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Cuarentena. Tiempos nuevos, narraciones nuevas

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En gran medida, empatizamos con las cosas inanimadas por la pareidolia, es decir, nuestra capacidad de reconocer formas sensibles en donde no necesariamente las hay. Eso es común en los seres humanos. Estar frente a la luna y hacer versos detonados por la imagen que proyecta o por la que creemos ver sobre su superficie, es parte de nuestra cultura. Guardamos con más facilidad una piedra que tiene una forma reconocible que la que no. Según lo relataba Walter Benjamin, la narración se trata de contar historias y eso, ya en su tiempo, estaba en peligro de extinción. Diríase que una facultad que nos pareciera inalienable, la más segura entre las seguras, nos está siendo retirada: la facultad de intercambiar experiencias (WB. El narrador, 1936).

¿Será cierto hoy en día? Benjamin decía en 1936 que el aspecto épico de la narración, su verdadero motivo, se estaba extinguiendo. Según Benjamin, una forma amenazadora de la narración es la información. En la situación en la que hoy nos encontramos, he pensado mucho en esto: ¿desaparece la narración con la desaparición de sucesos épicos? ¿No es digno de una épica lo que estamos viviendo? El encierro debido a la contingencia por la pandemia que enfrentamos, las disparidades de opiniones, la polarización de posiciones respecto de lo que el gobierno hace y no hace y, más aún, sobre lo que nosotros –¿en tanto sociedad civil?– hacemos o no hacemos, responsablemente, por nosotros mismos y por los demás.

Inevitablemente, quienes podemos terminamos en las redes sociales. Aunque sea un ratito. Y lo que vemos nos parece más y más descorazonador. Pero al mismo tiempo, vemos imágenes esperanzadoras de lo que está sucediendo en otros países; estrategias de comunicación que no soñaríamos jamás tener acá –por un cúmulo de razones– y visiones de hermandad que hacen que pensemos que estamos viviendo momentos épicos y sí, se van a terminar.

epica del coronavirus
Illustration: Stephanie Koo.

Pero vuelvo al asunto de la información. Dice Benjamin que la información nos instruye día con día de cuestiones actuales, pero poco memorables y que casi nada de lo que acontece beneficia a la narración y casi todo a la información. ¿A cuántos, en su entorno, conocen que estén afanados por saber a diario cuántos casos tenemos de enfermos de coronavirus? ¿A cuántos conocen obsesionados por saber cómo prevenir el contagio? Hoy me enviaron dos artículos que me resultaron de valor, uno del Harvard Business Review, sobre el duelo frente a la situación que estamos viviendo y otro sobre la presión de ser productivos que sentimos quienes podemos confinarnos a trabajar en casa .

La lectura de ambos –que recomiendo ampliamente– me ayudó a poner en claro mi situación presente y a manejar mi angustia: sí, estamos confinados por una coyuntura que escapa por completo de nuestro control; sí, tampoco sabemos cuándo volveremos a la “normalidad” –e incluso muchos no quieren tocar el tema–; sí, no sabemos si esto es armado o es algo letal que nos espera en el quicio de nuestras puertas; sí, tememos por nosotros y por los que están fuera y a quienes amamos. Todo eso nos orilla a enfrentar condiciones emocionales cuyo desenvolvimiento no podemos prever, sin embargo, en medio de la crisis y de la angustia producida por el relativo encierro, pensé que esto es digno de una épica y, por ende, esta situación produce cosas que nos impelen a la narración.

No haré un recuento de mis horarios de cuarentena por no aburrir más de la cuenta a nadie, pero a cierta hora me cayeron dos mensajes. Claro, los mensajes caen, aun cuando una esté dando clases en Zoom o leyendo avances de tesis. Pero llegaron y los aquilaté: el primero era un meme sobre la posible caída del internet por saturación –“Could be worse…”–; el otro era el mensaje de un entrañable amigo que no tiene redes sociales aparte de WhatsApp –adivinen la edad– y que es un admirador de hueso colorado de Italia y su cultura. Era una grabación del “Va Pensiero” de Verdi, hecha con coro y orquesta, pero a la distancia. Me tocó las fibras y dejé de trabajar. Porque esto es una épica: no sólo el coronavirus y la contingencia a la que obliga, sino la que estamos pasando todos y cada uno de nosotros, sin clasismos, pensando en lo que a cada uno le cuesta enfrentar a sus propios retos o fantasmas. Y son muchos. Pero a pesar de lo negro que pueda parecer este panorama, a pesar de los planes truncos, de los gastos, del pensar en los que están peor, esto lo podemos narrar.

epica del aislamiento
Ilustración: Margaux Rebourcet.

El narrador, según Benjamin, es libre de arreglárselas con el tema, según su propio entendimiento, así que me tranquilizó pensar en algo que estuviera libre –por fin– de tocar las cuerdas sensibles de otros. Tejer, construir, hilar, limpiar mientras se presta oído al que está junto, es vivificante. Y si no se tiene a nadie junto, se tiene algo que se puede leer y con lo cual se puede interactuar. La narración es una forma artesanal de la comunicación, según Benjamin, y lo dice porque su origen está en el deseo de entretener y perpetuar con lo que se sabe, mientras se produce otra cosa. Mientras se entretienen las manos en algo, se producen historias y se entrelazan.

Benjamin denunciaba, no obstante, que el hombre de su tiempo se había acostumbrado a abreviar todo –procesos de trabajo y de vida– y, por ende, a abreviar las historias que narraba. Hoy, varios  tenemos tiempo de higienizarnos física y mentalmente, así como de pensar en lo que hemos abreviado –cortado, apretujado– a causa de la prisa cotidiana. Aunque tengamos compromisos de trabajo y horarios establecidos a distancia, hoy tenemos más tiempo, algunos, por la ventaja de no tener que trasladarnos.

Pensemos en nosotros, pensemos en los que no pueden hacerlo y pensemos también, en la enorme oportunidad de reinvención que tenemos. Y reinventarnos es narrarnos otra vez, y contarnos la historia de nosotros, ahora y siempre, hasta que nos cuadre.


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Tiempo de virus y aprendizajes

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En los próximos días, semanas y meses, es muy probable que cada uno de nosotros deberá enfrentar las consecuencias del avance del COVID-19, algunos podremos enfermar ligera o gravemente, tener familiares y amigos hospitalizados, en estado muy delicado, o incluso fallecidos.

Viviremos momentos de gran incertidumbre, agobio y temor. Por ello debemos tener presente que el pánico es, ante todo, un virus irracional. El principal camino para enfrentarlo es ponderar lo que ocurre con sentido de realidad. 

De acuerdo con los principales epidemiólogos que están trabajando para frenar el avance de la pandemia, hay una regla porcentual para dimensionar lo que ocurre: 80/15/5. Según ella, hasta el 80 por ciento de la población se infectará sin casi darse cuenta; la enfermedad será tan leve que ni le prestarán atención más allá del uso ocasional de un paracetamol. El 15% puede sufrir neumonía y necesitará tratamiento especializado. Y el otro 5% enfermará gravemente. Es este potencial 5% el que debe ser nuestra principal fuente de preocupación ya que la infraestructura mundial no cuenta con las suficientes Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y Unidades de Terapia Intensiva (UTI) para atender a una oleada de pacientes de esa magnitud. Por ello, aplanar la curva de contagio, es decir, lentificar la velocidad con la que la población se infecta es clave. En la medida en que los casos de gravedad vayan ingresando a cuidado hospitalario a un ritmo menor que el actual, habrá mejores posibilidades de tratar a un mayor volumen de población. 

virus pandemia
Ilustración: New York Times.

Lo que estamos viviendo con el COVID-19 no hace de éste el momento más difícil de la historia de la humanidad; ha habido, sin duda, muchos infinitamente peores. Mantener la calma, cuidarse físicamente siguiendo las pautas de la OMS y de las autoridades de salud locales es fundamental. La salud mental jugará un papel central en la forma en que soportemos y nos adaptemos al nuevo escenario en el que nos encontramos. Esta pandemia está poniendo a prueba a las sociedades y a cada uno de nosotros. Mantenerse informados y proactivos nos ayudará a paliar en parte la incertidumbre; contar con espacios para descargar nuestras emociones como tristeza, miedo y enojo serán necesarios para protegernos de cuadros depresivos severos o crisis de angustia significativas, que se dan comúnmente en momentos complejos como el que estamos transitando.

También debemos permitirnos momentos de soledad y ensimismamiento, no hay nada de malo en ello, salirnos un poco del vértigo de los acontecimientos nos aliviará. Leer, escuchar música, ver películas y series, conectarnos a través de móviles y chats con nuestros amigos y seres queridos, nos hará particularmente bien. Acompañar y acompañarnos, respetando los tiempos y ritmos de comunicación individuales nos será de gran utilidad. La solidaridad, paciencia y generosidad son valores absolutamente necesarios en estos tiempos, cultivémoslos. 

incertidumbre, pintura, pájaros
Imagen: MIT Sloan Management Review.

Nadie sabe con exactitud cuánto tiempo durará la crisis epidemiológica que estamos viviendo, pero sin duda tendrá fin. Y con más fuerza, resiliencia, entusiasmo y creatividad que antes nos volveremos a poner de pie.

Confiemos que al superar al coronavirus, con todo lo que habremos vivido, nos demos el tiempo para repensar y replantearnos el valor de nuestra vida cotidiana y de las cosas sencillas. Tal vez, a partir de ello, comenzaremos a construir un modelo de vida más responsable y amable con nosotros mismos y con el planeta; y, con ello, los totalitarismos y populismos que nos acechan dejen de ser la solución fácil para enfrentar los cambios políticos, económicos y sociales que nuestros países iberoamericanos requieren y que se habían hecho tan patentes en el último tiempo.

Hoy tenemos la oportunidad de dialogar desde otro lugar, no la dejemos ir.


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Confinación humana para detener el COVID-19

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En este mes de marzo, la humanidad ha sido sacudida debido a la interrupción inesperada en un creciente número de países infectados del patógeno coronavirus que provoca el COVID-19, cuya alarma ha inducido dramáticamente a que, desde las infraestructuras del poder político a escala global, se dicten medidas tendientes a contener en cuarentena a millones de personas a nivel planetario. De acuerdo con registros de la prensa internacional, a primeras horas de este 27 de marzo hay más de 526,945 casos diagnosticados con infección, 23,906 fallecidos, y 120,351 recuperados en 188 países.

En un principio, es de hacer notar que eventualidades no previstas como éstas vienen acompañadas de ciertas dosis de temor, las medidas de restricción –como se ha podido observar en la casi totalidad de naciones– y la insolidaridad como producto de la autosupervivencia, las cuales alargan y magnifican el sufrimiento humano, particularmente de todas aquellas personas con menor poder adquisitivo y que se encuentran en la periferia de las relaciones humanas-sociales –mismas que podrían subsanar estas imposibilidades marginales, de tener accesos eficientes y expeditos a los servicios de atención ante riesgos como éste, al que se enfrentan actualmente nuestras sociedades–.

confinamiento por COVID-19
Ilustración: Garcia Lam.

Ahora bien, en el contexto de esta eventualidad pandémica es interesante notar, por ejemplo, que gracias a las medidas sanitarias empleadas, se ha logrado por primera vez que, aunque sea a través de videoconferencia, un foro internacional como el G-20 haya contado este 26 de marzo con la intervención del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO), foro mediante el cual llamó a que la ONU “intervenga para que se garantice a todos los países por igual el acceso a medicamentos y equipos”, denunciando que estos son adquiridos por los países con mayor poderío económico.

Pienso que esta crisis sanitaria ha puesto en jaque a sistemas económicos, sanitarios y sociales, debido a la vertiginosidad de las comunicaciones que nos permiten interactuar físicamente con “el otro” en tiempo récord. Es entonces cuando, evidentemente a falta de respuestas de contención –muchas veces inapropiadas socialmente debido a la latencia en el asomo de estigmas y discriminaciones–, relegan a amplios sectores poblacionales y les invisibilizan, lo cual obviamente, a partir de ese momento va en contravía del ideal y utópico acceso universal a derechos humanos básicos como lo es la salud. Y digo utópico porque muchas veces las gestiones institucionales están precedidas de sesgos ideológicos en torno a como se hacen lecturas de nuestras sociedades.

Son variadas las recomendaciones y los hashtags que invitan a nuestras comunidades a auto aislarse, como lo es el #Yomequedoencasa. No obstante, la crisis de desempleo que permea a amplias capas humanas y revisibilizada a través de este fenómeno sanitario adverso, nos dan las pautas para pensar que la precariedad es una condición sine qua non para concebir un desarrollo humano fraterno, que nos permita anticiparnos a eventos naturales como éste que azotan y recrudecen las condiciones de los estratos socioeconómicos más desposeídos.  

cuarentena covid-19
Ilustración: Go-Go.

En definitiva, a mi parecer, para lograr la contención del COVID-19 se debe pasar por rondas de consultas vinculantes y flexibilizadas a todos los niveles nacionales e internacionales; armonizar el diálogo entre datos científicos y sociales; y la transferencia de buenas prácticas en intervenciones médico-científicas desde aquellos sectores que identificaron en Wuhan (China) este nuevo y desconocido coronavirus.  

Posdata: Diversos países, con el acompañamiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevan a cabo ensayos clínicos para el desarrollo de una vacuna contra la enfermedad. Autoridades latinoamericanas han venido reportando un crecimiento de infecciones y decesos a raíz de la pandemia. México, por ejemplo, reportaba al jueves 26 de marzo, 585 personas infectadas por el virus y 11 decesos producto del brote vírico. Honduras, por otra parte, reportaba el mismo día 68 infectados por el patógeno y una persona fallecida, asociado a la misma enfermedad.


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La humanización digital del COVID-19

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Ante la globalización, las expectativas de una apertura mundial que incentive el intercambio comercial, abrió la esperanza de un futuro muy prometedor para la economía de las diferentes naciones del planeta, siendo las tecnologías el gran embajador de dicha globalización al permitir cruzar fronteras sin necesidad de pasar aduana. Para fortuna y desgracia, dicho intercambio no solamente puede ser virtual, ya que también requiere la presencia física de diferentes actores que en ocasiones además de ser portadores de virus cibernéticos, resultan ser biológicos.

Actualmente el mundo enfrenta una pandemia de un nuevo tipo de virus que comenzó en una localidad de China. Éste, denominado COVID-19, se esparció rápidamente en Wuhan y era cuestión de días para que otros países comenzarán a presentar casos importados de dicha ciudad, debido a las personas que habían estado ahí, ya sea por trabajo o por placer, volvían a sus países de origen portando el virus.

Hoy en día ya son más de 526 mil casos detectados y más de 24 mil muertes por este virus en varios países del mundo, siendo los más afectados, Italia y España. En el caso de México, son 585 casos confirmados y 8 defunciones.

infectados por covid-19

Debido a esta pandemia se ha hecho más notorio el uso de la tecnología para sobrellevar la situación sanitaria y brindar facilidades para el sistema económico internacional, ya que por dicha crisis el mundo enfrenta una situación económica poco favorable, viéndose perjudicadas principalmente las pequeñas y medianas economías.

La tecnología está siendo usada para diferentes fines como son: el acercamiento con seres queridos debido al aislamiento social –videollamadas, intercambio de textos, fotos, etc.–; medio para realizar trabajo desde casa –home office–; y también para generar soluciones tanto de salud como económicas.

En esta última, el ejemplo son las grandes empresas que utilizan tecnología en sus servicios. Recientemente se publicó una noticia referente a Amazon y Facebook. Ambas empresas ocupan la tecnología para continuar brindando sus servicios; por su parte, Amazon se enfocó en contratar a más personas para entregar la mercancía solicitada, y es que, debido al aislamiento, la sociedad que tiene la posibilidad de adquirir productos vía internet, ha incrementado notablemente el uso de este servicio para no salir de sus casas. Incluso, empresas como Microsoft han tenido un incremento en el uso de su paquetería de colaboración en línea, ya que los centros de trabajo se han preparado para brindar las herramientas necesarias a sus trabajadores para que los procesos y servicios continúen en operación.

En el caso de Facebook, las personas han utilizado la red social para informarse, realizar videollamadas y tener un acercamiento virtual con sus seres queridos. Además, redes como Instagram o Tik Tok son utilizadas para generar contenido que logre distraer a las personas que están en casa y lograr pasar un buen rato.

No sólo el COVID-19 nos está ayudando a darnos cuenta de que una forma de vida digital puede ser posible, también representa un escenario donde la tecnología es explotada para el beneficio de la ciencia misma. Un ejemplo de ello es el uso de la Inteligencia Artificial (IA) por parte de Estados Unidos en el procesamiento de lenguaje para poder leer y filtrar toda la información que existe sobre el virus, y así facilitar la toma de decisiones de los profesionales para producir nuevas ideas o enfoques de cómo abordar la situación. De esta manera, se está usando IA para realizar filtros de información, pero también para que con base en la información de COVID-19, los científicos de datos puedan crear algoritmos capaces de generar, evaluar y optimizar computacionalmente cientos de millones de anticuerpos terapéuticos y poder descubrir tratamientos eficaces contra el virus.

covid-19 e ia
Imagen: Poresto.

Incluso, personas en redes sociales están ocupando la información que publican de manera oficial las instituciones de diversos países para realizar estudios estadísticos y analizar la información con diversas tecnologías especializadas en manejo de datos. Como resultado del análisis de dichos datos, se han producido diferentes visualizaciones que identifican los puntos temporales exactos en los que el brote se ha hecho más evidente; asimismo, han logrado generar productos de información que ayudan a contextualizar la situación, específicamente para tomar decisiones sobre las acciones de cuidado que tiene cada país.

El sector de telecomunicaciones ha incrementado la demanda de los servicios, por eso varios organismos de telecomunicación han optado por emitir diversas acciones para atender la demanda sin que la infraestructura colapse. Por ejemplo, diversos países de América Latina están tomando decisiones sobre este sector, principalmente para que la población cuente en todo momento con telecomunicaciones. Algunas de las acciones son: ampliar la oferta de banda ancha, abrir redes de Wi-Fi, preservar la integridad de las redes de los proveedores de estos servicios, gestionar el tráfico de internet, otorgar acceso gratuito e ilimitado de mensajes de texto, aunado a utilizar más los mensajes de texto SMS y así ahorrar el uso de la red con aplicaciones como WhatsApp.

La tecnología está presente de forma permanente en la mayoría de los aspectos de nuestra vida, y justamente por esta situación las aplicaciones como Netflix o Amazon, que tienen programación por streaming, anunciaron que bajarán la calidad de su conexión debido a la demanda incremental de usuarios conectados al mismo tiempo en diversas partes del mundo.

tecnologia para covid-19
Imagen: MyPress

De manera particular, la emergencia sanitaria ha dado la oportunidad para que México impulse servicios tecnológicos de atención al cliente a través de chat bots y el uso de la Inteligencia Artificial. El gobierno ha puesto a disposición de la población el servicio de SMS para ayudar a detectar casos de posibles contagios de COVID-19 a través de un cuestionario, para luego atenderlos de manera personal si es que tienen la mayoría de los síntomas. De acuerdo con la información publicada por la Agencia Digital de Innovación Pública del Gobierno de la Ciudad de México, con corte al momento de escribir este artículo, se tienen 4.2 millones de mensajes totales; 146 mil usuarios totales; 102 mil cuestionarios completados; 2,631 sospechosos graves; y 505 enviados a salud para su atención después de un segundo cuestionario más amplio.

El COVID-19 nos ha hecho cuestionarnos el porqué muchas veces culpamos a la tecnología de alejarnos de las relaciones interpersonales, siendo que en estos tiempos de aislamiento es lo único que nos permite seguir cerca de nuestros seres queridos.


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La comunicación en tiempos de coronavirus

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En memoria de Enrique Loaeza y Alejandro Nadal,
grandes amigos y distinguidos mexicanos.

Hace tres meses propuse la creación de un CHAMBATEL para lidiar con los problemas de desempleo derivado de la 4T. Nunca, en mis 20 años de articulista, recibí tantos comentarios; algunos de ellos celebrando mi ensayo; otros criticando lo que veían como injustas o prematuras críticas a la 4T;  y muchos envíos de CVs de personas que tomaron muy en serio mi humorística convocatoria a presentar ofertas imaginativas de servicios en la hora del cambio. Hoy quisiera subrayar la necesidad, no de un CORONATEL para atender y diluir mecánicamente nuestras necesidades de información, sino la importancia de revalorar los lazos y encuentros personales para enfilar y dar respuesta a nuestras demandas de comunicación certera, transparente, oportuna y confiable. Es la calidad de la comunicación humana; no la cantidad lo que importa a la larga y en particular en tiempos de crisis. 

Ante la avalancha de mensajes serios, bromas, estadísticas, estudios científicos, quejas y reclamos que hoy escuchamos en los medios tradicionales y en las redes sociales en razón o sin razón de la pandemia del coronavirus, no puedo resistir la tentación de  hablar de la importancia del teléfono y de la voz humana en tiempos de crisis.

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Ilustración: India Startups.

El lunes 16 en la noche regresé a México de Río de Janeiro, después de un involuntario fin de semana largo en esa bellísima ciudad, a la que había llegado con el propósito de iniciar un crucero que me llevaría hasta otra de los más bellos puertos del mundo: Ciudad del Cabo. Poco después de llegar –mal dormidos– a nuestro hotel, mi esposa se encontró con una inesperada grabación de la empresa de cruceros, informando que por la emergencia sanitaria, se cancelaba el nuestro. Quise llamar a esa voz para protestar y refrescarle… el  inenarrable viacrucis recorrido para conseguir las visas indispensables desde un México que sólo tiene 8 embajadas en los 54 países de África. Sin embargo, una voz grabada del otro lado me remitió a un “call center” donde una voz electrónica –como la del Waze– me sugirió “llamar más tarde, pues todos nuestros ejecutivos están ocupados”.

Afortunadamente no salió el barco y no me quedé atrapado en Gambia o Togo; en cambio pude nadar en las playas de Ipanema, encontrarme con amigos para tomar caipirinhas y visitar el jardín botánico de la ciudad –uno de los más bellos y ricos en diversidad en Latinoamérica–. Afortunadamente también logramos conseguir boletos de regreso a México para el lunes en Aeroméxico, antes de que se comenzara a aplicar una esta restrictiva en los vuelos al exterior del Plan de Contingencia en Brasil. 

Desde este lunes 16, cuando llegué a México, me recluí responsablemente en casa –por si alguna brasileña me hubiera contagiado en la Avenida Atlántica con su coqueta mirada– y empecé a “chatear” por WhatsApp con familiares y amigos. Continué también mi lectura y reenvío de sesudos análisis de todas partes del mundo sobre  estadísticas, probables causas, retos, implicaciones, posibles soluciones, aciertos, errores y omisiones de los gobiernos –incluyendo, por supuesto, el mexicano; y hasta  las  oportunidades que ofrece la pandemia para el desarrollo personal y la búsqueda de un nuevo cauce de desarrollo, más amigable con la naturaleza y la sociedad–, una vez que pase la crisis.

comunicacion y aislamiento
Ilustración: Cronista.

Sin embargo, hoy después de mi sesión acostumbrada de yoga, de los jueves, descubrí que ya estaba cansado de ver películas en Netflix y leer periódicos, y que algo me estaba faltando urgentemente: escuchar más la voz humana. Además recordé que hace un par de semanas había comido con  Enrique Loaeza, mi amigo recién fallecido, y otros tres amigos, y él me había sugerido escribir algo sobre la comunicación en tiempos de crisis del coronavirus.

Lo primero que hice fue llamar a mis tres hijos por mi teléfono fijo –sí, mis viejos  aparatos telefónicos fijos de teclas–, descubriendo que sólo uno funcionaba y con dificultad; se atoraban las teclas por falta de uso. Tuve que recurrir a los móviles que no encontraba por la casa; uno de ellos estaba muerto por baja de baterías. Me encantó escuchar las voces de mis hijos y, de pasada, las de mis nietos más pequeños,  que casi pude ver brincar junto a mi hijo, desesperados de no ir a la escuela y alguno de ellos ronronear mocoso por una influenza común, de la que estaba acabando de salir. Acto seguido me piqué y decidí llamar a uno de mis mejores amigos para comentar nuestro frustrante y luego reconfortante viaje a Río.

Me contestó su esposa, amiga de antaño, con quien entablamos una conversación de más de 40 minutos sobre nuestras aventuras y desventuras en tiempos de coronavirus.

Nos carcajeamos y criticamos a tirios y troyanos, comenzando por los excesos de los defensores y detractores de AMLO y los comentaristas “sabelotodo”, quienes ahora resulta que desde endenantes han sido expertos en epidemias sanitarias y hoy se han convertido en jueces políticos y agoreros de tragedias inevitables si no se adopta ésta u otra medida como los chinos, los coreanos o los estadounidenses; olvidándose de las idiosincrasias de un México pobre, desigual, que tiene el 40% de sus trabajadores en la economía informal, muchos viviendo al día, un país que abandonó sus inversiones preventivas en salud desde hace tres décadas, confiándolas al abasto internacional y hoy carece de capacidades propias de investigación, desarrollo tecnológico y productivo en muchas áreas: energía, alimentos y salud –incluyendo la producción de vacunas–, que constituyen en otros países renglones de seguridad nacional, que exigen “niveles mínimos críticos de auto-abastecimiento” (ONU). No obstante recordábamos, nuestro país mantiene todavía fresca su exitosa capacidad y experiencia para enfrentar la crisis del H1N1 en 2009.

comunicacion y coronavirus
Ilustración: Nebrija.

Llegó el mediodía y una llamada esperada a mi celular para una entrevista de la Revista Comercio Exterior sobre el T-MEC y los retos y oportunidades de la industria farmacéutica mexicana. Mi entrevistador no me escuchaba bien en el celular. Sugerí llamar a mi teléfono fijo. Lo hizo y fue la solución. Charlamos con gran claridad por más de una hora, con un rico sonido de por medio que ya había olvidado, sobre las positivas enmiendas, impulsadas de última hora por los congresistas demócratas, que dieron un respiro a las empresas mexicanas con aspiraciones de innovación y abastecimiento nacional a precios reducidos de productos biológicos anticancerígenos y antivirales.

Mi conclusión: una de las muchas lecciones que estamos aprendiendo en este apartheid sanitario involuntario, generado por el coronavirus, es que transcurrida esta crisis, cualquiera que sea el tiempo que tome, no podemos ni debemos volver a “la normalidad”, a la rutina tradicional política, económica y social de los últimos 70 años tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los poderes relativos políticos, económicos y tecnológicos, han cambiado entre países y dentro de ellos, y México tiene retos sociales y de salud distintos de China, Corea del Sur o Alemania; pero más importante aún –querámoslo o no–, hemos entrado a una nueva era en que las demandas y las posibilidades de desarrollo humano incluyente y sustentable en el planeta, exigen recuperar la capacidad de diálogo entre naciones, entre grupos sociales y de persona a persona, más allá de lo que el cambio tecnológico nos imponga o facilite.

No necesitamos un deshumanizado CORONATEL, que nos conteste robóticamente nuestras viejas y nuevas preguntas con un “espere en la línea…”. Tenemos que diseñar y construir nuevas visiones compartidas de largo plazo en México y en el planeta, e incorporar a ellas una renovada conectividad y un Nuevo Trato Verde Humano.  


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