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Diversidad, equidad e inclusión, una agenda aún muy rezagada

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Los temas de Diversidad, Equidad e Inclusión (“DEI”) deberían ser el pan nuestro de cada día en todas las empresas y organizaciones del mundo. Lamentablemente todavía estamos en pañales para incorporar políticas, herramientas y prácticas en estas materias.

Como parte de un programa que estoy conduciendo para Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, tuve la oportunidad de moderar recientemente un panel sobre el tema con Araceli Ramírez de Estafeta y Gabriel Galván de Mattel, del mismo se desprendieron muchas aclaraciones y se plantearon nuevas inquietudes. Fue muy estimulante ver la nutrida participación que tuvimos con preguntas y afirmaciones que enriquecieron mucho el debate.

Y empiezo por lo básico, ¿qué entendemos por estos tres conceptos?

La diversidad incluye todas las formas en las que las personas difieren, abarcando las diferentes características que hacen que un individuo o grupo sea distinto de otro, incluyendo marcadores de identidad como raza, etnia, género, discapacidad, orientación sexual y religión, entre otros.

diversidad cultural
Imagen: Audiology.

La equidad se refiere al trato justo, el acceso, la oportunidad y el avance de todas las personas, mientras que al mismo tiempo se busca identificar y eliminar las barreras que han impedido la plena participación de algunos grupos.

La inclusión es el acto de crear entornos en los que cualquier individuo o grupo pueda ser y sentirse bienvenido, respetado, apoyado y valorado para participar plenamente. Un clima inclusivo y acogedor abraza las diferencias y ofrece respeto en palabras y acciones para todas las personas.

En el panel se discutió si éste es un tema para todas las organizaciones y empresas sin importar su tamaño, y a la conclusión que se llegó es que obviamente sí. No hay justificación para decir que, porque somos muy chiquitos, o porque tenemos poco personal o porque somos muy especializados, o por la razón o justificación que se quiera dar… no hay excusa que lo valga. Todas las organizaciones, empresas, instituciones, entidades gubernamentales, deberían tener, sino políticas, por lo menos prácticas para incorporar los tres temas en su agenda del área de personas, recursos humanos, capital humano, talento o como le quieran decir.

¿Por dónde empezar? fue otra de las preguntas y quedó claro que no hay que complicarse la vida, hay que empezar por lo elemental, tener la apertura para hacerlo, estar abiertos a aceptar a todo tipo de colaboradores en nuestras organizaciones, incorporar diferentes tipos de personas, con distintos antecedentes, razas, religiones, orientación sexual, etc., suma a tener mucho mejores empresas. Tener políticas, prácticas y herramientas de “DEI” en nuestras organizaciones traerá múltiples beneficios comprobables en el corto plazo, al escuchar diferentes puntos de vista se enriquece cualquier iniciativa o proyecto, y los resultados de estos darán mayores rendimientos.

Las organizaciones que tienen este tipo de políticas generan más apetito entre quienes, en el mercado de trabajo, se quieren incorporar a una entidad privada o pública y de igual forma, generan mejor voluntad entre quienes podemos comprar un servicio o un producto. Está comprobado estadísticamente que las empresas que tienen este tipo de prácticas logran hacer de ello un diferenciador a la hora de que los consumidores tomemos la decisión para realizar una compra.

ideas y diversidad
Imagen: Humaan.

Gabriel Galván nos puso como ejemplo de una muy buena práctica en Mattel, que en sus solicitudes de empleo no es relevante preguntar edad, sexo, religión, estado civil, etc., preguntas realmente triviales y en algunos casos absurdas, agresivas, e incluso violatorias de la Ley Federal del Trabajo, y que se concentran en ver si la candidata o candidato cumple con las competencias requeridas. Ya avanzado el proceso de selección y no en el reclutamiento, se sabe quién está atrás de esas competencias.

Establecer cuotas es una de las preguntas que nos tenemos que hacer frecuentemente para asegurarnos que se esté cumpliendo con la equidad, tema muy recurrido en los años 80 y 90 en Estados Unidos, y que, en el caso mexicano, por ejemplo, es muy obvio en temas electorales, donde el INE ha tenido que obligar a los partidos a que den más oportunidades a las mujeres, pero claramente se han excluido a otros grupos.

Previo al panel, tanto Araceli como Gabriel me comentaron que en sus organizaciones no ha sido necesario establecer cuotas, ya que sus políticas, herramientas y prácticas son suficientemente robustas, permitiendo que haya diversidad y equidad en sus equipos.

Muy pocos países, por ejemplo, han asignado cuotas a grupos minoritarios para que estén representados en sus respectivos congresos, cosa que debería ser casi obvia ante el hecho de que los partidos tradicionales –en todo el mundo– están controlados por unos pocos grupos de interés que excluyen a estos grupos.

Distintas fuentes nos revelan que cada día, aunque a paso muy lento, hay más mujeres en puestos directivos en las organizaciones y más mujeres en consejos de administración. En el caso de Estafeta, nos señalaba Araceli, que el número de mujeres en posiciones directivas era ya muy similar al de los hombres.

Visitando Google o Edge verán miles de entradas a estos temas y podrán, desde ahí, tomar ideas o copiar lo que organizaciones, empresas y gobiernos de vanguardia están haciendo en esta materia de la DEI.

equidad y solidadridad
Imagen: Diana Ejaita.

Creo que donde más camino tenemos por recorrer es en materia de inclusión, y no hay que confundirse con que la diversidad y la inclusión son lo mismo. La inclusión va mucho más allá. Podemos tener una empresa u organización donde haya equidad, pero no ser inclusivos.

Algunas de las recomendaciones esenciales para tener buenas prácticas en materia de la DEI son:

1. Dejar de lado cualquier estereotipo.
2. Escuchar y observar a todos los candidatos y colaboradores por igual.
3. Tener plena apertura al momento de reclutar personas que trabajarán con nosotros.

Sé que el tema da para mucho y así nos quedamos en el panel, con ganas de más, de comentar más, de aportar más, de traer más el tema a la discusión diaria y pasar del campo de lo comentado al plano de las acciones.

Confío en que en sus organizaciones ya estén implementado estas prácticas y, si aún no lo han hecho, es muy buen tiempo para hacerlo, la condición del teletrabajo ha abierto una inmensa posibilidad para incorporar a muchas personas que por distintas razones habían sido excluidas de buenas oportunidades de empleo.


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La psicología del valor y la fuerza del carácter

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Los valores son principios normativos que tienen una pretensión atemporal y universal, es decir, que se consideran válidos en cualquier tiempo y lugar. Son entidades ideales porque se plantean como directrices de la conducta humana, cuya puesta en práctica constituye virtudes particulares. El triple lema de la Revolución francesa, “libertad, igualdad, fraternidad”, implica que existe una jerarquía de valores, entre los que se eligen tres esenciales para conformar tanto el ideal republicano y democrático, como la conducta social y la personal. La jerarquía de los valores es patente: cumplir con un valor de alto rango entraña un bien mayor que cumplir con uno de menor rango y violarlo o infringirlo implica un mal en la misma medida.

Tanto el cumplimiento de un valor como su infracción evocan emociones morales en la persona actuante y en quienes contemplan o saben de sus actos. El agente responsable siente orgullo y satisfacción al cumplimentar un valor, o culpa y contrición al infringirlo, en tanto quienes conocen de sus actos suelen sentir respectivamente admiración o condena. Cuando los otros se afectan por estas conductas reaccionan con agradecimiento si les favorecen o con resentimiento si les perjudican. Vemos así que existe una estrecha relación entre el valor en tanto principio universal, la virtud en referencia a su puesta en práctica y las emociones morales que evoca el hecho de cumplir o violar sus prescripciones. Veremos ahora que los valores asumidos y sus rasgos morales forman parte de lo que la gente considera el núcleo más esencial de su ser individual.

psicologia del valor
“Las virtudes Prudencia y Justicia” (1499), Pietro Perugino. Fresco. Collegio del Cambio. Perugia. 293 x 418 cm. Las virtudes se ubican sobre seis héroes de la Antigüedad.

Los valores de mayor rango son difíciles de lograr y aun cuando las personas se apliquen a cultivarlos, se resisten en ser realizados, porque conllevan frustración y sufrimiento. El ejercicio y realización de estas virtudes tiene analogías con la adquisición de otras habilidades, pericias y destrezas; no en vano se denominan virtuosos a quienes dominan instrumentos o técnicas artísticas. Sin embargo hay diferencias: atribuimos mérito a quienes cultivan y logran valores de alta jerarquía o habilidades de gran dificultad, pero sólo asignamos un carácter admirable a quienes ejercen valores morales o un carácter miserable a quienes los infringen.

Los valores tienen que ver con la manera cómo las personas reaccionan a lo que les acontece, en particular a los eventos funestos. El caso del dolor es un buen ejemplo, pues hay muchas formas de reaccionar a un dolor cuando el sujeto se percata de esta sensación y puede elegir qué hacer al respecto. Por ejemplo, puede tratar de eliminarlo tomando unas medidas en vez de otras, pero también puede aceptarlo o resistirlo hasta donde le sea posible. Estas formas de reaccionar dependen de condicionantes como la personalidad, las creencias, los personajes ejemplares, las metas, las actitudes o la autoimagen. La manera de reaccionar forma parte de lo que se denomina el carácter y es importante examinar lo que este atributo supone para la identidad personal y la autoconciencia.

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El libro del filósofo argentino Risieri Frondizi sobre los valores y el autor.

El carácter es todo aquello que distingue a una cosa de las demás y aplicado a las personas, implica el conjunto de rasgos distintivos de cada una, en especial sus cualidades morales. En este sentido personal y moral, el carácter tiene dimensiones de vitalidad, fuerza, determinación o tolerancia al sufrimiento. Esta última, la capacidad para tolerar la aflicción y la desventura, es una variable decisiva del carácter. Dado que en muchas ocasiones la puesta en práctica de un valor entraña frustración de otras metas y un arduo esfuerzo, la paciencia y la entereza permiten el cultivo y el acceso a valores de mayor rango. No resulta sorprendente que, además de su acepción moral, el término valor se aplique a la valentía, esa cualidad del ánimo necesaria para emprender grandes tareas y para enfrentar los peligros que tales empresas entrañan. Este sentido de la obligación tiene una cualidad demandante y coerciva sobre el individuo y está ligado a una facultad que Michael Tomasello (2019) identifica como agente compartido, una noción de primera persona en plural, un nosotros que regula el esfuerzo. En efecto, las personas con un elevado carácter moral consideran los intereses y las necesidades de los otros, y cómo sus acciones afectan a los demás, es decir: regulan su conducta por un sentido ético del deber y la obligación.

Muchas personas cumplimos con ciertas conductas y expectativas, a pesar de que puedan parecernos incorrectas en mayor o menor grado. Una persona con fuerza de carácter se niega a acatar normas que considera incorrectas o, llegado el caso, resiste la coacción y aún la tortura. Desde los griegos se planteado que el carácter y la vida virtuosa no son productos de la herencia o de la fortuna, sino que se cultivan y se aprenden mediante el autocontrol. La persona resuelta y cabal decide los valores que considera apreciables y los pone en práctica, usualmente en detrimento de otras motivaciones y deseos. Todo esto implica que la manera cómo los individuos adquieren y ejercen el carácter tiene que ver con su sentido ético, su sentido de la justicia, con su autorespeto y amor propio.

psicologia del valor
Tres portadas de la “Ética a Nicómaco” de Aristóteles en castellano. Una de ellas destaca al cerebro como el órgano indispensable de la conducta moral y el carácter.

En su ética nicomáquea, Aristóteles distingue entre amor propio defectuoso y genuino. El primero busca el beneficio a expensas de los demás, lo cual lleva a conductas reprochables, viciosas, ofensivas o punibles. El genuino amor propio es fruto de la satisfacción y el placer por el cultivo y la consecución de las capacidades consideradas útiles y deseables. Hume también consideró que se desarrolla la autoestima al adquirir facultades de selección, deliberación y expresión: la persona disfruta lo que hace bien y valora lo que así alcanza. Pero esto es difícil de lograr porque el autoconcepto moral es esquivo y equívoco. Por ejemplo, las personas evitan en lo posible la culpa y la condena de sí mismas de tal manera que, si fallan en cumplir con sus estándares, se desligan de responsabilidad sea al redefinir la naturaleza o motivación de sus conductas, desviar sus obligaciones, culpar a otros, o de plano olvidar acciones cuestionables o infracciones morales de su pasado. Adoptan estas estrategias no sólo para proyectar o mantener una imagen pública, sino para preservar y justificar su autoimagen como seres morales.

La investigación reciente sobre las emociones y las conductas morales indica que la gente suele poner más esfuerzo en conservar su autoimagen moral que en detectar, prevenir y tratar de mejorar sus conductas cuestionables. Los juicios morales se derivan de evaluaciones automáticas e intuitivas a partir de adaptaciones evolutivas y normas culturales, más que de valoraciones racionales. En la psicología social se utiliza un modelo denominado “sistema cognitivo-afectivo de la personalidad” el cual, más que tomar en cuenta las conductas y acciones del sujeto como indicativas de su carácter moral, se enfoca sobre su comprensión y afectividad. El modelo postula unidades cognitivo-afectivas que son disposiciones para creer, desear, planear y sentir que dan lugar a emociones, pensamientos, creencias y decisiones. Estas unidades constituyen lo que se denominan rasgos de carácter.

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Relación entre los sistemas morales de racionamiento, juicio, conducta, emoción y autoconcepto, según la revisión de Ellemers y col. (2019). Desde la izquierda: razonamiento de lo que es correcto (arriba), juicios morales sobre los otros (abajo); conducta moral, emociones morales y autoconcepto moral. Los elementos se interrelacionan para formar el sistema moral.

Vemos entonces que hay una estrecha relación y un amplio traslape entre cinco esferas morales: (1) el sistema de valores aceptado por una cultura, (2) la incorporación y jerarquización de esa escala por cada individuo, plasmadas en su sentido del deber y obligación; (3) el desarrollo de capacidades para poner en práctica las conductas consecuentes, denominadas virtudes; (4) el sistema de las emociones morales que se presentan en los actores, los receptores y los testigos de tales conductas y (5) el autoconcepto de cada individuo como ser moral y que forma parte de su identidad más central.


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El valor de lo intangible

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No todo lo que cuenta puede ser contado,
y no todo lo que puede ser contado cuenta.
Edward Bruce Cameron.

Una colaboración de Amando Mastachi Aguario y Edgar Sánchez Magallán González.


En esta ocasión me referiré a un tema novedoso, pero no por eso innovador, pues todos –aún de forma inconsciente– lo conocemos. El hombre desde sus inicios ha podido distinguir el valor de los objetos, al principio de los tiempos por su utilidad práctica, como los instrumentos líticos; los instrumentos de labranza; el garrote, la lanza, un buen pedazo de carne, etcétera.  

Desde el Austrolopithecus ghari (capaces de fabricar herramientas) se ha atribuido valor a las cosas. El proceso evolutivo ha sido permanente,  no se ha detenido;  después de miles de años, apareció el hoy nombrado “homo sapiens sapiens” y con este avanzó la ciencia y la tecnología, hasta llegar a ser elegante, educado y moderno, quien a la par de su desarrollo conceptualizó la idea de propiedad, es decir, reconoció lo propio de lo ajeno; y siguiendo su tradición le atribuyó un valor ya no sólo por su utilidad práctica sino también tomando en cuenta valores interpersonales o subjetivos, me refiero pues a aquello que no puede ser tocado o medido, pero invariablemente conceptualizado, como cuando le menciono una marca de ordenadores con una manzana. Le describo el sabor de una bebida de cola envasada en vidrio o simplemente le pregunto por el  nombre de un fármaco para detener el dolor de cabeza, seguramente, como ya se dio cuenta llegan a nuestra mente varios recuerdos asociados: nombres, sabores y diseños, utilidad, etcétera, y me permito preguntarle en realidad, ¿Qué valor tienen? y la respuesta se antoja fácil. Esto se debe a que el valor asignado para aquello que no puede ser medido o contado corpóreamente, lo encontramos al final de nuestra conciencia –en el subconsciente–.

¿Por qué es mejor o peor el nuevo ordenador de la manzana? ¿En qué se distingue de otros ordenadores? ¿Acaso no realizan la misma función? Inmediatamente recordamos una serie de respuestas para las que nuestro cerebro está programado a responder casi en automático, y es ese valor agregado, esa apreciación subjetiva, es lo que hace que las cosas adquieran un valor, esto aun cuando lo que tengamos enfrente sean materiales que por sí mismos tendrían un valor inferior o casi nulo. Me refiero, por ejemplo, al metal y plástico empleados para su elaboración; no es sino el desarrollo del producto final y su comercialización lo que nos ayuda a entender mejor ese por qué.

Un pedazo de tela, en las manos de un gran diseñador le puede dar un valor increíble, mientras que en otras manos, –como las nuestras– no le añade valor alguno.

En México y en el mundo existe un mercado completo para ese tipo de valores, a los que se les conoce como intangibles, que en ocasiones pueden tener un valor mucho mayor que los elementos materiales del propio negocio. Dentro de la gama de intangibles tenemos a las denominadas regiones geográficas, que cuentan con un certificado de denominación de origen. ¿Quién no ha escuchado la expresión de que se trata de un buen vino, porque proviene de determinada bodega que se encuentra en una región con una denominación de origen controlada?

Con el sólo nombre de la etiqueta o de la Bodega, existe la garantía de que se trata de un buen o excelente caldo.

En México, tenemos dieciséis denominaciones de origen, entre otros el Tequila de Jalisco, el laqueado de Olinalá, la Talavera de Puebla, el Chile Habanero de la Península de Yucatán, el Cacao de Grijalva, Tabasco, etcétera.

Así como las denominaciones de origen, existen otros bienes incorpóreos, regulados entre otras por la Ley de Propiedad Industrial, que protegen activos importantes como: marcas, patentes, modelos de utilidad, diseños, secretos comerciales, avisos comerciales, fórmulas y hasta el know how, por mencionar algunas; todas ellas en lo individual o en conjunto generan un valor a las empresas, mismo que puede representar y en algunos casos hasta ser en lo particular, el activo más valioso con el que cuentan.

Estos intangibles, agregados al producto final que se comercializa, les añaden en gran medida el valor económico, por el cual me permito recordarle, querido lector, que No todo lo que cuenta puede ser contado.


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¿Por qué hemos dejado de soñar?

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¿Alguna vez has visto a un elefante atrás de una cereza?

Yo tampoco, qué bien que se esconden.

Hace años que no escribo –y en realidad no años, pero parecieran. Cuando vives por segundo en lugar de por minuto, la vida es mucho más larga–.

Ahora me encuentro en una etapa diferente, acabo de cerrar un ciclo que se ha convertido en un recuerdo de una vida anterior.

No dejo de preguntarme, ¿qué será del mundo que hoy día conocemos? O más bien, ¿qué será del mundo en general?

Estamos probablemente a punto de presenciar el final del mundo en el que vivimos. La falta de valores, la obsesión desmedida por la riqueza y el odio gratis entre otros, son factores que en cualquier momento terminarán con una forma de vida preponderantemente vacía.

¿Al concluir la misma, volverá a ser creada? De ser así, ¿seremos de nueva cuenta los personajes principales?

sueno y humildad
Ilustración: João Fazenda.

Tomando en cuenta la calidad que distingue al ser humano, es decir, el ser egoísta por naturaleza, podríamos pensar y hasta llegar a afirmar que “sí”, pero considero que la realidad sería distinta.

[…] El mundo es el que es porque así lo decidimos, y para todos aquellos que pensemos que no, el dejar de hacer lo necesario para cambiarlo significa creer que está bien. Por lo tanto, los únicos responsables somos todos nosotros.

Una vez soñé que era joven, que tenía fuerzas, que quería cambiar las cosas, que iba a dar lo mejor de mí, que…

Ahora escucho voces, ruidos, gente que me quiere despertar, que ya no quiere soñar, que se ha dado por vencida, que ha aceptado la realidad, que ha dejado de ser.

Quiero seguir soñando, me cubro los oídos con una almohada y les doy la espalda, intento no abrir los ojos a una “realidad” que me llena de miedo, de tristeza, de falta de esencia.

Sé que los sueños no cuestan, y que la vida tampoco tendría que ser un obstáculo para nosotros. Los sueños son perfectos en sí mismos, y mientras sueñe seré libre.

Muchos no sueñan porque soñar no les da de comer, porque soñar no paga sus cuentas, no cura enfermedades, no cubre colegiaturas…

infelicidad
Ilustración: Steve Cutes.

Y muchos otros porque de soñar no tendrían un coche último modelo, una mansión, ropa de marca…

La mayoría de la gente pasa toda su vida tratando de ser el mejor, el que más dinero tiene, el que mejores propiedades posee, y se topan tarde o temprano con el hecho de que alguien tiene más que ellos, de manera que nunca logran ser felices.

Cierto día soñaba con un mundo perfecto, un lugar en el cual todas las personas se amaran y compartieran sus cosmovisiones, una utopía en la que todo fuera de todos y nada de nadie, en la que no existieran la envidia ni los rencores y… de pronto… a la mitad de mi sueño, se me cruzó por la mente un anuncio de una compañía refresquera que decía que para ser feliz y compartir con los demás debía de comprar sus productos.

Así como pueden leerlo, nuestros sueños están regidos por la publicidad. Cada vez nos encontramos más alejados de lo que son nuestros verdaderos pensamientos.

¿En algún momento volveremos a ser dueños de nuestras ideas y pensamientos?


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