Innovación, Tecnología y Sociedad

Cien años de la Sociedad de las Naciones, lecciones para la Cooperación internacional

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“Ginebra casi no sabe que es Ginebra”. Escribió alguna vez Jorge Luis Borges, para referirse a la que fue la ciudad que eligió como morada después de la muerte.

Ahí, en esa Ginebra tan propicia a la memoria del gran escritor, a mediados de noviembre de hace exactamente un siglo, tuvo lugar la primera Asamblea de la Sociedad de las Naciones.

También conocida como Liga de las Naciones, su formación es resultado directo de los Acuerdos de Versalles, con los que se da fin a la Primera Guerra Mundial.

En esa medida tiene, decirlo borgeamente, tiene dos fundaciones. Una, ligada al Tratado, el 28 de junio de 1919, y otra, que es propiamente la que se reconoce, el 15 de noviembre de 1920.

Dos fueron los objetivos que se trazó la Liga de las Naciones en los 26 años que duró su vida institucional.

sociedad de naciones
Imagen: UN.org.

Si bien, logró resolver algunos conflictos durante los primeros años de su existencia, la disrupción trágica que significó el advenimiento del nazismo, primero, y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, después, echó por la borda cualquier buen propósito.

Resulta significativo que, en la redacción de la Exposición de motivos, el texto final haya colocado a la cooperación internacional aun antes de la preservación de la paz.

La cooperación en aquella visión era pues, al menos en cuanto a intención, un asunto sustantivo y no un mero adorno retórico.

La urgencia de resolver tensiones bélicas orilló a la Liga de las Naciones a prácticamente dejar de lado aquella primera intención.

Así se le achaque ineficacia para prever que la Segunda Guerra Mundial se avecinaba, es insoslayable que la Sociedad de las Naciones figura como antecedente de lo que después sería la Organización de las Naciones Unidas.

Bajo ese prisma, resulta de vital importancia acercarse al segundo pilar que la propia Sociedad de las Naciones se impuso desde su fundación: la cooperación internacional.

naciones unidas
Imagen: UN.org.

La capacidad, y oportunidad, que la ONU ha tenido de contribuir a través de la cooperación a la construcción de un orden internacional menos inequitativo e inestable, es de grandes proporciones.

La primera semilla de ese espíritu se halla en la Centenaria Sociedad de las Naciones. Justo es reconocerlo a un siglo de su formación.

Pero más importante aún, adquiere un realce mayúsculo en la hora actual del mundo azotado por la pandemia.

Si ya antes la cooperación internacional era un motor esencial en el reconocimiento de la responsabilidad colectiva que los Estados guardan en relación con las naciones más rezagadas, la coyuntura sanitaria actual no deja lugar a dudas sobre este precepto.

La búsqueda de una vacuna ha abierto una primera vertiente, sobre la cual durante los últimos meses las naciones han buscado participar colectivamente de las investigaciones y pruebas.

Sobre esta misma primera vertiente, Estados de todo el orbe se han dado a la tarea a través de organismos multilaterales, como la propia ONU, desde luego, de ser parte de la construcción de instrumentos que garanticen que una vez hallada la vacuna, todos los países tendrán acceso a ella.

vacuna cooperacion internacional
Imagen: Purdue.

En ese contexto, honrando su histórica contribución en el orden multilateral, México presentó una iniciativa en la ONU que llama a corresponder a la necesidad global de la eventual vacuna, asegurando su justa distribución y acceso.

La segunda vertiente en la que la crisis sanitaria ha colocado a la cooperación en el centro es el avistamiento de ese nuevo estado de cosas, incluido un nuevo orden mundial, que sin duda alguna habrá de devenir del azote del coronavirus.

La Era Post-COVID 19, sea cuando sea que ella comience, está siendo trazada desde ya, y en ella más vale entender que ese futuro que se avista no puede emerger sino bajo la conciencia de la cooperación como responsabilidad global.

Existe, en ese sentido, una amplia aceptación planetaria que reconoce que la urgente situación de salud que se extiende por todo el planeta ha venido a evidenciar, aún más, el saldo de, al menos, dos crisis que le acompañan.

Tres crisis planetarias, decía hace poco la brillante economista Mariana Mazzucato, debe reconocerse en la hora actual: la crisis de salud, por supuesto, pero al lado de ella, la crisis económica y, de hondas consecuencias futuras (y presentes), la crisis medioambiental.

crisis de la salud
Imagen: M Soria.

En medio de esas tres crisis, Mazzucato llama a repensar la función del Estado no como esa maquinaria que debe hacerse a un lado para que las fuerzas “libres” del mercado todo lo ordenen.

El Estado debe participar activamente de las responsabilidades sociales que le corresponden, dice Mazzucato. Y lo debe hacer, debe agregarse, también, y muy señaladamente, como parte de una realidad radical e irreversiblemente global.

Justo ahí es donde la cooperación multilateral se torna, hoy más que nunca, en un elemento central en la construcción del nuevo horizonte de las colectividades humanas.

Ginebra, gustaba decir Borges, se ha renovado sin perder sus ayeres. La renovada concepción e ímpetu de la cooperación internacional en el presente habrá de hacer lo propio. Perdurar en el nuevo brío.

Más intensa, más amplia.


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Un decálogo para los derechos fundamentales en la Era Digital

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La vigilancia biométrica, la alteración o supresión de rostros o voces, el uso de asistentes de voz al servicio de intereses poco claros, son tres elementos presentes y actuantes ya en la sociedad contemporánea.

Ingenuo es pensar, frente a ello, que el diseño político y social del nuevo tiempo podrá darse en relación con los parámetros del pasado.

Hoy, están en juego valores públicos, como la privacidad, la autonomía, la veracidad y la salud, advierte el más reciente informe del Instituto Rathenau.

La posibilidad de mirar, por ejemplo, los alérgenos que pudiera tener una manzana en el supermercado, mediante Realidad Aumentada; o la captura e intercambio de trazos faciales, por medio de Rayos infrarrojos.

La Realidad háptica en la que, por suponer un uso, en una llamada se podrá tocar al interlocutor, y la Realidad disminuida, en la que se “se corta” un objeto real para dejar solo la parte que quiere mirarse.

era digital
Imagen: Inverse.

O bien, la consabida tecnología de los Hologramas que se suman a la Realidad virtual y a la Realidad inmersiva, la primera ligada a los videojuegos, la segunda, a la recreación de espacios reales con los que se puede interactuar.

Todas ellas, parte de un conjunto en tecnologías de carácter inmersivo, en franca expansión y capacidad de influencia.

De cara a esta circunstancia, el Instituto Rathenau, una de las instituciones más serias en la evaluación social del mundo digital, ha propuesto un decálogo esencial para esta nueva cartografía.

Con un llamado al debate amplio sobre el diseño político y social que en materia digital regirá las próximas décadas, y aun el presente, el Rathenau formula diez demandas básicas en relación con los derechos fundamentales de los individuos y de la democracia misma.

Plantadas a manera de Manifiesto, la entidad europea expresa su decálogo para los derechos fundamentales en un amplio QUEREMOS:

1. Estar a cargo de nuestros cuerpos digitales. Los Estados deben proteger mejor los datos de voz, cara, huellas dactilares, “para que los ciudadanos tengan más control sobre su cuerpo y sus datos de comportamiento”.
2. Poder permanecer en el anonimato. Hay un creciente uso de identificación remota de ciudadanos a través de aplicaciones de reconocimiento de voz o rostro. “Esta es una invasión inaceptable de la privacidad de las personas y su seguridad. Por lo tanto, deben prohibirse las aplicaciones en las que los ciudadanos puedan ser identificados de forma remota en espacios públicos”.

derechos digitales
Imagen: Michal Bednarski.

3. Controlar nuestra identidad virtual. El uso de aplicaciones que intervienen en imágenes simulando que despoja de la ropa a personas para hacerles ver como si estuvieran desnudas, plantea una situación que claramente lesiona los derechos individuales a la intimidad.
4. Tener claridad sobre las nuevas cuestiones de propiedad digital. “La tecnología inmersiva también plantea nuevas preguntas sobre nuestro derecho de propiedad, con respecto a nuestra propiedad tanto en el mundo virtual como en el físico. ¿De quién son los datos de las redes sociales exactamente? ¿Y quiénes son los perfiles que puedes basar en ellos? ¿De quién es la grabación de voz, una imagen o información sobre nuestra mirada en realidad virtual?”
5. Vivir en un mundo digital inclusivo. No sólo se trata del acceso a la conectividad, gobiernos, empresas, desarrolladores y la sociedad en su conjunto deben poner la inclusión en el centro del desarrollo y el uso de sus aplicaciones.
6. Saber que algo es falso. El tema rebasa la cuestión de las fake news y se inserta en el uso de aplicaciones en las que los sentidos son engañados, se requieren, pues, legislaciones que obliguen a advertir sobre esa “falsificación”.
7. Protección contra la manipulación y la influencia (abusiva). “Con la tecnología inmersiva, la propaganda adquiere nuevas formas. Puedes hacer que otras personas crean conscientemente en otra realidad. Es por eso que se necesita un compromiso social, con contribuciones del periodismo independiente, inversión en las habilidades de los medios de comunicación de los ciudadanos y acuerdos claros sobre cómo influir”.

mundo digital
Imagen: Kat Bielobrova.

8. Garantías de que nuestra salud no se dañará. “Aplicaciones de realidad virtual y realidad aumentada son conocidos por conducir a la adicción en casos extremos. Y las aplicaciones AR en particular también parecen conllevar riesgos en términos de seguridad física”, es vital discutir y legislar al respecto.
9. Un mercado digital con un justo equilibrio de poderes. ¿Debemos resignarnos a que un grupo cada vez más pequeño de empresas manejen de acuerdo a sus intereses particulares el mercado digital?
10. Que los espacios públicos sigan siendo públicos. “Las expresiones digitales en los espacios públicos deben estar sujetas a reglas claras para preservar la similitud. Esto requiere desarrollar una nueva etiqueta social: ¿cómo nos enfrentamos adecuadamente en este nuevo mundo?”

Los riesgos están ahí. ¿Debemos, sin embargo, por ello renunciar al inminente futuro digital, expresado ya en tantas formas en el presente? Desde luego que no, concluye el Instituto Rathenau.

El llamado es claro: “No deberíamos renunciar a nuestro destino digital. Como ciudadanos democráticos, debemos ser capaces decidir por nosotros mismos nuestro futuro digital”.

Esto es sólo el principio. Así es, sólo el principio.


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La hora del pensamiento social ha llegado. Todo asomo de futuro, aun en plena pandemia, o justamente por ello, no hace sino confirmarlo: el futuro ha de ser social, o no será.

El mundo se alista, de modo inevitable, a enfrentar un desafío mayor. La irrupción de la pandemia ha roto toda la línea de continuidad. Supone, se quiera o no, el diseño, análisis y construcción de una nueva ruta; un nuevo tiempo.

Reparar lo que fue, no será suficiente, eso está claro. Es el futuro lo que está por edificarse; ahora sí, de modo inequívoco.

Si ya desde antes del flagelo que ha representado el COVID-19, el planeta debía encarar la honda transformación que el arribo de lo digital supone, tal desafío se torna aún más complejo en el marco de una triple crisis: de salud, económica y medio ambiental.

Toda acción que se emprenda sea cual sea el sitio del planeta donde se lleve a cabo, ha de estar atravesada, pues, por esta circunstancia de triple y entreverado cariz.

covid en union europea
Imagen: TyN Magazine.

Justicia, salud, ecología y transformación digital se entrelazan para formar, al lado de la igualdad de género, la diversidad, la defensa de las libertades fundamentales y la democracia, en un mosaico cuya cohesión es la reivindicación de una visión social integral de esta realidad compleja.

Hace unos días apenas, la Comisión Europea ha presentado la comunicación que, resumido en seis grandes desafíos, plantea lo que a juicio de este órgano consultivo deben ser los ejes del Programa de trabajo 2021 para la Unión Europea (UE).

(1) El pacto verde, (2) la adaptabilidad al mundo digital, (3) una economía al servicio de las personas, (4) el fortalecimiento del papel europeo en el orden internacional como polo de libertades, (5) el acoplamiento para una vida integrada, sana y capaz de reconocer y valorar la diferencia, y, finalmente, (6) la defensa a ultranza de la democracia, constituyen, palabras más, palabras menos, el horizonte sobre el que la Comisión Europea, visualiza el año uno de la era Post-COVID-19.

La reducción de hasta el 55% de las emisiones de carbono, asociadas fuertemente al calentamiento global, hasta lograr que sea equiparables a las que había en 1990, es el principal objetivo por alcanzar por parte de la UE antes del 2030.

Movilidad inteligente, economía circular, gestión de los diferentes tipos y excesivos volúmenes de los desechos, el desarrollo de una estrategia de bioeconomía que impacte sobre agricultura y ganadería, y, en general, una estrategia sustentada en la preservación de la biodiversidad, forman parte del compromiso que entraña el pacto verde.

pacto verde
Imagen: European Commission.

Al tiempo que, sin dudarlo, la UE ha calificado a los años que vienen como la década digital. Se trata, se plantea, de asegurar el éxito de la transformación digital y la adaptabilidad en todos los órdenes a este nuevo entorno.

Asegurar el resguardo de los derechos y las libertades de los ciudadanos, su identidad, el intercambio de datos, las condiciones en que los servicios y productos son ofrecidos, marcan la traza de un tipo de regulación más allá de la mera competencia.

Ciertos de que este cometido, en tanto responsabilidad pública, no puede atañer sino al Estado, el afán se plantea de la siguiente manera:

“La Comisión continuará su revisión en curso de las reglas de competencia para asegurarse de que sean adecuadas para el entorno cambiante del mercado, incluida la digitalización acelerada de la economía. También actualizaremos nuestra nueva estrategia industrial para Europa para tener en cuenta los impactos del COVID-19, el contexto competitivo global y la aceleración de la doble transición verde y digital.

“Para garantizar condiciones de trabajo dignas, transparentes y predecibles, una propuesta legislativa para mejorar las condiciones laborales de las personas que prestan servicios a través de plataformas será presentado con miras a garantizar condiciones de trabajo justas y una protección social adecuada”.

europa digital
Imagen: Europeum.

Un marco más amplio que garantice los derechos sociales, proscriba efectivamente el trabajo realizado por niños, afiance la seguridad social, garantice condiciones de salud y seguridad en los centros laborales, constituyen los ejes de lo que se concibe como un plan de acción para una economía social.

Tres desafíos relacionados con el rol de la UE en el mundo completan la hoja de ruta que se ha presentado: (1) El fortalecimiento de Europa como un actor con incidencia mundial; (2) la promoción de los valores y libertades sobre los que se ha edificado lo europeo; y, finalmente, (3) el resguardo de la democracia.

A la sombra, asoman, sin embargo, los nuevos autoritarismos conculcadores de libertades, las previsibles nuevas olas de enfermedades de rápida propagación, la fragilidad reiterada del sistema económico, las desigualdades y los desplazamientos humanos, el deterioro ambiental creciente y su flagelo sobre los más débiles.

Las acechanzas no son menores. Nunca, sin embargo, la oportunidad de colocar la inmensa deuda social ha sido mayor.

Reparar lo que fue, no será suficiente, eso está claro.

Una economía social que abra la oportunidad a una sociedad más justa, más sana, más ecológica, más digital, está ahí, en el viso de futuro al que, justo en el vórtice de la pandemia, estamos obligados todos.

Todos.


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Ni buena ni mala, pero tampoco neutral. Planteó así, hace tiempo, en una de sus más famosas y tempranas sentencias sobre la tecnología y su papel en la era actual, el hoy ministro del Gobierno español, Manuel Castells.

Lejos de los primeros augurios que señalaron a Internet como el epítome de la democracia y a la nube como la manifestación de la misma, representantes de las más grandes corporaciones digitales están siendo llamados a cuentas por congresos y gobiernos.

Hace pocas semanas, el Congreso de los Estados Unidos abrió una serie de audiencias en las participaron los CEOs de cuatro de los más grandes corporativos globales: Google, Facebook, Amazon y Apple.

corporaciones digitales en juicio
Imagen: Sébastien Thibault.

Los legisladores norteamericanos citaron a Sundar Pichai (Google), Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook) y Tim Cook (Apple) a propósito de sus prácticas como actores dominantes en materia de comercio electrónico y redes sociales.

De Serguéi Brin, fundador de Google, quien en 2005 confiaba en que la naturaleza de la red la haría inherente al afianzamiento de las democracias, pasando por John Perry Barlow y su idea de que Internet representaba la más grande fuerza que la humanidad hubiera descubierto nunca, hoy, la visión es más moderada, por decir lo menos.

El asunto fue detonado a gran escala, se sabe, por la proliferación de noticias falsas que incidieron sobre la elección presidencial en Estados Unidos en 2016, y no menos, por los indicios de la intervención de terceros países, a través de las plataformas digitales.

En Europa, sin embargo, el tema es anterior y de naturaleza más amplia que el modo cómo lo asumen los norteamericanos.

Al respecto, Marietje Schaake, eurodiputada de origen neerlandés, señala enfática que donde se prometió un poder emancipador, nos hemos encontrado con el crecimiento monopólico centrado en muy pocos jugadores.

Debería ser una preocupación general, dice la también militante de Democracia 66 en Países Bajos, la invisibilidad con la que el creciente poder de las corporaciones digitales privadas actúa e influyen sobre el ámbito público.

democracia digital
Imagen: Freepik.

Schaake ha venido insistiendo en ese sentido, en la necesidad de conformar una cada vez más amplia coalición de países que actúen en términos del diseño e implementación de políticas públicas tanto a nivel nacional como multilateral, que ponga a resguardo el sistema de libertades y derechos, esos sí, inherentes a la democracia. En una reciente colaboración para el diario neerlandés NRC, escribe la también miembro fundadora del Grupo especial para la Agenda digital del Parlamento europeo:

Nos hallamos frente al avance silencioso del poder privado en el ámbito digital que trastoca responsabilidad que atañe esencialmente a lo público.
Dice Schaake, este avance toca las tareas centrales del Estado: desarrollar Inteligencia Artificial, construir y operar infraestructura crítica (y protegerla), desarrollar tecnología para la defensa…o acuñar monedas digitales.
Para luego agregar: Para que la democracia sobreviva, el poder y el contrapoder deben estar estructuralmente equilibrados. Se necesita urgentemente una coalición de países democráticos que esté comprometida con esto.

Por su parte, a principios de septiembre, bajo el auspicio de la presidencia alemana de la UE, la parlamentaria europea Margrethe Vestager, señaló que: Los mercados en línea de Europa deberían ser ecosistemas vibrantes, donde las empresas emergentes tengan una oportunidad real de florecer. No deberían ser tiendas cerradas, controladas por un puñado de plataformas de vigilancia, dijo la parlamentaria danesa.

Ciertamente, una parte del intenso debate que se ha establecido, aun con la pandemia en marcha, refiere al comercio.

Mas, no se agota en las transacciones que en este orden se pueden realizar, sino que atraviesa elementos que se relacionan con la propia interferencia de los intereses privados ahí donde debe predominar el interés público.

El sector público está ahora rezagado en cuanto a conocimientos, salarios y talento, señala Schaake, lo que impide que los reguladores garanticen que las empresas de tecnología operen dentro de los marcos legales.

democracia virtual
Imagen: New Statesman.

Tres aspectos resultan centrales para la parlamentaria neerlandesa: las asimetrías que pueden derivar de los desarrollos basados en Inteligencia Artificial, la captura de datos e interferencia malignas a través de softwares espías, y el garantizar las libertades democráticas esenciales.

Proveniente de una de las democracias más sólidas, como lo es la de Países Bajos, Schaake afirma con toda convicción que la privatización y digitalización de tareas centrales también toca elementos filosóficos esenciales de la democracia liberal, como la libertad de elección, la competencia leal, la no discriminación y la justicia.

Del mismo modo, dice, al subrayar el papel que a nivel geopolítico juegan estos grandes actores del mundo digital, no se puede separar el lazo entre el desarrollo de la Inteligencia Artificial y tecnologías abocadas al espionaje.

Es necesario prevenir una expansión tecnológica vinculada con regímenes autoritarios en los que la política de supresión de libertades individuales sea la norma cotidiana.

No es aún demasiado tarde, confía Schaake, para reducir el poder los Corporativos digitales en el mundo. La cooperación entre los países es, sin embargo, indispensable.

La neutralidad de la tecnología es una responsabilidad pública, es decir, de los Estados, tal como lo es resguardar las libertades esenciales.

Porque eso son; esenciales.


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El alcance la pandemia, la primera de la era global, ha acelerado un proceso que parecía ya de por sí raudo.

La noción de complementariedad entre los actores de la realidad multilateral permite entender el paso de un tipo de globalización centrada en la integración, hacia otra que tiene al desarrollo de entornos complementarios, como su noción fundamental.

Es cierto que los estragos de la crisis han obligado a revisar algunos de los supuestos con los que lo global transitó las primeras dos décadas de este siglo.

Pero no menos constatable resulta el hecho de que, a la manera de una sustancia que condensa y potencia, la actual circunstancia ha acelerado muchas de las tendencias que se presentaban ya desde antes de modo latente.

En todo caso, lo que tenemos frente a nosotros no es la disolución del orden global, con todo y su desorden; ni mucho menos, la vuelta a un modelo mundial superado.

sistema digital
Imagen: Freepik.

Los ecosistemas digitales son uno de los puntos de referencia con los que ha venido avanzando la transformación digital en todos los órdenes, desde hace por lo menos diez años.

Aplicables en el orden de lo privado, lo social y lo público, tienen en su propio nombre el signo de su identidad. Se trata de imitaciones/adaptables que parten de la noción que el orden/desorden natural tiene el término ecosistema.

Sistema biológico, marcado por el entorno, al tiempo que sistema social, señalado por las interacciones de los sujetos que lo componen, la idea de ecosistemas que toman a préstamo el término digital sigue la línea de estas dos dimensiones: entorno e interacciones.

Dotados de suficiente flexibilidad para afrontar el cambio y su rapidez como condición de sobrevivencia, a la vez, que necesariamente escalables y sostenibles, los ecosistemas digitales se tornan en sistemas dinámicos que expresan la naturaleza cambiante de la época.

Por supuesto que la primera idea que puede venir a la cabeza al plantear el término ecosistema digital es la que tiene que ver el orden empresarial y la necesidad de que la tecnología digital pueda hacer más eficiente los procesos y resiliente su estructura institucional.

Para el orden empresarial, hablar de ecosistemas digitales suele asociarse a la relación que se establece, en términos cuanti y cualificables, entre el sitio web, el eje del ecosistema, el SEO, la Analítica y el trabajo que se hace con base en las redes sociales.

ecosistema digital
Imagen: Deloitte.

Al escalarse, la idea de ecosistema digital adquiere una dimensión que se expande y refleja el tránsito entre una primera etapa de globalización integradora y los actuales signos que dan cuenta de una globalización de la complementariedad.

Ámsterdam refleja el éxito de su estrategia al consolidarse como un creciente ecosistema digital a nivel ciudad.

Big data, sensores, Inteligencia Artificial, algoritmos, robótica, se combinan con una genuina política de datos abiertos, economía circular, participación de los usuarios, privacidad y acceso a la información.

A la vez, la que sin duda es hoy el modelo de una Smart City de este tiempo, Ámsterdam amalgama una eficaz política pública para incentivar el establecimiento de empresas de desarrollo digital con la promoción de la cooperación regional e internacional.

Esto es la forma en que la Oficina de Promoción Económica de Ámsterdam subraya las oportunidades que la ciudad ofrece: “Las personas se conectan más y la tecnología se convierte en parte de nuestra vida diaria.

“Entre 2014 y 2015 hubo un crecimiento del 27% del tráfico de Internet en Ámsterdam. Once de los quince cables de datos transatlánticos están conectados o pasan por Ámsterdam y el AMS-IX es el segundo punto de intercambio de Internet más grande del mundo.

“En 2016, Ámsterdam ocupó el segundo lugar en el índice europeo de ciudades digitales. ¿Quieres trabajar para una ciudad más inteligente? ¡Comparte tus tecnologías aquí!”.

mundo digital
Imagen: GettyImages.

Rankeada hace un año como la cuarta ciudad en el mundo en el desarrollo de Apps innovadoras, Ámsterdam reporta la presencia de aproximadamente 600 compañías relacionadas con las nuevas tecnologías, de las cuales, cerca de 200 tienen sus cuarteles generales en la urbe neerlandesa.

A este desarrollo se suman iniciativas tendientes a producir un efecto expansivo sobre la vida y el desarrollo de la ciudad en su conjunto y sus habitantes. La tecnología no como parte de “parques industriales”, sino como detonante de la transformación de la vida de las personas.

De esta suerte, destacan, por ejemplo, Coding for Amsterdam, cuyo trabajo es impulsar que niñas y niños de la ciudad se apropien de las herramientas y habilidades digitales propias del siglo XXI.

Amsterdam School of Data Science o The Amsterdam Science Park, con sus 70 hectáreas y casi 80 empresas y centros de investigación instalados.

He ahí dos ejemplos más que dan cuenta del asentamiento de este modelo basado en la idea de un ecosistema digital que a su vez alimenta y se nutre de ecosistemas de innovación, investigación, a escala.

Que las buenas prácticas y políticas públicas asertivas impactan positivamente sobre la diversidad, consolidación y expansión de los ecosistemas, tanto en su variante natural como digital, ni duda cabe.

Que su contrario, puede aniquilarlos, también.


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Se llama Mariya Gabriel. Nació en Bulgaria. Desde el 1 de diciembre de 2019 es la comisaria de Innovación, Investigación, Cultura, Educación y Juventud, de la Comisión Europea. Tenía 10 años cuando cayó el Muro de Berlín.

A Gabriel ha correspondido la organización, en condiciones radicalmente distintas una de otra, de las dos ediciones llevadas a cabo hasta ahora de un evento ambicioso y de amplio espectro: The European Research & Innovation Days.

Hace unos días apenas, del 22 al 24 de septiembre, en condiciones absolutamente inéditas, se ha llevado a cabo por segunda vez esta iniciativa que busca conjuntar los alcances del conocimiento aplicado con las necesidades que marcan el trazo de un horizonte de futuro.

En esa dirección, al inaugurar la segunda edición de The European Research & Innovation Days, Gabriel subrayaba que se trata no sólo de ciencia, sino de hacer a nuestras sociedades más inclusivas, más comprometidas con el medio ambiente, más resilentes.

La generación de conocimiento, su aplicación, el desarrollo de nuevas tecnologías debe apuntar a buscar el equilibrio entre el desarrollo personal y el general, entre el desarrollo y el entorno natural del planeta.

Mariya Ivanova Gabriel
Mariya Ivanova Gabriel, política búlgara de Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (Imagen: EPP Group).

Así, bajo el signo de la crisis ambiental y la emergencia sanitaria, The European Research & Innovation Days, vino a reiterar una verdad que no por sabida, no debe ser remarcada tanto como sea posible: nada podrá hacerse como antes, nada es ya como antes.

Marcado, pues, de modo indeleble por la amenaza del Coronavirus, sacudido por los estragos económicos de las medidas paliativas, el evento insignia de la Comisión Europea en materia de Investigación e innovación, lejos de abandonar temas precedentes, pareciera caminar hacia su reforzamiento.

 El Pacto Verde (The Green Deal), en sentido, sigue siendo para el entorno europeo la parte central de su ruta de navegación.

Ciertamente, se han desplazado hacia el centro de esta hoja de ruta, temas que estaba ahí de modo latente, y que hoy son inaplazables: el teletrabajo y la teleeducación, por mencionar dos.

A la par del Green Deal, Europa tiene claro que la sociedad digital ha de avanzar de modo más rápido, justo e inclusivo hacia ese nuevo estadío.

Lo digital, es claro, para la UE no se refiere sólo al acceso de ciertas tecnologías para algunos, sino de construir una base que apuntale las nociones de ciudadanía, tolerancia, equidad, entre algunas de ellas.

politicas sustentables
Imagen: Feed Navegator.

Como presentes han estado, también, de modo transversal, a lo largo de estos dos días de sesiones virtuales, los elementos y desafíos que conforman los Objetivos del Desarrollo sustentable (ODS), que impulsa la Organizaciones de las Naciones Unidas desde hace un par de años.

Ya antes de su inicio los I&R Days, por su nombre abreviado, anunciaban su convicción de que Europa debe encabezar “una transformación digital inclusiva y centrada en el ser humano”.

Para luego asentar que “la digitalización puede permitir el empoderamiento generalizado de los ciudadanos, ayudar a desarrollar nuevos conjuntos de habilidades para adaptarse a las necesidades laborales futuras y luchar contra la desinformación y los prejuicios étnicos y de género”.

La convicción europea es que la digitalización, como ellos llaman a esta enorme transformación en cuanto ámbito de la vida social existe, “impulsa la innovación en todo, desde la infraestructura y las redes hasta la conservación del patrimonio cultural”.

“La tecnología digital también es clave para garantizar que Europa cumpla sus compromisos en materia de medio ambiente, clima y sostenibilidad”.

Y aún más, se dice, de cara a la crisis sanitaria y a su resolución en un marco de fortalecimiento de las sociedades democráticas.

innovacion digital
Imagen: Financial Times.

“Protege y promueve los valores y procesos democráticos e impulsa la revolución de los datos en el corazón de los descubrimientos científicos innovadores, como durante la crisis del Covid-19”.

Ha sido ésta, la pandemia, desde luego, una de las grandes protagonistas del encuentro. El uso de la Inteligencia Artificial y la telemedicina se discutieron no como hechos por venir sino como realidades de hoy.

Del mismo modo que el manejo de datos personales se ha entrecruzado, en los debates suscitados, con la imprescindible edificación de una ética del tiempo digital.

Pero no sólo ello, cómo mitigar los sesgos por género o etnicidad, cómo instrumentar los nuevos entornos laborales robotizados sin que amenacen lo humano, cómo transitar hacia las nuevas habilidades que se requieren para los nuevos tiempos, han sido algunos de los tópicos sobre los que han girado los debates en el ámbito de la sociedad digital.

Al final de estos tres días intensos, los resultados son alentadores. Más de 35 mil participantes de 188 países. Mucho más allá del propio ámbito europeo. 146 sesiones de discusión, reflexión y llamado a tomar acciones.

La pequeña niña búlgara de diez años que miraba derrumbarse el Muro en Berlín, y con él un mundo, al cabo de muy pocos años, le ha tocado en suerte convertirse en una de las grandes promotoras de la edificación impostergable de las bases de una nueva era. Todo ha sido muy rápido.

Lo será aún más.


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Menos de una cuarta parte de los habitantes de África tienen acceso a una conexión de Internet. Y en conjunto, su participación global no llega siquiera al 10% de la población conectada a nivel mundial.

Las dificultades no paran ahí. La poca o nula conectividad se suma a costos que pueden ser hasta 10 veces más altos que el costo promedio en países desarrollados.

La paradoja salta a la vista: quienes más los necesitan, menos acceso tienen a ello. No es una paradoja exclusiva de la Era Digital, sino el dramático resumen estructural de la inequidad llevada a niveles planetarios.

Los mapas no tienen márgenes. Los tienen, claro, pero ello corresponde más su composición gráfica, ya sea en papel o digital, que a la propia condición de los territorios que representan.

Abierto e interconectado, el mundo de hoy, globalizado e interdependiente, dibuja, sin embargo, sus propios márgenes a partir de la exclusión.

africa conectada
Imagen: Universo Abierto.

No sorprende en absoluto, en ese sentido, que algunas de las nociones centrales hacia modelos de desarrollo global más equilibrado, refieran, justamente, a la noción de circularidad como epítome de su visión de futuro.

A diferencia de la figura de la línea progresiva y ascendente con el que siglo XX fraguó su discurso de éxito, pensar, hablar, asumir una economía que pudiera ser circular, revela ya en sí misma una imagen sin márgenes.

Lo que se trasluce es en cambio la atención de ese momento en que los márgenes, simbólicos y reales, son habitados por aquellos que no tienen sitio: los sin lugar; es decir, los marginados.

Hasta hace un par de años, los niveles de marginación tecnológica del continente africano eran simplemente inconcebibles.

En la inmensa mayoría de los países del continente africano, naciones de ingresos bajos, sus habitantes pagan los precios más altos del planeta para tener acceso a una herramienta que hoy significa romper inercias de marginalidad ancestral.

africa digital
Imagen: Alliance.

Internet no sólo es una potente herramienta para que las personas puedan comenzar la transición hacia nuevas formas económicas, sino además es un componente básico de libertad individual y participación ciudadana.

En sentido inverso, la experiencia es irrefutable. Mientras mayor sea la brecha digital, las víctimas seguirán siendo quienes ya lo son en otros ámbitos; especialmente las mujeres y quien habita en zonas no urbanas.

Las dificultades de acceso a la Red, eso está claro hace tiempo, expanden y robustecen desigualdades, a través de una suerte de esquema perverso de doble o triple exclusión.

Para considerar un acceso asequible, la media no es arbitraria, por cierto. Ha sido la propia Organización de las Naciones Unidas que ha establecido un tope de 2% de los ingresos como lo máximo que alguien debería pagar por un 1 GB de conexión.

En algunos países africanos este 2% recomendado por la ONU, puede elevarse hasta 10 veces más, es decir, 20% del salario medio de una persona.

La propia Naciones Unidas, empero, alerta también sobre señales positivas. A pesar de las dificultades, el acceso a Internet en África crece exponencialmente.

africa digital
Imagen: Pinterest.

Sí, es cierto, a la fecha sólo alrededor del 24% de su población tiene acceso a la Red, pero habría que decir en descargo, que hace tres lustros, en 2005, este porcentaje llegaba a duras penas al 2% de la población.

Las prácticas monopólicas, erradas y erráticas políticas de gobierno, paupérrima infraestructura, forman parte del entramado que, de no corregirse, mantendrá a los africanos al margen de la sociedad digital global.

La fórmula para revertir esta situación pasa por la adopción urgente de políticas públicas que regulen efectivamente las prácticas monopólicas, refuercen la competencia, bajen precios y mejoren calidad.

No menor resulta que los gobiernos se comprometan a la vez con el despliegue de acciones efectivas para instalar zonas de acceso libre en espacios comunes.

Convergentes, pues, con la asequibilidad y la calidad, aparece la infraestructura, por un lado, y el afianzamiento de Internet como una cuestión pública, es decir, como un espacio regulado y estimulado desde la responsabilidad de los Estados, no de los privados.

conectividad
Imagen: SciDev.

Cual si fuera el dibujo de un círculo, se tiene previsto que el proyecto “2Africa” haya concluido con la instalación de un gran cable marino que rodea el continente, al tiempo que lo conecta con nodos en Europa y Medio Oriente.

Detrás de esta inmensa apuesta hacia una infraestructura que mejore la conectividad, se encuentra un esquema de aportaciones tanto públicas como privadas, destacando el papel que ha jugado China, entre las primeras, y Facebook y Google, entre las segundas.

No cabe la menor duda que una vez en funcionamiento, el “2Africa” mejorará la velocidad y posibilidades de conectividad del continente.

Queda sin embargo pendiente la tarea que estimule, desde los propios países africanos, la formulación de legislaciones que, privilegiando el interés social, erijan formas de regulación en relación con los intereses foráneos y privados.

Las consecuencias de la falta de legislación dirigida al interés social, por omisión o colusión, supondría, han advertido no pocas voces, la implantación de una nueva forma de empobrecimiento y expoliación. Colonialismo digital le han llamado.

Con toda razón.


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Lecciones de resiliencia digital: la nueva era y su trazo de futuro

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Lejos de estar en otra parte, el futuro está aquí. Lejos de estar lejos, el futuro se hace presente.

Proteger-Prevenir-Transformar se han convertido en los goznes que forman la cadena de conceptos básicos de un enfoque emergente que tiene a la resiliencia como eje articulador de una nueva globalidad.

Educación, inteligencia artificial y digitalización, economía circular, economía digital, pensamiento en red, habilidades, equidad, juventud, objetivos del desarrollo sustentable, clima y medio ambiente, energía, transporte, gobernanza, ciudadanía. 

Forman, a su vez, el listado de prioridades de lo que podría, debería, asomar como un tiempo de lecciones aprendidas.

Decir futuro es, pues, así, decir presente. O aún más, decir: presencia. Todos los signos de lo que sería-estaría en ese por-venir, están ya aquí, son parte, presencia en el presente.

Quien trabaje hoy sólo para resolver la inmediatez presente, quedará atrapado en respuestas que necesariamente llegarán tarde.

El presente es en nuestro tiempo, desde ya, un destiempo. Un ir a destiempo. El anacronismo de la inmediatez.

Inteligencia Artificial en el mundo
Imagen: Computing.

Quien habla de futuro no puede, bajo este horizonte, hacerlo entonces bajo el sino del presente y sus circunstancias vertiginosamente cambiantes.

Retomo en esa línea un documento que de modo reciente ha publicado la Unión Europea en torno a lo que considera una urgente puesta al día de su ruta, tras las lecciones que, se espera, deje la pandemia global.

En lo que el año pasado constituyó su plataforma de trabajo, la entonces candidata a presidir la Comisión Europea, la belga, Ursula von der Leyen, se reconocían ya el alto grado de inestabilidad de una transformación mundial sin un rumbo definido.

Sin imaginar ni remotamente lo que el COVID-19 traería consigo, Von der Leyen hacía un llamado a la unidad para, subrayaba, “disipar temores y crear oportunidades”.

“El mundo de hoy parece cada vez más inestable”, afirmaba la belga, “las potencias existentes caminan solas por nuevas vías y están surgiendo y consolidándose nuevas potencias”.

Aun más, centraba su atención Von der Leyen, “los cambios en el clima, la tecnología y la demografía están transformando nuestra sociedad y nuestro modo de vida, lo que ha generado una sensación de inquietud y ansiedad…”

Hace un año, la plataforma de prioridades con las que la belga llegó a la presencia de la UE, identificaba como la primera prioridad lo que entonces llamó el Pacto Verde.

Ursula von der Leyen,
Ursula von der Leyen (Imagen: El Periódico).

Lograr la neutralidad climática para 2050, significaría, para la Europa de hace menos de un año, ser el primer continente en alcanzar la meta de abatir sus emisiones de carbono.

Pero, sobre todo, el Pacto Verde suponía, en la plataforma 2019-2024, la responsabilidad de conducir la transición industrial, social, política y cultural, que implica la implementación total de una economía verde o economía circular.

Menos de un año después, sin embargo, sobrevino la pandemia. Y con ella, una sacudida en todos los órdenes, sobre una realidad global, desde antes, ya de suyo inestable.

Para julio de 2020, las condiciones del presente eran radicalmente distintas. La pandemia global de coronavirus dejaba sentir todo su rigor en prácticamente todos los sectores de la vida del planeta.

El 21 de julio, los líderes europeos alcanzaron un acuerdo que sienta las bases para la recuperación financiera, al poner a disposición de los estados miembros de la UE la astronómica suma de 750 mil millones de euros, durante los próximos 4 años.

A la par de lo económico, sobresale la aparición del concepto de resiliencia como nuevo eje articulador de la prospectiva europea.

Pacto Verde en el mundo
Imagen: Agropopular.

No es que en forma alguna se haya dejado de lado el objetivo climático, se le coloca, en todo caso, en un mayor: el reconocimiento de que nadie estaba preparado para un evento como la pandemia.

A la vez, se hace un reconocimiento explícito en torno a la necesidad de generar nuevas capacidades para la recuperación en todos los órdenes, ya que haya pasado la emergencia.

Inteligencia preventiva y fortaleza para la recuperación, forman las dos tenazas en cuyo centro sigue estando la certeza de que el planeta vive una serie de cambios profundos, todos ellos interconectados.

En un documento guía, así, elaborado por un grupo multinacional de expertos se identifican los grandes grupos de nuevas prioridades que, bajo la égida, de la resiliencia el mundo deberá comenzar a plantearse con mayor seriedad.

Ser capaces de formular una conducta resiliente, no a partir del desastre, sino de un diseño de políticas que tiendan la cualidad resiliente de las personas y las naciones.

“En medio de una emergencia sanitaria global y la recesión económica inminente”, se suscribe, se impone “un modelo de recuperación y una inversión concertada en la investigación y la innovación, que tenga como centro a las personas, el planeta y una prosperidad compartida”.

Europa asume, así, que “debemos asegurarnos de que, junto con la comunidad científica y expertos, dirijamos la inversión hacia una mayor protección contra los impactos adversos de las crisis económicas y ambientales; una mejor preparación para afrontar los riesgos emergentes a gran escala; y una profunda transformación capaz de conciliar la sostenibilidad con resiliencia”.

 El futuro presente.


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