En vista de que la corporalidad parece ser literalmente sustancial para la autoconciencia, las experiencias de estar fuera del cuerpo, de ver el propio cuerpo desde fuera (autoscopia) o de verse a sí mismo en el mundo extrapersonal (heautoscopia) son relevantes para analizar la autoconciencia y la naturaleza del yo en referencia al cuerpo. Durante una experiencia fuera del cuerpo el sujeto siente que sale o se encuentra fuera de su cuerpo y puede verlo desde una ubicación externa. En las publicaciones neurológicas y psiquiátricas se describen episodios de este tipo durante los efectos de psicofármacos disociativos, en experimentos de deprivación sensorial, en las parálisis del sueño, en ciertas lesiones de la corteza cerebral, o en situaciones cercanas a la muerte. En muchas tradiciones y culturas se registra la creencia de que una parte sutil se desliga temporalmente del cuerpo en ciertos estados de conciencia, como los sueños, la embriaguez, el orgasmo o el trance chamánico.
El concepto de “experiencia fuera del cuerpo” fue propuesto como out of body experience en 1943 en el libro Aparitions del matemático, ingeniero y parapsicólogo George Tyrrell. Desde entonces ha sido tema de fuerte controversia entre dos enfoques que sostienen premisas opuestas. Por un lado, la tradición ocultista y esotérica, apoyada a mediados del siglo XX por la parapsicología, supuso que un elemento sutil o espiritual concebido como “cuerpo astral” o “proyección anímica” puede separarse del “cuerpo físico”, observarlo desde afuera y moverse a distancia o en otras dimensiones. Por otro lado, la mayoría de los científicos, clínicos y filósofos actuales considera a estas experiencias estados especiales o alterados de conciencia de tipo alucinatorio relacionados al sueño pero que pueden suceder en la vigilia y tienen en común una disfunción cerebral.
Ésta es una querella entre dos posiciones filosóficas aparentemente incompatibles: el dualismo de los primeros que plantea una conciencia descarnada, un ámbito espiritual separable de otro material, y el monismo de los segundos que supone un materialismo incompatible con un alma o una entidad consciente separable del cuerpo, particularmente porque la actividad cerebral se perfila como necesaria para que ocurra la conciencia en general y la conciencia de sí en particular. Algunos académicos que en las últimas décadas del siglo pasado admitían una entidad consciente separable del cuerpo realizaron experimentos en los que durante una experiencia fuera del cuerpo, el sujeto describía objetos distantes. Sin embargo, estos experimentos no llegaron a ser probatorios porque no se utilizaron controles adecuados o porque no ha sido posible replicarlos.
En la neurociencia cognitiva se ha acumulado evidencia de que varios fenómenos autoscópicos, trastornos en la propiedad del cuerpo y experiencias fuera del cuerpo, parecen deberse a una falla para integrar la información sensorial proveniente de los sentidos y la que procede del propio cuerpo en forma de señales táctiles, propioceptivas, viscerales y vestibulares. Esta integración requiere de la activación de la zona del cerebro conocida como unión temporo-parietal, situada entre los lóbulos parietal y temporal.
Uno de los investigadores más conocedores y activos sobre el fundamento cerebral de las experiencias fuera del cuerpo es el neurocientífico suizo Olaf Blanke. En un reconocido experimento del año 2002 su grupo de trabajo demostró que es posible inducir experiencias fuera del cuerpo mediante la estimulación de la coyuntura temporo-parietal de la corteza cerebral. Poco después, el mismo grupo revisó en detalle los fenómenos autoscópicos descritos en 41 pacientes referidos en la literatura neurológica y psiquiátrica del siglo XX y concluyó que ocurre una alteración en el procesamiento de la conciencia de sí atribuible a la unión temporo-parietal de la corteza cerebral.
En otro detallado análisis que incluyó datos fenomenológicos, neuropsicológicos y de imágenes cerebrales de 6 casos de experiencias de fuera del cuerpo, el equipo de Blanke presentó evidencias de que tales experiencias se asocian a sensaciones anormales de posición, movimiento y autoimagen corporal. Las experiencias incluyeron fenómenos o sensaciones de tipo vestibular, como las de volar, flotar o rotar; sensaciones ilusorias del cuerpo, como acortamientos, transformaciones o movimientos extraños de las extremidades, y sensaciones de ver el propio cuerpo desde afuera. En los 6 casos volvieron a encontrar evidencias de daño o disfunción de la unión temporo-parietal y concluyeron que la desintegración en los mecanismos que unifican las sensaciones es un mecanismo decisivo para explicar las experiencias fuera del cuerpo.
El tema que nos ocupa quedaría trunco si no mencionamos la larga indagación de Susan Blackmore, escritora graduada como psicóloga en Oxford y con un doctorado en parapsicología. En su juventud tuvo una experiencia fuera del cuerpo muy intensa y dramática que la convenció de la existencia de un cuerpo sutil o astral separable del cuerpo físico. A partir de entonces se dedicó a investigar el fenómeno y se convirtió en una especialista muy acuciosa de los relatos, las investigaciones y las controversias teóricas y filosóficas. El hallazgo de Blanke de que es posible inducir este tipo de experiencias mediante estimulación cerebral, la convenció de que no se deben a un espíritu separado del cuerpo material, sino a que el modelo o imagen que el cerebro crea del cuerpo puede modificarse y producir toda una gama de ilusiones y alucinaciones autoscópicas. Es así que su posición ha variado desde un dualismo mente-cuerpo hasta una visión más acorde con la neurociencia actual, aunque actualmente sostiene que estas experiencias cuestionan una visión realista ortodoxa porque el yo habitual se revela como una ficción de ser alguien localizado y fijo que en estos episodios se remplaza por “una vista de pájaro.” Afirma Susan Blackmore:
…tenemos investigación que liga las experiencias fuera del cuerpo con procesos cerebrales medibles, con otras experiencias y con investigaciones sobre el misterio de la conciencia. (…) las experiencias fuera del cuerpo realmente suceden, cambian la vida de la gente y son temas fascinantes de estudio. Pero más que decirnos algo sobre espíritus, almas o cuerpos astrales, revelan algo mucho más interesante sobre la ilusión de ser yo.
Normalmente las personas tienen su imagen corporal integrada como una unidad estable y coherente, “el modelo de la realidad” que parece verdadero porque es funcional y coherente. Pero ese modelo puede debilitarse o ser remplazado por otros en diversas situaciones. Por ejemplo, la experiencia de percibir el propio cuerpo “desde afuera” ocurre con regularidad en los sueños. Ese yo onírico implica que el cerebro tiene la capacidad de representar el propio cuerpo. La representación que ocurre durante la fase neurofisiológica de movimientos oculares rápidos (MOR) es similar a la vigila, en tanto que la que sucede en otras fases suele ser autoscópica.
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