal educada, tampoco está en condiciones de exigir; así que, mientras el pueblo se vea limitado por su falta de conocimiento y entendimiento, los grupos en el poder se pueden aprovechar para hacer su santa voluntad. Eso ha pasado por muchos años y pasa hoy. El costo es altísimo.

Ahora, con esta pandemia, lo podemos medir en contagios y muertes; pero si el tema fuera el narco, lo mediríamos en asesinados, extorsionados y en debacles económicas; y si habláramos de temas ambientales, la medición estaría en función de deforestación, contaminación del aire y agua y un sinfín de etcéteras. La realidad es que, en cualquier terreno, el problema es la educación. ¿Recuerdan lo que escribí hace casi 2 años, en mi artículo: Educación con equidad y calidad?

Yo soy de los que afirmo que, el trasfondo de cualquier problema que tiene el país, es educativo. Si me pidieran identificar el elemento o ingrediente más importante para el desarrollo de un país, sin duda diría que es la educación; y si tuviera que identificar tres, serían: educación, educación y educación.

Nos duela o no, nuestro país sale reprobado año con año en materia educativa, entendiendo la educación no sólo de forma limitativa a lo que se ve en un salón de clases, sino en todo terreno de conducta humana. El tejido social se ha desvalorizado y los niveles de violencia y de individualización se han incrementado como nunca lo habíamos visto. Yo lo achaco a que cada vez somos menos educados.

La educación nos da más opciones en la vida, nos da herramientas para entender lo que está bien y lo que está mal. Entre más ignorante se mantiene a un pueblo, más se degrada su cultura, sus normas de convivencia y sus posibilidades de desarrollo. El pueblo se mantiene en una especie de letargo colectivo que hace que aflore lo peor de la sociedad. Hoy, el cubrebocas sólo fue el pretexto para hablar del gran problema educativo al que nos enfrentamos. Tenemos que despertar o, de lo contrario, estaremos destinados al eterno fracaso. México no lo merece.


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COVID-19, fin de julio, 2020

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Los políticos

Más de cuatro meses confinado. Ni siquiera mis padres me habían aplicado castigos tan pesados de soportar. Aquí en Colombia los políticos tomaron decisiones basados en sus expertos, sin que sepamos quiénes son sus expertos y me consta que un experto, el Doctor Patarroyo, dejó de serlo, porque aparentemente remaba contra la corriente. No dudo que oscuros intereses empujan a los políticos a la toma de decisiones incorrectas o incompatibles con el bien del pueblo.

El 19 de mayo escribí al alcalde, con relación al proyecto de prolongar el aislamiento hasta el 7 de junio: No alarguen el aislamiento. De continuarlo sería una absoluta muestra de falta de consideración y respeto por parte de quienes gobiernan el país. La medida no nos protege, nos mata.

A continuación, también escribí: Lo primero que se hace es trabajar sobre la educación de las personas, a mantener distancia, a usar tapabocas y por supuesto, aplicar vigilancia al cumplimiento. No saliendo de mi casa desde el 16 de marzo, estoy inhabilitado para opinar si se cumple esa básica medida.

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Fotografía: Joy Malone -Reuters.

No se educó a nadie, hoy mismo, mientras espero el ascensor, sale una vecina sin el tapabocas y al emitir una protesta se ríe y cuando la interpela el vigilante del edificio, igualmente. En esa fecha la situación local aún era buena, aunque se notaba un incremento de los enfermos en los barrios vulnerables, como se denomina hoy a los barrios pobres, carentes de todo. No recibí respuesta, volví a escribir el 28 de mayo porque se hablaba de prolongar el confinamiento hasta el 31 de agosto y comenté: Sin duda la prolongación del confinamiento hasta el 31 de agosto no me favorece y por supuesto incrementa otros peligros y, entre todos, el más importante, la pérdida absoluta de confianza en los dirigentes, tal como dice la nota: Según el profesor, “el verdadero virus fue el virus del pánico” –del que fueron presa líderes mundiales por razones que no le “quedaron claras”–, a lo que se unió “una gran falta de debate”.

En una interesante nota del New York Times agregué al final datos de mi zona de residencia, que califican o más bien descalifican a las autoridades: la población de Atlántico es aproximadamente 2.6 millones, un 5% o un poco más de la población del país. 33.7 de un total de 150 casos confirmados, significa más del 22.5%, y en cuanto a muertos, 1,868 sobre 5,307, representa más del 35%. Sin duda Barranquilla es la zona roja. En lo personal, considero que la responsabilidad es de las autoridades que no prestaron atención al desarrollo de la enfermedad y a la falta de disciplina de la población, que en parte surge de la pobreza.

Para finalizar con este punto, una nota de la televisión alemana del día de hoy plantea “¿A quién creer? A los políticos o a los médicos”. Lo mejor, sigo sosteniendo, es aplicar normas razonables de higiene, utilizar tapabocas y mantener distancia. No creería que sea un pecado que me siente a conversar con un amigo, a un metro de distancia, llevando un cubrebocas.

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Fotografía: Francis Mascarenhas – Reuters.

Mi COVID-19

Mi propia experiencia es aleccionadora porque todo lo que había escuchado durante estos meses sobre el gran negocio de la pandemia que llegó incluso a las funerarias, lo he vivido en carne propia y eso descalifica a los servicios de salud. Que sea claro, yo no pagué nada por el siguiente relato, pero sin duda la EPS (Entidad Promotora de Salud, empresas dentro del Sistema de Salud en Colombia) ha pagado por los servicios que me han brindado y por lo tanto me temo que detrás de todo eso hay una negociación.  Pongo fechas para poner las cosas en proporción, incluso posiblemente, mi propia histeria.

El domingo 28 de junio tuve un dolor de garganta que estimé provenía de haber tomado una bebida sumamente fría, al aire libre, después de la lluvia. De dos a tres días estuve con remedios caseros que no ayudaron, fuimos a la EPS el 2 de julio y nos atendió un médico vestido como un astronauta al que no le vi la cara. Diagnosticó faringitis aguda y me recetó antibiótico y otro medicamento. No hubo mejora y al tener serias dificultades para tragar, volvimos el día 4 donde otro médico diagnosticó amigdalitis aguda y cambió la medicina. Ambos médicos manifestaron que no tengo COVID-19. El 5 de julio en la tarde tuve fiebre, estimo ahora que estuve deshidratado por la falta de bebida y por recomendación fuimos a urgencias de la EPS. Desde el comienzo, aun antes de los análisis, me trataron como si tuviera COVID-19, estuve un día en observación y como ahí no hay internación, me derivaron al hospital que construyeron para atender COVID-19. Al llegar allí solicité retirarme bajo mi responsabilidad hasta que entregaran el resultado del análisis. El resultado tardó 10 días, fue negativo, luego me hice otra prueba para verificar que no me contagié estando en tratamiento con enfermos del virus. Negativo también.

Obviamente el relato debería ser más detallado, pero mi intención es denunciar la calidad de los protocolos y la existencia de intereses ajenos al bienestar público.

En la urgencia me pusieron antibiótico vía intravenosa y eso estimo me quitó el dolor y me curó.

Los vínculos

Me acompaña la sensación que hay un alejamiento de todos los vínculos, la intensidad de los contactos se fue diluyendo con el tiempo. La falta de novedades limita los temas a conversar y si tomamos en cuenta que la mayoría de las personas no suelen compartir detalles de su intimidad, nos queda solamente comentar el color del tapaboca utilizado ese día. En estos 4 meses nadie me comentó su situación personal, su trabajo, su economía. ¿Puedo sentirme mal por eso? En realidad, yo tampoco he contado nada de mí.

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Fotografía: Ricardo Maldonado Rozo – EFE.

Puedo manifestar que con mi esposa llevamos una rutina saludable y nos manejamos con buenas ondas. Económicamente al no tener que trabajar, precisamente gastamos menos, ya que no visitamos restaurantes, no invertimos en combustible del carro y también comemos mucho menos para evitar engordar. Personalmente bajé varios kilos, por lo menos 6-7, y no puedo decir más porque, sinceramente, negaba mi peso real.

Los datos

No se puede escribir una nota sobre el virus sin mencionar datos actualizados. Prefiero relacionarme a la cantidad de muertos por cada millón de habitantes. Sin duda alguna las noticias suelen atemorizar más que la novedad y nuevamente encuentro en eso oscuros intereses. Como he manifestado en el pasado, desde un comienzo el COVID-19 se perfiló como un virus que no es el más agresivo, no es el más mortal y que la mayoría de las personas pueden enfermarse como de una gripe, pero no morirse.

Desde un comienzo también era claro que la población más expuesta es la población que sufre de enfermedades crónicas, y emergente de eso queda preguntar por qué recientemente, cuatro meses después del confinamiento universal y obligatorio, limitan en Bogotá el movimiento de las personas que sufren diabetes, presión arterial y obesidad. Nuevamente un error de los políticos. Yo me cuido desde antes del decreto presidencial porque en el pasado he fumado y no sé cuánto dañé mis pulmones. La comparación con la fiebre española que liquidó entre 50-60 millones de personas tiene un solo objetivo, influir miedo, y como la gente no les cree a los políticos vemos que muchos no respetan las órdenes de confinamiento.

Al día de hoy fallecieron 657,520 personas en el mundo y hay 66,553 internados en situación crítica. Brasil con 413 muertos por cada millón y México con 341 están lejos detrás de Bélgica con 847 y UK con 674 por cada millón. Los países en los que suelo concentrar mis lecturas, Argentina, Colombia e Israel, tienen por cada millón de habitantes 68, 172 y 52 muertos, respectivamente. Por supuesto, todo depende de los datos oficiales y yo no soy responsable de ellos.

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Fotografía: SWI Info.

Economía

¿Qué pasará con la economía? Realmente no sé y desconozco si alguien sabe realmente. Los intereses mencionados por mí como confusos, son demasiados, y en esta cruel lucha es difícil saber quién va a ganar. De los titulares de hoy: una empresa productora de desodorantes informó que las ventas bajaron muchísimo en este período. Realmente tampoco nosotros lo estamos usando. Moderna, un laboratorio que desarrolla la vacuna contra el COVID-19, recibió 472 millones de dólares adicionales para la investigación. ¿Y las demás empresas? Será que es necesario un sistema de relaciones públicas. En la red podemos encontrar decenas de notas que hablan del enriquecimiento de los ricos desde el 18 de marzo. No sólo en Estados Unidos, también en nuestra América Latina (BBC): En Colombia, el procurador general investiga informes que más de 100 donantes de campañas políticas recibieron contratos lucrativos para proporcionar suministros de emergencia durante la pandemia.

Sin entrar a juzgar a los distintos países, las políticas y protocolos que adoptaron para superar la crisis, ayudar a las clases vulnerables, mejorar la capacidad de la salud pública, me pregunto de dónde se obtienen los ingentes fondos necesarios para financiar esta situación. No he visto mucha información al respecto. Para muchas personas la normalidad futura será otra cosa a la que estábamos acostumbrados.

Solidaridad

Los mensajes pagados por los gobiernos nos hablan de solidaridad, que juntos podemos superar la crisis. Yo no creo. La única prueba de solidaridad será la aplicación de impuestos “solidarios” a los más ricos y, por supuesto, finalizar con la impunidad de la corrupción. La nota de la BBC es interesante porque plantea las diversas posibilidades.


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El impacto global de la pandemia, entrevista a Gerardo Gil Valdivia

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La capacidad de gestión de crisis ante la rápida expansión del virus de la Covid-19, debe considerar todas las implicaciones y medidas posibles para disminuir su impacto devastador. En ese sentido, Gerardo Gil Valdivia, presidente del Club de Roma en México, en una entrevista hecha por el periódico español La Vanguardia, explica el escenario actual ante la evolución de la Covid-19, destacando que es imprescindible que todos los sistemas políticos, principalmente los autoritarios y totalitarios, sean transparentes, anteponiendo las necesidades y derechos de las personas.

A continuación, presentamos parte de esta entrevista y algunas de las preguntas que se le plantearon –las preguntas y respuestas son transcritas de manera íntegra del original–.


Entrevista

—¿Cuál es la postura de la organización que Usted representa sobre la complicada situación que enfrenta el orbe ante la emergencia sanitaria?

El Club de Roma está más activo que nunca bajo el liderazgo de dos distinguidas mujeres, Sandrine Dixon-Declève y Mamphela Ramphele. Desde su fundación en 1968 ha tenido un lugar determinante en la discusión sobre el futuro de la humanidad y del planeta. Fue creado a iniciativa de Aurelio Peccei, eminente empresario, promotor y pensador italiano, a fin de analizar los predicamentos de la humanidad, con un enfoque multisectorial e interdisciplinario, para tener una visión global y holística de largo plazo. Iniciativa que pretendió un análisis y una discusión libre de los problemas comunes que afectan a la humanidad, en un mundo polarizado por la confrontación ideológica. El objeto fue el de analizar los temas con base en la más actualizada información científica, sin subordinación a intereses ideológico-partidistas ni corporativos. El primer informe fue encargado al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y se publicó en 1972 con el título de Los límites del crecimiento. Este libro tiene un lugar determinante en la historia de las ideas a nivel mundial hasta la fecha.

Después de dicha publicación, el Club de Roma ha difundido más de 40 informes. Entre ellos, destaca en forma particular La primera revolución global, publicada en 1992, a raíz de la caída del Muro de Berlín, y más recientemente, Come on! Capitalismo, cortoplacismo, población y destrucción del planeta. Actualmente, el Club de Roma ha planteado a la comunidad internacional un Plan de Emergencia Climática, también analiza la emergencia de nuevas civilizaciones, el replanteamiento de la estructura financiera y económica, entre otros temas.

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Imagen: Claridad Puerto Rico.

—¿Qué opina del Plan Mundial de Respuesta Humanitaria a la Covid-19 formulado por el Secretario General de la ONU, António Guterres?

Es el principal medio de recaudación de fondos de la comunidad internacional para apoyar a los países de ingreso bajo y medio para combatir la pandemia y sus efectos. Es una reacción adecuada por parte de Naciones Unidas para atender este grave problema. La ONU pide 6.7 mil millones de dólares para proteger millones de vidas y frenar la propagación del coronavirus en países frágiles.

Aunque el pico de la enfermedad se espera hasta dentro de algunos meses en los países en desarrollo, ya en varias regiones se desploman los ingresos, se pierden empleos, los suministros de alimentos caen, los precios suben y los niños no reciben vacunas y comidas. Es por esto que el sistema humanitario reacciona para evitar conflictos, hambre, pobreza y enfermedades, como resultado de esta pandemia.

—¿En qué consiste el Pacto Verde y la Agenda Digital propuestos por la Unión Europea?

En la Unión Europea se plantea la recuperación de la crisis económica y social provocada por la pandemia de la Covid-19 sobre varios ejes. Dos de los fundamentales son el pacto verde y la agenda digital. El pacto verde debe conllevar la revisión de las formas de organización económica y social para hacerla sustentable ambientalmente. Debe pasar desde la industria, la agricultura y los servicios. Contempla impulsar la transición energética hacia fuentes limpias de energía. Abarca, desde luego, el transporte, pero comprende hasta el diseño de los edificios.

Como hemos comentado, vivimos en el periodo de mayor innovación científica y tecnológica de la historia, pero este proceso se va a incrementar cada día más. Impactará el estudio, el trabajo, la recreación, en suma, todos los aspectos de la vida cotidiana. Se desarrollará más desde la inteligencia artificial, hasta la investigación en todos los temas como la salud, la alimentación y la preservación del ambiente.

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Imagen: Ojo Público.

—¿Qué características mínimas debería tener el modelo económico que permita salir pronto del caos originado por el Sars-CoV-2?

Depende de cada país y de su nivel de desarrollo. Para las economías emergentes, me parece, podrían comentarse algunas líneas básicas: en primer lugar, desvincular el progreso y el bienestar de la destrucción de la naturaleza. En segundo término, lograr un desarrollo más equitativo a nivel social y regional, así como sustentable ambientalmente.

En el tema del crecimiento económico difiero mucho de mis colegas ambientalistas de los países ricos, que preferirían que ya no se diera más crecimiento. Pero este planteamiento es inadmisible en los países pobres y en las economías emergentes por la enorme problemática social que deben enfrentar. De igual forma, es muy importante que este progreso y bienestar se logren a través de medios democráticos, con instituciones fuertes y un eficaz Estado democrático de Derecho.

Hoy más que nunca es necesario defender y preservar los derechos y las libertades fundamentales de las personas.

Parece que ahora mismo las mujeres han asumido un papel protagónico para enfrentar la pandemia.

Así es. Durante esta crisis han brillado varias mujeres en cargos clave. Destaca, desde luego, Angela Merkel, canciller alemana; Ursula von der Leyen de la Unión Europea; Jacinda Ardern, Primera Ministra de Nueva Zelanda; Kristalina Georgieva, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional; Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL. Han mostrado liderazgo, sensibilidad y una gran capacidad de comprensión del complejo momento que vivimos y del cambio de época que nos está tocando afrontar y conducir.

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Imagen: Reporte Índigo.

—¿La humanidad se debe preparar para contrarrestar otros riesgos comparables al originado por el tsunami de la Covid-19?

Desde luego que sí. La pandemia de la Covid-19 es una más de las que se han tenido que enfrentar en los últimos años. Pero desde luego hay otros riesgos globales derivados del daño que le estamos causando a la naturaleza, como los eventos catastróficos provocados por el cambio climático de origen antropocéntrico.

Los nueve límites planetarios son: la destrucción de la capa de ozono; la pérdida de biodiversidad y la extinción de especies; la contaminación química y la emisión de nuevos compuestos; la acidificación de océanos; la pérdida del suelo fértil; el consumo de agua dulce y el ciclo hidrológico global; los vertidos de nitrógeno y fósforo en la biosfera y los océanos; la concentración atmosférica de aerosoles y el cambio climático. Desde luego, siempre existe el riesgo de catástrofes cósmicas. También, como lo señala uno de los recientes informes al Club de Roma, existen amenazas que surgen de las nuevas tecnologías o de la manipulación descuidada de patógenos y, claro, la amenaza de un conflicto nuclear.

¿Y parece que tampoco se puede descartar un posible rebrote de la misma pandemia?

Por lo pronto el riesgo es que un desconfinamiento desordenado pueda generar una intensificación de los contagios. Además, creo que aún falta más investigación para conocer esta pandemia en toda su magnitud. Parece ser que, además, existe el riesgo de nuevas pandemias.

La estructura internacional tanto en materia de salud como financiera se han visto rebasadas. Lo mismo sucede con los sistemas sanitarios de casi todos los países del mundo. Además, creo que vienen cambios en todos los órdenes de la vida social e individual. Asimismo, estoy convencido de que tarde o temprano habrá que adaptarse a formas de vida más amigables con la naturaleza. Como refería, tendremos que desvincular el progreso y el bienestar de la destrucción de la naturaleza y de la sobreexplotación de los recursos naturales. Y, si bien hemos hablado de la pandemia de la Covid-19, de la crisis económica y sus efectos sociales en todo el mundo –y nos hemos referido también a la crisis ecológica global que agrava la pandemia–, hay otro peligro que se puede exacerbar con la situación actual, que es el rebrote de las tendencias totalitarias y autoritarias que se ven en numerosos países del mundo.

En este punto hay que deslindarse de los grupos mercenarios que dicen defender la libertad para proteger a los grandes intereses corporativos. Por eso es importante revisar y reformar los sistemas políticos democráticos.


*Texto tomado de la entrevista original hecha por el periódico La Vanguardia.


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