Cultura

La cultura en emergencia. Un asunto de primera necesidad

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De cara a la apertura gradual de la actividad, es decir, al extraño e inquietante regreso a esa “nueva normalidad” (el par de términos me cae pésimo: si es nueva, pues simplemente no es normal), ¿quién va a ser del primer contingente de aventados que se anime a ir a un cine, a un bar, a una función de teatro? Por mucho deseo que tengamos de reactivar la economía por el bien de todos, hay que enfrentar una idea: quienes puedan, se mantendrán a distancia todavía un tiempo largo, al menos en todo lo que antiguamente implicaba convivencia y, a raíz de la pandemia, se considera ahora “no esencial”.

Ya alguna vez había traído el punto sobre la mesa: para quien vive del arte, o para el dueño de un bar, su actividad es esencial. Pero venimos de pasar una temporada en la que no sólo experimentamos miedo e incertidumbre, sino que estos sentimientos se acrecentaron a medida en que las declaraciones fueron cada vez más imprecisas, que la prensa nacional e internacional cuestionó cifras y procedimientos, que oímos del recorte del 75% al presupuesto de los recintos culturales. En resumen: perdimos la confianza.

Un sector vapuleado desde diversos frentes, además del presupuestal, pues sus actividades se han tachado de prescindibles, ha ganado, sin embargo, una batalla: la del Fidecine. Y no podemos olvidar que la creación cinematográfica es una de las que más permiten la generación de industrias culturales creativas. Como plantea Gerardo Jaramillo en su columna del 23 de mayo, todas las instituciones culturales deben estar en estos momentos preparándose para enfrentar la coyuntura de un regreso gradual a las actividades, sin embargo, sabemos que las necesidades presupuestales e infraestructurales (agravadas, paulatinamente, desde los sismos de 2017) no permitirán demasiado en estas circunstancias, en las que incluso el financiamiento del sector privado se ha canalizado, necesariamente, a otros menesteres por obvias razones, esto aunado la falta de certeza jurídica (Jaramillo, op. cit.) en el destino de los donativos.

El pasado 18 de mayo se celebró el Día internacional de los museos, como se ha hecho desde 1977. En una atmósfera ciertamente extraña impuesta por la pandemia, el tema de este año fue la diversidad y la inclusión. Ciertamente, al margen de lo que tradicionalmente impondría reflexionar en estas materias, la coyuntura que vivimos en el mundo obliga a reflexionar en la diversidad que el juicio crítico sobre las historias de nuestras instituciones culturales demanda: la diversidad de los públicos, pero también de las historias que se cuentan; la diversidad de concepciones de cultura y de acciones que los gobiernos deberían emprender para rescatar a un sector que se ha estimado como “no esencial”.

El miércoles 26 de mayo, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura publicó un decálogo en el que se insta a sensibilizar al público sobre la importancia que tiene la protección del sector cultural frente a los embates de la pandemia. El primer postulado es “la cultura debe ser considerada como bien de primera necesidad, incluyéndola entre los beneficiarios explícitos de todas las políticas y ayudas públicas.” Bien leído por nuestro gobierno, es una frase palmaria para borrar de tajo la impresión que, incluso la propia Secretaria de Cultura Federal, Alejandra Frausto, ha dejado al afirmar que el sector será de los últimos en volver a sus actividades, claro, en vista de que no se trata de algo esencial. Si, como plantea el comunicado, las industrias culturales y creativas generan entre el 2% y el 6% del PIB en América Latina y el Caribe, debemos inferir de aquí que las actividades, si bien exigirán adaptaciones imaginativas para realizarse en cumplimiento de las medidas sanitarias que no podremos relajar en un buen tiempo, representan también oportunidades de empleo que, en estos momentos, no son escatimables.

Desde dentro, una iniciativa que va por el mismo tenor, pero que se concentra en el sector de los museos, se hizo llegar esta semana al Ejecutivo federal: la del Frente ProMuseos, quien demandó el pasado 24 de mayo contemplar a los museos en su plan de emergencia, pues “la gran mayoría de museos del país, al igual que los trabajadores culturales, artistas y gestores, confrontan pérdidas económicas significativas que ponen en riesgo el derecho a la cultura de todos los ciudadanos”. Entre las peticiones, figura también la redirección de los recursos que se pensaba destinar al proyecto del Espacio Cultural de los Pinos y Bosque de Chapultepec y la construcción del Pabellón de Arte Contemporáneo; dado que esta administración parece no advertir que carga con un exceso de recintos y con dos instituciones históricas y monumentales que requieren de atención inmediata, sería útil que se repensaran las prioridades.


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Tiempo sin espacio. Los museos frente a la pandemia

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Hace tiempo que la literatura especializada sobre museos habla de ellos como espacios de transformación. Gradualmente fue modificándose su concepción de espacios de conservación y resguardo de objetos curiosos o de memoria, a escenarios donde se despliegan discursos que redundan en la transformación del visitante a partir de diversos detonantes. Sin importar si es de ciencia, de arte o de historia, el museo como institución se ha visto envuelto en discusiones que involucran su función social, su pertinencia, su presupuesto y que, sin duda, se han agudizado de cara a los efectos económicos de la pandemia y del confinamiento.

Prácticamente todo, todo lo que conocemos como estructura de vida y socialización se está transformando a raíz de la pandemia, y han salido varios artículos que reflexionan en torno a la situación de los museos y al sector cultural en términos generales en el marco de las decisiones económicas que esta administración federal ha tomado. No me propongo bordar sobre el mismo punto, pues el lector que desee conocer un panorama pormenorizado se puede remitir al excelente artículo de Graciela de la Torre que publicó El país el pasado 2 de mayo, “Cómo acabar con la creación, los museos y el andamiaje cultural de México”.

museos frente a la pandemia
Fotografía: France 24.

Además de contar con una larga, próspera e intachable trayectoria en el ramo de la gestión de instituciones públicas y privadas, así como de estar familiarizada con las discusiones contemporáneas en torno a la ontología y funcionalidad del museo, De la Torre ha sido una impulsora activa de la construcción de mecanismos para apoyar el desarrollo de estos recintos desde el punto de vista curatorial, mercadológico y presupuestal. Si en otros países se encara ya la coyuntura de reabrir los recintos conservando las máximas normas de seguridad para el público que recién sale a sus actividades de nuevo, en México los museos públicos enfrentarán un drama adicional: no es sólo abrir y garantizar la “sana distancia”, es abrir con un recorte presupuestal abrumador, abrir sin garantía de pago para el personal de capítulo 3000, abrir sin oferta atractiva de exposiciones, abrir sin la expectativa de que haya largas filas de visitantes impacientes: el mundo que construyeron personajes como Graciela de la Torre ha cambiado drásticamente. ¿Cómo imaginaremos los museos en el tiempo que viene?

Ya vimos en esta cuarentena que la generación de contenidos en línea no es lo fuerte de los museos mexicanos. El ICOM (International Council Of Museums) ha recomendado crear exposiciones y recorridos virtuales, hacer exposiciones en Pinterest e Instagram, crear historias con hashtags e, indudablemente, muchos recintos han logrado sostener su oferta aún con el confinamiento. ¿Qué viene después? Ingresos escalonados y regulados, toma de temperatura a los visitantes, gel y distancia sana en los museos que albergaban grandes oleadas de visitantes nacionales y extranjeros. Pero ¿cuál es el escenario real de museos menos favorecidos que, si de por sí ya enfrentaban crisis presupuestales, ahora han recibido el tiro de gracia con la solicitud de recortar su gasto en un 75%?

museos frente a la pandemia
Fotografía: NBC.

Los museos son espacios de transformación, decía al inicio, y justamente por ello, son espacios físicos que proporcionan estímulos y ambientes propicios para la sanación, para el encuentro del visitante con su dimensión trascendente. El problema de la oferta en línea es que, en mucho, proporciona información, mas no afectación estética. Se trata del carácter aurático de las colecciones, tal y como lo define Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936): “Todo el ámbito de la autenticidad escapa a la reproductibilidad técnica”; el carácter histórico de los objetos exhibidos encuentra una nueva dimensión en la medida en que se consumen a distancia, mediados por una pantalla.

En el consumo virtual, la vinculación afectiva se diluye en pro de un ánimo de coleccionista: se pueden formar galerías, compartir, hacer grandes las fotografías para apreciar detalles de las piezas, pero el aura de los objetos permanece en ellos y en sus recintos. “¿Qué es propiamente el aura? Un entretejido muy especial de espacio y tiempo: aparecimiento único de una lejanía, por más cercana que pueda estar” (Benjamin, La obra de arte…, p. 47). Ese entretejido de espacio y tiempo se desarma si falta, naturalmente, una de las variables: el espacio. El consumo virtual merece ser analizado con detenimiento, desde luego, pero la experiencia está condicionada por el espacio y el encuentro con la historicidad y la tradición que comportan los objetos exhibidos.

Los museos también son sitios para la investigación: no sólo para los profesionales que ahí laboran, en contacto con colecciones, con objetos reales, con su materialidad y enfrentando cotidianamente el drama de su preservación; sino también para el público visitante: recorrer, discurrir a través de lo que un curador ha propuesto; es una labor investigativa: los detalles que revelan las piezas, más allá de los discursos, reportan una experiencia de conocimiento. ¿Volveremos a tener esa experiencia? En mi fuero interno, quiero responder que sí. Lo que seguramente cambiará serán los modos de aproximación, la gradualidad o administración de las afluencias ante propuestas que, tímidamente, reclamen de nuevo territorio: su espacio.


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Ballet Bolshói ofrecerá “Don Quijote”

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Grandes artistas de ballet se congregan en una obra inspirada en la novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616), que llega al público de la mano del Ballet Bolshói, una de las compañías más importantes en la escena dancística mundial.

La transmisión de la pieza Don Quijote estará disponible en su canal de videos solo por 24 horas, a partir del mediodía del jueves 7 de mayo (19:00 horas, Moscu), como parte de la incitativa en la que el Ballet Bolshoi compartió su “Golden Collection”, conformada por algunas de las obras más representativas de su repertorio.

Este ballet de Marius Petipa –estrenado el 26 de diciembre de 1869 en el Teatro Imperial Bolshói de Moscú, Rusia, lleva al espectador por el episodio narrado en el capítulo XIX de la mencionada obra, en el que se relata el romance entre el barbero Basilio y la joven Kitri (Kiteria) y la fuga que emprenden hacia su felicidad.

Esta nueva versión coreográfica de Alexei Fadeychev cuenta con la interpretación de los bailarines Ekaterina Krysanova (Kitri) y Semyon Chudin (Basilio), para conducirnos por los pasajes de esta historia de romances, castañuelas y grandes hazañas.

La historia dividida en un prólogo y tres actos se desarrolla en Barcelona, en un ambiente festivo en el que Kitri, la hija de Lorenzo el mesonero y la Dulcinea de Don Quijote, queda prendada de Basilio, pero el ingenioso hidalgo y el padre de ella deciden interponerse.

Se trata del único gran ballet clásico que nació en Moscú y no en París o Petersburgo, acogido como una de las piezas más emblemáticas de la danza en ese país –en el transcurso de 140 años se ha presentado casi mil veces en el Teatro Bolshoi–, desplegando una estructura audaz y cuya compleja técnica es ejecutada por los primeros bailarines.

El jazz en los tiempos del Covid-19

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Juan López Moctezuma solía decir en los sesenta que ser jazzista en México era como ser torero en Nueva York. Era la década en que el jazz iba tomando carta de naturalización en nuestro medio y aparecían nuestras primeras figuras para darse a conocer no sólo en los antros y centros nocturnos sino también en algunos teatros y salas de concierto, como en Bellas Artes.

Con el paso del tiempo nuestro jazz empezó a ocupar un lugar en la vida cultural de las principales ciudades del país, sobre todo en la capital. Aun así las posibilidades de desarrollo y de sobrevivencia dedicándose a esta música, a diferencia de otros géneros, no han sido las que deberían tenerse.

Tocar jazz no es fácil, a pesar de ser una música que a lo largo de más de una centuria ha avanzado mucho y actualmente exige un nivel de preparación tan riguroso como el de la música clásica.

Cero ingresos, hambre, sepultura

Digo todo esto porque a la ya de por sí compleja condición de los que cultivamos esta música se agrega, ahora, esta crisis sanitaria que ha paralizado totalmente las limitadas posibilidades de trabajo.

Pongo algunos ejemplos: la coordinación de música de Bellas Artes realiza, por una sola vez al año, un ciclo alusivo de cinco o seis recitales (ya se podrán imaginar lo competido que significa poder ser incluido para participar en estas sesiones). Este año estaba previsto para mayo. Esto quiere decir que será pospuesto o cancelado.

Los muy pocos clubes que lo programan están cerrados quién sabe hasta cuándo. Además, lo que acostumbran pagar es poco… y para que resulte redituable hay que hacerlo por lo menos unas cuatro o cinco veces al mes.

Con los recortes oficiales ya existentes más los que se impondrán con mayor vigor una vez que esta crisis aminore, las perspectivas son mínimas. Lo peor es que estos meses de inactividad se van a ir en blanco, cero ingresos.

Los músicos de jazz en nuestro país parecen estar  condenados al hambre y al desamparo hasta nuevo aviso. En el género de la música clásica hay algunas ventajas: si formas parte de una orquesta sinfónica o de un grupo de cámara patrocinado por el Estado tienes un sueldo fijo mensual. Los jazzistas viven (vivimos) al día de tocar en público y algunos de ellos también de la docencia, privada en la mayoría de los casos. Si el Estado no repara en ello, pues ya podremos ir sepultando el desarrollo de esta música entre nosotros.

“En la fila de las tortillas…”

Veo con envidia lo que en otros países se está haciendo para apoyar la cultura, y la música en particular, en estos difíciles tiempos. En Alemania, por ejemplo, se está haciendo desde el mes pasado un rescate financiero del gremio ya que, para ellos, la cultura es un bien de primera necesidad. O en Estados Unidos, con todo y su inefable presidente, el Fondo Nacional Para las Artes (National Endowment for the Arts) acaba de recibir del Congreso federal 75 millones de dólares  para apoyar a la comunidad artística en sus proyectos y trabajos.

Su directora Mary Anne Carter dijo que en este período de incertidumbre no cambiará “el apoyo a las artes a lo largo del país”, ya que en estos momentos “se hace más necesario”.

Aquí entre nosotros no hemos tenido siquiera una consulta por parte de la Secretaría de Cultura federal ni la de la Ciudad de México para saber cómo nos encontramos y menos para ofrecernos algún tipo de ayuda.

Hay algunos músicos de gran trayectoria en nuestro medio que, por su edad avanzada y condición económica, deberían tener algún apoyo, sobre todo ahora. Pienso, por ejemplo, en Tino Contreras, en Víctor Ruiz Pazos y en Salvador Agüero.

Para nuestras autoridades culturales los jazzistas no parecen existir, ya que hacen muy poco por difundir esta música y por apoyar a sus intérpretes.

La historia del jazz en México tiene ya más de medio siglo y, a pesar de todo, tiene logros importantes, que deben ser reconocidos y estimulados porque son parte de nuestro legado cultural.

Desde principios del año pasado un libro mío dedicado al jazz mexicano de los sesentas, con todo y contrato, está congelado en el Fondo de Cultura Económica. Pregunté la razón a uno de sus directivos y, simplemente, me respondió que estoy “en la fila de las tortillas”, que con suerte antes de que acabe el sexenio saldrá.

La buena música, y el jazz como parte de ella, produce emociones que pueden ser no sólo un simple deleite sino hasta un alimento espiritual de primer orden, algo que es más que necesario en estos difíciles y desafiantes tiempos.

Trabajo colectivo a favor del Fonca

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Cultura y Diputados trabajan por la renovación del Fonca

Representantes de la Secretaría de Cultura federal y de la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados acordaron trabajar juntos en la transformación del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).

En la reunión virtual convocada por el legislador Sergio Mayer Bretón participaron por la Secretaría de Cultura las subsecretarias de Desarrollo Cultural, Marina Núñez Bespalova, y de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura, Natalia Toledo, así como Adriana Konsevik, secretaria ejecutiva del Fonca, entre otras.

Las funcionarias explicaron que, derivado de la extinción de fideicomisos de la Administración Pública Federal, lo que se propone es que dicho fondo se incorpore a la estructura orgánica de la Secretaría como Dirección General, lo que le daría certeza jurídica y financiera.

Asimismo, fortalecer el Sistema Nacional de Creadores de Arte y el mandato existente, con lo que se transparentarían la recepción y ejecución de donativos para apoyar el arte. Destacaron aspectos existentes como la insaculación de jurados y la paridad en la selección de proyectos.

Subrayaron que lo que se busca es mejorar procesos y reglas de operación; de ninguna manera se piensa en “un organismo que se pierda en la burocracia, aspiramos a entregar una institución fuerte que, a nivel operativo, no volverá a estar en tela de juicio”, aseveró Marina Núñez.

Por su parte, el diputado Mayer Bretón subrayó el interés del Legislativo para generar las leyes que se requieren, así como ser parte del proceso de transformación del Fonca y mantener informada a la comunidad artística y cultural del país de los pasos que se dan.

Fallece Gene Deitch creador de ‘Tom y Jerry’

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Fallece Gene Deitch, el oscarizado dibujante de ‘Tom y Jerry’ y ‘Popeye el marino’

El dibujante Gene Deitch falleció a los 95 años el pasado 16 de abril en su piso de Praga (República Checa), donde vivía desde 1959, informan medios locales.

Este animador, ilustrador, director y productor de cine y dirigió varios episodios de las series de dibujos animados ‘Tom y Jerry’ y ‘Popeye el marino’.

En 1961 ganó un Óscar al Mejor Cortometraje de Animación gracias a su cinta ‘Munro’.

El editor de Deitch, Petr Himmel, habría comunicado el deceso sin explicar más detalles.

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El arte es para celebrarse

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México celebra Día Internacional del Arte desde casa

El Día Mundial del Arte fue decretado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) el 15 de abril, y en 2020 instituciones mexicanas han manifestado a través de las redes sociales la importancia de conmemorar esta fecha.

En su cuenta oficial en Twitter, la Secretaría de Cultura federal publicó un video en el que se pueden observar distintos ejempos del arte mexicano, como la música folclórica, el teatro o la danza, lo cual es acompañado de una leyenda que invita: “Hoy más que nunca, en el #DíaMundialDelArte celebramos todas sus expresiones”.

Por su parte, la titular de la dependencia, Alejandra Frausto, señaló que “este día nos obliga a reflexionar sobre el futuro del campo cultural en medio de una emergencia mundial. El diálogo y la escucha serán fundamentales para imaginar nuevos horizontes de forma colectiva, diversa e incluyente. Con solidaridad y generosidad saldremos adelante”.

El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) recordó en la misma red social que hoy es el primer día en que se conmemora esta fecha, luego de que el año pasado, a propuesta de México y Turquía, la UNESCO lo proclamara en la reunión 40 de su Conferencia General, “para fomentar la educación artística y el uso del arte para innovar y crear herramientas y promover los derechos culturales”.

Por su parte, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, en su cuenta oficial de Twitter, se refirió al hecho de que la fecha elegida para esta celebración mundial es la misma en que nació el genial artista Leonardo Da Vinci.

Finalmente, el Canal 22 de televisión, reconocido por su barra programática cultural, también celebró la fecha mundial, al tiempo de destacar que cuidar de uno mismo y de los demás “puede ser todo un arte” e invitó a sus seguidores a quedarse en casa y a seguir las recomendaciones sanitarias, de ser posible.

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¿Sabes quién eres?

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¿Eres, quien eres, o en quien te convertiste con el paso del tiempo?

La mayoría de las personas hemos dejado de ser quienes éramos para convertirnos en lo que somos.

Cuando somos niños, tenemos el mejor regalo del mundo, un regalo que no cuesta nada y que nos mantiene por siempre felices. Ese regalo es el de la inocencia.

Bendita inocencia que nos protege de todo lo malo que existe, y que nos permite creer que las cosas y los acontecimientos diarios son mágicos y perfectos.

¿Por qué hemos cambiado y abandonado a nuestra mejor versión?

Cuando vamos creciendo y nos convertimos en adolescentes, vemos cómo la realidad nos arrebata esa inocencia y nos obliga a abrir los ojos y aceptar que las cosas son como son y no como quisiéramos que fueran.

quien eres
Ilustración: Anna Goodson.

Conforme seguimos avanzando en la vida y empezamos a pensar en formar una familia propia, nos encontramos con la dificultad de conseguir un trabajo que nos permita sobrevivir y al mismo tiempo que no sea tan demandante de nuestro tiempo, para que podamos convivir en casa con nuestros seres más queridos.

Aparecen los hijos –lo más importante del mundo– y con ellos, junto con la alegría y las ganas de vivir y ser felices, también se incrementan los gastos y las preocupaciones, y emergen todo tipo de cuestionamientos:

¿Podré mantener a mi familia?

¿Seré capaz de darles todo lo que se merecen?

¿Tendré suficiente tiempo, energía y amor para darles? (…)

Y esto pensando que tenemos un trabajo, porque si no lo tenemos:

¿Qué haríamos para salir adelante? (…)

Pues haríamos todo lo necesario, y esto implica que no habría límites morales ni legales para lograrlo.

quien eres en realidad
Ilustración: Emily Wren.

Pasan los años y después de un gran esfuerzo para mantener a la familia unida y a los hijos estudiando y fuera de peligro –claro, en caso de haberlo logrado–, llega el tiempo para que ellos mismos decidan qué hacer de su vida y comiencen a trabajar y a formar su propia familia.

Si tenemos la fortuna suficiente, nuestros hijos nos convierten en abuelos y nos llenamos una vez más de energía, deseos e ilusión de vivir y seguir luchando.

Después, llega el momento en que nuestros nietos forman su propia familia, y para entonces, ya somos gente de edad avanzada y en la parte final de nuestra vida.

Ya no tenemos la misma fuerza, la misma energía, ni somos los mismos soñadores que alguna vez fuimos.

Por nuestra edad, es cada vez más difícil conseguir un trabajo o mantener el que tenemos, y entonces empezamos a depender de nuestros hijos para que ayuden con dinero para poder tener un techo en el cual vivir y alimentarnos.

Esto siempre y cuando sigamos en contacto con ellos, y si lo estamos, dependemos de que estén en una buena posición económica y de que nos quieran o puedan ayudar.

saber quien eres
Ilustración: Wenjia Tang.

Claro que también –si no hemos muerto por algún accidente– existe la posibilidad de que surja alguna enfermedad mortal que termine con nosotros y deje a nuestros hijos y familia en la pobreza económica –al destinar su dinero para pagar clínicas, hospitales, doctores, enfermeras, medicinas, ayuda–, y con una gran tristeza.

Pero la vida sigue para los que se quedan un rato más en ella, mientras se siguen esforzando para intentar ser felices y salir adelante junto con su familia.

Así es que la pregunta del principio, regresa a ser la pregunta del final:

¿Eres, quien eres, o en quien te convertiste con el paso del tiempo?


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