Hoy en día, todas las organizaciones, independientemente de su tamaño, condición, naturaleza y ubicación, ven en la utilización de datos e información sobre los procesos de toma de decisión o en la definición de estrategias, una gran fuerza, siendo que cada vez más, los escenarios donde éstas participan son más y más cambiantes, complejos pero sobre todo exigentes en el uso de estos recursos a la hora de definir estrategias que den respuesta a estos.
En esta línea, las organizaciones públicas y privadas están apostando por la incorporación de metodologías, herramientas y técnicas relacionadas con el ámbito de inteligencia, tales como los sistemas de vigilancia, las redes de contactos, pero especialmente la definición de hojas de rutas.
Estas últimas se están adaptando rápidamente a las necesidades de cada organización, y muestra de ello es que, con más frecuencia, escuchamos que los políticos cuentan con una hoja de ruta para su campaña y su posterior gobierno, instituciones públicas para sectores específicos o para todo el tejido empresarial, y por supuesto, las propias organizaciones privadas que definen una hoja de ruta con un horizonte temporal para el desarrollo de sus mercados, capacidades tecnológicas y organizacionales.
Aunque el concepto es conocido, muchas veces la hoja de ruta se confunde con una agenda, un cronograma, una programación o una foto de actividades relacionadas, pero la verdad es que una hoja de ruta va más allá y pone a disposición de las organizaciones todo lo anterior desde la perspectiva de inteligencia y prospectiva.
Además, no debemos pensar que una hoja de ruta es un recurso sólo accesible a las grandes empresas, por el contrario, es un recurso disponible para todos, que de ser bien utilizado, puede permitir a las pequeñas y medianas empresas entender cuáles son las acciones que desarrollaran las grandes empresas, y aprovechar así su efecto tractor.
Sin embargo, las hojas de ruta no son una herramienta sencilla de confeccionar, implementar y mantener, ya que requieren de un compromiso por parte de la organización para su desarrollo y mantenimiento, debido a que sin una correcta dimensión de las acciones a realizar y la evolución de éstas, difícilmente se conseguirán las expectativas deseadas en su confección. Además, una hoja de ruta es un documento vivo que requiere estar en constante revisión, haciendo nuevamente uso intensivo de datos, información y conocimientos.
En este sentido, podemos decir que una hoja de ruta es el método que sirve para conectar objetivos a corto y largo plazo con soluciones específicas que ayudan a alcanzar esos objetivos. Y para ello, se consideran actividades que permitan identificar las necesidades, prever la evolución de las acciones en determinados escenarios, al mismo tiempo que se establece un marco de referencia que facilita la planificación estratégica.
Resulta necesario desarrollar iniciativas que permitan a las organizaciones públicas y privadas conocer este tipo de metodologías, técnicas y herramientas, al mismo tiempo, que se generan espacios donde se puedan compartir datos, información y conocimientos que sirvan como punto de partida o apoyo para la definición de las hojas de ruta individuales, potenciando la creación de hojas de ruta conjuntas que, a su vez, generen un efecto de desarrollo regional.
Finalmente, promovamos una cultura de colaboración y cooperación basada en estrategia e inteligencia que nos permita entender la manera que nos debemos mover en los próximos años, de tal manera que lo incierto del momento es lo único cierto que podemos confirmar.
Levantemos la cabeza y miremos al futuro pensando en todo lo que necesitamos para ser y seguir siendo competitivos.
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