Mario Molina

El Gigante de la Ciencia

Lectura: 4 minutos

Era octubre de 1993. Este columnista cubría entonces un seminario sobre química atmosférica en la ciudad de Oaxaca. Ahí se encontraban investigadores, académicos y funcionarios. Uno de los expositores, quien vestía jeans y camisa corta a cuadros, dio una conferencia sobre el comportamiento de los clorofluorocarbonos (CFCs, compuestos químicos que poseen carbono, flúor y cloro), y que al llegar estos gases industriales a nivel estratosférico destruyen la capa de ozono.  

Había un importante antecedente que le daba relevancia a dicha exposición, y era que en 1985 se descubrió el agujero a la capa de ozono sobre la Antártida. Y justo un año antes, ese expositor junto con otros dos científicos más habían concluido una investigación de los CFCs en la estratósfera, justo donde ese escudo del planeta absorbe los rayos ultravioleta “B” y “UV-B”. Sin duda, se trataba de un gran hallazgo científico para la humanidad.

Puedo asegurar que nadie de los que estábamos en ese seminario podríamos pronosticar o imaginar que dos años después ese científico, Mario Molina, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), sería galardonado junto con Frank Sherwood Rowland y Paul Crutzen con el Premio Nobel de Química 1995.

Cuando terminó su exposición, hubo un receso, salió del auditorio y permaneció por unos minutos solo. Me acerqué a él, buscaba cómo angular la nota. Me sorprendió su sencillez con la que me recibió, y más cuando me fue explicando, con método pedagógico, cómo se comportaban los CFCs hasta destruir la capa de ozono. Al término de la entrevista-plática me dio sus números telefónicos para que ante cualquier duda lo buscara en su laboratorio del MIT, y hasta en su casa en Boston. Percibí la gran afabilidad de un científico universal.

El contraste de esa entrevista con el doctor Mario Molina, la tuve en ese mismo seminario horas después con otros investigadores, que celosos de sus estudios, se negaban a compartirlo a los medios. Algunos hasta me condicionaban darme la información a cambio de revisar primero la nota periodística; obviamente no accedí a esos condicionamientos y busqué otras formas para obtener los contenidos que necesitaba para cumplir con la cobertura.

Después de 1995, y ya como Premio Nobel de Química, lo entrevisté innumerables veces. Nunca perdió la sencillez y mantuvo siempre en alto su espíritu humanístico. Me brindó mucha información en exclusiva sobre los estudios de las partículas suspendidas PM10 y PM2.5, de la química atmosférica del Valle de México, de la contaminación del aire, la verificación vehicular, combustibles y movilidad, sobre el calentamiento global, cambio climático y del Proyecto MILAGRO (Megacity Initiative: Local and Global Research Observations), entre otros temas.

mario molina en reforma
De izquierda a derecha: Alejandro Ramos, Mario Molina y Alberto González en el área de Redacción del Periódico Reforma.

La campaña MILAGRO, en el 2006, fue un trabajo histórico de investigación sin precedentes, que coordinó Mario Molina para estudiar el impacto local, regional y global de la contaminación del aire, y para ello tomó como caso de estudio a la Zona Metropolitana del Valle de México. Participaron 430 científicos de varios países y 120 instituciones incluyendo a la NASA. Por aire y a nivel terrestre se analizó la generación de contaminantes en la metrópoli, su dispersión, transporte y  transformación en la atmósfera, así como los impactos en la salud humana.

Recuerdo al Doctor Molina destacar la participación de los investigadores mexicanos. “Estamos apoyando con becas a muchos estudiantes de posgrado de varias universidades del país para que se vayan a especializar a otras instituciones de alto nivel en Estados Unidos, Francia, Canadá, Alemania, Reino Unido, entre otras, pero les pedimos que regresen a México a aplicar el conocimiento científico adquirido. El país necesita a sus talentos”, me comentó en una entrevista.

Cuando coordinó los trabajos para el diseño del Programa para Mejorar la Calidad del Aire de la Zona Metropolitana del Valle de México (ProAire) 2002-2010, integró no sólo a los mejores investigadores del país, sino que por primera vez abrió los seminarios a los periodistas, no para cubrir la nota, sino para aportar sus conocimientos en comunicación para darle una orientación a los contenidos. Me sentí orgulloso de ser uno de los cinco periodistas que fue invitado por el Nobel de Química.

Y fue justo durante el seminario del ProAire, que realizó en una ex hacienda-hotel en Morelos en agosto de 2002, cuando al terminar una jornada de trabajo y pasar a la cena, tuve contacto con el científico que por un momento hacía a un lado las fórmulas, las ecuaciones, las teorías, los programas, y se concretó a platicarme sus experiencias y vivencias como estudiante de posgrado en Francia y Estados Unidos. Lo vi emocionado cuando iba hilvanando recuerdos, mientras cenábamos unos tacos al pastor y nos bebíamos cada uno un par de cervezas.

Pero a nivel humano hubo un hecho que recordaré toda mi vida. Cuando falleció mi señora madre (15 de enero de 2004), el Doctor Mario Molina hizo una pausa durante un seminario que impartía en un hotel de la Ciudad de México, y llegó al velatorio junto con la también científica Luisa Tan. Para toda mi familia fue un honor que nos acompañaran por más de 40 minutos en un momento de mucha tristeza.

También hubo acciones que dedicó en apoyar iniciativas por los niños y jóvenes, como fue el caso de la creación del Centro de Enseñanza Ambiental Dr. Mario Molina, ubicado en la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, en Iztacalco.

Fue en 2006, cuando el entonces jefe delegacional de Iztacalco, Armando Quintero, terminaba de rehabilitar una estructura (‘papódromo’) que sirvió para que el Papa Juan Pablo II oficiara megamisa en 2002. Entonces, –este columnista–, le sugirió a Quintero que el nuevo espacio llevara el nombre del Nobel de Química y que, además, invitara al científico a la inauguración. Como no se conocían, me encargué de presentarlos en una comida en un restaurante de Polanco. El Doctor Molina aceptó orgulloso y le pidió al funcionario que en el nuevo centro los niños y jóvenes siempre estuvieran en contacto con los grandes temas ambientales a través de talleres, seminarios, conferencias y juegos. Dicho espacio se inauguró el 23 de septiembre de 2006, al que asistió, entre otros, el jefe de Gobierno capitalino, Alejandro Encinas.   

Cuando el pasado miércoles 7 de octubre me enteré del lamentable deceso de una de las mentes más brillantes de México y del mundo, inmediatamente mi memoria se remontó a aquel mes de octubre de 1993 cuando conocí al científico y al humano de talla mundial. Y me atrevería a decir que desde entonces tuve contacto con un Gigante de la Ciencia.

Hasta siempre, Doctor Mario Molina.


También te puede interesar: La CAMe sigue ‘desinflada’.

Mario Molina. Su importante legado y la consciencia ecológica

Lectura: 3 minutos

La muerte de Mario Molina es muy lamentable por muchos motivos. Su voz se va a extrañar en el contexto de las diversas emergencias que en el planeta vivimos, una de ellas la climática. Su voz también se va a extrañar ante la necesidad de nuestro país, así como en general de las economías emergentes, de promover la investigación científica y tecnológica, y la educación de calidad.

Mario Molina nació en la Ciudad de México en 1943. Fue hijo del jurista y diplomático Roberto Molina Pasquel, quien dirigió el Instituto de Derecho Comparado de la UNAM (actualmente Instituto de Investigaciones Jurídicas). Fue también Embajador de México en Etiopía, Australia y Filipinas.

La formación inicial de Mario Molina fue la de Ingeniero Químico, título que obtuvo en la UNAM. Más tarde efectuó estudios de posgrado en Friburgo, Alemania y el Doctorado en Fisicoquímica en la Universidad de Berkeley, California. Fue Director del Laboratorio de Propulsión a Reacción (Jet Propulsión Laboratory); más tarde, Profesor e Investigador del Centro de Ciencias Atmosféricas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

mario molina recibiendo el premio nobel
Imagen: Foco Tejedor.

En 1995 ganó junto con Sherwood Rowland y Paul Crutzen el Premio Nobel de Química. Este reconocimiento se le otorgó por las investigaciones que realizó con Rowland sobre la creciente amenaza del uso de los gases CFC para la capa de ozono. Desde 2005 era profesor de la Universidad de California en San Diego. Fue miembro de El Colegio Nacional, a cuya sesión asistió en forma virtual el lunes 5 de octubre; de la Pontificia Academia de las Ciencias; Presidente de Honor de la Asociación de Mares de México y presidió también el Centro Mario Molina de Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente.

Recibió innumerables premios, doctorados honoris causa y reconocimientos. Entre ellos el del PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), por su contribución a la protección de la capa de ozono. Entre sus muchas publicaciones quiero destacar: “El Cambio Climático, Causas, Efectos y Soluciones”, en coautoría con José Sarukhán y Julia Carabias, editado por el FCE.

En el desarrollo de su intensa actividad, Molina contribuyó, entre otros aspectos, a la comprensión de la química atmosférica y al desarrollo de la conciencia ecológica. La voz de Mario Molina fue particularmente importante en la explicación de los fenómenos que afectan al presente y el futuro de la humanidad.

El planeta vive varias emergencias, una de ellas es la climática. En la era del Antropoceno, la actividad humana está destruyendo la naturaleza a un nivel sin precedentes en la historia, no sólo de la humanidad, sino del planeta mismo. El daño que el modelo de crecimiento está causando es en muchos ámbitos ya irreversible. Hemos rebasado los límites naturales del planeta; el cambio climático, la destrucción de los ecosistemas, la sexta extinción masiva de especies, entre otros aspectos, lo cual exige una acción urgente de las sociedades organizadas. El análisis de esta problemática domina cada vez más la agenda global pero aún se encuentra relativamente ausente en América Latina y en particular en México. En éste y en otros temas se extrañará la voz lúcida, clara y valiente de Mario Molina. Como señaló el Rector de la UNAM, Enrique Graue, la Universidad y la Ciencia Universal están de luto.

Mario Molina en una presentacion
Imagen: La Vanguardia

Tuve el gusto de conocer a Mario Molina hace varios años, así como de coincidir con él en diversos foros y reuniones sobre varios temas, entre otros, en los de la transición energética, el cambio climático y la prevención de desastres. De Mario Molina siempre me impresionó, además de su sabiduría y claridad, su gentileza, amabilidad y buen trato.

Cuando organicé la reunión internacional del Club de Roma en México, junto con Susana Chacón, en 2014, Mario Molina participó como expositor junto con otros distinguidos científicos mexicanos, como José Sarukhán y Francisco Barnés de Castro.

Como lo señala el Club de Roma, que celebró en forma virtual, su Asamblea y Conferencia Anual los días 7 y 8 de octubre, la solución de la problemática global exige el diseño de una nueva economía y una nueva civilización. Nuestras generaciones tienen la responsabilidad de replantear el modelo de desarrollo depredador e inequitativo que rige hasta la fecha.

La solución de la problemática global debe plantearse en forma multisectorial e interdisciplinaria, con una visión holística y de largo plazo. Esto exige hacerlo de la mano del conocimiento científico más avanzado. Vivimos un mundo lleno de paradojas y contradicciones. Enfrentamos problemas inéditos. Ante situaciones extraordinarias, requerimos soluciones también extraordinarias.

Sin duda, Mario Molina es un orgullo para México. Ha sido uno de sus hijos más distinguidos.


También te puede interesar: El periodo 1945-2020. Fin de época.

Fallece el Premio Nobel de Química Mario Molina

Lectura: < 1 minuto

El Premio Nobel de Química 1995, Mario Molina Pasquel y Henríquez, falleció de un infarto este miércoles a los 77 años en la Ciudad de México.

“La Universidad Nacional Autónoma de México, vía Twitter, informa del lamentable fallecimiento del doctor Mario Molina, distinguido universitario, Premio Nobel de Química 1995”, destacó la Máxima Casa de Estudios vía Twitter.

La comunidad académica y colaboradores del científico lamentaron la pérdida de un ilustre mexicano, quien recientemente fue un defensor del uso de cubrebocas para evitar contagios por el COVID-19.

El Centro Mario Molina también informó sobre el lamentable deceso de quien realizó importantes estudios sobre la capa de ozono, los cuales le dieron el Premio Nobel de Química en 1995.

La familia del Nobel agradeció a través de un mensaje en Twitter las muestras de cariño en estos momentos difíciles.

Lo mismo expresó la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, quien trabajó con el científico en varias investigaciones sobre la química atmosférica del Valle de México, entre otros.

Cabe recordar que en 1985, cuando se descubrió el agujero en la capa de ozono en la Antártida, los estudios de Mario Molina, Paul Crutzen y Sherwood Rowland, cobraron relevancia, pues fueron los primeros trabajos científicos en explicar cómo se forma y se descompone el ozono por diversos procesos en la atmósfera.

Dichos estudios les valieron a los tres ser galardonados con el Premio Nobel de Química 1995. Además, gracias a este esfuerzo se creó el Protocolo de Montreal para la protección de la capa de ozono.