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Identidad política: clase, ideología, concientización

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Junto con los ingredientes que hemos revisado de sexo y género, raza y color, pueblo y cultura, la identidad de clase y la ideología política conforman el lugar, tanto objetivo como subjetivo, que un sujeto tiene y desempeña en su nicho social. La conciencia de clase ha sido tema de análisis y debate en las ciencias sociales y económicas a partir de la obra de Karl Marx, quien a mediados del siglo XIX propuso que, si bien la explotación era un hecho manifiesto de la sociedad capitalista, los trabajadores no siempre tienen conciencia de ser utilizados de esa manera y es necesario que se les exponga esa realidad y la adquieran por experiencia. Planteó que una creciente conciencia de clase sería condición necesaria no sólo para conquistar salarios y prestaciones justas y dignas como fruto de su labor, sino para revolucionar la sociedad y eventualmente eliminar las clases sociales.

Con frecuencia la discusión académica se ha centrado en temas teóricos, por ejemplo si la propiedad privada es algo natural o social, si la explotación ocurrió en los países comunistas, o si la situación económica ha cambiado de tal manera que ya no es vigente el concepto de clase social. Es verdad que desde mediados del siglo pasado el desarrollo de la empresa y el comercio en el planeta ha dado lugar a múltiples roles, como los gerenciales, los administrativos, los promotores o las diferentes calificaciones y capacidades de los trabajadores. El complejo sistema económico y laboral moderno rebasa las clases sociales identificadas en su momento como proletariado, burguesía o clase media. Ahora bien, las prerrogativas, las obligaciones y la conciencia laboral en las sociedades actuales mantienen una estratificación social, aunque más diversa y diferenciada. La jerarquización se hace muy patente en la deplorable desproporción económica entre pobres y ricos que se ha acentuado desde finales del siglo pasado a raíz de la hegemonía neoliberal y la globalización.

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Dos modelos piramidales de clases sociales. Izquierda: modelo de las clases sociales en la Colombia del Siglo XIX (tomado de Colopedia). Derecha: modelo de tres niveles (tomado de José Luis Trujillo).

Si bien en este último contexto se planteó que la noción de clase social estaba superada, las personas siguen aplicando la noción de clases jerárquicas y estratificadas para describir la sociedad en la que viven y para ubicarse en esa estructura. Esto se ha comprobado empíricamente en sociedades tan democráticas como la inglesa o tan igualitarias como la danesa. La remuneración y la situación económica siguen siendo los criterios para establecer la ordenación jerárquica de la sociedad, suplementados con cotejos del nivel educativo, nivel de vida y perfil ocupacional. De esta forma, además de entender la conciencia de clase como una situación colectiva de rangos y estratos, es necesario considerarla como un atributo subjetivo propio de la autoconciencia. Esto es así porque cada persona, al discernir su trabajo, forma de vida y situación económica en referencia a la organización de la sociedad se piensa y se establece como integrante de cierta clase y con ello adopta ciertas creencias, sentimientos y deseos. Esta noción personal y subjetiva difícilmente puede llegar a ser exacta en referencia al rol que la persona juega en la cadena laboral, los medios de producción, o la estructura social, pero está sujeta a una creciente concientización lo cual tiene un efecto importante en su liberación y su autorrealización, como lo analizó el pedagogo brasileño Paulo Freire. En la filosofía educativa de Freire, el potencial para ser libre en un entorno de dominación apunta a descubrir e implementar alternativas mediante la concientización: el proceso de toma de conciencia que el sujeto experimenta en su aprendizaje sobre el mundo y los obstáculos que enfrenta.

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Portada del libro “Concientización” de Paulo Freire y retrato de este autor y pedagogo brasileño (tomado de Art Station).

Durante su aprendizaje, desarrollo y experiencia laboral y social, las personas se plantean objetivos o metas para mejorar su situación, optimizar sus habilidades y conseguir mayor seguridad y satisfacción. Desgraciadamente, entre las diversas naciones y clases sociales es muy desigual la posibilidad de elegir e implementar una forma de ganarse una vida digna y satisfactoria al ejercer una labor grata, apropiada y eficiente en términos de habilidad, creatividad y retribución. Además de mejorar la oportunidad de lograr este objetivo, se plantea como deseable que todo sujeto activo y pensante pueda percibir y categorizar la sociedad en la que vive y su papel en ella en términos de justicia y de ética.

El conjunto de creencias y las acciones que toma una persona en referencia a las clases sociales constituye un nodo crucial de su orientación política y su identidad personal. La identidad política más conocida y reiterada se definió desde la Revolución Francesa como la posición ideológica que un individuo considera tener en una línea continua que va de izquierda a derecha con un centro figurado. Durante más de un siglo la izquierda se definió como el sector liberal, progresista y socialista que defendía la revolución o la reforma para producir una sociedad más justa, y la derecha por el sector conservador, tradicional y capitalista de quienes favorecían una separación de clases como necesaria para la economía y el funcionamiento social. A raíz del colapso del socialismo real en 1989, los conceptos de izquierda y derecha han sufrido una revaloración que no ha llegado a decantarse en una redefinición clara.

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Representación típica en una línea horizontal continua de la izquierda, la derecha y el centro del espectro político (tomada de Blog Salmón).

A pesar de los cambios y variaciones en el significado de los términos, creo que aún se puede mantener que la izquierda favorece el progreso y las reformas hacia una mayor igualdad social y económica en un estado que garantice el bienestar de la mayoría y en beneficio particular de los más desfavorecidos. Por su parte, la derecha apoya la autoridad, el orden y el reforzamiento de las tradiciones, instituciones y condiciones que garanticen la libre empresa, la ganancia y la generación irrestricta de capital. Es posible que la distinción más básica sea la tendencia para acercar, difuminar o desaparecer las jerarquías de clase como peculiar de la izquierda, a la cual se opone la tendencia para consolidar la existencia y las funciones de clases dominantes peculiar de la derecha. Esta bipartición no es del todo coherente, pues se encuentran posiciones autoritarias, libertarias o nacionalistas en los dos extremos del espectro. Más aún, lo que se entiende por conservador, liberal, radical, socialista, burgués, demócrata y otros términos ha variado en diferentes épocas y lugares. Además de la línea horizontal de izquierda a derecha se ha plantado otra variable que cursa del autoritarismo al libertarianismo y que se coloca a 90 grados sobre la anterior para conformar una cartografía dos dimensiones y cuatro cuadrantes para representar el territorio ideológico de manera más completa.

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Gráfica del espectro político en dos dimensiones, con un eje socioeconómico horizontal de izquierda a derecha y un eje sociocultural vertical de autoritarismo a libertarianismo. Los cuatro cuadrantes restantes del cruce ortogonal (a 90º) de estos ejes se dibujan en colores supuestamente representativos de cada ideología política. Modelo basado en las propuestas del psicólogo británico Hans Eysenck (1956) (tomado de Wikipedia).

En la actualidad la investigación científica sobre la identidad política concibe que la afinidad ideológica surge por la confluencia de factores “ascendentes” (a partir de los subsistemas psicobiológicos) de tipo genético, fisiológico, motivacional o moral, con acomodos “descendentes” (a partir del suprasistema social) de enseñanza, indoctrinación, información histórica y política. Hay también influencias “horizontales” que provienen del diálogo y la aprobación o repudio de personas contemporáneas. Phillip Hammack de la Universidad de California ha propuesto un modelo tripartita de la identidad política que integra aspectos cognitivos, sociales y culturales en un marco múltiple poniendo el foco del análisis en los contenidos, la estructura y los procesos. Define la identidad como la ideología estructurada en el proceso discursivo y manifestada en una narrativa personal que se construye y reconstruye en el curso de la vida a través de las interacciones y las prácticas sociales.


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Entre tantas malas, una buena noticia

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En noviembre de 2018, Mark Zuckerberg anunció la creación de un Consejo de Supervisión de los contenidos de Facebook. El propósito de esta entidad será el de defender el principio de darle una voz a la gente al mismo tiempo que se reconozca la realidad de [tener que] preservar la seguridad de las personas (traducción propia, Facebook).

Un artículo publicado por cuatro miembros de este Consejo explica sus funciones: se enfocará en los contenidos más problemáticos para Facebook incluyendo aspectos como discursos de odio, acoso, y la protección de la seguridad y la privacidad de las personas. También decidirá si algunos contenidos deben o no mantenerse a la vista del público (NYT).

Ya era hora…. Pero ¿será suficiente?

Si Facebook junto con Instagram, WhatsApp y Messenger, que también son de su propiedad, eran utilizados por alrededor de dos mil millones de personas en el mundo antes de la pandemia, en este último período su uso se ha intensificado aún más especialmente en las zonas más afectadas por ella, donde el confinamiento ha sido la norma. Su rol en estas circunstancias como medio de comunicación, acercamiento social en el distanciamiento, entretenimiento, educación, entre otros, los han vuelto indispensables, pero también nos ha expuesto más que nunca a información falsa.

facebook y desinformacion
Ilustración: ARTky6.

Facebook, que ha provisto a la humanidad de una forma invaluable de estar en contacto, ha tenido problemas severos para garantizar la veracidad y honestidad de los contenidos que se comparten a través de su plataforma, además de una incapacidad o falta de voluntad para proteger los datos privados de los usuarios –sobre este último tema véase un artículo en esta misma columna–.

Al principio, Facebook –lo mismo que las demás empresas mencionadas que se crearon posteriormente y que fueron absorbidas por ella– parecía un instrumento bastante inocente para mantener contacto e intercambiar fotos y comentarios con amigos, y encontrar nuevas relaciones. En poco tiempo, sus funciones se fueron ampliando de manera vertiginosa, facilitando intercambio de textos, millones de videos, facilitando la organización de conferencias, campañas electorales, entre otros. Pero el mal uso de este medio ha ido creciendo y se ha convertido en un instrumento de intervención externa de campañas políticas  a través de la inserción de publicidad falsa –Rusia en las elecciones de Estados Unidos de 2016–; de la transmisión de ideologías fanáticas que terminan en masacres –de los supremacistas blancos o de yihadistas–; y de tráfico de personas.

No existe una regulación internacional que pueda actuar para detener este tipo de problemas. En el tema de protección de datos personales se han hecho algunos avances como la iniciativa de Regulación General de Protección de Datos de la Unión Europea (GDPR, por sus siglas en inglés) de hace dos años, y muchos países han dictado regulaciones respecto del acceso y uso indebido de estos datos, aunque los resultados han sido insatisfactorios.

Los problemas para filtrar contenidos son múltiples, empezando por la ambivalencia de estas empresas como Facebook para hacerlo, pues enfrentan el dilema de cuánto se puede estar transgrediendo derechos democráticos al censurar la comunicación –tema muy polémico, especialmente cuando se trata de grupos de odio–, y los costos de marginar de sus redes a estos grupos poderosos.

provacidad de datos facebook
Ilustración: Techcrucnh.

Los problemas técnicos no son menos desafiantes. La tarea de filtrar contenidos no puede aún ser resuelto exclusivamente por algoritmos, sino que requiere la intervención de seres humanos. La empresa tenía contratados más de 7,500 revisores de contenido en 40 idiomas en 2018, según un informe de Facebook. La compañía sostiene que tiene vínculos con 60 organizaciones que revisan la veracidad de los datos y hechos que se transmiten a través de su plataforma, y su esfuerzo se ha intensificado ante la situación del coronavirus para evitar la desinformación sobre este tema en particular (Facebook).

El problema es que muchos de los “revisores” de contenido contratados por Facebook no son especialistas en realizar lo que llaman “moderación de contenidos” ilegales o inmorales al público. Muchos de los trabajadores contratados para analizar y filtrar una enorme cantidad de imágenes, videos y textos que se muestran en el sitio de Facebook, de acuerdo con criterios predefinidos, lo hacen individualmente en la esfera gig del empleo, sin capacitación adecuada para esta labor ni apoyo psicológico para hacerlo, y la cantidad de datos o imágenes que deben procesar es enorme. Es decir, están sometidos a un gran estrés –véase artículo sobre las condiciones de trabajos en las plataformas digitales en esta columna–, por lo que el resultado de este esfuerzo es mucho menos que satisfactorio.

Por otra parte, el desarrollo de la tecnología para producir información falsa es muy acelerado, lo que hace aún más difícil detectar las tergiversaciones y manipulación de fotos, videos, discursos, etc. La forma más avanzada de manipulación es la técnica del deepfake –que en sí progresa a gran velocidad–, basada en el “aprendizaje profundo” de una persona a través de la inteligencia artificial –véase artículo en esta columna– y puede transformar su imagen y su voz de manera que en apariencia expresa verbal y gráficamente ideas o discursos falsos que engañan a cualquier observador, a menos que éste sea uno de los escasos profesionales especializados en estas técnicas digitales. En septiembre del año pasado, Facebook decidió contribuir con 10 millones de dólares a un fondo que estudia formas nuevas de detectar el deepfake, y a principios de este año la compañía decidió prohibir la transmisión de contenidos con esta tecnología –eso es, si es que los pueden detectar–.

En la práctica, Facebook ha hecho progresos en manejar contenidos, ya sea porque han ido tomando conciencia espontáneamente o bajo presión. Por ejemplo, en abril de 2018, Facebook publicó los Lineamientos Internos que determinan los estándares de la compañía para censurar contenidos, lo que ayuda a los revisores a eliminar aquellos que se consideran inaceptables. Por ejemplo, respecto a la violencia señala que eliminamos el lenguaje que incita o da lugar a actos graves de violencia. En los casos en los que consideramos que existe riesgo real de daños físicos o amenazas directas a la seguridad pública, eliminamos el contenido, inhabilitamos las cuentas y colaboramos con las autoridades competentes (Facebook).

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Imagen: Axios.

También se han tomado medidas, especialmente cuando se acercan las elecciones en algún país o localidad, pues son los lapsos de tiempo en los que se carga más la web de mensajes falsos para influir sobre los resultados. Por ejemplo, Facebook removió 2.19 mil millones de informes falsos en el primer trimestre de 2019 y actuó específicamente contra 1,574 páginas no europeas y 168 páginas originadas en la UE –véase artículo en esta columna–, con vistas a reducir las manipulaciones virtuales antes de las elecciones parlamentarias europeas que tuvieron lugar en mayo de 2019. Durante la pandemia también se han tomado medidas especiales. En marzo del presente año, Facebook puso advertencias a unas 40 millones de comunicaciones relacionadas con el COVID-19, basándose en alrededor de 4,000 artículos provistos por los socios especializados en revisión de contenidos (Facebook).

Pero Facebook ahora ha dado un paso más importante. Después de sostener seis talleres y 22 mesas redondas con la participación de 650 personas de 88 países a lo largo del último año y medio, con el propósito de discutir la política que necesitaría la empresa para ser efectivos en la revisión y filtro de contenidos, ha anunciado la creación del Comité Supervisor independiente. Zuckerberg ha nombrado ya a los 20 primeros miembros de este comité y el próximo año se unirían otras 20 personalidades más, todas ellas muy destacadas en diversas disciplinas.

La finalidad del Consejo es proteger la libertad de expresión y formular recomendaciones sobre la política de contenido relevante de la empresa Facebook. Esta nueva entidad podrá escoger algunos casos de contenido que considere importantes de revisar y podrá ratificar o revertir la decisión de ser transmitido por Facebook. Su finalidad es revisar un número limitado de casos muy emblemáticos y determinar si las decisiones se tomaron de acuerdo con las políticas y los valores establecidos de Facebook (Oversight Board).

privacidad facebook
Ilustración: Cointelegraph.

Las opiniones sobre la creación del Comité de Supervisión de Facebook ya es tema de debate. Para algunos es un atentado a la libertad de expresión, mientras que para otros se queda muy corto respecto a lo que pueden realmente hacer para limitar el daño que hacen algunas de sus divulgaciones.

Bajo cualquier enfoque, la tarea de revisar contenidos de las publicaciones o mensajes de más de dos mil millones de personas es colosal, especialmente si los métodos que se quieren seguir son democráticos, es decir, que no trasgredan la libertad de expresión de las personas bien intencionadas. El Consejo conformado por 40 personas difícilmente podrá responder al desafío que se les presenta. Es quizás un primer paso para establecer criterios o una especie de gobernanza de las propias empresas, a falta de acuerdos y reglas internacionales.

Pero las grandes plataformas digitales tendrán que ingeniárselas de alguna manera, pues las exigencias sobre ellas son cada vez mayores. Por ejemplo, Francia acaba de aprobar una ley que da sólo una hora para que se retiren de las redes los mensajes que las autoridades consideren que están relacionadas con terrorismo o abuso sexual infantil. De no cumplirse esta regla, la multa aplicada podría llegar a ser el 4% de los ingresos globales de la empresa transgresora –miles de millones de dólares para una empresa como Facebook– (BBC).


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De intereses y cuerdas vocales

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No se perdió la magia, lo que pasa es que se descubrió el truco.
 Candidman.

En Latinoamérica, las ideológicas debieran ser un tema de interés permanente en las escuelas. Me refiero al estudio de las ideologías y sus intereses, sobre todo del siglo XX a la actualidad.

No hablo de filosofía ni de historia política sino de estadísticas políticas para hacer análisis comparativos de los gobernantes. De manera específica, ubicar creencias, juicios, planes de gobiernos y resultados concretos.

Con las nuevas tecnologías no es difícil encontrar datos objetivos porque hay lluvia de información mediática (actualizada), institucional (organismos gubernamentales e internacionales), y científicas (independientes).

Educar objetivamente a los estudiantes de hoy les permitiría a los votantes tomar decisiones electorales inteligentes y libres sobre consecuencias, no sobre propósitos y discursos. En ese sentido, los indicadores serían los factores objetivos, no los fanatismos.

intereses y fanatismo
Ilustración: Milenio.

Muchos factores históricos han sido derivaciones subjetivas, no la verdad objetiva. Por eso existen varias visiones de un mismo hecho. En la actualidad es más difícil el sesgo. Verbigracia, las situaciones socio-política-económica-culturales actuales, donde según el apego político e interés se escriben las páginas. Pero los datos ahí están pese a lo que argumenten los fanáticos.

Y es que los resultados electorales históricos (las alternancias recurrentes) evidencian que los líderes (de izquierda o derecha) no llegan al poder por la convicción ideológica de los electores,  más bien esgrimen que toman decisiones sobre la base del respeto al pueblo que los eligió, porque –según ellos– éste está de acuerdo con sus formas de pensar.

Sostengo que esto no es cierto, de lo contrario, ¿por qué las alternancias? Aunque haya quienes opinen que 4, 5 o 6 años no son suficientes para demostrar resultados, el que es buen gobernante no necesita la eternidad para demostrarlo, y el mal gobernante ni dejándolo de por vida.

Aquí la cuestión es que si los proyectos son buenos –como dicen–, por lo menos el partido en el poder debiera ser reelecto sin manipulaciones, sin lavado de cerebros, engaños, clientelismo, fraudes ni argucias.

En la práctica, los electores votan por factores envolventes. La gran mayoría no vota racionalmente o por convicción, sino por afición a los candidatos, por filiación, relación o por decepción.

intereses politicos
Ilustración: Europa Press.

Otra fórmula que ha llevado a muchos al triunfo electoral son las campañas negras, sucias o de contraste, no por convicción ideológica y sí por intereses particulares.

Yo no he sabido que en Latinoamérica una elección haya ganado porque los electores en su mayoría digan: “voto por Fulano, por su pensamiento smithsianista” (Adam Smith, ideólogo del capitalismo), o que en el esquema democrático salgan a las calles a defender a alguien por su convicción marxista (Carlos Marx, ideólogo del comunismo). ¡No!

Los electores en su mayoría no son dialécticos. La gran mayoría ni siquiera sabe de los ideólogos que impulsaron los sistemas, por lo mismo no votan por las ideologías sino por sus propios intereses y beneficios. Y precisamente lo que debería evitarse es la ignorancia del pueblo.

Es más, de acuerdo a estudios empíricos que yo mismo realicé, ni siquiera votan por el bien de la nación o el país. Al votante sólo le interesa su propio beneficio, y cuanto más el de su familia, de manera que si no encuentra privilegios personales es fácilmente utilizado y arropado por el discurso del nacionalismo, del patriotismo, el desarrollo, y el progreso que otros sustentan con su ideología. ¿Les suena familiar?

Formas de ideologizar

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En el fondo, la ideología tiene un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza anestesiar nuestra mente, confundir la curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos.
Paulo Freire.

En la búsqueda de la verdad, todos creemos tener la razón. Por eso tantas filosofías, ideologías, pensamientos, adoctrinamientos, religiones y conductas sociales. Muchas veces creemos que, porque hemos leído algo o conocido algunas cosas y lugares; que, por nuestra experiencia de vida, por la relación con personas –quizás– famosas, con eso y otras actividades adicionales, es suficiente para decir cuál es la verdad.

Y en nuestra vivencia cotidiana, cada persona tiene su propia visión y esa visión representa su verdad, porque eso es lo que vive. Y cuando la supuesta verdad coincide con situaciones similares a las de otras personas, entonces se hace una verdad colectiva. Y así es que se constituyen, por ejemplo, partidos políticos, sociedades, asociaciones, organismos, grupos, colegios, centros, gremios y colectivos que buscan intereses comunes, su beneficio y satisfacción.

Esta conexión sucede con el otro, en tanto éste piense como aquel, generándose una cuasi empatía. A la larga esto tiende a estropearse cuando la conexión fraternal se pierde. Por lo regular la creencia y convicción de una idea se arraiga cuando brota otra posición, ahí se revela el cambio de intereses y no necesariamente un acuerdo común, sino que emerge la verdadera inclinación; el enfoque subyacente o individualista.

Ajedrez.
Ilustración: OPEN.

Para mantener ese interés común se sostiene el factor referencial, que es sostener como verdadero lo que al otro le interesa, de tal manera se trabaja en ese objetivo para producir la conquista de su mente. Esto es lo que se llama ideologización.

Una vez agrupados en el mismo canal, llega la otra fase; la formación mediante círculos de estudios donde se autovalidan y secundan porque leen los mismos libros, reciben la misma información, se comunican entre sí; sociológicamente se entienden. Una forma simple de expresarlo es que se “enamoran”, y como es normal entre enamorados, se cuentan sus penas, dolores, carencias, proyectos, propósitos para justificar sus acciones. Así es en los grupos de formación religiosa, cultural, política, social y en clubes cívicos.

De esta manera, se entra con todo a conquistar los pensamientos a partir de las necesidades. Por supuesto que en esta misión no se pierde el discurso popular; por el contrario, mientras más se pueden sostener públicamente los discursos abrazadores, se masifica la postura generando más adeptos de forma sistemática. Asimismo, validan sus posturas o sus creencias.

Las creencias son –precisamente– el cimiento sustancial que alimenta la verdad que sostienen. Verdades que cuando se confrontan con otras se generan las posturas radicales (la que defiende un criterio por encima de cualquier circunstancia), o la postura advenediza (la que se defiende por relación empática, por tradición o por costumbre).

No obstante, lo que se considera como una verdad social genera criterios encontrados entre grupos antagónicos que viven en el mismo lugar. En los pueblos (o lugares pequeños), por ejemplo, hay criterios diferentes acerca de lo mismo.

Imponer ideologia.
Ilustración: Thibault.

Algunos de estos factores obedecen a la capacidad de recursos económicos y financieros, otro al nivel de educación; donde es usual que quien más tiene y quien más preparado esté, se dice dueño de la verdad. De manera que, una persona con más recursos y más preparación académica impone su verdad ante quien no tiene muchos recursos financieros y tiene poca o ninguna educación académica.

En un abanico de escenarios, a partir de este esquema, es que se promueven las ideologías. Es decir, lo que uno cree, lo promueve y lo siembra en los demás, con la intención principal de que los demás sigan el patrón con el fin de mantener o modificar el sistema social, económico, político o cultural existente. Utilizando este esquema simple de sembrar en la mente los pensamientos que a cada quien le conviene difundir, los interesados se enquistan en grupos que representan sectores sociales y luego con ello presentan los discursos o programas políticos con el fin de producir (en longitud y profundidad) el efecto de interés en el que envuelven a quien se deje.

En otras palabras, la ideología es una ruta de capitalización de ideas de unas personas sobre otras para lograr un fin aludiendo que es para el bien colectivo.

De esta manera, otra vez, América Latina está en manos de todo tipo de farsantes. De derecha y de izquierda. Ya hemos tenido de las dos aguas y los apuros siguen. No hay soluciones que duren mucho porque los mismos que las proponen, incluso las imponen con su poder legal o son medidas tipo parches.

Ambas partes juran fórmulas nobles, beneficiosas, sanas, pero con el tiempo la verdad se impone. Los “ideológicos” de uno y otro partido aluden al discurso reiterado de: “Aquel es peor que nosotros, hay que elegir al menos malo”.

En ambos casos, todos defienden lo que creen. Y esto, muchas veces, sino de forma regular, los lleva a considerar, además de sus creencias, que quien no profesa lo que ellos creen, los demás son una partida de ignorantes, tontos, estúpidos. Convencidos piensan de quienes los adversan que no merecen nada y los marginan, “es que no se dan cuenta que están mal”; incluso los agreden. Así nace la cultura del odio.

¿Le suena eso?