eutanasia

La importancia de la sedación en la pandemia

Lectura: 6 minutos

Asunción Álvarez del Río y Julieta Gómez Ávalos.*

En la atención médica se recurre a la sedación del paciente con diversos fines. Sedar significa proporcionar medicamentos para disminuir la conciencia del paciente y esto se debe hacer con la intensidad y duración que requiera el caso particular. Aquí nos interesa hablar de dos situaciones en que se requiere sedar a los pacientes y que son especialmente relevantes en la época de pandemia por COVID-19 que estamos viviendo. Por un lado, la de los pacientes que presentan falla respiratoria y requieren asistencia mecánica ventilatoria. Si bien muchos de estos pacientes padecen la enfermedad grave de COVID-19, también pueden necesitarla pacientes con otras enfermedades, entre las cuales podemos mencionar neumonía, padecimientos neurológicos y cardiacos. Por otro lado, está la situación de algunos de los pacientes de COVID-19 o de otras enfermedades terminales, que no van a poder recuperarse, cuya muerte no va a poder evitarse y que presentan un sufrimiento extremo, por lo que necesitan una sedación profunda y continua hasta la muerte.

Antes de realizar una intubación es necesario sedar al paciente porque intubar es una intervención muy traumática para el cuerpo; además, la sedación se debe mantener mientras se requiera la asistencia ventilatoria para que el paciente no ejerza resistencia y el ventilador pueda hacer por completo el trabajo respiratorio por el enfermo. Es probable que una parte de los pacientes con COVID-19 requiera una sedación prolongada, esto es, más de dos semanas.

sedacion covid
Imagen: Depositphotos.

Por su parte, el objetivo de la sedación profunda y continua (también llamada sedación paliativa o terminal), es que, al no poder aliviar los síntomas que presenta el paciente (es lo que se conoce como síntomas refractarios a tratamiento), se disminuya por completo su conciencia para que no experimente el sufrimiento que le causan. Ejemplos de síntomas graves y refractarios son algunos tipos de dolor, asfixia y hemorragia masiva.

La sedación paliativa es una intervención que forma parte de los cuidados paliativos, los cuales hay que entender como una atención especializada e interdisciplinaria dirigida a pacientes y a sus familiares con el fin de responder a sus necesidades físicas, psicológicas, sociales y espirituales, sobre todo cuando los enfermos se encuentran en la etapa final de su vida; pero no se limitan a ellos, cualquier paciente que la necesite debe recibir esta atención. Existen diferentes tipos de sedación en la atención paliativa según las necesidades del paciente, de manera que puede ser superficial, media o profunda, en cuanto a intensidad, así como intermitente o continua, en cuanto a duración. Uno de los criterios para aplicar la sedación profunda y continua es que se prevea que la muerte del paciente sucederá en un corto tiempo (no mayor a dos semanas) y que presente, como ya mencionamos, un sufrimiento que no pueda aliviarse. Al mismo tiempo que se realiza la sedación, se retiran la alimentación y la hidratación (o se disminuye esta última al máximo), pero sí se mantienen los analgésicos en caso de que se estuvieran aplicando. 

Es muy importante que se entienda que la sedación profunda y continua es una intervención diferente a la eutanasia, pues hay personas (entre las que se incluyen algunas que son parte del personal médico) que se oponen a ella por suponer que son equivalentes. La sedación, permitida legalmente en nuestro país, no busca la muerte del paciente, únicamente busca que el paciente encuentre la muerte, ya próxima, estando inconsciente para que no experimente el sufrimiento que viene padeciendo. La eutanasia, prohibida en nuestro país, sí busca la muerte del paciente, respondiendo a su solicitud, y puede aplicarse (donde está permitida) siempre que se cumplan los criterios legales que se han establecido en los diferentes países, el primero de los cuales es que el enfermo pueda hacer un pedido voluntario. Así como en la eutanasia es indispensable que sea el paciente quien la pida, porque está consciente y competente, en la sedación también lo ideal es discutir esta opción con el paciente cuando aún la muerte no es inminente, pero los médicos paliativistas pueden anticipar el sufrimiento que se va a presentar, basándose en datos clínicos.

sedacion
Imagen: The Guardian.

Sin embargo, con frecuencia sucede que se determina la necesidad de aplicar la sedación cuando el paciente ha perdido la capacidad para decidir, por lo que son los familiares quienes dan el consentimiento para esta intervención. En realidad, sería deseable que tanto la eutanasia como la sedación fueran legales en México, pues hay situaciones en que los pacientes desean poner fin a su vida sin pasar por un estado de inconsciencia antes de morir, además de que muchos no cumplirían los criterios bajo los cuales se permite aplicar la sedación. Por el momento, nos parece importante subrayar que pacientes, familiares y personal de salud deben entender que la sedación es una intervención ética y legal en nuestro país y que hace una enorme diferencia en la forma en que mueren los pacientes. Esto permitirá que los médicos, cuando esté indicada, la apliquen con la tranquilidad de que es una actuación ética con la que respaldan el derecho del paciente a tener un mejor final de vida.

Actualmente, tanto los médicos que deben intubar como los que deben aplicar una sedación paliativa están utilizando los medicamentos de acuerdo con su experiencia y disponibilidad. En ambos casos, los medicamentos de primera opción son las benzodiacepinas, y dentro de éstas, el midazolam es la de elección. También se utilizan anestésicos que a la vez son sedantes como el propofol y la dexmedetomidina. Dependiendo de la situación, la indicación es aplicarlos individualmente o en conjunto. Hay que recordar que la función de estos medicamentos en los pacientes intubados es eliminar la ansiedad, agitación, sufrimiento y favorecer el buen funcionamiento de la ventilación asistida. Por esta razón, es muy grave cuando no hay suficiente disponibilidad de los medicamentos utilizados en la sedación, pues, como consecuencia, los pacientes empiezan a recuperar cierto nivel de consciencia cuando deberían de continuar completamente sedados.

Lamentablemente, hay una escasez intermitente de los medicamentos de primera opción para las diferentes sedaciones, por lo que se han tenido que ocupar otras alternativas de medicamentos que no son igual de eficaces y ha habido casos de pacientes intubados que se empiezan a agitar con el riesgo de extubación, desestabilización y complicaciones graves. Igualmente es muy delicado que un paciente al que se ha decidido dar sedación paliativa recupere cierto nivel de conciencia, cuando seguramente ya se despidió o se despidieron de él sus familiares, porque se entiende que se iba mantener inconsciente hasta su muerte, la cual se esperaba en un periodo corto, entre unas horas a unos días.

bien morir
Imagen: Daniel Lievano.

La pandemia de COVID-19 ha traído consigo extraordinarios desafíos éticos y nos recuerda que un pensamiento claro y cuidadoso es fundamental para la toma de decisiones en la práctica médica. La escasez de sedantes que se ha presentado por la alta demanda de los pacientes con COVID-19 que requieren asistencia ventilatoria representa una situación crítica para los médicos, quienes deben buscar lo mejor para sus pacientes, a pesar de no contar con los recursos suficientes.

Una de las decisiones más difíciles que se deben tomar en la práctica médica es identificar a los pacientes en quienes, de acuerdo con los datos clínicos, se puede prever que no van a poder recuperarse y la continuación de su tratamiento se consideraría fútil, por lo que lo más indicado es suspenderlo; es lo que se conoce como limitación del esfuerzo terapéutico. En lugar de buscar inútilmente la curación de esos pacientes, se debe cambiar el objetivo de la atención médica para ofrecerles que tengan el mejor final de vida posible; sus familiares tendrán el consuelo de saber que se les procuró una muerte digna, lo que también favorecerá que ellos tengan un mejor duelo. Por otro lado, la limitación del esfuerzo terapéutico, en tanto evita los tratamientos fútiles, también impide que se usen inadecuadamente medicamentos que escasean. Esto, que es de la mayor importancia en la situación que estamos viviendo, en realidad debería ser la práctica a seguir con y sin pandemia. 


* Julieta Gómez es médica y actualmente cursa la subespecialidad de oncología médica en el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE. Es miembro del Colegio de Bioética.


También te puede interesar: Un balance del 2020. También hay buenas noticias.

Algunos comentarios en torno a la voluntad anticipada y el derecho a una muerte digna

Lectura: 5 minutos

La noción de voluntad anticipada alude a la decisión que toma una persona con capacidad de ejercicio para ser sometida o no a medios, tratamientos o procedimientos médicos que pretendan prolongar artificialmente su vida cuando sufra una enfermedad en etapa terminal (la OMS define la enfermedad en etapa terminal como la que carece de un tratamiento específico curativo o capaz de retrasar su evolución. Por ende, implica la muerte del individuo en un tiempo variable, frecuentemente menos de seis meses), protegiendo en todo momento la dignidad de la persona.

No se respeta la dignidad de la persona cuando se le mantiene artificialmente con vida. Son otras las personas quienes toman las decisiones acerca de su vida, pues ya no puede expresar su voluntad.

La Voluntad Anticipada está permitida en 14 Estados de la República. En las demás entidades la Voluntad Anticipada es ilegal.

En América Latina los únicos países que lo regulan son Puerto Rico, Argentina, Uruguay, Colombia y Brasil.

En cuanto a definiciones son muy similares, pero cabe hacer énfasis que tienen ciertas diferencias en cuanto a la formalidad que debe revestir el documento, la edad para otorgarlo, la toma de dicha decisión en menores de edad, la persona encargada de hacer valer la voluntad, la prohibición de la eutanasia e incluso el uso de medicamentos opioides.

derecho a morir
Imagen: Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente (DMD).

Esto nos lleva a hablar de la regulación del derecho a una muerte digna. En primer lugar, la voluntad anticipada no supone la reducción ni la prolongación de la vida del individuo, respetando en todo momento el acaecimiento de la muerte natural. Lo que busca es la procuración de medidas paliativas al término del ciclo vital de la persona en fase terminal,  así como brindarle acompañamiento si optare por no someterse (o no someterse más) a los procedimientos médicos para preservar la vida.

En segundo lugar, el concepto a veces induce a confundirlo con el de eutanasia, esto es: “buena muerte” o “muerte dulce”, término acuñado por primera vez en 1606, es decir, la “acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él”. La voluntad anticipada, en rigor, no supone acelerar nada; antes más bien regula los procedimientos para una ortotanasia, es decir, el correcto  proceder o actuar ante la muerte por aquellos que tienen a su cuidado a quienes padecen una enfermedad en fase terminal. Nuestra legislación no contempla la eutanasia por cuanto ésta consiste en un acto deliberado para terminar con la vida de alguien, así sea sin sufrimiento físico.

Huelga decir que cuando se abordan estos temas siempre afloran reflexiones de carácter ético, por lo cual considero interesante exponer brevemente lo que prescribe al respecto la moral católica. Ello es relevante, no sólo porque según el INEGI, el 82.9% de los mexicanos se identifica como católico, sino porque son morales y no propiamente jurídicas las razones que suelen aducir quienes se oponen a tales recursos, o cuando entran en juego nociones como el derecho a la vida y la vida específicamente humana, cuestiones más bien de índole filosófica.

Tomás de Aquino [1225-1274] —teólogo y santo católico que sintetiza la doctrina moral cristiana—,  se cuestiona en alguna parte de su magna Suma Teológica si es ilícito matar a un ser vivo. Y responde en función de la perfección y la imperfección de los grados de la vida, enunciando que nadie comete pecado por el hecho de valerse de una cosa para el fin al que está destinada. En el orden de las cosas las imperfectas existen para las perfectas. El hombre no realiza nada ilícito si usa de los animales y éstos a su vez de otros seres vivos, como las plantas.

tomas de aquino
Santo Tomás de Aquino (1225-1274).

En otras palabras: es moralmente lícito darle de comer alfalfa a una res y comernos nosotros un bistec (por mucho que les pese a los veganos).

Pero entonces, ¿qué hay de un ser humano? Debería ser completamente ilícito matarlo por aquello del mandamiento católico. “No matarás”. Pero Santo Tomás responde: “es lícito matar al malhechor en cuanto se ordena a la salud de toda la comunidad, y, en consecuencia, el realizarlo le compete sólo a aquel a quien esté confiado el cuidado de conservar la comunidad, igual que al médico le compete amputar el miembro podrido cuando le fuera encomendada la curación de todo el cuerpo”.  Es decir: la pena de muerte es lícita, siempre y cuando se aplique por causa proporcionada y por aquel a cuyo cargo esté el cuidado comunitario (es decir: el gobernante, asistido por el juez). En este sentido: durante mucho tiempo, el Catecismo de la Iglesia Católica (CCE 2267) establecía que el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso “constituía una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común”.

Más recientemente, empero, y tras la consideración acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado, “la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona» y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo” (CCE 2267).

Pero, ahora bien, ¿qué hay de la propia vida del hombre? Tomás de Aquino inquiere en la Suma si es lícito suicidarse; a lo que responde inconcusamente que NO y enuncia tres razones, a saber: 1) porque va en contra de la inclinación natural de seguir vivo, faltando a la caridad al dejar de amar su propia vida; 2) Porque al matarse a sí mismo injuria a la comunidad, y toda parte pertenece al todo. Pero es la tercera razón lo que a nosotros nos interesa más: porque la vida es un don divino dado al hombre y sujeto a su divina potestad, que confiere la muerte y la vida. El que se priva de la vida peca contra Dios.

eutanasia, voluntad anticipada
Imagen: Emol.

En otras palabras: el no matarás no es absoluto. No es lícito nunca matar a un inocente, como enseña Tomás de Aquino, pero sí lo es, matar a un culpable, por ejemplo, a un injusto agresor (como en la legítima defensa, la cual es también una noción jurídica). Por otro lado, si no es lícito a un hombre acabar con su propia vida, menos lo es quitarla a un inocente, aun cuando aquél lo solicite expresamente, y esto por las razones expuestas. En este mismo sentido va el Catecismo de la Iglesia Católica (CCE 2279) —no sólo en lo relativo a la eutanasia, sino aún en lo que podríamos denominar recursos ortotanásicos— cuando establece que aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada.

No es mi intención, en modo alguno, tomar partido sobre estas posturas. Pretendo hacer una exposición. Sólo he querido delinear algunos fundamentos de la moral cristiana que muchas veces se suelen oponer en contra de preceptos y ordenamientos jurídicos. Pero no es posible generar un diálogo si se desconocen los elementos fundamentales de la discusión. Precisamente es lo que hace falta, la confrontación de las ideas para generar una discusión pública.


También te puede interesar: Levantamiento del velo corporativo.

Un balance del 2020. También hay buenas noticias

Lectura: 5 minutos

Está por terminar este año tan raro y retador que nos hizo darnos cuenta lo poco que controlamos el futuro. Cuando nos despedíamos del 2019, con planes y deseos, no podíamos imaginar lo lejos que estábamos de saber cómo sería el 2020.

Éste ha sido un año de muchas pérdidas. En primer lugar, por la cantidad de vidas que ha cobrado la Covid-19, esto en todo el mundo, pero hablando de nuestro país, duele saber que las cifras oficiales sumen más de 115,000, más todas las que se deben a otras enfermedades que no se han atendido por la pandemia. Muertes que para muchos enfermos fueron en solitario, sin recibir las últimas palabras, afecto y muestras de lo que significaban para quienes los sobrevivían. A esto hay que añadir el hecho de que muchos deudos no han podido seguir los rituales que hubieran querido y necesitado para despedir y honrar a sus difuntos y para iniciar de manera más favorable su propio duelo. Hay que sumar las pérdidas de salud en muchas personas que se recuperaron de Covid, pero han quedado con muy graves secuelas. Están también las de trabajo y medios para ganarse la vida que han padecido millones de personas. Y, por supuesto, hemos sufrido una pérdida enorme al ver limitadas las reuniones con familiares y amigos, los abrazos y otras formas de contacto físico que son una parte esencial en nuestras vidas.[1]

final de vida
Imagen: Swiss Info.

La confrontación con nuestra fragilidad debido a la pandemia y el recordatorio de que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina nos han obligado a reflexionar en la vida y a  distinguir entre las cosas que no podemos controlar y las que sí. Sin duda, sirve cuidar nuestra salud y, en el momento que vivimos, tomar precauciones para no contagiarnos de Covid (y no infectar a otros), pero nada nos garantiza que no vamos enfermarnos gravemente de ésta u otra enfermedad o que no sufriremos un accidente que ponga en peligro nuestra vida. En realidad, de lo único que tenemos control es del momento presente. La reflexión sobre nuestra mortalidad nos ayuda a dar valor a la vida y a las personas que forman parte de ella.

En consonancia con el tema específico de esta columna, estoy convencida que confiar en tener un buen final de vida también es un elemento que contribuye de manera muy importante a poder ocuparnos con  plenitud del presente. Al terminar el 2020 ha habido avances importantes (a pesar de todos los obstáculos) en el movimiento mundial que defiende el derecho de las personas a elegir cómo vivir el final de la vida, en lo cual se incluye la posibilidad de decidir ya no vivir (cuando se han agotado otras posibilidades de aliviar el sufrimiento a través de los cuidados paliativos) contando con la ayuda médica que garantice una muerte segura y sin dolor. Veamos algunas de las buenas noticias al respecto y algunos de los temas de mayor discusión en la actualidad entre quienes desean mantener el control sobre el final de su vida.

 En Nueva Zelanda se aprobó en noviembre pasado la muerte médicamente asistida y se dará un periodo de preparación para que pueda empezar a aplicarse a partir de noviembre de 2021. En España esta semana se aprobó una iniciativa de ley para permitir esta ayuda, la cual pasará al Senado para ser aprobada definitivamente en 2021. En Austria, el Tribunal Constitucional ha dictaminado que el suicidio asistido debe ser legalizado. En Tasmania, la Cámara Baja acaba de aprobar una iniciativa para permitir la muerte asistida; se espera tener la votación final en marzo del próximo año, con lo cual Tasmania será el tercer estado que permita esta ayuda en Australia (junto con Victoria y Australia Occidental). Finalmente, en Estados Unidos, hay confianza de que pronto se aprobará un proyecto de ley para permitir la muerte médica asistida en el estado de Massachusetts, con lo cual sumarían ya 10 los estados, además de la capital del país, en que los ciudadanos pueden contar con esta ayuda.

eutanasia
Imagen: Blanca López.

Aun sin una respuesta tranquilizadora, en la mayoría de los lugares, sigue manifestándose un creciente interés en muchas personas, sobre todo las que van envejeciendo, de poder evitar vivir en una etapa avanzada de demencia en caso de llegar a padecer esta enfermedad. Actualmente, sólo en Países Bajos, Bélgica y Suiza una persona puede acudir a la muerte asistida cuando se encuentra en la etapa temprana de la enfermedad (en que puede hacer un pedido voluntario) y sólo en Países Bajos una persona puede solicitar la eutanasia, mediante una voluntad anticipada, pidiendo que se le ayude a morir cuando su demencia haya avanzado y ya no pueda pedir por sí misma la ayuda.

En la mayoría de los países, incluido el nuestro, una persona que quiere evitar vivir con demencia puede pedir en la voluntad anticipada que no se le den tratamientos para prolongar su vida si se encuentra en la fase avanzada de demencia. Pero eso significa que hay que esperar a que se necesiten esos tratamientos para que esa persona, que no querría vivir así, pueda rechazarlos y morir.

Para tener más opciones de control sobre el final de la vida, se está discutiendo en otros países (principalmente en Estados Unidos) la posibilidad de adelantar la muerte dejando de comer y beber (voluntarely stopping eating and drinking, VSED); la persona muere en un periodo no mayor a dos semanas, pero requiere apoyo para aliviar los síntomas físicos, superar el deterioro cognitivo que pueda presentarse y sentirse acompañada y respaldada en todo el proceso. Éste es un tema que no se ha discutido en nuestro país, pero deberíamos hacerlo, pues también aquí hay personas que quisieran decidir cuándo morir mientras la eutanasia y el suicidio médicamente asistido no sean opciones.

final de vida
Imagen: Kathia Recio.

Hablando de lo que se necesita en nuestro país, quiero subrayar que no se trata de buscar opciones aisladas, sea la decisión de dejar de comer y beber, sea la eutanasia, las cuales ciertamente se necesitan. Se trata de contar con una atención adecuada y completa al final de la vida que incluya todos los medios que puedan necesitarse para que las personas tengan una muerte digna, entendida ésta como el mejor final de vida posible y de acuerdo a los valores de la persona. De manera que necesitamos: 1) decisiones sobre el final de la vida (que permitan suspender tratamiento que no benefician) que sean legalmente claras; 2) cuidados paliativos a los que tengan acceso todos los pacientes; 3) voluntad anticipada con las especificaciones necesarias para facilitar su uso. A estos medios que ya son legales en nuestro país, si bien requieren establecerse con más claridad y apoyo logístico, debemos añadir: 4) acciones que permitan al paciente adelantar su muerte en las mejores condiciones, si es esto lo que desea. Todos estos medios no deben contemplarse como excluyentes sino como complementarios, formando parte de un continuo.

Y lo que más necesitan y merecen todos los mexicanos es que mejore nuestro sistema de salud para hacerlo más justo y equitativo de manera que todas las personas reciban a lo largo de su vida (y hasta el final) la mejor atención. A pesar de todas las limitaciones, lo que ha quedado claro es el compromiso, entrega y profesionalismo del personal de salud. Para ellos, todo mi agradecimiento y admiración.

Y dejo un regalito, cortesía de Compassion & Choices, que nos puede ayudar a reflexionar y a actuar en lo que nos corresponde hacer si queremos asegurarnos el mejor final de vida. Ojalá tengamos pronto nuestra versión en español, quizá a ritmo de cumbia:


Notas:
[1] Me refiero a las pérdidas causadas por la pandemia, lo cual no significa ignorar que todos los años mueren personas por diferentes enfermedades o situaciones y estas pérdidas son igualmente lamentables, sobre todo, las que podrían evitarse.


También te puede interesar: Diferentes aplicaciones de la Voluntad Anticipada.

Diferentes aplicaciones de la Voluntad Anticipada

Lectura: 10 minutos

La voluntad anticipada se desarrolló para respaldar la autonomía de los individuos. Es un instrumento mediante el cual una persona establece por escrito, cuando está competente, su voluntad sobre los tratamientos que querría y no querría recibir en caso de llegar a encontrarse en una situación en que ya no pueda dar a conocer directamente sus deseos y otras personas tengan que tomar decisiones sobre su tratamiento. Con este documento la persona que lo suscribe obtiene la tranquilidad de confiar en que no la someterán a condiciones en las que no querría vivir. Por otra parte, es de gran ayuda para quienes que tengan que tomar decisiones médicas sobre ella, las cuales son muy difíciles, ya que suelen referirse a si se debe o no prolongar su vida; al haber escrito por anticipado su voluntad, pueden apoyarse en lo que la persona ahora incompetente expresaría si pudiera. De hecho, tienen la responsabilidad de defender la autonomía de la persona que ya no lo puede hacer por sí misma.

La importancia de utilizar la voluntad anticipada (también llamada directriz anticipada) se hizo evidente cuando hubo que resolver casos muy difíciles de personas que quedaron en estado vegetativo permanente. Eso significaba que ya nunca podría recuperar la conciencia, pero podrían mantenerse vivas mientras se les siguieran aplicando ciertos tratamientos; sobre todo, alimentación e hidratación artificiales, pues sí podían respirar por sí mismas. Un caso emblemático fue el de Nancy Cruzan, una joven americana que en 1983 tuvo un accidente que la dejó en este estado de inconsciencia irreversible. Al darse cuenta los padres que no había posibilidad de que se recuperara, pidieron que se dejara de tratar para que pudiera morir, petición que fue rechazada por los médicos, por lo que el caso fue llevado a juicio, primero a la Suprema Corte de Misuri, que también rechazó la petición de los padres, y luego a la Suprema Corte de Estados Unidos que respaldó la decisión de la corte de Misuri. Se argumentaba que era responsabilidad del Estado proteger la vida de sus ciudadanos, de manera que no se podían retirar los tratamientos, causando su muerte, si no se conocía lo que Nancy hubiera querido. Finalmente, el Estado de Misuri concedió a Nancy el derecho a morir ya que aceptó como evidencia el testimonio que dieron algunos de sus amigos que dijeron que ella les había expresado que no querría vivir así. Nancy vivió siete años en estado vegetativo permanente, mientras los padres trataban de defender su derecho a no vivir así. La voluntad anticipada permite evitar situaciones que no representan un beneficio para nadie.

acta de voluntad anticipada
Imagen: Página Central.

Así está pensado el uso de la voluntad anticipada en nuestro país y en muchos otros: para que las personas expresen lo que querrían en caso de encontrarse en una situación en que los médicos y familiares deban tomar decisiones tremendamente difíciles por ellas. Se recomienda que la voluntad anticipada se realice con el asesoramiento de un médico para que una persona pueda ser lo más específica posible y plantee su petición en términos que los médicos puedan entender y se evite, en lo posible la ambigüedad. El documento puede firmarse ante notario, como establece la Ley de Voluntad Anticipada del Distrito Federal y otras leyes similares que existen en otras entidades federativas, o respaldarse con la firma de dos testigos, como lo establece la Ley General de salud; lo verdaderamente determinante es que quien suscriba su voluntad anticipada, lo comunique a todas los familiares que se verían involucrados si hay que tomar decisiones sobre ella si llega a perder la capacidad para expresar su voluntad; también debe asegurarse que sus familiares estén dispuestos a defender lo que pide.

La voluntad anticipada tiene una utilidad especial en la difícil época que estamos viviendo, siempre y cuando pensemos, hablemos y decidamos cómo querríamos ser tratadas en caso de enfermar gravemente de Covid-19. Se trata, por un lado, de reconocer que podemos elegir y, por otro, que tenemos la responsabilidad sobre el final de nuestra vida. Si pensamos y conversamos oportunamente, podemos evitar que suceda lo que a muchos familiares les ha pasado. No saben qué hubiera querido su paciente y ya no hay forma de preguntarle. Esto puede evitarse si reflexionamos en cómo nos parecería indigno vivir y morir.

Además del uso de la voluntad anticipada con el que estamos más familiarizados, hay otros que se están discutiendo y utilizando en diferentes países que es interesante conocer: 1) en pacientes con enfermedades psiquiátricas y 2) en personas que desean evitar vivir en una condición de discapacidad que les parece indigna, por lo que quieren morir antes de encontrarse en esa situación o a partir del momento en que llegan a ella. La diferencia con el uso de la voluntad anticipada más conocido es que, en éste (el antes descrito), las personas sólo pueden rechazar tratamiento que les están dando o se está considerando darles, pero nada más. Con este otro uso que voy a exponer, las personas quieren asegurarse de que van a morir, aunque no tengan tratamientos que puedan retirarse o no darse (tras lo cual morirían). En estos casos la voluntad anticipada se refiere a la decisión de dejar de vivir, mediante eutanasia o mediante la decisión de dejar de comer y beber.

autonomia de voluntad
Imagen: Katherine Lam.

1. La voluntad anticipada para pacientes con enfermedades psiquiátricas.

Desde hace años se ha discutido esta aplicación. Partiendo del hecho de que los pacientes son capaces de tomar decisiones cuando su condición es estable, la voluntad anticipada permite que pacientes con trastorno bipolar, con esquizofrenia, depresión mayor o con un trastorno por uso de sustancias, por mencionar algunos ejemplos, puedan establecer qué aceptarían y rechazarían en futuras situaciones en que se encuentren en crisis. Son decisiones relacionadas con el internamiento, el lugar de atención, las personas que los cuidarían, así como el tipo de tratamientos y de medicamentos. De esta manera se puede respetar la autonomía de los pacientes, se reduce el empleo de medidas coercitivas y se mantiene la confianza entre el equipo de salud y el enfermo.

La voluntad anticipada psiquiátrica requiere ser regulada y actualmente en Estados Unidos varios estados cuentan con una regulación, pero desconozco cómo ha funcionado. En Francia se ha desarrollado investigación para implementar su uso, el cual se contempla como muy prometedor. En nuestro país, el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz ha estado trabajando en este tema; si bien entiendo que no se ha implementado en la práctica, es deseable que pueda hacerse en un futro cercano y funcione eficazmente. 

demencia y eutanasia
Imagen: Jun Cen.
2) Voluntad anticipada para dejar de vivir.

 De los pocos países que han legalizado la eutanasia (Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y Colombia), Países Bajos, Bélgica y Colombia reconocen el uso de la voluntad anticipada para que se pueda aplicar la eutanasia si el paciente pierde la capacidad para pedirla, pero cumple con el resto de los criterios legales (tener un sufrimiento intolerable causado por una enfermedad y que se hayan agotado los medios para aliviarlo; en Colombia es también un criterio que la muerte del paciente se prevea en un tiempo cercano). Únicamente en Países Bajos, la ley también contempla que una persona pida, mediante una voluntad anticipada la eutanasia, para que se le aplique en caso de padecer demencia y esto se haga cuando se encuentre en la etapa avanzada de esta enfermedad, cuando haya perdido la capacidad para tomar decisiones por sí misma. Sin embargo, aunque esta opción se considere legal, es muy problemática de respaldar en la práctica. Los médicos tienen la última palabra para decidir si aplican la eutanasia en cada caso, tras evaluar si se cumplen los criterios legales y si desde su particular punto de vista les parece ético hacerlo (son médicos que en principio están a favor de la eutanasia y dispuestos a aplicarla).

La mayoría de los médicos neerlandeses no están de acuerdo con aplicar la eutanasia basándose en una voluntad anticipada, porque no pueden comprobar con el paciente si realmente es eso lo que quieren; esto a pesar de que se entiende que la función de la voluntad anticipada es que se pueda prescindir de esta comprobación, pues la persona la suscribió cuando era capaz. Y, sobre todo, cuando la persona que se encuentra en un estado avanzado de demencia (que había pensado que no querría vivir así) no muestra señales de estar sufriendo por su situación e incluso parezca disfrutar algunos momentos. Es decir, que se da una tensión entre los valores e intereses de la persona “anterior” y los intereses de la persona “actual”, aunque éstos no se basen en valores, sino en la pura experiencia.

Además, aun cuando la persona haya intentado establecer con precisión el momento en que querría que le apliquen la eutanasia, es muy difícil definir cuándo ha llegado el momento y a quién le toca decidirlo. Puede haber dicho que se haga cuando ya no reconozca a sus hijos, pero puede haber momentos en que no sepa quién son y otros en que sí. Por todas estas dificultades, en Países Bajos los médicos están mucho más dispuestos a aplicar la eutanasia a una persona que tiene un diagnóstico temprano de demencia; en esa etapa de la enfermedad aún puede hacer un pedido voluntario que el médico puede comprobar y en que el paciente cumple el resto de los criterios legales: 1) sufre un sufrimiento intolerable, el cual es emocional y proviene de saber que avanza hacia la desintegración de su persona, y 2) no hay forma de aliviar ese sufrimiento. En el año 2017 se aplicó la eutanasia a 169 personas con demencia: 166 en la etapa temprana y 3 en la etapa avanzada en pacientes que la solicitaron mediante voluntad anticipada.

terapia intensiva
Imagen: Celia Jacobs.

En algunos países europeos, como Suiza y los Países Bajos, lo mismo que en Canadá y en Estados Unidos, algunas personas desean poner fin a su vida para no vivir en una situación que les resulta indigna o para evitar llegar a ella, para lo cual recurren a la decisión de dejar de alimentarse e hidratarse sabiendo que morirán en un periodo no mayor a catorce días. Se trata de personas que pueden comer y beber por sí solas (no de personas que reciben alimentación e hidratación artificiales) y que se valen de este recurso para morir, o porque la muerte asistida no es una opción en el lugar en que viven o porque no cumplen los criterios legales para recibirla o porque no quieren depender de la ayuda médica de la muerte asistida. En estos países esta decisión se conoce como Voluntarily Stopping Eating and Drinking o simplemente por sus siglas VSED, y es tomada por una persona competente que requiere apoyo paliativo y emocional a lo largo del proceso. Se ha recomendado que la persona realice una voluntad anticipada especificando que, si declina su capacidad cognitiva y pide alimento o agua, no se le proporcione. Sin duda, un escenario difícil en el que no debe de perderse de vista que la persona recién competente tenía la clara voluntad de morir.

En diversos lugares del mundo se puede reconocer la preocupación de muchas personas que quieren tomar medidas para evitar vivir en un estado de demencia avanzado. Puede ser que se encuentren sanas en la actualidad, que ya tengan un diagnóstico de demencia en etapa temprana o que simplemente sean conscientes de que van acumulando años y aumentan sus probabilidades de padecer demencia. Para la mayoría de estas personas la muerte asistida no es una opción, pues sólo en Países Bajos, Bélgica y Suiza se permite la eutanasia o el suicidio asistido a una persona que pide esta ayuda en la etapa inicial de la demencia. La alternativa que encuentran para evitar vivir con la demencia que tanto temen está en la decisión de dejar de comer y beber que se considera legal en algunos países de Europa, Estados Unidos y en Canadá (en México no se ha discutido esta decisión). Como no quieren morir antes de tiempo, utilizan la voluntad anticipada para pedir que cuando presenten síntomas que indiquen que se encuentran en la etapa avanzada de demencia, se les deje de alimentar oralmente. Algunas organizaciones de las conocidas como Right to die societies de Estados Unidos, Final Exit Network y End of Life Choices New York, ofrecen documentos de voluntad anticipada muy específicos para expresar esta decisión.

Sin embargo, este uso de la voluntad anticipada tampoco está libre de problemas, los cuales son similares a los que se presentan con la solicitud de la eutanasia mediante voluntad anticipada en Países Bajos. También aquí puede haber una tensión entre lo que la persona pidió (que no se le de dé comer) y lo que ahora parece querer; hay un conflicto entre los valores que llevaron a la persona sana a tomar la decisión de dejar de comer y beber para morir y los intereses experienciales de la persona con una demencia avanzada que quiere comer y disfruta algo de su vida. Igualmente puede suceder que no se pueda distinguir qué significa que la persona abra la boca cuando se le acerca una cuchara con comida, ¿quiere comer o es sólo un reflejo? Finalmente, las mismas preguntas antes mencionadas: ¿Cuándo es el momento de dejar de alimentar e hidratar a la persona? ¿Quién lo decide?

dejar de comer y beber
Imagen: Kind PNG.

Una recomendación para solucionar estos obstáculos es que las personas hagan la voluntad anticipada de la manera más específica posible. Se sugiere, por ejemplo, indicar una de las siguientes opciones: 1) “Aun si parezco dispuesta a aceptar alimentos, mis instrucciones son que NO me alimenten”, o 2) “Mientras parezca receptiva, mostrando signos de que disfruto comer, quiero que se me alimente, sólo con alimentos que parezco disfrutar y que se me deje de alimentar cuando deje de mostrar interés”.2 Por otra parte, se aconseja acompañar el documento de voluntad anticipada con una videograbación en que la persona exprese y explique su petición de que se le deje de alimentar e hidratar. Verla y escucharla decir lo que quiere puede resultar más claro y convincente.

Quedan muchos aspectos por discutir y perfeccionar para superar los problemas que se enfrentan en las diferentes aplicaciones de la voluntad anticipada y quizá haya que reconocer que no todos sean superables. También quedan obstáculos por resolver al utilizar el uso más convencional de la voluntad anticipada; sobre todo la dificultad para pensar en nuestra fragilidad y reconocer la importancia de pensar y hablar de cómo querríamos vivir el final de la vida y en qué circunstancias nos parecería indigno. Éste es el primer paso que debe culminar en la elaboración del documento de voluntad anticipada.

Y felicidades a los neozelandeses para quienes se acaba de aprobar la End of Life Choice Act 2019, la cual entrará en vigor dentro de un año para que las personas que así lo deseen y cumplan con los criterios legales, puedan recibir ayuda para morir.


También te puede interesar: La terca e incompasiva condena del Vaticano a la eutanasia.

La terca e incompasiva condena del Vaticano a la eutanasia

Lectura: 8 minutos

El mes pasado se difundió la noticia de que el Vaticano había publicado la Carta Samaritanus Bonus, Sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, firmada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 14 de julio de 2020. Se trata de un documento extenso con muchos aciertos en los lineamientos que da para proporcionar una adecuada atención a los enfermos que se encuentran sufriendo en el final de la vida: evitar el uso de la tecnología que prolonga la agonía de manera innecesaria, la indicación de proporcionar cuidados paliativos a los enfermos y de acompañarlos compasivamente. Sin embargo, la compasión que tanto se promueve en el documento, brilla por su ausencia al referirse a las situaciones en que un enfermo, consciente de la situación que está enfrentando y padeciendo un sufrimiento que le resulta intolerable, desea poner fin a su vida y contar con una ayuda médica que le permita morir sin dolor y en paz, lo que sería posible a través de la eutanasia o el suicidio médicamente asistido.

No, el Vaticano no cede y en esta carta establece que la eutanasia es un crimen contra la vida humana porque causa directamente la muerte de un ser humano inocente. No queda claro por qué: hay muchas personas, católicas incluidas, que desean contar con la ayuda de un médico que cause su muerte y de esta manera expresan la última libertad que les queda en el limitado margen de opciones que les impone su enfermedad; pueden así elegir ya no vivir. En la carta se advierte a quienes han decidido recurrir a la eutanasia o al suicidio asistido que no podrán recibir ni el sacramento de la absolución ni el de la unción de los enfermos.

Es importante tener en cuenta en qué contexto se da a conocer la Samaritanus Bonus; es precisamente cuando se discute el tema para legalizar la muerte asistida en diferentes países, entre los que están España y Colombia, siendo este último uno de los pocos del mundo que permiten legalmente la eutanasia y el único en Latinoamérica. Si bien en Colombia se despenalizó la eutanasia en 1997, y desde 2015 se cuenta con una normativa que estableció el Ministerio de Salud, es preferible que esté legalmente regulada y con este fin se debate actualmente un proyecto de ley en la Cámara de Representantes de este país. Por su parte, en España, el PSOE registró el 24 de enero de este año un nuevo proyecto de Ley de Regulación de la Eutanasia, el cual se sigue discutiendo en el Congreso.

iglesia y eutanasia
Imagen: Emaze.

La Carta del Vaticano está dirigida a los practicantes de la religión católica y se basa en la doctrina de ésta para sustentar su posición. Es, se aclara, un documento para iluminar a los pastores y a los fieles en sus preocupaciones sobre un misterio específico que sólo la Revelación de Dios puede desvelar; incluye entre sus destinatarios a instituciones hospitalarias y asistenciales inspiradas en los valores cristianos. El problema es que también amenaza de considerar culpables de una falta muy seria a quienes aprueben leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido, pues se hacen cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. De esta forma se busca influir en las políticas públicas de diferentes países sin respetar su laicidad e ignorando que están constituidos por ciudadanos que creen en diferentes religiones o que no creen en ninguna. Tal parece que el Vaticano busca que se considere delito lo que en su dogma califica como pecado y que esto aplique a toda la población.

Los efectos de esta pretensión ya se están haciendo notar. El Comité de Bioética de España acaba de publicar su rechazo a que se considere la eutanasia como un derecho y se apruebe el proyecto de ley para regularla. No es difícil relacionar las razones que da este Comité con la carta emitida por el Vaticano, dadas sus semejanzas en la argumentación. El Comité afirma, por ejemplo, que permitir la eutanasia implicaría dejar de interesarse por la protección de la vida humana e impondría criterios económicos y utilitarios para desentenderse de responsabilidades familiares y sociales. Son argumentos falaces que estamos acostumbrados a escuchar cuando se invoca el “argumento” de la pendiente resbaladiza; éste afirma que cuando se permite la eutanasia (concediendo que hay casos en que se justifica éticamente), inevitablemente se termina aplicándola de manera abusiva en personas vulnerables que no querrían morir.

Esta aseveración (que no considero argumento porque falla en su demostración lógica) funciona por su fuerte peso psicológico porque quienes la crean (sin cuestionarla), dirán que no quieren que se cause la muerte de personas que quieren vivir. El problema es que no se demuestra que esto suceda. Son declaraciones que siguen la línea del Papa Francisco que ha hablado de la “cultura del descarte” como antes el Papa Juan Pablo II habló de la “cultura de la muerte” para referirse a quienes defienden que las personas tengan la opción de solicitar la eutanasia si así lo deciden. Yo diría que quienes apoyamos que esto sea posible formamos parte de una cultura a favor de una vida libre y digna, reconociendo que somos finitos, abogando por el respeto a la autonomía de las personas hasta el último momento y defendiendo que no se abandone a quienes lo único que piden al llegar a este punto, es ayuda para morir.

El Comité argumenta también que no se debe respaldar el deseo de las personas que piden la eutanasia para así proteger a otras personas vulnerables; ¿por qué no le importa afectar a las personas que quieren la eutanasia (y no protegerlas) en nombre de otras que supuestamente se verían afectadas? Sería más razonable establecer criterios muy claros, como se ha hecho en todos los países en que se permite la muerte asistida, para asegurarse que la ayuda únicamente se da a quienes han demostrado su capacidad para tomar voluntariamente la decisión de morir.  

Una de las razones que da el Comité para no legalizar la eutanasia es que el código penal español ha sido compasivo y no ha castigado con prisión a quienes la aplican. Concuerdo con la crítica de Fernando Marín, vicepresidente de la organización Derecho a Morir Dignamente de España, quien comenta que las personas que han ayudado a familiares a morir se han visto sometidas a experiencias terribles de investigación y siempre corren el riesgo de terminar en la cárcel.

peticion negada
Imagen: PGNitem.

Igualmente cuestionable, aunque esto lo repitan hasta el cansancio los opositores de la eutanasia, es que el Comité diga que ésta no se necesita habiendo cuidados paliativos. Si bien es cierto que una buena atención paliativa lleva a muchas personas que creían que ya no querían vivir a desear seguir viviendo, los mismos paliativistas reconocen que ni con los mejores cuidados paliativos es posible aliviar el sufrimiento, físico o emocional, de algunos enfermos. Esto parece saberlo el mismo Comité y por eso propone recurrir a la sedación, en tanto intervención de los cuidados paliativos, y aplicarla de una forma profunda y continua hasta la muerte en los casos en que el sufrimiento persista, sea físico o emocional. Una cosa es dar esta sedación al paciente que ya está por morir para que encuentre la muerte inconsciente y no experimente el sufrimiento causado por uno o más síntomas que no responden a ningún tratamiento, lo cual permiten las normas establecidas en diferentes países (muy deficientes en el nuestro). Otra cosa es llamar sedación a una acción que busca causar la muerte, porque no se puede aliviar el sufrimiento, aun si el paciente no está en los últimos días de vida; habría casos en que esta acción correspondería, más bien, a una eutanasia lenta y disimulada. En esto se cae cuando se afirma que la sedación sirve para resolver cualquier situación.

Finalmente, es totalmente absurdo referirse a la pandemia para argumentar en contra de la eutanasia, como lo hace el Comité, diciendo que es inaceptable considerar el tema cuando tantas personas mayores han fallecida por COVID-19 en condiciones indignas. De verdad, ¿qué relación? Se trata de dos problemas diferentes. Sin duda, las personas mayores deben ser atendidas oportuna y dignamente siempre. Por otro lado, hay otras personas, con diferentes enfermedades, que han llegado al límite de lo que consideran tolerable y desean ayuda para morir; respetar su deseo no afecta en nada la obligación de cuidar a otros pacientes.

Al analizar las razones del Vaticano para seguir condenando la eutanasia llaman la atención algunos supuestos. El primero es que da por hecho que un enfermo muy grave se encuentra en tal condición de vulnerabilidad, que se vuelve incapaz de tomar una decisión responsable sobre su vida, razón por la cual sería una terrible falta tomar en serio su pedido de querer morir. Es decir, los pacientes no saben lo que piden, pero el Vaticano sí. Necesitan afecto, atención, y medios para aliviar el sufrimiento; el discurso no se modifica aunque estos medios se hayan agotado, lo cual pasa en muchos casos. Hay que recordar a la jerarquía católica que en los lugares en que se permite la muerte asistida, uno de los criterios legales para aplicarla es, justamente, que se hayan agotado las alternativas para dar alivio al enfermo.

Otro aspecto que resalta es tanta insistencia en la Samaritanus Bonus de mantener la vida biológica, para lo cual afirma que la vida siempre es un bien. Eso corresponde que lo diga la persona que vive esa vida y determine si realmente sigue siendo un bien; puede ser que, como autora de su vida biográfica, reconozca que llegó el momento de ponerle fin. Esto es totalmente comprensible si se acepta que la persona es dueña de la vida que vive y puede tomar decisiones sobre ella. Hay muchos católicos que así lo piensan; que creen que así como Dios da la vida, mantiene su regalo hasta el final. Piensan también que es importante morir con serenidad y transitar en paz hacia la otra vida en la que creen y que, en ocasiones, la eutanasia es el medio para lograrlo. Con argumentos como estos, el teólogo Hans Küng ha sido uno de los más importantes defensores de la eutanasia para los católicos, siempre y cuando se trate de una decisión libre y responsable, y expone su propuesta para que la Iglesia cambie de actitud en su libro Una muerte feliz.

pacientes de eutanasia
Imagen: Actual.

Precisamente por entender que para un creyente católico la paz en el momento final de su vida es fundamental, considero cruel que el Vaticano siga manteniendo la posición de que comete un grave pecado quien recurre a ella, perdiendo, además, el derecho a la absolución y a la unción de los enfermos. De esta forma, cuando más lo necesitan, se priva a los católicos que consideren la eutanasia de los medios de que dispone la Iglesia para ayudar en el paso a la otra vida. ¿Dónde queda la compasión que tanto predica el Vaticano? El doctor Luis Muñoz, compañero en El Colegio de Bioética, propone una explicación con la que estoy de acuerdo y que se refiere a que la Iglesia necesita mantener el control de las conciencias en temas del inicio y el final de la vida, la sexualidad y la reproducción, entre otros, porque representa un poder que no quiere perder; trata de disfrazar su injerencia con argumentos y una supuesta piedad que no acaban de convencer.

La jerarquía católica debería ser más sensible a las necesidades que expresan sus fieles y que desearían contar para el final de su vida con la tranquilidad espiritual para tomar la decisión que les permita despedirse de esta vida de la mejor manera. De otra forma, sucederá algo equivalente a lo que han tenido que hacer muchas mujeres que quieren seguir siendo católicas; siguen su propia conciencia al no poder obedecer a una jerarquía que a estas alturas sigue prohibiendo la anticoncepción.

Contrario a lo que afirman quienes se oponen a la muerte asistida, el permitirla mediante la eutanasia o el suicidio médicamente asistido no va causar que haya más muertes, sino que haya menos sufrimiento. Esto debería aplicar también para los católicos, pero lo más importante es que no se permita en los diferentes países laicos, en que se discute el tema, que sean razones religiosas las que impidan a todos sus ciudadanos contar con una opción que pueden necesitar para terminar su vida con dignidad. 

Por último, espero que el próximo 17 de octubre, en el referéndum que se celebrará en Nueva Zelanda, se vote a favor de que entre en vigor la End of Life Choice Act 2019, para dar a las personas con una enfermedad terminal la opción de solicitar una muerte asistida.


También te puede interesar: Morir sin sufrimiento, el pedido de Alain Cocq.

Morir sin sufrimiento, el pedido de Alain Cocq

Lectura: 7 minutos

No sabemos cómo termine la experiencia que está viviendo Alain Cocq, un francés de 57 años que ha decidido compartir en los medios sus últimas decisiones, pero vale la pena comentarlas porque hay mucho que reflexionar y aprender de ellas en relación con el tema que nos ocupa en esta columna: tener el mejor final de vida posible, a pesar de la enfermedad que se padezca. Su caso sirve para entender las opciones que tienen los franceses, las opciones que tenemos los mexicanos y promover la discusión sobre los alcances y limitaciones actuales en la atención de las necesidades y deseos de las personas en el final de su vida. Y eso fue precisamente parte de la intención de Alain Cocq al hacer pública su situación. Este hombre padece desde hace 34 años una rara enfermedad degenerativa que obstruye sus arterias, lo cual le provoca un intenso sufrimiento y ha sido un activista a favor de que se reconozca en su país el derecho a elegir cómo y cuándo morir.

En julio pasado Cocq hizo llegar al presidente Emmanuel Macron una carta en la que le pedía que se hiciera una excepción a la ley que actualmente prohíbe la muerte médicamente asistida y le permitiera recibir ayuda para morir y así poner fin a una vida marcada por un sufrimiento extremo. Lo que específicamente quería era poder recibir los medicamentos que él mismo tomaría para morir de una manera segura, rápida y sin dolor, lo que corresponde a un suicidio médicamente asistido; de acuerdo con lo dicho por Cocq, sería la ayuda para “morir con dignidad”.

Alain Cocq
Alain Cocq (Imagen: El Universal).

A través de los medios hemos sabido de solicitudes similares en otros países. En 2015, Valentina Maureira, una adolescente chilena de 14 años que padecía fibrosis quística solicitó a la presidenta Michelle Bachelet, con el apoyo de sus padres, permiso para que se le aplicara la eutanasia, prohibida en su país; se le negó y la explicación fue que el gobierno no tiene la posibilidad legal de autorizar tal solicitud. Tampoco es de extrañar la respuesta de Macron en el mismo sentido. Negó la posibilidad de permitir el suicidio médicamente asistido porque, como presidente, no está por encima de las leyes para consentir una acción que actualmente está prohibida. Lo que sí hubiera podido hacer era ofrecer que se promoviera una profunda discusión sobre el tema para revisar los argumentos que detienen la posibilidad de permitir la muerte médicamente asistida, con la cual podrían evitarse que otras personas que llegan a padecer el sufrimiento de Alain Cocq se vean atrapadas y sin la salida digna que desean.

Debido a la respuesta que recibió de Macron, el 4 de septiembre pasado Cocq anunció que al día siguiente abandonaría su tratamiento y dejaría de comer y beber para poder morir. Además, transmitiría por Facebook el proceso que llevaría a su muerte para mostrar el sufrimiento que tal decisión implicaría, el que se podría evitar si hubiera tenido acceso a los medicamentos que le garantizarían una muerte tranquila, sin agonía. La decisión de dejar de comer y beber es una opción para terminar la vida a la que recurren, en algunos países, cada vez más personas que padecen una condición que les causa un sufrimiento intolerable, debido a lo cual prefieren morir, pero no tienen acceso a la eutanasia o el suicidio médicamente asistido por estar prohibidos en donde vive.

Estados Unidos, Canadá y diversos países europeos han discutido ampliamente esta decisión y cuentan con guías muy claras para que las personas que elijan este medio para morir puedan hacerlo en las mejores condiciones y mueran en un periodo no mayor a dos semanas. Es indispensable que cuenten con el acompañamiento de alguien que tenga la preparación para aliviar los síntomas físicos que les cause la deshidratación, además de darles el apoyo emocional y práctico que requieran en el proceso. En la literatura anglosajona se llama a esta decisión Voluntarely stop eating and drinking, VSED. Es un tema que en México aún no hemos discutido. Pocos días después de haber iniciado este proceso que causaría su muerte, Alain Cocq decidió interrumpirlo y reingresó al hospital para recibir hidratación y alimentación. Reconoció que le resultó muy duro, lo cual es fácil de entender, sobre todo, si no contaba con un adecuado apoyo.

muerte digna
Imagen: Paco Puente.

Algo que deja muy claro el caso de este enfermo es que las leyes francesas en materia de muerte digna son insuficientes. Y nos interesa comentar esto porque ésta es una situación muy parecida a la que tenemos en México. En Francia, la Ley Claeys-Leonetti, que lleva el nombre de los diputados que la promovieron, permite, desde enero de 2016, que se suspendan tratamientos que prolonguen la vida de un paciente cuando éstos no representan un beneficio para el enfermos y sólo prolongan una vida de sufrimiento que el enfermo no desea (sea que él lo exprese directamente o lo hagan sus familiares basándose en lo que el paciente había comunicado con anterioridad). De esta forma se busca evitar la llamada obstinación terapéutica y se incluyen como tratamientos que pueden suspenderse la alimentación e hidratación artificiales. Por otro lado, está permitida la sedación profunda y continua en pacientes que están muy cerca de su muerte, con la cual no se busca causar su fallecimiento, sino hacer que los enfermos encuentren la muerte inconscientes para que no experimenten el sufrimiento que no se les puede aliviar. Alain Cocq no podía recibir esta forma de sedación (que dice no querer) porque con la enfermedad que padece todavía le queda tiempo de vida.

En México la situación legal es muy parecida. Los pacientes, o sus familiares si estos ya no pueden comunicarse, pueden pedir que se suspendan tratamientos que sin aportar beneficio, prolongan la vida (o la agonía) y está permitida la sedación profunda y continua. Una diferencia importante con respecto a Francia, es que en nuestro país no existe la claridad legal suficiente con relación a las decisiones de suspender tratamientos de soporte vital. En primer lugar, hay cierta inconsistencia entre las leyes, de manera que lo que se plantea en la Ley General de Salud, por ejemplo, no es consistente con lo establecido en el código penal, así que lo permitido es al mismo tiempo penalizado. En segundo lugar, no hay un acuerdo general de que deban considerarse tratamientos la alimentación e hidratación artificiales. Muchas personas (de los equipos médicos, familiares o pacientes) consideran que todo lo que se refiera a la alimentación e hidratación es siempre un cuidado básico que no se puede dejar de dar.

Otro aspecto muy preocupante es que no existen lineamientos claros sobre la sedación profunda y continua: qué pacientes y cuándo son elegibles para recibir esta intervención. Prevalece una gran discrecionalidad entre los médicos paliativistas que la aplican, quienes determinan individualmente cuándo suministrarla y cuándo no. Muchos pacientes se benefician al recibirla y otros se ven privados de ese beneficio; al no haber criterios claros, los pacientes y familiares desconocen cuándo tienen derecho a esta opción que podrían desear al final de la vida. Finalmente, queda claro que tanto en Francia como en México, con todo el beneficio que representan los cuidados paliativos cuando son aplicados de manera oportuna y adecuada, tienen límites para garantizar un buen final de vida porque no siempre pueden aliviar el sufrimiento de los pacientes.

suicidio medicamente asistido
Imagen: MedicoPlus.

Alain Cocq llevaba años recibiendo cuidados paliativos, pero éstos han sido insuficientes para evitar la tortura en que dice vivir y a la que quería poner fin adelantando su muerte con la ayuda adecuada. La agrupación francesa Association pour le Droit de mourir dans la Dignité (Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad), le ha expresado su apoyo con una campaña en las redes sociales bajo la etiqueta #JeSoutiensAlainCocq (#YoApoyoAAlainCocq). Esta agrupación tiene una propuesta de ley para permitir la eutanasia y el suicidio asistido, al mismo tiempo que pide que se garantice el acceso universal a los cuidados paliativos, pues queda claro que estas opciones (la muerte médicametne asistida y los cuidados paliativos) deben ser siempre complementarias, no excluyentes.

Me llama favorablemente la atención que haya sido Nathalie Kurz, presidenta de una asociación de ayuda a discapacitados, Handi mais pas que, quien ha hablado en nombre de Alain Cocq. Me parece importante señalarlo, porque en países como Estados Unidos y el Reino Unido, los grupos de discapacitados son los que muestran la mayor oposición a las iniciativas de leyes para permitir la muerte asistida, argumentando que con ellas se atenta contra los derechos de las personas más vulnerables a las que se busca eliminar de esta forma. Un argumento falaz, desde luego, porque las leyes que se promueven sólo buscan que la muerte asistida sea una opción para las personas que la quieren y entre ellas pueden incluirse las que padecen discapacidades, como en el caso que comentamos.

asociacion para morir
Imagen: La Depeche.

Es interesante señalar que Alain Cocq comenta en sus declaraciones que él no busca el suicidio, cuando lo que describe que ha solicitado es un suicidio médicamente asistido (una forma de suicidio, sin duda). Se entiende su aclaración porque “suicidio” suele evocar una muerte irracional y violenta, mientras que la muerte que busca este enfermo es una muerte reflexionada, asumida y en paz. En mi anterior artículo, Una iniciativa para prevenir el suicidio, hablé de los sentidos tan diferentes asociados a una misma palabra y la confusión que esto ha causado.

Hay mucho que agradecer a Alain Cocq por su interés y largo activismo promoviendo el derecho de las personas a decidir el momento y la forma de morir. Parece muy injusto que él mismo no pueda ver respaldado su deseo de recibir ayuda para morir, una causa que ha defendido por años. Un caso más que demuestra que países como Francia y México deben ampliar las opciones ahora existentes para cualquier persona que considere que la muerte médicamente asistida (eutanasia o suicidio médicamente asistido) es lo que necesita y elige, pueda contar con ella. Son decisiones sobre circunstancias de enorme sufrimiento y profundamente personales, pero corresponde a las sociedades y a sus gobiernos decidir si y cómo respaldar.


También te puede interesar: Una iniciativa para prevenir el suicidio.

¿Una píldora letal para las personas mayores?

Lectura: 7 minutos

Cuesta trabajo elegir un tema que no tenga que ver con la pandemia que vivimos, pero está bien hacerlo porque no todo es el coronavirus y su amenaza, cada vez más cercana, a nuestra vida supuestamente sana y normal. En esta columna retomo un tema del que se estuvo hablando el mes pasado y que causó una gran controversia. Me refiero a la discusión que se ha dado en Países Bajos sobre si debe apoyarse el deseo de personas mayores de 75 que querrían contar con los medios para terminar con su vida cuando así lo decidan. Este tema lo traté en mayo del año pasado –Una “vida completa” y el derecho a decidir cuándo morir,–, pero se justifica volverlo hacer porque ha adquirido nuevamente relevancia.

La manera en que las noticias sobre el tema fueron difundidas es, en sí misma, un aspecto que también es importante analizar y algo que se observa con mucha frecuencia en la publicación de noticias relacionadas con el tema general, de decidir el fin de la propia vida y recibir ayuda para ello. No es sorpresa que estamos ante un tema muy controvertido, defendido por unas personas y atacado por otras. Ciertamente, quienes están en alguna de estas posiciones pueden tener un interés para convencer a otras personas de que se sumen a su posición. Lo ideal es usar argumentos para ello, como de hecho ha pasado en Países Bajos. El problema es cuando se distorsionan las noticias y se presenta el tema buscando que la gente se oponga al mismo. Sea para manipular la opinión de las personas o por desconocimiento, quienes así publican las noticias, están actuando, en ambos casos, de manera irresponsable y poco ética.

La noticia que se difundió en ese país fueron los resultados de una investigación sobre el interés de personas mayores de 55 años de contar con la ayuda o los medios para poner fin a su vida, cuando no quieran vivir más debido a su edad avanzada. Actualmente en Países Bajos, para poder recibir ayuda para morir, mediante la eutanasia o el suicidio médicamente asistido, las personas deben padecer una enfermedad que cause un sufrimiento (físico o mental) intolerable, condición que no cumplen estas personas. Puesto que hay personas mayores de edad que quieren tener derecho a recibir ayuda para morir, aunque no estén gravemente enfermas, y hay desacuerdo entre los partidos políticos para defender un proyecto de ley en ese sentido, el Ministerio de Salud encargó un estudio para tener datos objetivos sobre el tema.

muerte asistida para mayores
Ilustración: Who Chooses.

Es interesante comentar esa buena costumbre de este país que hizo algo similar a mediados de los 90 cuando se discutía la eutanasia y el gobierno quería conocer cuál era la situación con relación a las diferentes decisiones médicas sobre el final de la vida. Pidió que se realizara una encuesta nacional a los médicos, previo acuerdo con el Ministerio de Justicia de que no habría sanción para quienes reportaran haber aplicado la eutanasia, entonces un delito, porque lo que necesitaban era saber lo que en la práctica estaba sucediendo.

De acuerdo con los datos que presentó Els van Wijngaarden, investigadora responsable del estudio “Perspectivas sobre las personas mayores con un deseo de muerte sin estar gravemente enfermas: las personas y las cifras”, unas 10,000 personas de 55 años o más –el 0.18% de ese grupo de edad– desearían poder acabar con sus vidas cuando las consideren completas, aun sin estar gravemente enfermas. Es importante subrayar que no es que la personas que expresan este deseo ya quieran morir; lo que quieren es tener la seguridad de que cuando lo deseen podrán hacerlo (El País).

Una de las maneras distorsionadas en que se divulgó la noticia fue afirmando que en Países Bajos se iba a empezar a repartir, entre las personas mayores de 70 años, una píldora para que pudieran suicidarse si así lo deseaban, sin requerir prescripción médica ni presentar un problema específico de salud. No es casual que la misma noticia comentara que este país es uno de los más afectados por banalización social de la muerte asistida (Mallorca Diario).

els investigadora de mayores
Els van Wijngaarden, profesora e investigadora.

Aun no se ha presentado un proyecto de ley en el que se establecerían las condiciones para ayudar a personas mayores de 70 que quieran morir. Un proyecto que, por el momento, sólo respaldaría el partido progresista D66, uno de los cuatro que actualmente forman el gobierno. Tampoco existe una pastilla letal para que las personas puedan usarla para morir de manera segura y sin dolor cuando así lo decidan, sin requerir la ayuda de un tercero, sea médico o no. Ciertamente contar con este medio sería ideal para muchas personas que han pensado que podrían llegar a encontrarse viviendo en condiciones indeseables y por eso mismo, hay organizaciones, comprometidas en defender el derecho de las personas a decidir el final de su vida, que están promoviendo la investigación para conseguir algo así.

La razón para hablar de una pastilla letal es que cuando a principios de los años 90 empezó la discusión sobre el derecho de las personas mayores de edad a decidir su muerte, se hablaba de la “píldora Drion”. Esto debido a que Huib Drion, quien fuera juez de la Suprema Corte de Justicia, fue el primero en defender este derecho argumentando que las personas debían vivir con la tranquilidad de saber que podían contar con los medios para morir cuando así lo desearan.  

¿Se deberían proporcionar los medios para morir a personas mayores? En Países Bajos la pregunta crucial es si debe darse esta ayuda también a personas mayores que no cumplen el criterio legal para recibir la eutanasia o el suicidio médicamente asistido por no padecer una enfermedad que les cause un sufrimiento intolerable. Desde luego, existen argumentos a favor y en contra de la muerte asistida tal como ya se permite en esa nación y en otros países, pero ahora imaginemos que hay acuerdo al respecto, y lo que debe decidirse es si hacerla extensiva a personas mayores de 70 años que quieren morir, aunque no estén enfermas.

La razón para responder afirmativamente es el respeto a la autonomía de las personas que quieren contar con esa opción; personas para quienes es importante poder decidir cuándo quieren dejar de vivir porque consideran que han completado su vida, pero necesitan los medios para morir bien. Se trata, dice Agnes Wolbert, directora de NVVE –la asociación holandesa que defiende el derecho a una muerte voluntaria–, de una decisión a la que algunas personas llegan tras una muy profunda reflexión y, al no contar con el apoyo que quisieran, buscan la muerte mediante suicidios violentos que supuestamente la sociedad holandesa quiere combatir. Además, de acuerdo a datos de una encuesta nacional, la mayoría de los holandeses apoya que las personas físicamente sanas que quieran morir, porque están cansadas de vivir, puedan hacerlo mediante la eutanasia (NVVE).

agnes
Agnes Wolbert, directora de NVVE .

Uno de los argumentos en contra de permitir la muerte asistida a personas mayores es que en ocasiones el deseo de morir se explica porque viven en condiciones de soledad o con problemas económicos. En lugar de apoyar su deseo de morir, se deberían cambiar estas condiciones porque cuando las personas cuentan con redes de apoyo, su deseo de morir desaparece. Pues a veces sí y a veces no. Hay personas que quieren morir porque se sienten completamente dueñas de su vida y llega un momento en que ya no quieren vivir más; están rodeadas de gente que las quiere y tienen que pedirles que respeten su voluntad. La película francesa La última lección (La dernière leçon)[1] describe esta situación en que una mujer de 92 años, madre y abuela, comunica a su familia, el día de su cumpleaños, que ha tomado la decisión –congruente con lo que siempre dijo a lo largo de su vida– de terminar con su vida. Desde luego, viviendo en Francia no pretendía que el gobierno le garantizara el acceso a una eutanasia; ella misma tenía que conseguir los medios, pero sobre todo, el apoyo de su familia, pues al principio sólo uno de sus nietos entendía y defendía la libertad de su abuela.

¿Fue egoísta esa abuela? Se ha argumentado, en contra de que las personas mayores determinen el final de su vida, que sus decisiones afectan a sus familiares y deberían tomarlos en cuenta. Sin duda que alguien decida adelantar su muerte afecta a las personas cercanas porque la separación que implica la muerte duele. Ante la decisión de alguien querido que decide morir, se puede reaccionar con la indignación de que haya querido separarse de uno antes de tiempo o con el consuelo de haber respetado y apoyado a esa persona que quiso mantener el control de su vida hasta el grado de decidir su final.

Pero hablaba antes de las condiciones sociales y económicas que influyen en las decisiones de las personas mayores para morir. Ciertamente habría que mejorar esas condiciones para que las personas no se vean orilladas a preferir morir que seguir viviendo solas y desatendidas. Sí, hay que comprometerse con ello, pero mientras no se logre o, mejor dicho, reconociendo que seguirán existiendo limitaciones para lograrlo, la pregunta determinante en cada caso debe ser si la decisión de la persona que desea morir es clara y producto de una profunda reflexión que la lleva a decidir que prefiere morir. De la misma manera, se dice muy fácilmente que hay que poder volver a dar sentido a la vida de las personas que lo han perdido. Yo diría que está bien, si se puede, pero tampoco podemos pretender que tenemos la capacidad de hacerlo en todos los casos.

muerte asistida en holanda
Ilustración: Sean Chris S.

Nuevamente es oportuno recordar que las personas queremos diferentes cosas a lo largo de la vida y también al final. A unas personas, entre las que me incluyo, les interesa saber si van a poder elegir qué hacer con lo que les toque vivir –ya que muchas veces no se puede elegir lo que nos pasa–, y les da tranquilidad saber que tendrán la libertad para decidir dejar de vivir y poder hacerlo en las mejores condiciones. A otras no les interesa contar con esa opción.

Bienvenidas las diferencias, pero veamos cómo podemos respaldar ambas posiciones en sociedades laicas que respetan los derechos y libertades de los ciudadanos. En México nos falta mucho por hacer, pero es hora de empezar a acortar la distancia que nos separa ahora de Países Bajos en materia de reconocimiento y respeto de esos derechos.


Notas:
[1] Pascale Pouzadoux, Francia, 2015.


También te puede interesar: En España se discute la eutanasia.

En España se discute la eutanasia

Lectura: 8 minutos

En España se está discutiendo una iniciativa de ley presentada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que busca permitir la eutanasia. Es la tercera vez que se debate el tema en 20 meses y esta vez ha contado con el apoyo de todos los grupos legislativos a excepción del Partido Popular (PP) y Vox. La iniciativa ha recibido 201 votos a favor, 140 en contra y dos abstenciones.  Ahora debe ser revisada por el comité parlamentario de salud para pasar después al Senado y regresar a la cámara de diputados para la votación final. Se espera que pueda ser promulgada en junio.

De aprobarse esta iniciativa, podrán solicitar la eutanasia las personas que padezcan una enfermedad grave e incurable o invalidante –no necesariamente terminal–, que les cause un sufrimiento, físico o psíquico, insoportable. La eutanasia será aplicada por la sanidad pública, tanto en hospitales como en el domicilio del paciente, así como en centros privados. Los médicos podrán declararse objetores de conciencia.

Con esta ley, España sería el quinto país europeo que permite ayudar a morir a una persona que quiere adelantar su muerte para terminar con una vida en que predomina el sufrimiento. En Holanda, Bélgica y Luxemburgo se ayuda mediante la eutanasia –en que un médico aplica al paciente una dosis letal de medicamentos– o el suicidio médicamente asistido –en que un médico proporciona al enfermo los fármacos para que el mismo enfermo los tome y muera–. En Suiza, la ayuda se da mediante el suicidio asistido, con el cual, no los médicos, sino voluntarios de algunas organizaciones, ayudan a las personas, incluso a extranjeras, a poner fin a su vida.

muerte asistida
Ilustración: NPR.

En España, la mayoría de la población está a favor de la eutanasia –alrededor del 80%–, pero están en contra de ella los representantes de la Iglesia, así como los partidos conservadores. No es ninguna sorpresa que estas opiniones contrarias existan ni tampoco que las posiciones que desaprueban la eutanasia sean las conservadoras y se basen en creencias religiosas; lo que es necesario cuestionar es por qué ha prevalecido su influencia en la determinación de políticas públicas que son contrarias a lo que la mayoría de los ciudadanos quiere, una situación que se repite en muchos países.

Hay que reconocer que estamos ante un tema muy complejo y delicado. No es fácil legislar sobre una acción que consiste en causar la muerte y que, por lo mismo, parecería ir en contra de ese derecho fundamental que las diferentes sociedades hemos acordado respetar: el derecho a la vida. Por eso, lo primero que es necesario recordar es que es muy diferente que alguien vulnere este derecho y le quite la vida a otra persona que querría seguir viviendo –aquí sí podemos hablar de matar con toda la carga emocional que el término conlleva–, a que una persona decida que ya no quiere vivir porque su vida no sólo no le ofrece nada que pueda disfrutar, sino que cada día le aporta un sufrimiento que ya no quiere seguir padeciendo.

Para poder legislar sobre la eutanasia hay que tener muy clara la diferencia entre reconocer el derecho a la vida y pretender imponerlo como una obligación a quien ya no quiera vivir; también hay que establecer con mucho cuidado los criterios bajo los cuales se permitiría una acción que consiste en ayudar a morir, pues para nadie es ajeno que se trata de una ayuda muy especial. Esto también puede explicar que sean pocos los países que permiten una ayuda con la que tantas personas quisieran contar.

Espana y eutanasia
Ilustración: Adn Montavo Estrada.

Pero no creo que esta dificultad para establecer en qué condiciones se debe permitir la eutanasia, explique que no se respalde lo que la mayoría de los ciudadanos quiere en los diferentes países, pues es algo que tras estudiar y discutir se puede decidir, como ya lo han hecho otras naciones. Además la experiencia de estas ayuda a considerar cuáles son los criterios más convenientes, aunque cada jurisdicción termine regulando de acuerdo con su propia idiosincrasia. Por eso se puede pensar que hay algo más que explica que sean pocos los países que respalden la voluntad de las personas que quieren tener la libertad para decidir el final de su vida.

Tiene que ver con la intolerancia de muchos grupos para aceptar que las personas quieren diferentes cosas a lo largo de la vida y también al final de ésta, y que los deseos y decisiones de los individuos se basan en sus experiencias, creencias y valores. En sociedades plurales y laicas debe ser posible la coexistencia de las diferentes posiciones; que cada uno acepte que el otro puede ver las cosas de otra manera y tomar decisiones diferentes a las que uno tomaría, y lo importante es el mutuo respeto. Bienvenida la argumentación y tratar de convencer al otro del propio punto de vista, pero si esto no sucede, nadie tiene el derecho de imponer su propia posición.

Es importante analizar los argumentos que se han dado en España para oponerse a la iniciativa en discusión, identificar los puntos razonables y mostrar también los argumentos cuyo sustento es cuestionable, porque esta argumentación se repite en diferentes países cuando se discute, con algunas variaciones, la conveniencia de permitir la muerte asistida.

Lo primero que hay que reconocer, como defienden tanto el PP como Vox, es que las personas deben recibir cuidados paliativos para aliviar el sufrimiento que les cause una enfermedad. Es éticamente inaceptable que las personas quieran morir porque no se han reconocido ni atendido sus necesidades, sean estas físicas, psicológicas, sociales o espirituales. Es cierto que muchas personas que han pensado que estarían mejor muertas, cambian de opinión cuando reciben cuidados y mejora su calidad de su vida, lo que les permite esperar el final con tranquilidad, a pesar de vivir con muchas limitaciones. Algo que no sorprende, pues en general las personas prefieren vivir, a menos que las condiciones en que lo hacen les resulten indignas.

marcha por la eutanasia
Fotografía: Deporte y Vida.

Lo que no se vale es tergiversar las cosas y afirmar, como hace el PP, que lo que busca el PSOE con la iniciativa para permitir la eutanasia es ahorrar costos para no dar atención a los más vulnerables. O afirmar, como hacen este mismo partido y Vox, que defender la iniciativa significa despreciar el valor y la dignidad de las personas, en lugar de reconocer que lo que se busca es contar con una ley que respalde la decisión de las personas para morir, cuando así lo decidan, con la ayuda adecuada para tener una muerte segura y sin dolor.

Que se legalice la eutanasia, lejos de querer decir que no se respeta la dignidad de las personas que la desean, significa que se las reconoce como las dueñas de su vida. Esto incluye que puedan decidir cuándo ya no quieren vivir, porque a ellas, la forma en que su enfermedad las obliga a vivir les parece indigna. Por descontado se da que puede haber otras personas en una situación similar que quieran seguir viviendo. O enfermos que crean que Dios es el dueño de su vida y sólo a él le toca decidir su final. A ninguna de ellas les interesará pedir ayuda para que se adelante su muerte.

Da la impresión de que, a falta de argumentos convincentes, los legisladores que han expresado su posición para oponerse a la eutanasia inventan acusaciones falsas y se presentan como los únicos preocupados por las necesidades de los enfermos. Pero me puedo imaginar las palabras de una persona que considera haber llegado al límite del sufrimiento que puede soportar y prefiere morir; querrá decirles a estos legisladores que no la defiendan. En primer lugar, porque no es cierto que los cuidados paliativos pueden aliviar siempre el dolor físico o psíquico que padecen las personas, ni siquiera cuando estos se hayan desarrollado lo suficiente como para que todo mundo cuente con ellos. En segundo lugar, porque los legisladores los presentan como si fueran personas incapaces de decidir sobre su vida, a los que hay que proteger de lo que piden, porque a los representantes del PP y de Vox les parece inconcebible que una persona lúcida pueda tomar la decisión de morir. Resulta que sí, que alguien que ha reflexionado en la vida y en la muerte puede, precisamente porque ha valorado su vida, saber en qué condiciones ya no quiere vivirla.

Lourdes Méndez, de Vox, se ha referido en términos muy duros contra quienes promueven la nueva ley, acusándolos de enviar el mensaje a los enfermos que padecen un sufrimiento intolerable de que su vida no es digna.

Aunque aclara que sus argumentos no se apoyan en ideas religiosas, cuesta trabajo creerle, toda vez que inicia diciendo que proclama el valor y la dignidad de la vida, desde su concepción hasta la muerte natural, cuando desde hace años ésta ha sido la instrucción de la jerarquía católica para oponerse al aborto y la eutanasia. Una instrucción que, en lo que toca al extremo final de la vida, no tiene mucho sentido cuando éste sucede en un contexto de atención médica. La práctica de la medicina se contrapone de muchas formas a lo natural, a superar defectos congénitos o enfermedades que padecen las personas.

La defensa de la muerte natural en la atención médica equivaldría a dejar a la naturaleza hacer su tarea sin intervenir, lo que implicaría no evitar muertes prematuras que sí se justificaría impedir. Lo que debe importar es considerar siempre si una intervención médica va a ser benéfica o no. Y así como la medicina puede ayudar a prevenir, curar y dar calidad de vida, debe también poder usarse para procurar una muerte sin dolor si el médico está de acuerdo en que esto es lo mejor para el paciente que lo pide. La otra razón por la que cuesta trabajo creer a Lourdes Méndez que su posición no se basa en creencias religiosas, es porque termina su intervención en el congreso deseando “a quienes aprueben esta ley, que Dios los perdone”.

Todos estamos de acuerdo en que no debe ayudarse a morir a una persona que quiera seguir viviendo y que sería muy lamentable que personas que no desean morir se vean presionadas a pedir esta ayuda. Pero esto no ha pasado en ningún lugar en que se permite alguna forma de muerte asistida. Permitir la eutanasia en España lo único que hará será ampliar las opciones de las personas para decidir cómo quieren y cómo no quieren vivir el final de su vida. Quienes no quieran esta opción no tendrán que elegirla, pero las personas, para quienes contar con esta ayuda significará la liberación digna de una vida indigna, sí se verán muy favorecidos.

Y este avance debe ir acompañado, desde luego, de un mayor desarrollo de los cuidados paliativos, lo que de hecho se ha mostrado que sucede en los países en que se ha permitido la eutanasia o el suicidio médicamente asistido; esto sucede por la simple razón de que en esos lugares se da más importancia a la atención de los pacientes en la última etapa de su vida.

Fernando Cuesta
Fernando Cuesta (Fotografía: El País).

Por eso, termino mi columna con las palabras de Fernando Cuesta, un enfermo de esclerosis lateral amiotrófica español que dejó su testimonio antes de ir a Suiza a morir: “Que quien quiera viva, pero que nos dejen a los demás morir dignamente”.


También te puede interesar: Muerte asistida, ¿qué peligro implica su legalización?