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En el mundo de las drogas

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Desde hace meses, la radio y la televisión mexicana están inundadas por la campaña nacional en contra de las adicciones. Es usual que los gobiernos desplieguen estas campañas. Teóricamente, se consideran herramientas de divulgación que acompañan la contención de los problemas que involucran las adicciones y que, entre otros ámbitos, incluye al de la seguridad y la salud pública. También es usual que la narrativa de estos mensajes sea reiterativa: mensajes dirigidos usualmente hacia jóvenes advirtiendo los riesgos de consumir alcohol y drogas. Lo que no es usual, pero sí urgente, es una campaña que se acompañe de políticas públicas de atención a los usuarios de drogas, y de una narrativa que humanice al consumidor.

En marzo pasado, el coordinador general de Comunicación Social y vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, anunció la Estrategia Nacional contra las Adicciones de la presente administración. Intitulada “En el mundo de las drogas, no hay final feliz”, incluye una serie de videos y audios difundidos en cadena nacional en la que alcohólicos y drogadictos hablan en primera persona de las consecuencias de su adicción. Entre otras cosas, mencionan: “Perdí la batalla, perdí todo, hasta el perro se fue”, “Yo ya soy una persona podrida. Ya no hagas nada por arreglarme”, “Uno se la mete [la mota] por gusto”. En otro video, un presunto ex halcón narra los delirios visuales de arañas y alacranes comiéndole producto de la intoxicación; en un video más, se enlistan los terribles químicos con que se preparan metanfetaminas.

La campaña es exitosa en ilustrar de manera cruda los horrores de las adicciones. El mensaje no es disimulado y eso se celebra considerando que suele infantilizarse al auditorio en temas de esta naturaleza. Sin embargo, tiene dos problemas. En primer lugar, apela a un individualismo del consumo que no siempre se sostiene en la práctica. Asumir que cada adicto en potencia invariablemente está en posibilidad de decidir sobre su adicción es un error de diagnóstico. Por ejemplo, existen investigaciones que documentan la forma en que grupos delictivos incentivan el consumo de drogas muy adictivas con intenciones de penetración social. El segundo problema consiste en que, en su afán por llevar el mensaje de la prevención al extremo, la campaña no sabe hablarle a quienes ya son adictos.

En un país en el que, según datos del propio Ramírez Cuevas, el consumo de drogas se ha incrementado 141% entre 2002 y 2017, parece razonable pensar en que el mensaje sea sensible a la circunstancia tanto de los potenciales como de los actuales consumidores. De lo contrario, y ante la falta de políticas sanitarias y de atención, es como si los drogadictos de la actualidad estuviesen en un limbo en el que –y siguiendo el guion de uno de los spots–, como personas “podridas”, no se puede hacer nada por “arreglarlas”. Además, mientras la discusión sobre la legalización de marihuana no aparezca sólidamente en el panorama cercano, la legalización de otras drogas ni siquiera se contemple, y las políticas de atención no sean progresivas, este tipo de campañas contra las adicciones serán más bien invitaciones personalizadas sin respaldo gubernamental.

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Imagen: En Movimiento.

Visto desde una perspectiva criminológica, el narcotráfico es un delito profundamente interesante. Es un delito sin víctima a priori. Teóricamente se trata de un acuerdo comercial ilícito entre privados, en el que uno vende (y quiere hacerlo) y otro que compra (y también quiere hacerlo). Esta aproximación, sin embargo, contrasta empíricamente. En la práctica, producto de marcos prohibicionistas, juicios morales y falta de estrategias de atención sanitaria, brotan las víctimas derivadas el narcotráfico. Como un tristemente célebre botón de muestra, están las víctimas de la masacre que ocurrió hace meses en un centro de anexión en Irapuato, Guanajuato. Urgen campañas que les hablen a quienes ya tienen adicciones, que humanicen a los adictos ante el público en general y, sobre todo, políticas públicas de atención a consumidores.


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Daño colateral del COVID-19

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Leyendo el reporte recientemente publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el “COVID-19 y la Cadena de Suministros de Drogas: de la Producción y el Tráfico al Consumo “, me acordé de una plática que tuve a principios de 1983 con unos banqueros ingleses, época en que los problemas de México después de la nacionalización de los bancos eran enormes y entrando a una espiral inflacionaria que afectaría al país por muchos años. En esa reunión me preguntaron que cómo era posible que pudiera México conservar el orden con tanta pobreza y desigualdad.

Mi respuesta fue que teníamos dos factores que nos ayudaban mucho, primero el concepto de familia y, segundo, y muy relacionado con el primero, era la cantidad de remesas que nos llegaban de Estados Unidos.

Les explicaba que nuestras familias humildes eran muy numerosas, que en muchas ocasiones bajo un mismo techo vivían los abuelos, los padres, sus hijos y en algunos casos sobrinos.  En estos hogares a veces alguno de los adultos tenía un empleo formal y los demás en edad de trabajar conseguían siempre algún tipo de ingreso que ayudaba al sustento de todos, y que cuando se complicaban las cosas uno de los hijos se iba a los Estados Unidos a trabajar.

Ya desde entonces el tema de las remesas era muy importante para apoyar a muchas familias, sobre todo en el ámbito rural. Si bien el concepto familiar y de apoyo persiste, el numero de personas por hogar ha disminuido, así como la cantidad de personas que salen del país.

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Imagen: All City Canvas.

En estos momentos tenemos un problema adicional y es que en muchos casos algún miembro o más de una familia de bajos recursos se ve en la forzosa necesidad de involucrarse en el crimen organizado, ya sea como una alternativa de vida o sustento para los suyos o como un tema aspiracional y, en el peor de los casos obligados, por las circunstancias o el consumo.

Como quiera que sea en este lapso, el nivel de drogadicción ha aumentado mucho en el mundo y, por lo tanto, en los países en vías de desarrollo como México se han encontrado soluciones para el suministro e inclusive para el consumo.

Desafortunadamente en este periodo de tiempo no hemos podido, tanto los países desarrollados como los emergentes, encontrar una solución a la complicada problemática que rodea el tema de drogadicción y narcotráfico.

La presente crisis está ocasionando en todo el mundo una recesión muy importante en donde cada vez se torna fundamental el tener un plan que ayude a recuperar la salud y el empleo.

Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional son que el Producto Interno Bruto del país decrecerá en aproximadamente un 10.5% y se perderán más de un millón de empleos formales, ocasionando esto una presión importante sobre la informalidad, la pobreza y la desigualdad.

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Imagen: Mises Report.

El estudio de la UNODC concluye que: Se espera que la crisis económica propicie un mayor uso de sustancias ilegales para acoplarse a las dificultades (distanciamiento, falta de transporte, formas de pago, etc.). Asimismo, se espera un incremento en el uso de drogas más económicas (vs. heroína y cocaína).

Este  estudio detalla varios temas muy delicados, tanto desde la demanda como de la oferta de drogas y tan sólo mencionaré algunos para reflexionar sobre sus efectos colaterales en nuestro país.

En el largo plazo, se espera que la crisis económica y el desempleo ocasionado por el COVID-19 orillen a más campesinos a plantar cultivos ilícitos y a una mayor parte de la población a participar en actividades del crimen organizado.

Los trabajos de organizaciones y sistemas que proveen servicios de tratamiento y apoyo a consumidores y drogodependientes se han visto afectados por las restricciones asociadas a la pandemia.

A la conclusión que se llega después de leer este reporte es que desafortunadamente tendremos un daño colateral muy importante como consecuencia de los efectos económicos, sociales y psicológicos de la pandemia, y es que tanto la producción como el consumo de drogas aumentará a nivel global y este problema afectará mucho más a los países que tarden en recuperar la salud y el empleo formal.

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Imagen: Grain.

Las últimas cifras de las consecuencias de esta pandemia en términos de salud y empleo son realmente devastadoras. La pérdida de vidas hasta ahora son más de 32,000, con casos confirmados por más de 268,000 y los fallecidos al día de ayer (7.07.2020) fueron 895 personas. A nivel de empleos y cierre de empresas los números son igual de preocupantes. Las consecuencias sociales, económicas y psicológicas son enormes.

Creo que con esta perspectiva se vuelve cada vez más importante el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, así como con otros países, aunado a la estrecha colaboración con nuestro vecino del norte para lidiar con los temas de migración (remesas) y seguridad (drogas).

La recuperación de la salud y del crecimiento global, principalmente de los países desarrollados, será fundamental para que países como el nuestro y con la capacidad de incorporarse a las cadenas productivas, tomemos las medidas suficientes para vincularnos de manera rápida y eficiente para lograr nuestra recuperación.


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Vivimos una emergencia nacional

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Bien por engrandecer la celebración del
aniversario de la Revolución mexicana.

López Obrador ganó la elección presidencial en medio de una emergencia nacional, generada por la crisis de nulo crecimiento económico per cápita durante décadas, y por la crisis de inseguridad pública. La dificultad mayor para afrontar tales crisis era (es) la fragilidad institucional del Estado, corroído por la corrupción, y su abismal distanciamiento de la sociedad.

Era obligado cambiar de política y de estrategias, y fortalecer al Estado. Lo primero tenía que ser el combate a la corrupción en sus adherencias entre toda clase de autoridades y entre poderosos grupos económicos. También se hacía necesario deslindar el poder político del económico.

En cuanto a la inseguridad pública, no se ha querido seguir con la guerra letal a los cárteles, que sólo empeoró la violencia durante los dos sexenios anteriores. Para mantener esa postura, el gobierno tiene que resistir las presiones de Trump y su “ayuda” porque según él, “éste es el momento para que México, con la ayuda de Estados Unidos, libre una GUERRA contra los carteles de la droga y los desaparezca”; es momento para “limpiar de la faz de la tierra a los carteles”, tuiteo el presidente estadounidense.

No faltará quien considere que la ayuda estadounidense es lo mejor que nos puede pasar para hacer la guerra, en nuestro territorio, matando connacionales, sin ver que el fin principal que perseguiría es asegurar el control del negocio, como lo hace la Drug Administration Agency, la DEA, frente a la cual, la droga está en las calles de cualquier ciudad estadounidense sin ningún problema.

Tales son las dos enormes piedras con las que podría tropezar la 4T, y caer, si no tienen al menos trazas de solución pronto.

Drogas.
Ilustración: Dante de la Vega.

La crisis económica de bajo crecimiento por bajas inversiones privadas y públicas en infraestructura, parece estar a punto de entrar en una fase de recuperación.

Tres datos documentan el optimismo que hay que tener para ver oportunidades en las crisis; uno es la puesta en marcha del Plan Nacional de Infraestructura, consistente en unos 1,600 proyectos a realizar a lo largo del sexenio, con una inversión total estimada en 424 mil 149 millones de dólares de la cual, el 56 por ciento sería empresarial y el 44 por ciento pública.

El martes 26 de noviembre se darán a conocer los primeros contratos de obras con empresas privadas, lo que deberá revertir el comportamiento negativo de la inversión pública, que cayó en 14.4 por ciento en términos reales durante los primeros nueve meses del 2019, haciendo caer a la inversión privada.

Otro dato positivo es el crecimiento en 7.8 por ciento de la inversión extranjera directa durante los primeros nueve meses del año, con respecto al mismo periodo del último año de Peña Nieto. Esa inversión no es “golondrina”, se trata de reinversiones y nuevas inversiones en diversos sectores productivos.

Como tercer dato, considérese que si se revierte el bajo crecimiento y las finanzas de Pemex empiezan a mejorar, como lo está haciendo en extracción y refinación, no hay motivo para que el país pierda su calificación crediticia del grado de inversión, a pesar de que analistas de las calificadoras Morgan Stanley, de UBS Group, de Société Générale, de Moody’s Investors Service y de S&P Global Ratings se han puesto de acuerdo en difundir perspectivas negativas para el crédito soberano de México.

Las principales economías del mundo están en desaceleración económica desde hace décadas, lo que hace que el frente externo no sea un factor de mayor estímulo, razón de más para movilizar los recursos internos.

Más difícil de roer es el hueso de la violencia criminal, desatada por vacíos institucionales que el Estado aún no tiene capacidad para recuperar.